El Can Mayor en El Cielo

Norma Sánchez-Santillán *

Gilberto Sven Binqüist Cervantes*

René Garduño López **

El Cielo está compuesto por un abanico de paisajes, desde una planicie costera con ambientes de playa, rodeada de una flora halófita creciendo sobre la tersa arena y una fauna de transición entre el mar y la tierra, aferrada a las rocas bañadas por las impetuosas olas; a unos cuantos kilómetros del mar y a sólo 800 m de altitud, la selva baja, con exuberante flora, agobiante humedad y bulliciosa fauna; al ascender otros 700 m, tratando de abarcar con la mirada otros paisajes, veríamos la selva alta con árboles de tallas de más del doble de la selva baja, donde fulgurantes rayos del Sol insisten, sin conseguirlo, traspasar su dosel formado por un tupido follaje. Varios cientos de metros más arriba, a los 1500, llegaríamos al bosque mesófilo, zambullido al amanecer en espesa niebla y aparente silencio, roto por algunas aves y sigilosos animales que pisan su mullido suelo, con retacería de musgos, líquenes, helechos y una rica variedad de orquídeas, vegetación sobre la que proliferan los hongos y donde insectos y arañas cavan intrincadas guaridas, junto a roedores y pequeños mamíferos. En la cúspide de la sierra, tras una voltereta en la Sierra de la Maroma, comienza el descenso a sotavento, opuesto al mar, donde se muestra la severidad de un clima seco, el agua preciado tesoro para las plantas del desierto, el paisaje ahora está dominado por enormes cactus, con espinas como defensa contra todo el que quiera robarle el agua de sus suculentos tejidos, y la fauna que ansía la oscuridad de los cielos estrellados para aliviar el agobiante calor y para salir a cazar… o ser cazada.

Con excepción de los ambientes de playa, los otros cuatro ecosistemas: selva baja perennifolia, selva alta perennifolia, bosque de pino-encino-oyamel y desierto conforman la Reserva de la Biosfera El Cielo y en ellos se despliega una biodiversidad espléndida; limita al E con el Golfo de México y por el W remonta la Sierra Madre Oriental; con 145 mil ha y los cuatro ecosistemas son bañados insistentemente, entre mayo y octubre, por el agua de las cumulonimbus, de grandioso desarrollo vertical; sin embargo, durante algunas semanas, hay una ausencia de nubes, el cielo brilla con todo fulgor y en consecuencia merma el llanto proveniente de las nubes en El Cielo. A este fenómeno se le llama canícula porque en el hemisferio norte, en los meses de julio y agosto, la constelación del Can Mayor brilla y el cielo raso permite admirarla en el firmamento. Esta merma de lluvia ha sido conocida por cientos de miles de años, sólo que hasta recientemente se ha podido cuantificar; además los sistemas de información geográfica facilitan el acopio de datos y la interpretación tridimensional de los procesos meteorológicos.

En días de canícula, como en una mesa de billar cuando colisionan diferentes bolas, se suceden cambios concatenados en la troposfera, la capa más baja de la atmósfera donde se desarrollan las nubes; al mermar éstas, la lluvia se ausenta y los rayos solares caen a plomo, ya que la Reserva colinda con el Trópico de Cáncer y, por lo tanto, en esos meses tiende el Sol a ubicarse cerca del cenit; asciende la temperatura del aire y se aligera su peso, de manera que la presión disminuye; ambas condiciones aumentan la capacidad del aire para almacenar vapor, en consecuencia la humedad relativa asciende y el ambiente se reseca, induciendo a las plantas a evapo-transpirar más para tratar de recargarlo de nuevo y en el proceso, muchas de ellas pierden agua hasta fatalmente secarse.

En México la lluvia del verano proviene de los vientos alisios que soplan de NE a SW, en la superficie, y recogen humedad de las aguas cálidas del Golfo de México; la canícula puede pensarse como un retorno de la circulación invernal en la troposfera, que explica la ausencia de lluvia. La duración de este fenómeno en El Cielo es variable, puede abarcar de uno a cuatro meses. De igual manera la intensidad de la canícula puede ser débil, media o severa y un aspecto destacable es su comportamiento cíclico; es decir, inicia con baja intensidad durante 4 o 5 veranos, luego la incrementa otros tantos, hasta alcanzar su máxima intensidad por el mismo período, cumpliendo así un ciclo que abarca de 12 a 15 años.

Cada ecosistema en El Cielo, se adapta y responde de manera distinta a la canícula, en la región árida sus habitantes han desarrollado múltiples mecanismos biológicos para no perder el agua; sin embargo, en las selvas y el bosque el perjuicio es mayor, pues normalmente se cuenta con el vital líquido y, cuando falta, sus habitantes no tienen defensas para afrontar la canícula.

Para profundizar en el tema consultar:

Sánchez-Santillán, N.; G. Binqüist y R. Garduño. 2018. Sequía intraestival en la Reserva de la Biosfera El Cielo y su entorno, Tamaulipas, México. Cuadernos de Geografia: Revista Colombiana de Geografía 27(1): 146-163.

¿De quién es la memoria de los Centros Históricos mexicanos?

Dr. Raymundo Ramos Delgado*
Dr. Carlos E. Flores Rodríguez**

Turismo de masas, redituabilidad financiera, segregación o gentrificación, son problemas consecuentes de un mismo fenómeno: la mundialización de los lugares históricos de la mayoría de las ciudades. Sin embargo, la uniformización, tematización o puerilización de sus contenidos y elementos identitarios, son problemas tan sólo de algunos. De eso va el texto. Reflexionar sobre las consecuencias de la gestión de los Centros Históricos (CH) provincianos del México contemporáneo.

La ciudad de Tepic en 1881 y la delimitación del Centro Histórico de 1989 (línea roja).
La ciudad de Tepic en 1881 y la delimitación del Centro Histórico de 1989 (línea roja).

Los problemas de los CH mexicanos tienen diversos orígenes. El más trascedente, por su importancia y peso, es el rol del Estado mexicano y sus instituciones. Considérese que, particularmente tales CH, se han decidido como contenedores de una idílica historia nacional proyectada en sus construcciones patrimoniales. Considérese también que hay un Instituto de alcance nacional, el de Antropología e Historia (INAH), creado con la intención de resguardar la herencia cultural de México, y que algunas de sus atribuciones se han extralimitado autonombrándose garantes de la conciencia nacional, atentando lo que pretende proteger: definir lo que es patrimonio y, en consecuencia, la identidad de una ciudad.

Tepic como ejemplo

Entre 1987 y 1993, en Nayarit, México, se decretarían algunos instrumentos jurídicos para proteger su patrimonio edificado. Entre otros eventos se delimitó el CH de Tepic, ciudad de origen virreinal y capital del estado. El único requisito para tal delimitación era la temporalidad, o sea, que toda traza y edificación contenida debería contar con, al menos, cien años, algo que, intencionadamente, se incumplió, generando, entre otras cosas:

  1. Exclusión de las periferias urbanas de finales del siglo XIX.
  2. Invisibilización de más de un millar de inmuebles centenarios, particularmente de manufactura tradicional.
  3. Displicencia del INAH en la búsqueda y establecimiento de la corriente estilística preponderante del CH: el historicismo europeo.
  4. Trivialización de dicha corriente ecléctica al designarla, para simplificar, llanamente estilo colonial.
  5. Sobrevalorización y apego a tal estilo al idealizarlo como referente urbano.
  6. Invento de un provinciano falso histórico, con la obligatoriedad institucional de su imitación.

