Turismo Sostenible: El paisaje como epicentro de la interacción social en armonía con el ambiente

Daniel Fernando García Bautista*

El ser humano ha causado la mayor transformación de los paisajes en los tiempos recientes. La expansión desmedida de las ciudades, la demanda de crecimiento económico y la ambición por el desarrollo, han dejado relegada la naturaleza a un segundo plano. El ser humano ha migrado a las grandes urbes en busca de sus sueños y sin embargo, la necesidad del contacto natural, lo ha llevado de vuelta a la naturaleza. El turismo, en gran medida expresa esta búsqueda incansable.

En una ciudad como Bogotá, el paisaje se convierte en el punto de encuentro de la interacción social-natural y toma un papel clave para el desarrollo del turismo sostenible. En esta metrópoli, el inacabable horizonte de cemento hacia el occidente, contrasta con el relieve montañoso y las grandes cumbres del oriente, desde las que se tiene una vista panorámica privilegiada. Este es un lugar, que inspira y conmueve a sus espectadores.

Ilustración 1. Paisaje de la vereda El Verjón. Fuente: Tomada por el autor
Ilustración 1. Paisaje de la vereda El Verjón. Fuente: Tomada por el autor

En este lugar, los grandes accidentes geográficos limitaron la población a escasos asentamientos rurales. Es el caso de la vereda El Verjón, ubicada a 30 minutos en automóvil desde el centro de la ciudad.

Nuevas miradas para la sostenibilidad del turismo

Unos años atrás, la accesibilidad y singularidad de los cerros orientales para los caminantes, permitieron la inclusión de las organizaciones locales en los proyectos impulsados por el gobierno distrital, a través de la Mesa Ambiental de los Cerros Orientales. De esta forma se elaboró una estrategia de turismo, que se denominó Los caminos de los cerros. En la vereda El Verjón la comunidad fue un actor importante y determinante en el desarrollo e implementación de los senderos que se proyectaron allí. En estas propuestas, se consideró el paisaje como un aspecto importante de la oferta turística, pero el mismo, solo fue considerado de manera puntual para las zonas más llamativas.

Y es que, en este territorio con amplios panoramas y montañas que tocan las nubes, contrastan los asentamientos campesinos con la vegetación colorida. Pero más allá del punto de vista del espectador, el paisaje tiene mucho que dar. Esto es, explorar una nueva mirada frente a la interacción entre los elementos naturales y sociales, que allí se dan encuentro bajo pretexto del turismo.

El paisaje de un territorio está expresado en los mapas, en los que se indican sus diferentes características. Los símbolos representan los diferentes objetos que pueden ser observados en un territorio, de acuerdo a lo que se busque expresar y esto es conocido como cartografía temática. En la actualidad existe una gran variedad de información cartográfica para cada territorio y adicionalmente, a través de algunos programas de Internet se puede acceder a las imágenes capturadas con satélites. Toda esta información, corresponde a lo que una persona observa durante un recorrido en una ruta turística.

Bien es sabido que algunos elementos hacen especial un lugar determinado y que por el contrario, hay otros que dan una impresión negativa del mismo. De esta manera, al planificar el turismo en una región, éstos deben ser considerados e identificados, con el objeto de evitar la pérdida de calidad de los paisajes que marcan una experiencia positiva en quienes son sus observadores.

En el caso de El Verjón, entre sus atractivos sobresalen las cumbres que dan una amplia visión de la ciudad, del campo y de los ecosistemas propios de este territorio. Además de los lugares como el río Teusacá, las quebradas, los bosques y la vegetación, las fincas agroecológicas y como si fuera una ventana a otra realidad, una recreación de los bohíos de los pueblos indígenas. Por el contrario, se identificaron grandes canteras mineras en las que dejaron la roca expuesta. Estos elementos se compilaron en un mapa de potencial.

A partir de esta información, se logró identificar una ruta turística que integra el territorio, la comunidad local y los principales atractivos. De esta manera, se realizó una propuesta donde el paisaje es el epicentro de la interacción para el desarrollo del turismo sostenible de acuerdo a los lugares disponibles y óptimos para el desarrollo de cada actividad.

Para mayor información:

GARCIA, Daniel y MAHECHA, Samir.Estudio de factibilidad técnica y ambiental de los procesos turísticos y su impacto en el paisaje para un sendero en zona rural de Bogotá. Cuadernos de geografía: Revista colombiana de geografía, vol. 26 (2): p. 195-218, 2017.

ISSN electrónico 2256-5442. ISSN impreso 0121-215X.

* Daniel García es un profesional en ingeniería ambiental egresado de la Universidad Distrital, que actualmente labora con la Secretaría de Ambiente.

Un agradecimiento especial a Daniel Ocampo y Milén Copa Pabón por sus valiosas ideas para realizar este artículo.

EL VIÑEDO COMO PATRIMONIO EN CASTILLA-LA MANCHA (ESPAÑA)

María del Carmen Cañizares Ruiz*

El paisaje del viñedo debe ser reconocido y valorado como patrimonio relacionado con una actividad agraria específica, el cultivo de la vid, y con unos elementos tangibles (edificaciones) e intangibles (cultura del vino), ya que encierra valores económicos, sociales, ecológicos, históricos, técnicos y sobre todo, paisajísticos, como ocurre en la región de Castilla-La Mancha donde encontramos la mayor extensión de viñedo de Europa.

