Pequeñas poblaciones en la frontera norte de México

Todos podemos decir algo sobre las ciudades. Y, aunque no seamos especialistas, sabemos cuando estamos en una, y también sabemos hablar de sus vicios y virtudes. Sin embargo, cuando nos preguntamos sobre sus orígenes y circunstancias en el tiempo –lo mismo azarosas que intencionadas– parece necesario abandonar los prejuicios y empezar a considerar sitios o lugares que no es tan obvio referir como verdaderas ciudades. Y con esto no solamente puede uno referirse al tamaño, al número de población o a la altura y cantidad de construcciones, sino a otra cosa distinta: la posibilidad de considerar la huella de la ciudad cuando encontramos, por lo general en pleno campo, proyectos que por una u otra razón no prosperaron, no ganaron relevancia, o simple y sencillamente nunca pensaron en convertirse en tales.

Para comprender mejor las ciudades de la frontera norte de México requerimos conocer el origen de muchas pequeñas poblaciones, durante el periodo de construcción del Estado nacional moderno. Al respecto, es interesante examinar las circunstancias de afianzamiento de cuatro nuevas poblaciones establecidas durante el siglo XIX en el norte de Chihuahua, México: Guadalupe de los Nobles, Ascensión, Hidalgo y Villa Ahumada. Se explican, pues, las estrategias que puso en práctica el régimen borbónico de España en el Septentrión de Nueva España o, más específicamente, en el norte de la Nueva Vizcaya. Puede apreciarse la idea de planeación urbana prevaleciente, los conflictos en torno a su implementación y su situación en momentos específicos (número de habitantes, construcción de casas e iglesias, y obras en canales de riego).

Las estrategias de establecimiento del periodo se inspiraron en las prácticas del siglo anterior. La red de asentamientos se propuso con varias finalidades: protección de caminos para asegurar correspondencias con Nuevo México y tráfico de mercancía, contención de las incursiones de indios, fomento del poblamiento para impulsar la industria de los lugares. Los sitios indicados se repitieron en los sucesivos planes que llegaron hasta la década de 1860, ya en el periodo mexicano. Fueron importantes los planes de 1836, dos del año 1848 –uno de ellos reflejaba la idea de la nación, mientras que el otro las consideraciones de los chihuahuenses–, otro plan de 1864 elaborado por un coronel, y el de 1869 impulsado por el Estado mexicano.

Otro aspecto tiene que ver con la concepción de centros de población habitados por civiles, pero apoyados durante los primeros años de establecimiento por escuadras militares (soldados presidiales). Y la concepción del modelo de dicho asentamiento con base en ideas reunidas en las Recopilaciones de Leyes de Indias, que constituía el conjunto más completo y conocido de reglas y disposiciones. Además de las consabidas reglas para trazar manzanas y calles en cuadros, merece destacarse la idea del ejido como tierra exterior al sitio de las casas construidas. Entre otros elementos, los dos aspectos anotados permiten considerar bajo una luz nueva la serie de pequeños intentos para consolidar los centros de población mencionados. En el caso de Guadalupe de los Nobles es interesante advertir que las mediciones definitivas del ejido se retrasaron hasta la primera década del siglo XX. Para el caso de la colonia Ascensión, el plan se origina como una modalidad de repatriación de nuevo mexicanos hacia el territorio chihuahuense. Un ejemplo relativo a la colonia Hidalgo, hace emerger los antecedentes del siglo XVIII de la villa San Juan Nepomuceno, por lo cual se aprecian los conflictos con nuevas modalidades de asentamiento que entraban en pugna con los planes fraguados décadas antes. Finalmente, también Villa Ahumada obliga a rebuscar en los antecedentes de los asentamientos más viejos: la labor de Moctezuma y el presidio de San Fernando de las Amarillas del Carrizal, para entender que el trazo se dio en términos de un fraccionamiento del ejido.

En los cuatro ejemplos estudiados se ha recurrido a información resguardada en archivos municipales y estatales; también se hicieron exploraciones físicas en los sitios, con la finalidad de contrastar lo que sugieren los documentos de época con los vestigios o permanencias en los lugares.

Todo lo anterior es importante tenerlo en cuenta, cuando se advierte que una importante parte de la historiografía mexicana ha enfatizado la aparición de nuevas modalidades de asentamiento durante el periodo porfiriano (1880-1910, aproximadamente). Y también porque en la frontera sur de Estados Unidos tomaron lugar muchas “boom towns”, como se señala en la historiografía del Southwest. Ambas visiones obligan a reconsiderar las ideas que tenemos sobre los orígenes de muchas nuevas poblaciones.

Para mayor información:

GONZÁLEZ MILEA, Alejandro. Persistencia del ordenamiento territorial borbónico en el norte de México en el siglo XIX:Nuevas poblaciones del norte de Chihuahua. Biblio3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 5 de julio de 2016, Vol. XXI, nº 1.164. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1164.pdf>. [ISSN 1138-9796].