El doble colonialismo

Si hay un elemento que refleje la complejidad, el dinamismo y las formas de pensamiento de una ciudad son sus edificaciones: la arquitectura como producto-objeto; pero lo es aún más la manera en cómo se llega a ella: los procesos-sujetos que la posibilitan.

Precisamente el proceder descrito ha creado un desacuerdo entre instituciones y particulares. Los dueños de los inmuebles catalogados, así como los de las parcelas aún vacantes, están sometidos a restricciones que van más allá de la competencia institucional y de los planes respectivos. Con el discurso de protección, discrecionalmente se les impone una “integración” meramente, decorativa, escenográfica, por medio de igualdad de alturas, volúmenes, vanos, colores e inalcanzables sistemas y materiales constructivos. Ello ha provocado una tematización y una museificación acorde a un imaginario institucional y una finalidad turística.

Pero la obligatoriedad estética no es lo único. Debido a su expansión y a la flecha del tiempo, la reconfiguración del paisaje del CH de Tepic se ha legitimado socialmente, recolonizando –consecuentemente- la memoria colectiva al producir nuevos iconos arquitectónicos fundados en simulaciones.

Colonizando y conquistando lo colectivo

En efecto. Si a esta hegemonía institucional se le suma la actitud pasiva de los ciudadanos y organismos colegiados, la ecuación para la impronta se completa. Particularmente estos últimos, al igual que las instituciones educativas de enseñanza de arquitectura locales, históricamente han tenido una permisividad propia de posturas clientelares y corporativistas.

Así, luego de casi tres décadas de este ejercicio, es posible advertir:

  1. Suplantación y adulteración del ideario, los saberes y la memoria colectiva.
  2. Primar al imaginario institucional y a una hegemonía de pensamiento.
  3. Banalización de aquella arquitectura no certificada institucionalmente.
  4. Coartar nuevas propuestas de diseño con la consecuente pérdida de la iniciativa y la diversidad urbana arquitectónica.
  5. Negación del derecho a la ciudad vertido en el derecho a producir y conducir su estética.
  6. Exclusión de habitantes y constructores de bajo poder adquisitivo al tornarse doblemente oneroso el falso histórico.
  7. Mermar el municipalismo.
  8. Incumplimiento de tratados internacionales como la Carta de Venecia.

El romanticismo dicho por Katzman y reafirmado por Sudjic, sigue válido. Que las capas constructivas de una ciudad son manifestaciones de que está viva, de ahí que se vuelvan tan valiosas como inoportunas. Todo empeño en no permitir cambios, por artificioso, además de decadente, denota arrogancia y, por lo mismo, ignorancia.

¡Larga vida institucional!

Para mayor información:
FLORES RODRÍGUEZ, Carlos E., RAMOS DELGADO, Raymundo. Lo colonial como fuente de autenticidad de los centros históricos de las ciudades mexicanas. El doble colonialismo. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de diciembre de 2017, vol. XXI, nº 579. 

*es funcionario de la Secretaría de Obras Públicas de Nayarit, y profesor adscrito al departamento de arquitectura del Instituto Tecnológico de Tepic, México. sokra72@hotmail.com

**es profesor adscrito al Área de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Nayarit, México. fcarlose@gmail.com

Claudi Esteva Fabregat. Entre México y Barcelona

Xavier Roigé

Septiembre comenzó con la triste noticia del fallecimiento de Claudi Esteva (1918-2017), justo cuando una gran parte de los antropólogos de España estaban a punto de celebrar el Congreso de Antropología en Valencia. Allí se le recordó y homenajeó como el principal introductor de la antropología hispana gracias a su empeño y saber hacer.

En sus casi 99 años, Esteva tuvo una larga trayectoria personal y académica. Tras la Guerra Civil (donde combatió en Aragón y militó en las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña) se exilió primero a Francia y posteriormente a México. Este tránsito entre Barcelona y México acabaría condicionando su vida: decía que México le había marcado aún más que la Guerra Civil (Bezos, 2002). Allí se interesó pronto por la visión de un país pluringüístico y multicultural y se matriculó en antropología a partir del descubrimiento del Museo Nacional de Antropología en 1947: “Un día pasaba por la calle Moneda, donde estaba el Museo Nacional de Antropología de México; en ese museo, junto a la entrada, había un gran cartel que decía: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia; debajo había una relación de las carreras que se estudiaban y entre ellas estaba la de etnología. Aquel día vi que aquello era lo que yo había buscado durante tantos años” (Hernández, 1992). Le gustaba decir que cursó unos estudios configurados por las cuatro ramas boasianas: la etnología, lingüística comparada, la antropología física y la arqueología. La experiencia en la Escuela le marcó profundamente a nivel personal y también en su concepto de lo que debía ser la antropología: “Éramos una gran familia, porque había gente de todo el mundo” (Hernández, 1992). Allá recibiría influencias de otros exiliados como Bosch i Gimpera, pero sobre todo de la perspectiva de la psicología cultural, que se acrecentó al conocer a Erich Fromm con quien tuvo “una extraordinaria amistad durante muchos años” (Hernández, 1992) de manera que “estuve cinco años siendo psicoanalizado por Fromm y estuve trabajando en el estudio de los materiales clínicos, dándole a cada uno de estos una comprensión de tipo cultural”(Brufau, 2011).

Aunque comenzó su trayectoria como docente en México, fue a su regreso a España en 1956 donde desarrolló la mayor parte de su trayectoria académica. “Me trasladé a Madrid, pero con la idea de ir a Barcelona, ​​porque a pesar de que yo estudiara antropología aún mantenía una vocación política (…). Al llegar, me hicieron un interrogatorio y la policía me dijo que no podía ir a Barcelona dados mis antecedentes. Esta fue la razón por la que me quedé muchos años en Madrid” (Bezos, 2002). A su llegada, todo estaba por hacer. La antropología era una disciplina casi inexistente, como mucho reducida a algunas materias o clases dentro de la arqueología. Fue en el Museo Nacional de Etnología donde empezó su tarea de formación de antropólogos dirigiendo entre 1965 y 1968 la Escuela de Estudios Antropológicos, un poco al margen de la universidad, pero con una gran influencia entre los estudiantes que recibían formación teórica y de trabajo de campo. ​

Esteva se trasladó pronto a Barcelona (1968) al conseguir una plaza como profesor agregado de Etnología, y posteriormente (1972) como catedrático en “Antropología Cultural” hasta su jubilación en 1986. Él siempre defendió la denominación de “cultural” en lugar de “social” para referirse a la disciplina, por razones teóricas (consideraba el concepto cultural más propio del objeto de estudio) y estratégicas (para distinguirse de la sociología). En la UB, desde sus primeras clases, aportó un aire fresco intelectual, formando a distintas generaciones de antropólogos. A pesar de esos años sesenta y setenta convulsos, al final de la dictadura, en plena ebullición estudiantil y en una situación de penuria económica, Esteva consiguió afianzar e institucionalizar la antropología. Fueron también años difíciles, en las que surgieron algunas discrepancias con algunos de sus discípulos, a partir de debates intelectuales sobre qué debía ser la antropología y cómo debía enseñarse. Pero todos sus discípulos recuerdan su influencia para atraerlos hacia la antropología y el hecho de ser, en cierta manera, el “padrino” de una segunda generación de antropólogos que justo ahora está llegando a la edad de jubilación.