En este territorio el modelo de explotación vinculado con la producción y con la comercialización de mostos, alcoholes y vinos de mesa ha determinado la existencia de una serie de recursos patrimoniales y de una “cultura de vino” singular, que ofrecen gran potencialidad para el desarrollo territorial, por ejemplo en relación con el turismo. Se insertan en una de las áreas más afectadas por las disposiciones de mercado a nivel mundial (Organizaciones Comunes de Mercado) que ha experimentado importantes transformaciones en las últimas décadas donde el postproductivismo actual encierra dinámicas contradictorias.

En Castilla-La Mancha encontramos algo más del 48 % del viñedo español (444.000 hectáreas en 2016) y aproximadamente la mitad de la producción nacional (22,5 millones de Hl en 2016), datos que corroboran que es una actividad relevante, principalmente en la comarca de La Mancha. En su evolución podemos distinguir varias fases que abarcan desde el autoconsumo inicial y la aparición de un comercio incipiente (S.XII-1882), su posterior expansión y consolidación (1882-1986), un tercer período asociado a las medidas de regulación planteadas desde la Unión Europea y la potenciación del regadío (1987-1999), para concluir en la fase actual de modernización y postproductivismo (1999-Hoy) caracterizada por la diversificación productiva y la búsqueda de productos de calidad, los programas de reconversión y reestructuración varietal, así como el arranque subvencionado del viñedo tradicional (en vaso) para cultivarlo, ahora, en espaldera.

Paisaje del viñedo tradicional en las proximidades de Valdepeñas (Ciudad Real)
Paisaje del viñedo tradicional en las proximidades de Valdepeñas (Ciudad Real)

Alberga un importante patrimonio agrario «conformado por el conjunto de bienes naturales y culturales, materiales e inmateriales, generados o aprovechados por la actividad agraria a lo largo de la historia”, siguiendo la definición de La Carta de Baeza (2012). Nos referimos, en primer lugar, a los elementos tangibles bienes muebles (utensilios, aperos,…) como las prensas, tinajas, atrojes, pisadoras y estrujadoras; elementos vinculados con el transporte (carros y animales de tiro) como galeras y mulas; documentos y objetos bibliográficos que relacionan viñedo y literatura (Don Quijote de La Mancha,…) sin olvidar la literatura de viajes o las obras pictóricas que reflejan el paisaje de la viña con artistas como Gregorio Prieto. Bienes Inmuebles entre los que distinguimos, primero, los singulares, que se identifican con construcciones como bombos, quinterías, chozos, bodegas y alcoholeras, junto con los lineales que se concretan en el propio paisaje del vino (cultivo) en su condición de bien patrimonial; los asentamientos de población, que en este caso presentan una marcada dispersión; y los caminos y vías pecuarias como las cañadas (Soriana y Segoviana), cordeles, veredas y coladas.

Bombo en el viñedo de Tomelloso (Ciudad Real)
Bombo en el viñedo de Tomelloso (Ciudad Real)

El patrimonio agrario intangible incluye aquellos elementos relacionados con la lingüística a través de términos singulares asociados a la cultura del vino como “viñuedo” (arbusto de la vid en estado silvestre); el refranero popular («Las viñas en manos extrañas: grama, broza y telarañas”,…). Las creencias, rituales y actos festivos, como la Romería de la Virgen de las Viñas en Tomelloso o la Fiesta de la Vendimia y de la Poesía de Valdepeñas. Los saberes, oficios y tradiciones entre los que destaca la propia vendimia y sus rituales. La artesanía representada con la forja y la cuchillería, el trabajo del mimbre y el esparto (cestos, esteras, capachos) y el trabajo de la piel (botas de vino). Y finalmente, en relación con la gastronomía en la que el vino tiene la función de acompañamiento, destacan las gachas, migas, pisto manchego, pipirrana, duelos y quebrantos, caldereta o tiznao.

Por último, añadimos un patrimonio natural y genético a partir de unas características físicas del territorio asociadas a llanuras y planicies, una altitud media por encima de los 650 metros, una climatología extremada de veranos muy calurosos e inviernos fríos, una pluviometría escasa que no suele superar los 400 mm anuales, suelos arcillosos, un elevado número de horas de sol al año, y un aporte genético varietal que se concreta en la uva cencibel o tempranillo para los tintos, aunque también encontramos otras (bobal, cabernet sauvignon, garnacha, monastrell,…); y en la uva airén para los blancos, que se completan también con otras (albillo, chardonnay, macabeo, malvar, persevera,…).

Consideramos que el viñedo en Castilla-La Mancha debe ser reconocido como patrimonio y conforma un paisaje cultural como obra conjunta del hombre y de la naturaleza, que expresa una larga e íntima relación entre las personas y su entorno en el sentido que lo define la UNESCO. Un “paisaje evolutivo vivo” que como tal debería estar protegido.

Para mayor información:

Cañizares Ruiz, María del Carmen y Ruíz Pulpón, Ángel Raúl. Evolución del Paisaje del Viñedo en Castilla-La Mancha y revalorización del patrimonio agrario en el contexto de la modernización. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona. Vol. XVIII, núm. 498, 20 de diciembre de 2014 (http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-498.htm).

Cañizares Ruiz, María del Carmen y Ruíz Pulpón, Ángel Raúl. El viñedo en Castilla-La Mancha: el reconocimiento de un paisaje cultural. In PAVÓN, David y Otros (Editores) (2014): Revalorizando el espacio rural: leer el pasado para revalorizar el futuro. Girona: Documenta Universitaria, 2014, p. 305-316.

