Norma Sánchez-Santillán *
Gilberto Sven Binqüist Cervantes*
René Garduño López **
El Cielo está compuesto por un abanico de paisajes, desde una planicie costera con ambientes de playa, rodeada de una flora halófita creciendo sobre la tersa arena y una fauna de transición entre el mar y la tierra, aferrada a las rocas bañadas por las impetuosas olas; a unos cuantos kilómetros del mar y a sólo 800 m de altitud, la selva baja, con exuberante flora, agobiante humedad y bulliciosa fauna; al ascender otros 700 m, tratando de abarcar con la mirada otros paisajes, veríamos la selva alta con árboles de tallas de más del doble de la selva baja, donde fulgurantes rayos del Sol insisten, sin conseguirlo, traspasar su dosel formado por un tupido follaje. Varios cientos de metros más arriba, a los 1500, llegaríamos al bosque mesófilo, zambullido al amanecer en espesa niebla y aparente silencio, roto por algunas aves y sigilosos animales que pisan su mullido suelo, con retacería de musgos, líquenes, helechos y una rica variedad de orquídeas, vegetación sobre la que proliferan los hongos y donde insectos y arañas cavan intrincadas guaridas, junto a roedores y pequeños mamíferos. En la cúspide de la sierra, tras una voltereta en la Sierra de la Maroma, comienza el descenso a sotavento, opuesto al mar, donde se muestra la severidad de un clima seco, el agua preciado tesoro para las plantas del desierto, el paisaje ahora está dominado por enormes cactus, con espinas como defensa contra todo el que quiera robarle el agua de sus suculentos tejidos, y la fauna que ansía la oscuridad de los cielos estrellados para aliviar el agobiante calor y para salir a cazar… o ser cazada.
Con excepción de los ambientes de playa, los otros cuatro ecosistemas: selva baja perennifolia, selva alta perennifolia, bosque de pino-encino-oyamel y desierto conforman la Reserva de la Biosfera El Cielo y en ellos se despliega una biodiversidad espléndida; limita al E con el Golfo de México y por el W remonta la Sierra Madre Oriental; con 145 mil ha y los cuatro ecosistemas son bañados insistentemente, entre mayo y octubre, por el agua de las cumulonimbus, de grandioso desarrollo vertical; sin embargo, durante algunas semanas, hay una ausencia de nubes, el cielo brilla con todo fulgor y en consecuencia merma el llanto proveniente de las nubes en El Cielo. A este fenómeno se le llama canícula porque en el hemisferio norte, en los meses de julio y agosto, la constelación del Can Mayor brilla y el cielo raso permite admirarla en el firmamento. Esta merma de lluvia ha sido conocida por cientos de miles de años, sólo que hasta recientemente se ha podido cuantificar; además los sistemas de información geográfica facilitan el acopio de datos y la interpretación tridimensional de los procesos meteorológicos.
En días de canícula, como en una mesa de billar cuando colisionan diferentes bolas, se suceden cambios concatenados en la troposfera, la capa más baja de la atmósfera donde se desarrollan las nubes; al mermar éstas, la lluvia se ausenta y los rayos solares caen a plomo, ya que la Reserva colinda con el Trópico de Cáncer y, por lo tanto, en esos meses tiende el Sol a ubicarse cerca del cenit; asciende la temperatura del aire y se aligera su peso, de manera que la presión disminuye; ambas condiciones aumentan la capacidad del aire para almacenar vapor, en consecuencia la humedad relativa asciende y el ambiente se reseca, induciendo a las plantas a evapo-transpirar más para tratar de recargarlo de nuevo y en el proceso, muchas de ellas pierden agua hasta fatalmente secarse.
En México la lluvia del verano proviene de los vientos alisios que soplan de NE a SW, en la superficie, y recogen humedad de las aguas cálidas del Golfo de México; la canícula puede pensarse como un retorno de la circulación invernal en la troposfera, que explica la ausencia de lluvia. La duración de este fenómeno en El Cielo es variable, puede abarcar de uno a cuatro meses. De igual manera la intensidad de la canícula puede ser débil, media o severa y un aspecto destacable es su comportamiento cíclico; es decir, inicia con baja intensidad durante 4 o 5 veranos, luego la incrementa otros tantos, hasta alcanzar su máxima intensidad por el mismo período, cumpliendo así un ciclo que abarca de 12 a 15 años.
Cada ecosistema en El Cielo, se adapta y responde de manera distinta a la canícula, en la región árida sus habitantes han desarrollado múltiples mecanismos biológicos para no perder el agua; sin embargo, en las selvas y el bosque el perjuicio es mayor, pues normalmente se cuenta con el vital líquido y, cuando falta, sus habitantes no tienen defensas para afrontar la canícula.
Para profundizar en el tema consultar:
Sánchez-Santillán, N.; G. Binqüist y R. Garduño. 2018. Sequía intraestival en la Reserva de la Biosfera El Cielo y su entorno, Tamaulipas, México. Cuadernos de Geografia: Revista Colombiana de Geografía 27(1): 146-163.