Después de su jubilación en Barcelona, regresó a México (1994), reinventándose como profesor investigador de El Colegio de Jalisco. Le gustaba decir que decidió retornar a México a pesar de tener distintas ofertas en otras países. Allá continuó enseñando junto con su esposa, Berta Alcañiz, hasta hace muy pocos años.

Su obra es muy amplia: una gran producción que en palabras de Carmelo Lisón (1996) se caracteriza por su actitud continuadora de su formación mexicana y por su talante innovador. Como que resulta imposible resumir su trayectoria aquí, señalaré cuatro líneas en las que creo que creo que Esteva más ha contribuido a la antropología. En primer lugar, en el campo las interconexiones entre la museología y la antropología museología etnológica. En diversas ocasiones me había señalado que él había descubierto la antropología a través del Museo Nacional de Antropología en México, y que su primera tarea en España fue la de director de Museo Nacional de Etnología. Se encontró con un museo en estado lamentable, pero precisamente allí creó la Escuela de Antropología, “porque pensaba que era muy adecuado a la tarea de toda museografía etnográfica, por una parte, y a la formación de una generación de antropólogos que rompiera con los esquemas cerrados y equívocos de la antropología dentro de la universidad española” (Bezos, 2002). En segundo lugar, por su contribución a la idea de la antropología aplicada. Esteva participó en un «Plan de desarrollo económico» en Guinea, para así contribuir “a entender mejor la problemática del asunto económico cuando éste tiene límites culturales de percepción y de representación”. Decía que un antropólogo podía resolver más problemas que un ingeniero: “¿Qué les va a hacer el ingeniero? ¿Ponerles un puente o proponerles un plan de carreteras? Pues bien, como antropólogo les voy a resolver muchos más problemas. Les voy a describir la realidad cultural que enfrenta un plan aplicado a poblaciones que son muy diferentes a las nuestras y que tienen modos específicos de percibir los problemas que les planteamos” (Bezos, 2002). En tercer lugar, Esteva fue uno de los pioneros de la interdisciplinariedad, lo que le llevó a una decisiva influencia no sólo entre antropólogos, sino también entre americanistas, arqueólogos, arqueólogos e historiadores. Precisamente, una de sus últimas conferencias en la UB –leída por su esposa- fue en el marco del Congreso de Historia Oral en Barcelona (2014), donde se puso de relieve su contribución al desarrollo de la historia oral. Finalmente, Esteva destaca por su visión de la disciplina. Creía que los antropólogos deben ser como una especie de médicos de la cultura: “la antropología debe ser la ciencia del diagnóstico social a partir del conocimiento de la cultura, y debe convertirse en la ciencia del pronóstico” (Colabrons et al., 1996)

En sus últimos días de vida, sus hijos nos recordaban su faceta como un padre que les enseñaba geografía e historia, como un hombre comprometido que sufrió persecuciones políticas. Eso, nos decía su hija, fue otra parte de su vida, más allá de su fama como antropólogo galardonado y reconocido con el Malinowski Award (1994), considerado el premio más importante de la antropología y de otros muchos premios. Su última distinción, el nombramiento como doctor honoris causa por la Universitat Rovira i Virgili (2017) ya no pudo recibirlo al aplazarse la ceremonia. Hasta sus últimos días, Esteva fue el reflejo de un intelectual inquieto, capaz de unir a lo largo de su vida el espíritu de iniciativa con la experiencia y la reflexión teórica.

Ya muy enfermo, con voz poco inteligible, nos dijo a unos discípulos al visitarle en sus últimos días la palabra “continuar”. No entendimos otras palabras, pero comprendimos que se preocupaba sobre todo por la continuidad de nuestra disciplina. Le recordamos que hoy la antropología está plenamente consolidada en España, presente en muchas universidades, con numerosos alumnos y con un buen nivel de investigación. Una situación muy distinta a la que él se encontró cuando regresó de su exilio sesenta años atrás. Esteva nos ha dejado, pero su decisiva contribución al estudio de la cultura y su legado perduran y nos animan a “continuar”.

Para mayor información

Bestard, J. (2013) 15 minuts amb Claudi Esteva. Vídeo. Universitat de Barcelona. http://www.ub.edu/ubtv_proves/en/video/15-minuts-amb-claudi-esteva

Bezos, C. (2002) “Entrevista a Claudio Esteva Fabregat”, Revista AIBR, núm. 24. http://www.aibr.org/antropologia/boant/entrevistas/OCT0201.html

Brufau, J.; Permanyer, M.; Zulet, X. (2011) “Entrevista a Claudi Esteva Fabregat, antropòleg”, Perifèria, núm. 14. http://www.antropologia.cat/files/EntrevistaClaudiEstevePeriferia.pdf

Colabrons, J.; Martínez, À.; Prat, J. (1996) “Entrevista con Claudio Esteva Fabregat”, in Prat, J.; Martínez, À. (eds.) Ensayos de antropología cultural. Homenaje a Claudio esteva Fabregat”. Madrid: Ariel Antropología, pp. 15-27.

Hernández, P. (1982) “Entrevista amb Claudi Esteva”, Ciència, núm. 16, vol. 2, pp. 44-51

Lagunas, D. (2012) “Claudio Esteva, interpelado” Biblio 3W, Vol. XVII, no 974, 5 de mayo de 2012

Lisón, C. (1996) “Reminiscencias”, in Prat, J.; Martínez, À. (eds.) Ensayos de antropología cultural. Homenaje a Claudio Esteva Fabregat”. Madrid: Ariel Antropología, pp. 32-35

Bibliografía

Una bibliografía completa de Claudi Esteva puede encontrarse en Geocrítica: http://www.ub.edu/geocrit/esteva.htm

Los geógrafos españoles residentes en México se reúnen

Martín Checa-Artasu*

Los pasados 8 y 9 de julio de 2017 se celebró la Primera reunión de geógrafos españoles en México. Ésta fue organizada por la reciente creada Red de Científicos Españoles en México, una de las varias asociaciones de científicos españoles en el extranjero que existen. Contó con el apoyo delCentro Cultural España en México y la Consejería de Cultura y Ciencia de la Embajada de España en México.  Dicha reunión tenía como objetivo principal: reunir a todos aquellos investigadores españoles, tanto con trayectoria consolidada como aquellos que realizan estudios de posgrado o estancias posdoctorales, que desarrollan investigaciones propias de la ciencia geográfica en México. Todo ello con el fin de establecer un intercambio de experiencias y metodologías, pero también, con el interés de visibilizar a un colectivo poco conocido en los ámbitos geográficos en México y desconocido en España.

Efectivamente, en los últimos 15 años han salido de España no pocos científicos que hoy están desarrollando su actividad en el extranjero. Las causas de ello son varias: la falta de empleos cualificados, los efectos de la crisis económica, la reducción de plazas en las universidades, la muy ineficiente política científica española, etc.