CAÑIZARES RUIZ, María del Carmen y Ruíz Pulpón, Ángel Raúl. Bases para la declaración como Bien de Interés Cultural del Paisaje del Vino y el Viñedo de la Denominación de Origen Valdepeñas” (Castilla-La Mancha). In RUIZ PULPÓN, Ángel Raúl, SERRANO DE LA CRUZ, Manuel Antonio y PLAZA, Julio José (Editores) Treinta años de PAC en España. Agricultura y multifuncionalidad en el contexto de la nueva ruralidad.Ciudad Real: Grupo de Trabajo de Geografía Rural de la AGE y Óptima ediciones, 2016, 551-566.

* María del Car­men Cañi­za­res Ruíz. Pro­fe­sora Titu­lar de Geo­gra­fía Humana. Depar­ta­mento de Geo­gra­fía y Orde­na­ción del Terri­to­rio. Uni­ver­si­dad de Castilla-La Mancha.

Cultura, paisaje y patrimonio: la Sierra de Guadarrama (Segovia)

Luis Carlos Martínez Fernández*

La Sierra de Guadarrama (Segovia) es un territorio construido socialmente. Es el producto de un modelo de explotación secular de los recursos que ofrecía el espacio físico: desde el piedemonte hasta el “alto de la sierra”; toda una sucesión de ambientes “escalonados” que han destacado históricamente por su importante función como elementos plenamente incorporados al sistema de aprovechamiento ganadero y forestal. Es así como los paisajes serranos, compuestos de herencias diversas y superpuestas, otorgan al territorio su auténtica dimensión cultural.

El espacio de estudio se inscribe en la vertiente septentrional –o segoviana- del Guadarrama. Comprende los actuales municipios de Casla, Prádena, Arcones, Matabuena, Gallegos, Aldealengua de Pedraza, Navafría, Torre Val de San Pedro, Santiuste de Pedraza, Collado Hermoso, Sotosalbos, Santo Domingo de Pirón y Basardilla. Términos, todos ellos, que han articulado, de siempre, sus espacios productivos entre los altos macizos serranos y las peanas de piedemonte sobre las que se asientan.

El Guadarrama segoviano.
El Guadarrama segoviano.

El Guadarrama segoviano es una construcción territorial en la que adquiere protagonismo el entramado paisajístico resultante de la combinación de los procesos y prácticas sociales que se han ido sucediendo históricamente. Y sus paisajes son una suerte de imágenes de la cultura tradicional, más ganaderas o más forestales, con más huellas del pasado o más señales de abandono o de transformación.

Sobre el “escalón” basal del conjunto serrano, las entidades de población surgidas en las fases históricas de crecimiento poblacional representarían, según la terminología académica, un típico modelo de poblamiento rural concentrado de carácter plurinuclear. Su localización siempre obedece a un mismo criterio de valoración de los elementos naturales del territorio: la proximidad a los espacios dotados de una mayor humedad.

En torno al poblamiento, los “campos cercados” continúan representando lo más sustancial del paisaje. Extensas áreas de prados cercados se desparraman como una primera aureola externa, a veces muy dilatada y diseminada, de los núcleos de población. Con todo, estos “campos cercados” alternan cada vez más con un entorno pastoril abierto que es la clara expresión del abandono y la degradación de la cultura ganadera en la actualidad. Frente a los “campos cercados”, los abertales son el signo de la expansión creciente de eriales, matorrales y rastrojeras. La seña inequívoca del declive de una actividad secular.

La trama del paisaje: el mosaico de usos del suelo.
La trama del paisaje: el mosaico de usos del suelo.

A partir de los 1.200 metros de altitud en las rampas más elevadas al contacto con las partes bajas de las laderas se entra de lleno en el dominio del robledal. El rebollo es el árbol más característico de las faldas serranas, por las que se extiende, o debiera extenderse, sería más correcto decir, ininterrumpidamente. La fisonomía más habitual para los robledales serranos es la del monte bajo o medio, fruto del resultado del aprovechamiento tradicional de estas “matas” desde la Baja Edad Media para leñas, carbón y pasto.

En la hipotética catena altitudinal, los pinos suceden al roble desde las partes medias de las laderas (sobre el teórico umbral de los 1.600 metros de altitud), en una franja de transición ecológica en la que suelen mezclarse ambas especies dependiendo de las condiciones del medio; y pueden llegar a alcanzar, en ocasiones, hasta las mismas “cimeras” serranas, si bien en pies solitarios con aspectos muy desvitalizados. Pero es el “orden” cultural, es decir, el ordenamiento de la mano del hombre el que en mayor medida ha incidido en la actual distribución del pinar. En menor proporción que sobre los encinares o robledales, pero también sobre los pinares, las talas, quemas, “rozas”, los “rompimientos”, en definitiva, han asistido para la apertura en tiempos de “rasos” y “alijares”, constriñendo, de esta manera, la masa forestal. Sin embargo, aún más frecuentes históricamente, por ser los montes de pinos considerados como un recurso estratégico tradicional, han sido las sistemáticas plantaciones a que diera lugar la explotación de la madera en los enclaves más apetitosos desde tiempo medieval.

Al “escalón” del piedemonte y al más inclinado de las laderas les sucede, finalmente, el del “alto de la sierra”. Una verdadera “encimera” de cumbres aplanadas y de suaves lomas empero que raramente desciende de los 1.800 metros de altitud. Sobre ella, las diferentes majadas en que se organizaban los puertos tradicionalmente constituían las unidades básicas a partir de las cuales proceder ordenadamente a la valoración y el disfrute de la variedad de ambientes pratenses.

El paisaje es la imagen del territorio, el producto de la intervención profunda de la que ha sido objeto la naturaleza serrana como resultado de la utilización social de sus recursos durante siglos. El paisaje del Guadarrama segoviano es, en definitiva, la herencia de una evolución cultural, representando por ello mismo un recurso territorial de primer orden en base a su incipiente patrimonialización.

Para mayor información:

MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, Luis Carlos; MOLINA DE LA TORRE, Ignacio. Cultura y paisaje a la “Vera de la Sierra”. La construcción territorial del Guadarrama segoviano. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 73, p. 313-341, 2017. Disponible en <http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2420/2274>. [ISSN: 0212-9426].

*Luis Carlos Martínez Fernández es Profesor Titular de Universidad de Análisis Geográfico Regional en el Departamento de Geografía de la Universidad de Valladolid.

El chopo de ribera, identidad del paisaje turolense

Tronzados por el viento, los aludes o el diente del castor diversas especies de árboles son capaces de rebrotar desde la parte superior del tronco. Se activan entonces las yemas durmientes situadas bajo la corteza y se producen unas ramas de similar edad y dimensiones que surgen a una misma altura. Se forman así los árboles trasmochos naturales.

El conocimiento de esta capacidad ha permitido al ser humano, primero obtener trasmochos a partir de chopos bravíos y, después, mediante la poda de la totalidad de las ramas (escamonda), procurarse madera, leña o forraje. Esta técnica de gestión forestal lleva aplicándose desde el Neolítico en ambientes con densas poblaciones de animales ungulados domésticos o salvajes; al resultar inaccesibles al diente de estos herbívoros los jóvenes brotes, se garantiza el futuro de los árboles.

Chopo: árbol modesto

Desde el Medievo, ante la creciente demanda de tierras de cultivo y de pastos, estos árboles se han ido extendiendo por Europa, conforme retrocedían los bosques primigenios. Hayas, robles, arces, abedules, fresnos, carpes, chopos o sauces trasmochos forman, desde entonces, parte de los paisajes rurales, desde Escandinavia hasta el Mediterráneo, desde las islas Británicas hasta Anatolia. Y también de los paisajes del sur de Aragón.

La orientación de la economía agraria hacia la producción de lana y el crecimiento demográfico desde la baja Edad Media, fomentaron la deforestación y el desarrollo de dehesas en las riberas de la cordillera Ibérica. Estas formaciones arbóreas se manejaban favoreciendo a ciertas especies autóctonas de árboles (chopo y sauce) que eran manejadas mediante la escamonda para proveer madera de obra, forraje y combustible en unos entornos intensamente aprovechados. Es el origen de las arboledas de álamo negro trasmocho de los valles del Alfambra, Guadalope, Aguas Vivas, Pancrudo, Martín, Jiloca, Jalón o Huecha. Es decir, de los chopos cabeceros, también conocidos como camochos, mochones o chopas. Es, pues, un cultivo de un árbol autóctono singularmente gestionado mediante una técnica ancestral.

La mayoría de las antiguas casas, graneros o parideras tenían vigas de chopo cabecero. Aún puede verse en la actualidad. Su producción, importante en la economía de muchos pueblos, tuvo su expresión en el paisaje rural en forma de dehesas o líneas de álamos trasmochos que se extendían continuamente por el fondo de los valles de la cordillera Ibérica aragonesa.

El chopo es una especie común en Europa. No es raro encontrar ejemplares trasmochos diseminados entre las campiñas y las montañas. Sin embargo, el paisaje constituido por las choperas de cabeceros de las comarcas turolenses es algo completamente original y característico de este territorio. Algo que lo identifica y lo diferencia.

Son, además, los únicos árboles en amplios territorios profundamente deforestados. Largas arboledas de chopos cabeceros recorren las estrechas vegas que surcan los secanos y pastizales de estas tierras altas, que funcionan como alargados oasis.

La escamonda adelanta la aparición de rasgos seniles en los árboles pero, si se mantiene en el tiempo mediante turnos regulares, permite que se hagan mucho más longevos que si no hubieran sido podados. Se forman unos característicos árboles de gruesos troncos y tortuosas cabezas en la cruz de donde surgen las rectas ramas conocidas como vigas. Estos chopos cabeceros, que por su forma recuerdan a los candelabros, suelen ser árboles viejos, muchos de ellos centenarios.

Los árboles viejos, en general, desempeñan importantes funciones ecológicas. Presentan huecos y grietas en los que se alojan numerosas especies de animales, ofrecen soporte físico sobre el que crecen líquenes y plantas epífitas y, sobre todo, madera muerta que mantiene a una compleja comunidad de hongos e insectos, algunos de los cuales son especies amenazadas. Son importantes para conservar la biodiversidad.

Actualmente, los árboles viejos son escasos en los campos y bosques europeos tras décadas de políticas forestales que han propiciado su eliminación. Las choperas de cabeceros forman agrosistemas de gran interés y originalidad.

El cuidado y el aprovechamiento del chopo cabecero reúnen trabajos complejos y difíciles que requieren un alto conocimiento del árbol. Conforman un saber popular forjado durante siglos y que constituye un tesoro etnobotánico: un patrimonio inmaterial.