Sorpresivamente, México ha sido uno de los países que ha recibido a un destacado número de ellos. Actualmente se contabilizan 336 investigadores de nacionalidad española adscritos al Sistema Nacional de investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y tecnología (CONACYT). La mayoría de ellos trabajan como profesores e investigadores en distintas universidades y centros de investigación del país. Número similar es el de los estudiantes de españoles que desde 2007 han cursado y cursan, becados, algún posgrado en México.

La geografía mexicana ha sido una de las disciplinas que más se ha beneficiado de esta movilidad laboral. En la actualidad, más de una veintena de investigadores y estudiantes de posgrado españoles, vinculados a la geografía y a disciplinas afines desarrollan su actividad en tierras aztecas, haciendo distintas aportaciones que enriquecen el desarrollo de esa ciencia en el país y dan continuidad a la labor que desarrollaron otros geógrafos provenientes del exilio de la guerra civil como: Carlos Sáenz de Calzada, Josefina Oliva Teixell, Felipe Guerra Peña o Leonardo Martín Echevarría.

Esta primera reunión fue resultado de la inquietud personal de dos geógrafos llegados a México en la última década: Sara Barrasa García, madrileña e investigadora del Centro de investigaciones en Geografía Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México y Martín Checa-Artasu, barcelonés, profesor titular de la licenciatura de geografía humana de la Universidad Autónoma Metropolitana.

La reunión tuvo dos conferenciantes magistrales de excepción. Por un lado, Carmen Delgado Viñas, presidenta de la Asociación de Geógrafos Españoles y profesora del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria quién relató la reciente evolución de la geografía española. Y Omar Moncada Maya, ex director del Instituto de Geografía, de la Universidad Nacional Autónoma de México quien a través de su vivencia profesional desgranó los numerosos vínculos que las geografías mexicanas y españolas han tenido en los últimos 75 años.

De igual forma, se presentaron 14 ponencias encuadradas en tres sesiones. Una primera centrada en el análisis territorial y la gestión de los recursos naturales, donde se analizó el papel del petróleo en la conformación territorial del país; las posibilidades de gestión de áreas naturales protegidas a través del desarrollo local y la situación de la geografía de la montaña en México. En una segunda sesión, a través de tres trabajos se mostraron las posibilidades técnicas de distintas herramientas: sistemas de información geográfica, drones e imágenes de video para el análisis territorial. La tercera sesión aglutinó seis ponencias con temáticas en relación a los vínculos de la sociedad con el territorio desde facetas como los sistemas alimentarios locales, la relación de la etnohistoria con la geografía, los riesgos ambientales, los procesos territoriales de la actividad pesquera, las disputas territoriales interestatales y la migración de personal cualificado extranjero a México.

Las conclusiones de esta reunión no pueden ser más positivas. Por un lado, sirvió para mostrar la diversidad de análisis geográficos sobre asuntos mexicanos realizados por geógrafos españoles que se encuentra plenamente integrados en la realidad de ese país. Por otro lado, permitió conocer los esfuerzos de unos y otros para conformar líneas de investigación coherentes a lo largo del tiempo, que en muchos casos les han permitido consolidar su actividad científica. Finalmente, también sirvió como punto de partida para dar a conocer a un colectivo y establecer vínculos solidos con la geografía española. Algo que a nuestro entender, hoy resulta del todo necesario.

* Martín Checa-Artasu es profesor titular de la licenciatura de geografía humana de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.

Algunos de los participantes en la 1ª Reunión de geógrafos españoles en México. De izquierda a derecha: (atrás) María Ángeles Piñar-Álvarez (Colegio de Veracruz), José Manuel Crespo Guerrero (IG-UNAM), Francisco José Cantarero Prados (ENES León UNAM), Ignacio Alonso Velasco (U.Quintana Roo), Cristóbal Mendoza Pérez (UAM-i) y Martín Checa-Artasu (UAM-i); (delante) Elena Ojeda (UA Sisal-UNAM), Marta Martín Gabaldón(CIESAS), Sara Barrasa García (CIGA-UNAM) y Carmen Delgado (AGE).
Algunos de los participantes en la 1ª Reunión de geógrafos españoles en México. De izquierda a derecha: (atrás) María Ángeles Piñar-Álvarez (Colegio de Veracruz), José Manuel Crespo Guerrero (IG-UNAM), Francisco José Cantarero Prados (ENES León UNAM), Ignacio Alonso Velasco (U.Quintana Roo), Cristóbal Mendoza Pérez (UAM-i) y Martín Checa-Artasu (UAM-i); (delante) Elena Ojeda (UA Sisal-UNAM), Marta Martín Gabaldón(CIESAS), Sara Barrasa García (CIGA-UNAM) y Carmen Delgado (AGE).

Ni vivienda, ni adecuada. Fraccionamiento Yacatitas, Yuriria Guanajuato en México

Tener una vivienda no es sólo una pretensión moral. En México, a partir de las reformas en materia de derechos humanos, disfrutar de una vivienda adecuada se convirtió en una obligación jurídica internacional, pero, ¿realmente se garantiza su acceso con los parámetros mínimos para ser considerada adecuada? Sin duda, la infraestructura, habitabilidad, asequibilidad, localización y el entorno son algunos de los parámetros de la vivienda que no siempre se satisfacen.

Lo cierto es que la vivienda juega un papel importante para la sociedad actual y evidentemente sigue siendo uno de los problemas más comunes que le afectan a la misma; un claro ejemplo son los llamados “sin techo”, que existen en México y en diversas partes del mundo. Aquí surge otra interrogante ¿por qué se sigue construyendo vivienda que no es ni digna, ni adecuada? Parte del problema estriba en las deficiencias y vacíos legales que presentan las leyes; esto genera un marco legal inapropiado y obsoleto que hasta ahora ha dado como resultado, la construcción de viviendas inadecuadas.

Específicamente, en el fraccionamiento Yacatitas, localizado en la periferia de la ciudad de Yuriria, Guanajuato, acceder a una vivienda adecuada se ha convertido en un mero referente de deseos. Esta colonia fue construida en el año 2010 con la participación de los gobiernos federal, estatal y municipal, los dos primeros aportaron cada uno, el 40% de los costos de construcción (esto es, el 80% del total) y el 20% restante, lo aportaron los beneficiarios; el gobierno municipal aportó el predio para su construcción.

A pesar de que se desarrolló con estricto apego a la legislación urbana, el resultado fue la construcción de vivienda de 18.00 m2, conformada por un espacio habitable y un baño; en su entorno las calles no cuentan con banquetas ni pavimentación, además de que en la zona no existen escuelas, hospitales ni tiendas de suministro, y el único parque de la coloni12a se encuentra cercado con malla ciclónica y candados por parte de una fracción de los colonos, entre otras tantas cosas. Esta condición ha ocasionado que los habitantes lleven a cabo reformas para adaptar la vivienda a sus necesidades, sobre todo, si se considera que fueron entregadas a familias de entre 3 a 5 integrantes. Paradójicamente, al programa del gobierno para la construcción del fraccionamiento se le llamo “vivienda digna”.