Mientras tanto, los cambios en los sistemas productivos, el éxodo rural y la intensificación agraria de las últimas décadas han provocado la crisis de este aprovechamiento agroforestal secular. Auspiciadas por las administraciones, se han realizado masivas talas para implantar cultivos de chopos canadienses, limpieza de cauces, concentraciones parcelarias o construcción de embalses que han provocado su desaparición de los chopos cabeceros en muchos kilómetros de las riberas turolenses. Sin embargo, su mayor problema es el abandono de la escamonda, pues los árboles pierden su vigor y el creciente peso de las vigas inestabiliza el sistema ocasionando el desgaje de las ramas y de los troncos.

El valor histórico, paisajístico, ecológico y cultural de los chopos cabeceros ha pasado desapercibido a la sociedad actual, tanto a la que vive en el medio rural inmediato, como a la que lo hace en las ciudades, que prácticamente desconoce casi todo sobre ellos. Esta última, además, arrastra algunas arraigadas ideas preconcebidas que dificultan el aprecio de estos árboles y de estos paisajes.

El chopo, por su rápido ritmo de crecimiento y por tener madera más blanda, ha sido una especie relegada ante árboles como robles y hayas, que gozan de un mayor “prestigio” y reconocimiento.

Los paisajes agrícolas y ganaderos de las tierras altas de Teruel, a pesar de su austera belleza y su rica cultura, no consiguen atraer el interés de un público urbano fascinado por la espectacularidad de los paisajes alpinos del Pirineo. Incluso en el propio territorio, han pasado desapercibido ante los de las montañas pinariegas de Gúdar o de Albarracín.

La recuperación de un paisaje

Sin embargo, en la última década algo está cambiando. En estos años el Centro de Estudios del Jiloca ha desarrollado una intensa actividad investigadora y divulgadora que está dando sus frutos. La edición de libro El chopo cabecero en el sur de Aragón. La identidad de un paisaje fue un primer paso. Más de cuarenta conferencias han sido impartidas, tanto en congresos internacionales como en jornadas culturales de pequeños pueblos. Decenas de artículos han sido publicados en revistas técnicas o en boletines culturales locales.

El “Manifiesto por la conservación del chopo cabecero” ha sido respaldado por más de 150 investigadores, 50 asociaciones, 14 ayuntamientos y cientos de particulares. La página www.chopocabecero.es ofrece documentación actualizada, recibiendo más de 200 visitas diarias. Así mismo, también han sido numerosas las participaciones realizadas en programas de televisión, radio y en los periódicos.

Pero sin duda, la actividad que más ha contribuido a fomentar el interés social por los álamos trasmochos ha sido la organización de la “Fiesta del Chopo Cabecero”. Comenzó en 2009 en Aguilar del Alfambra, siendo celebrada en las siguientes ediciones en Torre los Negros, Valdeconejos, Ejulve, Cuencabuena-Lechago y Badules.

Es una fiesta con carácter itinerante para llegar a más localidades, a más personas. Se celebra entre octubre y noviembre, para disfrutar de los amables paisajes otoñales turolenses. Cada año tiene un enfoque: el paisaje, la vida silvestre, la etnobotánica, el arte… Y que está sirviendo para incentivar otras iniciativas que favorecen la conservación y el conocimiento de estos viejos árboles. Desde asociaciones culturales que inventarían los chopos cabeceros de su localidad a las que introducen la escamonda de árboles en las jornadas culturales, a los ayuntamientos que promueven el aprovechamiento –y rejuvenecimiento- de los árboles en sus términos municipales o la creación de rutas senderistas para su aprovechamiento turístico.

De todas ellas, querríamos destacar la apertura del Aula de la Naturaleza dedicada al chopo cabecero en Aguilar del Alfambra, un recurso educativo que promueve el aprendizaje de las ciencias. Y, el proyecto de Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra auspiciado por ocho ayuntamientos que pretende conservar un patrimonio natural, cultural y paisajístico, así como generar expectativas de futuro para los pueblos de la zona.

Para mayor información:

JAIME LORÉN, Chabier de; HERRERO LOMA, Fernando. El chopo cabecero en el sur de Aragón. La identidad de un paisaje. Teruel, Fundación “la Caixa”, Patrimonio artístico, 3, 2007. 191 p.

Chabier de Jaime Lorén. Instituto de Bachillerato “Valle del Jiloca” (Calamocha, Teruel).

EL PAISAJE CONSTITUIDO POR LAS CHOPERAS DE CABECEROS DE LAS COMARCAS TUROLENSES ES ALGO COMPLETAMENTE ORIGINAL Y CARACTERÍSTICO DE ESTE TERRITORIO. ALGO QUE LO IDENTIFICA Y LO DIFERENCIA.

LARGAS ARBOLEDAS DE CHOPOS CABECEROS RECORREN LAS ESTRECHAS VEGAS QUE SURCAN LOS SECANOS Y PASTIZALES DE LAS TIERRAS ALTAS DE TERUEL, QUE FUNCIONAN COMO ALARGADOS OASIS.

A Paisagem Cultural: múltiplas interpretações nas políticas de preservação

por Margareth de Castro Afeche Pimenta

Enquanto privilegiam meios tradicionais em nível mundial, no Brasil as interpretações acerca das paisagens culturais são variadas, deixando escapar sem proteção setores socialmente fragilizados, mas ricos culturalmente, que deveriam ser foco de políticas específicas. Precisar as acepções históricas de cultura talvez contribua para direcionar políticas de preservação, mas também inseri-las numa visão maior de projeto societário.

As paisagens culturais são a oportunidade de estabelecimento da proteção conjunta do ambiente com as formas tradicionais de expressão cultural. Após duas décadas de seu estabelecimento como politica patrimonial, a paisagem cultural apresenta, entretanto, resultados bastante desiguais, tanto em relação aos critérios quanto à distribuição espacial dos bens mundiais preservados. A paisagem foi considerada objeto de proteção bem antes da Convenção do Patrimônio Mundial de 1992, em 1962 e 1972. Por que, então, qualificar a paisagem como cultural 30 anos mais tarde? Impunha-se a necessidade de uma elaboração mais afinada, decodificando-se os termos. Apesar desses esforços, os debates trouxeram uma expansão (e indefinição) inusitada no Brasil. A deriva conceitual, num quadro sempre presente de limitação dos recursos, significa a exclusão de setores relevantes, com perdas irreparáveis.

Um dos caminhos para se recolocar a questão talvez esteja nas múltiplas significações do termo ‘cultura’. Um breve percurso de suas trajetórias históricas, considerando-se descontinuidades e recuperações, pode contribuir para ajustar os termos da preservação patrimonial. Do cultivo das terras na Antiguidade, Cícero transforma seu significado, a partir do estabelecimento da correlação entre plantio, o ato de cultivar, e o espírito humano. No mesmo sentido, Filão inspira-se em Platão quanto ao ‘homem interior”, cultivado, como o lavrador que nutre as boas espécies. O termo ‘cultura’ dispersa-se nas canções de gesta medieval, mantendo a acepção de cultivo até o século XVI, quando se inclui a ‘cultura da língua’ oudo espírito, primeiros passos rumo ao seu conteúdo civilizatório, que adviria no século das Luzes.

A partir do século XVIII, explicita-se cultura, também, com um sentido “figurado”, do cuidado nas artes e no espírito, incluindo o aperfeiçoamento pessoal. Voltaire e Rousseau almejam o homem esclarecido. Ser cultivado derivaria, portanto, de um processo de elaboração. Cultura transforma-se em refinamento; sua transmissão permitiria o aprimoramento da humanidade. Aparece como um processo pessoal, mas também social. Tratava-se, portanto, de um projeto civilizatório.

Paisagem rural no município de Urussanga no Estado de Santa Catarina, Brasil.
Paisagem rural no município de Urussanga no Estado de Santa Catarina, Brasil.

Somente na segunda metade do século XVIII Kultur torna-se usual na Alemanha, com diversos significados: liberdade de espírito frente aos preconceitos; distinção e fineza nas maneiras; estágio de evolução social, opondo-se à barbárie dos povos selvagens. Visava-se atingir a erudição, capaz de permitir os avanços científicos, mas também a habilidade na utilização dos instrumentos. O progresso material teria importância tanto quanto a evolução das ciências abstratas. As ideias de Kant assemelham-se ao pensamento de Herder e Schiller, sobretudo no sentido progressivo do aperfeiçoamento humano. Como a natureza teria atribuído o mínimo ao homem, haveria a escalada da existência singela à cultura, que se basearia no valor intrínseco do homem, seu valor social.

Somente com Goethe, cultura designa os traços distintivos de um povo determinado. Suas viagens oferecem uma nova visão de mundo, centrada na formação do homem interior, Bildung, onde discerne o indivíduo e seu meio, com o qual partilha hábitos comuns, gostos e formas de pensar. Aqui se constitui Kultur, ou seja, cultura no plural, distinguindo as sociedades por características específicas.

Mesmo os grandes contributos – cultura pessoal ou social – deixariam transparecer os traços culturais. A cultura da nação aparece, também, como legado, colocando a noção de herança e de acumulação histórica. Salientam-se as contribuições particularizadas dos diferentes grupos culturais, bem como a necessidade de transmissão dos saberes e objetos concebidos pela humanidade.

Ter-se-ia que esperar o século XIX para uma política mais sistemática de preservação do patrimônio material, mas também para o surgimento de uma disciplina, a antropologia, centrada sobre grupos humanos e sua diferenciação. Foi definida por TYLOR (1871) como um complexo que inclui conhecimento, crença, arte, moral, costumes e outros hábitos. A Unesco propõe-se, assim, a valorizar o sentido de cultura para fins societários, englobando as artes e as letras, os modos de vida, os direitos fundamentais, os sistemas de valores, as tradições e as crenças. Considera os traços distintivos espirituais e materiais, intelectuais e afetivos, propondo o aperfeiçoamento humano e cultural. Defende sociedades e grupos em ‘perigo’ de perda de identidades e especificidades. Desenha, assim, um projeto de sociedade, do qual fazem parte grupos heterogêneos, quando define o reconhecimento de valores sociais e culturais. O Brasil deveria dedicar atenção maior ao caráter amplo, mas preciso, do conceito e incorporá-lo ao debate de um projeto sócio-espacial, propiciado pelas paisagens culturais.

Para maiores informações

PIMENTA, Margareth de Castro Afeche. A Paisagem Cultural: múltiplas interpretações nas políticas de preservação. Revista Ateliê Geográfico, Vol.10, nº2, ago./2016. Disponível em <https://revistas.ufg.br/atelie/article/view/38054>

Margareth de Castro Afeche Pimenta é Arquiteta e Urbanista. Professora da Universidade Federal de Santa Catarina.