Asador improvisado para preparar y calentar los alimentos

Fuente: Ileana Jiménez, 2016

¿Que esperaba de su vivienda? En una escuesta realizada a los habitantes del fraccionamiento, manifestaron sentirse satisfechos con el lugar en donde viven, a pesar de su inconformidad ante la calidad de los materiales y presencia de vandalismo; pero valdría la pena preguntarse las condiciones reales en las que vivían anteriormente, al estar, en algunos casos, en situación de pobreza extrema. A pesar de que la vivienda no es adecuada, resulta para los habitantes un gran avance con respecto a tal precariedad en la que vivían.

Condiciones física de las viviendas del fraccionamiento Yactatitas

Fuente: Ileana Jiménez, 2016

Ante este escenario, los habitantes del fraccionamiento Yacatitas, han establecidos redes de colaboración y convivencia más allá del aspecto espacial de la vivienda, lo cual, posiblemente, se debe a que estas relaciones se vuelven imprescindibles para las personas en condiciones de pobreza, pues logran suplir con la convivencia en el exterior el hecho de que la vivienda, y en sí el fraccionamiento no brinde todas las comodidades. Por lo tanto, se da una comunidad al reunirse los vecinos en la calle, sentados en la tierra, compartiendo la comida, o incluso sentados bajo el cobijo de un árbol después de concluir su jornada. La comunidad que se genera, logra aumentar el grado de satisfacción residencial, aun a pesar de que sus viviendas claramente no son adecuadas.

Distintas acciones podrían ayudar a solucionar el problema, sin embargo, establecer en el marco legal urbano los lineamientos claros y precisos para la planificación y construcción de nuevos desarrollos habitacionales, donde la inversión realizada tienda a garantizar la calidad física de la vivienda y las cualidades espaciales del desarrollo, podrían ser la clave de la solución.

Para mayor información

Jiménez Pineda, Luz Ileana (12 de Dic de 2016). Vivienda adecuada y satisfacción residencial, análisis desde el marco legal. Caso de estudio: Fracc. Yacatitias, Yuriria, Guanajuato. Universidad de Guadalajara, Guadalajara, Jal. [Director: Dra. Verónica Livier Diaz Núñez.] Disponible en: http://act.cuaad.udg.mx/es/alumnos/tesisconcluidasmpegpau#J

Luz Ileana Jiménez Pineda, Abogada y Maestra en Procesos y Expresión Gráfica en la Proyectación Arquitectónica Urbana por la Universidad de Guadalajara. Nacida en Guadalajara, Jalisco. Especialista en derecho urbano y diseño de políticas públicas en materia de desarrollo urbano y vivienda. Ha trabajado en el sector público en áreas de desarrollo urbano. Mención especial en el Premio Luciano Parejo de la Unión Iberoamericana de Municipalitas en 2017. Contacto: luzjimenezp@yahoo.com.mx

Pequeñas poblaciones en la frontera norte de México

Todos podemos decir algo sobre las ciudades. Y, aunque no seamos especialistas, sabemos cuando estamos en una, y también sabemos hablar de sus vicios y virtudes. Sin embargo, cuando nos preguntamos sobre sus orígenes y circunstancias en el tiempo –lo mismo azarosas que intencionadas– parece necesario abandonar los prejuicios y empezar a considerar sitios o lugares que no es tan obvio referir como verdaderas ciudades. Y con esto no solamente puede uno referirse al tamaño, al número de población o a la altura y cantidad de construcciones, sino a otra cosa distinta: la posibilidad de considerar la huella de la ciudad cuando encontramos, por lo general en pleno campo, proyectos que por una u otra razón no prosperaron, no ganaron relevancia, o simple y sencillamente nunca pensaron en convertirse en tales.

Para comprender mejor las ciudades de la frontera norte de México requerimos conocer el origen de muchas pequeñas poblaciones, durante el periodo de construcción del Estado nacional moderno. Al respecto, es interesante examinar las circunstancias de afianzamiento de cuatro nuevas poblaciones establecidas durante el siglo XIX en el norte de Chihuahua, México: Guadalupe de los Nobles, Ascensión, Hidalgo y Villa Ahumada. Se explican, pues, las estrategias que puso en práctica el régimen borbónico de España en el Septentrión de Nueva España o, más específicamente, en el norte de la Nueva Vizcaya. Puede apreciarse la idea de planeación urbana prevaleciente, los conflictos en torno a su implementación y su situación en momentos específicos (número de habitantes, construcción de casas e iglesias, y obras en canales de riego).

Las estrategias de establecimiento del periodo se inspiraron en las prácticas del siglo anterior. La red de asentamientos se propuso con varias finalidades: protección de caminos para asegurar correspondencias con Nuevo México y tráfico de mercancía, contención de las incursiones de indios, fomento del poblamiento para impulsar la industria de los lugares. Los sitios indicados se repitieron en los sucesivos planes que llegaron hasta la década de 1860, ya en el periodo mexicano. Fueron importantes los planes de 1836, dos del año 1848 –uno de ellos reflejaba la idea de la nación, mientras que el otro las consideraciones de los chihuahuenses–, otro plan de 1864 elaborado por un coronel, y el de 1869 impulsado por el Estado mexicano.

Otro aspecto tiene que ver con la concepción de centros de población habitados por civiles, pero apoyados durante los primeros años de establecimiento por escuadras militares (soldados presidiales). Y la concepción del modelo de dicho asentamiento con base en ideas reunidas en las Recopilaciones de Leyes de Indias, que constituía el conjunto más completo y conocido de reglas y disposiciones. Además de las consabidas reglas para trazar manzanas y calles en cuadros, merece destacarse la idea del ejido como tierra exterior al sitio de las casas construidas. Entre otros elementos, los dos aspectos anotados permiten considerar bajo una luz nueva la serie de pequeños intentos para consolidar los centros de población mencionados. En el caso de Guadalupe de los Nobles es interesante advertir que las mediciones definitivas del ejido se retrasaron hasta la primera década del siglo XX. Para el caso de la colonia Ascensión, el plan se origina como una modalidad de repatriación de nuevo mexicanos hacia el territorio chihuahuense. Un ejemplo relativo a la colonia Hidalgo, hace emerger los antecedentes del siglo XVIII de la villa San Juan Nepomuceno, por lo cual se aprecian los conflictos con nuevas modalidades de asentamiento que entraban en pugna con los planes fraguados décadas antes. Finalmente, también Villa Ahumada obliga a rebuscar en los antecedentes de los asentamientos más viejos: la labor de Moctezuma y el presidio de San Fernando de las Amarillas del Carrizal, para entender que el trazo se dio en términos de un fraccionamiento del ejido.

En los cuatro ejemplos estudiados se ha recurrido a información resguardada en archivos municipales y estatales; también se hicieron exploraciones físicas en los sitios, con la finalidad de contrastar lo que sugieren los documentos de época con los vestigios o permanencias en los lugares.

Todo lo anterior es importante tenerlo en cuenta, cuando se advierte que una importante parte de la historiografía mexicana ha enfatizado la aparición de nuevas modalidades de asentamiento durante el periodo porfiriano (1880-1910, aproximadamente). Y también porque en la frontera sur de Estados Unidos tomaron lugar muchas “boom towns”, como se señala en la historiografía del Southwest. Ambas visiones obligan a reconsiderar las ideas que tenemos sobre los orígenes de muchas nuevas poblaciones.