Patrimonio y paisaje en España y Portugal. De lo singular a lo territorial

Mª Isabel Martín Jiménez

La protección y conservación del patrimonio se hace, en un principio, a título individual y en relación con el arte, la naturaleza o la historia; es el monumento o el parque natural “per se”. Al valor singular se añaden pronto otras consideraciones y se van incorporando aspectos culturales hasta llegar al paisaje y al patrimonio territorial. En la actualidad, el patrimonio se asocia con la interacción entre el grupo humano y la naturaleza en un espacio determinado a lo largo del tiempo; es pues un “palimpsesto” que conserva las huellas de generaciones anteriores y sobre él ponemos nuevas letras que lo convierten en un recurso para el desarrollo territorial.

El patrimonio en las recomendaciones internacionales

De manera muy sintética podemos decir que se pasa del monumento al monumento histórico, del monumento histórico al conjunto histórico, y de ahí al patrimonio cultural y natural que desemboca en el paisaje cultural. Los textos emanados desde las instancias internacionales nos marcan este paso. La Carta de Atenas de 1931, de conservación de monumentos de Arte e Historia, centra sus esfuerzos en salvaguardar las obras maestras en las cuales la civilización ha encontrado su más alta expresión. La Carta de Venecia de 1964 considera al monumento asociado al ambiente urbano o paisajístico en el que se inserta e incorpora el significado cultural.

EL PATRIMONIO ES UN PALIMPSESTO SOBRE EL QUE PONEMOS NUEVAS LETRAS

En la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, auspiciada en 1972 por la UNESCO y celebrada en París, se establecen los principios del Patrimonio Mundial de la Humanidad en función tanto de los valores culturales como de los naturales, se acotan las categorías de monumentos, conjuntos y lugares y se da paso a la Lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad. En 1992, el Comité de la Convención del Patrimonio Mundial añade al listado los paisajes culturales como “obras combinadas de la naturaleza y el hombre”

El Generalife, incluido como Bien cultural en la categoría de Monumento, junto con la Alhambra en la lista del Patrimonio Mundial en 1984 (Granada, España).
El Generalife, incluido como Bien cultural en la categoría de Monumento, junto con la Alhambra en la lista del Patrimonio Mundial en 1984 (Granada, España).
Viñedos cultivados en bancales en el Alto Douro Vinhateiro, considerados Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad en 2001 (Portugal).

El patrimonio de España y de Portugal catalogado Patrimonio Mundial recoge en parte la evolución señalada. Primero se incorporaron monumentos culturales, como la Alhambra y el Generalife de Granada en 1984 o el Mosteiro da Batalha en 1983, y naturales: el Parque Nacional de Garajonay; después conjuntos como la Ciudad Vieja de Salamanca o el Centro Histórico de Guimarães y, con posterioridad en 2001, paisajes culturales como el de Aranjuez o el del Alto Douro Vinhateiro.

Las normativas nacionales de conservación del patrimonio

El devenir de las normas nacionales que protegen el patrimonio construido y el natural en España y en Portugal han ido de la mano, tanto en la secuencia como en la incorporación de las recomendaciones surgidas en el ámbito internacional. Primero se preocupan por el legado histórico y artístico de los pueblos que habitaron la Península Ibérica desde la prehistoria, y lo consideraron una riqueza; después se fueron sumando a las propuestas de la UNESCO, aunque en ambos países la legislación atiende de manera independiente los bienes culturales y los naturales.

DEL MONUMENTO ARTÍSTICO AL CONJUNTO HISTÓRICO

Y DE AHÍ AL PAISAJE CULTURAL

La preocupación por la salvaguarda de los bienes patrimoniales hunde sus raíces en el siglo XVIII y se vincula con las Reales Academias de la Historia, y en el caso de España también con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que instan a conservar y proteger los edificios histórico-artísticos. En este primer avance primaba el carácter monumental de la obra de arte y los aspectos históricos; con posterioridad se sucederán distintas declaraciones que incorporan, además, el “interés público” o el “valor para el municipio” entre los requisitos para que un bien sea catalogado como monumento, al tiempo que se señala la necesidad de proteger su entorno y, ya en la segunda mitad del siglo XX, se avanza en los aspectos culturales y en el paisaje. Los espacios naturales siguen un camino similar: primero se declaran espacios singulares como Parque Nacional, después se atiende a su valor y su representatividad.

Fruto de la evolución del concepto de patrimonio y de su concreción legislativa en los dos países ibéricos se ha protegido mayoritariamente monumentos, casi tres cuartas partes de los bienes clasificados, mientras que los conjuntos apenas representan el 10 por ciento. El patrimonio natural se asocia directamente con los Parques y la superficie reservada a los Paisajes Protegidos oscila entre el 2 por ciento en Portugal y el 3 por ciento en España del total catalogado.

Patrimonio, paisaje y ordenación del territorio, a modo de conclusión

La trayectoria de la protección y conservación de los bienes, tanto culturales como naturales, ha recorrido el camino que lleva desde la consideración singular a la relación con el tiempo y con el lugar en el que se asientan y a la valoración del paisaje; y al valor intrínseco se ha sumado el valor de uso, sobre todo para el turismo, que convierte al patrimonio en un recurso para el desarrollo de los territorios.