Para mayor información:

GONZÁLEZ MILEA, Alejandro. Persistencia del ordenamiento territorial borbónico en el norte de México en el siglo XIX:Nuevas poblaciones del norte de Chihuahua. Biblio3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 5 de julio de 2016, Vol. XXI, nº 1.164. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1164.pdf>. [ISSN 1138-9796].

La necesaria planificación turística sostenible del paisaje agavero

, 2016 by Luis Amador Hidalgo

En la comarca tequilera del Estado de Jalisco se concentra un número significativo de elementos de valor cultural o ambiental que permite su apreciación como un todo coherente y vital. Todo este patrimonio se encuentra en un enclave natural singular, la elevación del volcán de Tequila y el cañón de la barranca del Río Grande de Santiago. En él se enmarcan el excepcional y único paisaje cultural, constituido por las ancestrales plantaciones de Agave, diversos sitios arqueológicos, numerosas destilerías históricas, poblaciones tradicionales y un valioso patrimonio inmaterial representado por usos agrícolas atávicos, gastronomía ancestral o fiestas populares.

Paisaje típico caracterizado por las plantaciones de agave
Paisaje típico caracterizado por las plantaciones de agave

En el año 2006 el Paisaje Agavero y las Antiguas Instalaciones Industriales del Tequila fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en la categoría de paisaje cultural.

Para dar soporte a dicha nominación se aprobó un Plan de Manejo que tenía como objetivo garantizar la conservación y uso sustentable del conjunto de elementos que se pretendía preservar a través de la Declaratoria de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco: el paisaje natural, el Paisaje Agavero, los vestigios arqueológicos, las antiguas instalaciones industriales y las poblaciones tradicionales.

El Plan fue el instrumento que oficializó el turismo en la región, pretendiéndose impulsar con el mismo la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la zona, actuando como elemento aglutinador de los diversos instrumentos legales vigentes y vinculando, además, los contenidos del documento a los diversos programas y planes de desarrollo urbano y medioambiental que operaban en la comarca. Con todo ello se aspiraba a garantizar la autenticidad y la integridad de cada uno de los componentes del Paisaje Agavero a través de su conservación, restauración y utilización adecuada, así como el estímulo al crecimiento regional sustentado sobre los valores culturales locales.

Sin embargo, la aplicación del Plan, a pesar de haber producido algunos resultados positivos, no ha dado una respuesta conveniente a las necesidades del propio sector turístico, de los empresarios y de la población de la zona. El hecho de que se presente un Plan de este tipo, para la gestión del sitio inscrito, no tiene mayor trascendencia si luego no se aprueban las medidas legislativas adecuadas y si no se acompañan de la necesaria financiación.

La agricultura ha definido históricamente el paisaje actual, aunque, de forma paulatina, se ha ido reconfigurando la relación ámbito rural–ámbito urbano, principalmente por la aparición de nuevas actividades como el turismo, mediante la puesta en valor de los activos culturales y naturales de la región.

La introducción del turismo en la cadena productiva del Agave-tequila se ha realizado bajo esquemas poco claros en cuanto al planteamiento conceptual de la tipología turística, su integración territorial y la participación de la población. La presencia de algunos empresarios regionales ha venido forjando un territorio, de alto valor económico, sustentado en la cultura del tequila, la misma que se ha recreado en la actualidad con la incorporación del turismo a la mencionada cadena productiva. Además, la poca claridad ofrecida por el Plan de Manejo no ha permitido fijar a tiempo unos parámetros operativos adecuados para la actividad turística, así como la definición de zonas específicas para este tipo de prácticas a partir de acuerdos y compromisos previos entre los agentes de la región.

Hasta no hace mucho tiempo la idea que ha prevalecido es que la actividad turística todavía no provoca en la zona impactos negativos especialmente significativos. Por ello, no se han aplicado medidas para prevenir las posibles externalidades, ni tampoco se ha estimado un umbral máximo de acogida de turistas para el territorio. Sin embargo, esta aparente inocuidad es falsa.

El deterioro ambiental progresivo que se está produciendo en la zona, si bien no es imputable en gran medida a la actividad turística, atenta directamente contra la sustentabilidad del sistema y su potencial productivo. Aunque quizá todavía no se presentan situaciones de irreversibilidad, hay que destacar la degradación que se observa en los recursos naturales, sobre todo la relacionada con la contaminación de los acuíferos, la deforestación y pérdida de biodiversidad, la erosión de los suelos, y la contaminación atmosférica.

Por su parte, en el ámbito sociocultural, la presión turística creciente sobre la zona va a determinar cambios en el patrón cultural de los habitantes de la región. Estos procesos representan una clara amenaza para el desarrollo regional y también para el mantenimiento de la Declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad del Paisaje Agavero y las Antiguas Instalaciones Industriales del Tequila.

Por lo tanto, la ausencia de un modelo turístico sostenible para el Paisaje Agavero, dado que la aplicación del Plan de Manejo no ha contribuido significativamente a impulsar este proceso, ha puesto de manifiesto la necesidad de que los agentes decisores dispongan de instrumentos con los que poder realizar un diagnóstico de la situación actual y, a partir del mismo, plantear iniciativas que impulsen a este sector hacia la sostenibilidad.

En definitiva, la creciente actividad turística y la puesta en valor de la totalidad del patrimonio cultural de la zona pueden representar oportunidades para impulsar el desarrollo regional si se consigue perfilar e implementar un modelo turístico sostenible congruente con los intereses de todos los agentes.

En la coyuntura actual el sector agroindustrial debería tender puentes hacia los ámbitos de la cultura y los servicios bajo una propuesta que articule adecuadamente las aspiraciones de los diferentes sectores implicados. El binomio tequila y turismo demanda análisis más profundos, que consideren aspectos económicos, ambientales y socioculturales, los cuales sean incorporados a propuestas específicas de ordenación del territorio que integren también a otras actividades productivas. Pero esto sólo será posible si, por parte de todos, se asumen compromisos de orden económico, social y ambiental, es decir, si se diseña un esquema coherente de desarrollo sostenible.

Para mayor información:

MILLÁN VÁZQUEZ DE LA TORRE, Mª Genoveva; AMADOR HIDALGO, Luis y ARJONA FUENTES Juan M. El Paisaje Agavero y la planificación turística sostenible. Un requisito para su permanencia como sitio patrimonio de la humanidad. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de junio de 2016, vol. XX, nº 537. ISSN: 1138–9788.

Luis Amador Hidalgo es profesor del Departamento de Economía en la Universidad Loyola Andalucía.

Las plazas mayores mexicanas. Quinientos años de continuidad

Cuando los mexicanos viajamos por nuestro país y visitamos ciudades grandes o medianas, capitales importantes o pequeños pueblos de ámbito rural, no nos es difícil orientarnos. Ni siquiera hace falta ser un paseante preparado por conocimientos y lecturas previas, o un turista bien armado con una guía adecuada. Todos sabemos que lo que debemos hacer es preguntar por la Plaza de Armas, por el Zócalo, el Parque o como se llame a la Plaza Mayor de la localidad, y hacia allá dirigir los pasos. Y cuando hemos estado en ella, hemos entrado en su iglesia, hemos visto las fachadas del palacio municipal o de gobierno y los edificios circundantes, nos hemos sentado en una banca del jardín o nos hemos tomado un refresco en algún café de los portales, ya podemos decir que conocemos tal ciudad o tal o cual pueblo.

Es cierto que en todos los lugares del mundo, desde que se organizaron los primeros centros urbanos, las plazas se convirtieron en elementos principales en el trazado y en la vida de las ciudades. Igual da que hayan sido explanadas de mercado, ágoras para la discusión política, centros ceremoniales y festivos, escenarios para el ornato o simplemente espacios abiertos frente a una arquitectura notable. Desde un principio y hasta ahora, constituyen elementos de vida pública y parte fundamental de los anales de las sociedades; son espejo de la historia de una cultura, de una organización civilizatoria. Pero el caso de las plazas mayores mexicanas, tanto como el de las hispanoamericanas todas, escribe una página extraordinaria y notable de la historia urbana universal, que remite en su origen a las utopías renacentistas que quisieron hacerlas geométricas, armónicas y hermosas, pero que pasa por la realidad descarnada de un pequeño territorio en disputa permanente.

Desde un principio y hasta ahora, constituyen elementos de vida pública y parte fundamental de los anales de las sociedades.

A las plazas mayores mexicanas se las han disputado quienes han querido hacer de ellas la escenografía gubernativa, quienes han querido sacarles provecho económico y quienes se las han adueñado con los trajines de la vida diaria. Desde hace quinientos años las plazas mayores mexicanas han sido el sitio privilegiado para el discurso del poder y el lugar predilecto para la apropiación colectiva del espacio público.

Todas las plazas que se fundaron durante las décadas que siguieron a la conquista española fueron diseñadas para ordenar, a la manera de un núcleo rector, la trama cuadriculada, facilitando el reparto de solares y el control territorial con las calles que salían de ellas tiradas a regla y cordel. Sirvieron para eso, y también para crear en ellas la máxima expresión de las nuevas estructuras sociopolíticas y administrativas impuestas a los habitantes originarios. La iglesia, el cabildo, los edificios de otras instituciones de gobierno, los portales del comercio establecido y las casas de quienes ocupaban el más alto rango en el escalafón social creaban, unos frente a otros, una vista elocuente.

Durante trescientos años, en las plazas mayores el espacio urbano parecía ser de todos y servía para todo. La fuente abastecía de agua al vecindario, el rollo y la picota recordaban las leyes y el castigo, la vendimia arremolinaba a vendedores y compradores y, como en cualquier mercado, buscaban por ahí su suerte los pícaros, maleantes y vagos. La gente entraba y salía de la iglesia por la plaza, y en ella se montaban tinglados para celebrar coronaciones en España, recibir a virreyes, obispos y arzobispos, para festejar a los santos patronos. En la plaza se corrían toros, se gritaban pregones, se anunciaban bandos y se manifestaban contriciones devotas. Aflicción y júbilo, homenaje y penitencia, trabajo y ocio, belleza y suciedad: todo se fundía en el espacio abierto y recogido a la vez de una plaza mayor mexicana, formando en su síntesis el axioma de la vida urbana.

Todo se fundía en el espacio abierto y recogido a la vez de una plaza mayor mexicana, formando en su síntesis el axioma de la vida urbana.

El racionalismo del siglo XVIII y el despotismo monárquico de reyes ilustrados se fue colando durante las postrimerías coloniales queriendo cambiar apariencias y funcionamientos. La afluencia irrestricta, el amontonamiento de puestos y mercancías, la mugre y el desorden se volvieron intolerables para los nuevos administradores del gobierno. Limpiar, despejar, empedrar parecían el objetivo último, aunque el saneamiento y la belleza eran la punta de lanza del avance del poder absoluto de la corona sobre las plazas, que le peleaba fueros a los ayuntamientos y a la iglesia, y disputaba usos consuetudinarios a los habitantes locales. Estatuas, obeliscos o columnas podrían glorificar la figura del monarca en el centro de una plaza impoluta y desembarazada de estorbos y suciedad, y los ejércitos podrían hacer ejercicios en ellas desplegando orden y grandeza.

Únicamente algunos proyectos tuvieron éxito. Pocos. La inercia y las prerrogativas de los hábitos seculares no son fáciles de torcer. Tampoco la gran sacudida revolucionaria de la Independencia alteró radicalmente y de golpe las costumbres inveteradas de la vida de cada día en las plazas. Solamente cuando terminaron las zozobras bélicas e invasoras, con la victoria última en 1867 de los ejércitos republicanos sobre las fuerzas conservadoras y de ocupación extranjera que impusieron como emperador a Maximiliano de Habsburgo, con un reforzado control político, dinero en las arcas públicas y unas oligarquías dispuestas a invertir en una imagen urbana renovada y a la altura de los tiempos de “progreso”, se retomaron los intentos por rehacer las plazas mayores incorporando nuevos paradigmas de ornato, modernidad tecnológica y civilidad ciudadana. Los espacios desembarazados de mercaderías y estorbos se poblarían de flores y árboles, entre los que se dispondrían calzadas que irían a converger en una fuente ornamental, o en un kiosco metálico en el que arraigaría la costumbre de las deleitosas serenatas. En la retórica de una naturaleza acotada, podada y bien combinada se leía un sentido de orden y de refinamiento al que era fuerza rendirse. Las autoridades podrían vigilar mejor la disciplina social, y la estatuaria y los monumentos que se instalaron prolíficamente en las plazas mayores, educaban en la nueva identidad nacional. La urbanidad republicana tuvo su escenografía principal en las antiguas plazas convertidas en jardines civilizados, ajuarados y musicales.

No hay duda de que la transformación fue exitosa y la vocación de las plazas mayores se mantuvo incólume a pesar de la mudanza de ropajes y costumbres. Las plazas mayores siguieron siendo entonces, y lo son hasta hoy, el centro neurálgico, el espejo del poder político y, como escribió Antonio Bonet Correa, el resumen breve de cada pueblo y ciudad. Con jardín la mayoría, y sin jardín algunas en que fue removido bien entrado el siglo XX, las plazas mayores continúan siendo lugar principal para la escenografía del poder, lugar preferido para las fiestas populares, las celebraciones patrióticas; siguen recibiendo como primicias las novedades tecnológicas, siguen albergando el comercio establecido de los portales y de los variopintos puestitos de venta callejera; y a pesar del decoro que las autoridades locales pretendieron para sus nuevos paseos aburguesados en la segunda mitad del siglo XIX, las plazas siguieron convocando por igual a todos como desde tiempos virreinales. Estamos ante una historia de larga duración que manifiesta la vigencia de las plazas mayores de México. Las metamorfosis que las han reeditado desde hace quinientos años han reafirmado casi siempre su centralidad y han apuntalado viejas formas de sociabilidad.

Las plazas mayores siguieron siendo entonces, y lo son hasta hoy, el centro neurálgico, el espejo del poder político y el resumen breve de cada pueblo y ciudad.

Charles Flandrau, un simpático viajero y agudo observador estadounidense que se paseó por el país a principios del novecientos lo dejó claramente anotado: en México, la plaza nunca decepciona. Esperemos que siga siendo así; que la plaza mayor de cada ciudad mexicana continúe ejerciendo el papel del espacio público por antonomasia, y no se convierta simplemente en un área común sujeta a los ímpetus privatizadores que caracterizan a las ciudades globales de la era neoliberal. Que con sensibilidad fundada en el conocimiento histórico, las plazas sigan gobernadas por políticas públicas que las libren de estrategias empresariales tendientes a remodelaciones desatinadas. Que las plazas mayores sigan siendo, como diría Carlos Monsiváis, un almacén de nostalgias.

Para mayor información:

RIBERA CARBÓ, Eulalia (coord.). Las plazas mayores mexicanas. De la plaza colonial a la plaza de la República. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2014. (ISBN: 978-607-9294-58-8)

Eulalia Ribera Carbó es profesora e investigadora del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora en la Ciudad de México.

La tercera oleada de “gachupines”. La emigración de españoles a México desde 2008

Jara Rodríguez-Fariñas, Juan Manuel Romero-Valiente y Antonio Luís Hidalgo-Capitán

Desde su independencia, México ha recibido tres importantes oleadas de emigrantes españoles, conocidos en México como “gachupines”. Dicho término, de carácter peyorativo, hacía referencia al español algo prepotente llegado al país que en poco tiempo adquiría una situación social acomodada; aunque en la actualidad ha perdido dicha connotación para ser utilizado de manera coloquial como sinónimo de emigrante español.

La primera de estas oleadas se produjo entre 1880 y 1930, fueron unas 30.000 personas y se les conoce como los emigrantes económicos; la segunda tuvo lugar entre 1938 y 1950, la conformaron unas 25.000 personas y sus integrantes son identificados como los exiliados políticos; y desde 2008 se está produciendo la tercera, cuya dimensión es a día de hoy difícil de precisar por cuanto se encuentra en curso.

Dicha oleada se constata por el hecho de que en la última década se ha triplicado la entrada anual de españoles a México (Figura 1) y, en concreto, desde el inicio de la crisis económica en 2008 hasta mediados de 2015, han llegado a México casi 7.000 emigrantes españoles, de los cuales el 73,1% han nacido en España (Figura 2).

La falta de oportunidades laborales en España, junto un aumento de la demanda de mano de obra cualificada por parte de México, ha hecho que muchos jóvenes españoles, y no tan jóvenes, emigren hacia este país, donde han encontrado no sólo un puesto de trabajo acorde con su formación, sino también la posibilidad de su desarrollo curricular.

5).

Figura 1. Emigración española a México (2002-2014). Datos absolutos.

Elaboración propia a partir de datos de la Estadística de Variaciones Residenciales del INE (201
Figura 1. Emigración española a México (2002-2014). Datos absolutos.
Elaboración propia a partir de datos de la Estadística de Variaciones Residenciales del INE (201

Figura 2. Emigración española a México por país de nacimiento (2008-2014). Datos absolutos. Elaboración propia a partir de datos de la Estadística de Migraciones del INE (2015).

La mayoría de estos nuevos emigrantes españoles se denominan a sí mismos como “exiliados económicos”, pues consideran que han sido expulsados de España por la falta de oportunidades de la que responsabilizan a la élite política de este país (“No nos vamos, nos echan”).

Casi el 50% de los nuevos emigrantes españoles tiene entre 25 y 44 años, el 60,5% son hombres y dos de cada tres no están casados legalmente. Procedentes principalmente de las comunidades de Andalucía, Madrid y Cataluña, la mayoría de ellos reside en el Distrito Federal y los Estados de Jalisco y de Puebla. Y en general se encuentran altamente cualificados, ya que algo más del 80% cuenta con estudios universitarios y más del 30% con formación de posgrado.

Los trabajadores españoles llegan a México para cubrir las necesidades de mano de obra cualificada, debido a que gran parte del capital humano mexicano, y en especial el más valioso, emigra hacia Estados Unidos. Así, ante las dificultades para contratar profesionales nacionales, muchas empresas mexicanas se ven obligadas a reclamar talento del extranjero.

Por otro lado, la crisis económica ha llevado a muchas empresas españolas a buscar oportunidades de negocio en México la oportunidad de hacer negocio, trasladando con ellos a una parte importante de sus plantillas, en muchos casos de manera forzosa, y generando con ello un importante volumen de “expatriados” entre los emigrantes españoles, que lógicamente tienen unas condiciones laborales más favorables que el resto.

A pesar de estas diferencias, a las que se suman las derivadas del tipo de titulación que posean, la mayoría de los emigrantes españoles obtiene ingresos que están por encima del salario medio mexicano. Aunque su nivel de vida depende también en gran medida de su lugar de residencia, ya que el coste de la vida varía enormemente entre ciudades e incluso entre barrios de una misma ciudad (alquileres, servicios, comercios…).

Como es habitual en todo proceso migratorio, las dificultades iniciales que encuentran los emigrantes españoles son la necesidad de regularizar su situación para poder trabajar y la escasez de recursos económicos para financiar el viaje y los primeros meses de estancia. Y aunque, pasados los duros momentos iniciales, la existencia de redes sociales y de una lengua y cultura común facilitan la integración, en su conjunto contemplan como problemas para su vida cotidiana: la calidad del sistema sanitario mexicano; la inseguridad; la ineficiencia de la burocracia nacional; sus condiciones laborales; el acceso, los precios y la calidad de las viviendas; y algunos problemas culturales, como por ejemplo los referidos a las relaciones de género.

Los emigrantes españoles, en general, están bastante satisfechos de su proceso migratorio a México y, de hecho en torno al 45% de ellos tiene pensado permanecer en el país de manera indefinida. Del resto, alrededor del 30% aspira a reemigrar a otro país para seguir ampliando su currículum; mientras que sólo el 25% se plantea el retorno a España.

Y mientras la economía española no acabe de remontar y siempre y cuando la economía mexicana siga creciendo y disminuya la inseguridad y la corrupción en el país, cabe de esperar que sigan llegando a México nuevos emigrantes españoles. Así, como lo hicieron los “gachupines” de las dos primeras oleadas, los exiliados económicos de la tercera oleada de “gachupines” ya están contribuyendo al desarrollo económico y cultural de México.

Para mayor información:

RODRÍGUE-FARIÑAS, J., ROMERO-VALIENTE, J. M., HIDALGO-CAPITÁN, A. L. (2016). Los exiliados económicos. La nueva emigración de españoles a México (2008-2014). En: Scripta Nova, [en línea]. No. 532, 15 de marzo de 2016. ISSN 1138-9788. Disponible en: http://www.ub.edu/geocrit/nova-ig.htm.

Jara Rodríguez-Fariñas es Doctoranda en Sociología por la Universidad de Huelva y miembro del equipo del Proyecto FIUCUHU del Centro de Investigación en Migraciones de la Universidad de Huelva.

Juan Manuel Romero-Valiente es Profesor Titular de Geografía, coordinador del Proyecto FIUCUHU del Centro de Investigación en Migraciones de la Universidad de Huelva y miembro del Proyecto FLACSO – España.

Antonio Luís Hidalgo-Capitán es Profesor Titular de Economía Aplicada, coordinador del Proyecto FIUCUHU del Centro de Investigación en Migraciones de la Universidad de Huelva y miembro del Proyecto FLACSO – España.