La sensibilidad por el patrimonio territorial, por su ordenación y gestión, aparece en las recomendaciones internacionales y en las políticas nacionales. El Convenio Europeo del Paisaje, firmado en Florencia en 2000 introduce la dimensión social del paisaje, considerado como un elemento de bienestar, y se avanza en la necesidad de una gestión y ordenación responsable más allá de la mera conservación. Las normas estatales y regionales siguen esa senda y consideran el patrimonio un objetivo prioritario para la ordenación del territorio. Se abre así una nueva puerta para el patrimonio territorial.

Para mayor información:

MARTÍN JIMÉNEZ, Mª Isabel. Patrimonio y paisaje en España y Portugal. Del valor singular a la integración territorial. En Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 2016, nº 71, p. 347-374. ISSN 0212–9426. Disponible en <http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2286/2181>

Mª Isabel Martín Jiménez es profesora del Departamento de Geografia de la Universidad de Salamanca (España). imaji@usal.es

La necesaria planificación turística sostenible del paisaje agavero

, 2016 by Luis Amador Hidalgo

En la comarca tequilera del Estado de Jalisco se concentra un número significativo de elementos de valor cultural o ambiental que permite su apreciación como un todo coherente y vital. Todo este patrimonio se encuentra en un enclave natural singular, la elevación del volcán de Tequila y el cañón de la barranca del Río Grande de Santiago. En él se enmarcan el excepcional y único paisaje cultural, constituido por las ancestrales plantaciones de Agave, diversos sitios arqueológicos, numerosas destilerías históricas, poblaciones tradicionales y un valioso patrimonio inmaterial representado por usos agrícolas atávicos, gastronomía ancestral o fiestas populares.

Paisaje típico caracterizado por las plantaciones de agave
Paisaje típico caracterizado por las plantaciones de agave

En el año 2006 el Paisaje Agavero y las Antiguas Instalaciones Industriales del Tequila fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en la categoría de paisaje cultural.

Para dar soporte a dicha nominación se aprobó un Plan de Manejo que tenía como objetivo garantizar la conservación y uso sustentable del conjunto de elementos que se pretendía preservar a través de la Declaratoria de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco: el paisaje natural, el Paisaje Agavero, los vestigios arqueológicos, las antiguas instalaciones industriales y las poblaciones tradicionales.

El Plan fue el instrumento que oficializó el turismo en la región, pretendiéndose impulsar con el mismo la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la zona, actuando como elemento aglutinador de los diversos instrumentos legales vigentes y vinculando, además, los contenidos del documento a los diversos programas y planes de desarrollo urbano y medioambiental que operaban en la comarca. Con todo ello se aspiraba a garantizar la autenticidad y la integridad de cada uno de los componentes del Paisaje Agavero a través de su conservación, restauración y utilización adecuada, así como el estímulo al crecimiento regional sustentado sobre los valores culturales locales.

Sin embargo, la aplicación del Plan, a pesar de haber producido algunos resultados positivos, no ha dado una respuesta conveniente a las necesidades del propio sector turístico, de los empresarios y de la población de la zona. El hecho de que se presente un Plan de este tipo, para la gestión del sitio inscrito, no tiene mayor trascendencia si luego no se aprueban las medidas legislativas adecuadas y si no se acompañan de la necesaria financiación.

La agricultura ha definido históricamente el paisaje actual, aunque, de forma paulatina, se ha ido reconfigurando la relación ámbito rural–ámbito urbano, principalmente por la aparición de nuevas actividades como el turismo, mediante la puesta en valor de los activos culturales y naturales de la región.

La introducción del turismo en la cadena productiva del Agave-tequila se ha realizado bajo esquemas poco claros en cuanto al planteamiento conceptual de la tipología turística, su integración territorial y la participación de la población. La presencia de algunos empresarios regionales ha venido forjando un territorio, de alto valor económico, sustentado en la cultura del tequila, la misma que se ha recreado en la actualidad con la incorporación del turismo a la mencionada cadena productiva. Además, la poca claridad ofrecida por el Plan de Manejo no ha permitido fijar a tiempo unos parámetros operativos adecuados para la actividad turística, así como la definición de zonas específicas para este tipo de prácticas a partir de acuerdos y compromisos previos entre los agentes de la región.

Hasta no hace mucho tiempo la idea que ha prevalecido es que la actividad turística todavía no provoca en la zona impactos negativos especialmente significativos. Por ello, no se han aplicado medidas para prevenir las posibles externalidades, ni tampoco se ha estimado un umbral máximo de acogida de turistas para el territorio. Sin embargo, esta aparente inocuidad es falsa.

El deterioro ambiental progresivo que se está produciendo en la zona, si bien no es imputable en gran medida a la actividad turística, atenta directamente contra la sustentabilidad del sistema y su potencial productivo. Aunque quizá todavía no se presentan situaciones de irreversibilidad, hay que destacar la degradación que se observa en los recursos naturales, sobre todo la relacionada con la contaminación de los acuíferos, la deforestación y pérdida de biodiversidad, la erosión de los suelos, y la contaminación atmosférica.

Por su parte, en el ámbito sociocultural, la presión turística creciente sobre la zona va a determinar cambios en el patrón cultural de los habitantes de la región. Estos procesos representan una clara amenaza para el desarrollo regional y también para el mantenimiento de la Declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad del Paisaje Agavero y las Antiguas Instalaciones Industriales del Tequila.

Por lo tanto, la ausencia de un modelo turístico sostenible para el Paisaje Agavero, dado que la aplicación del Plan de Manejo no ha contribuido significativamente a impulsar este proceso, ha puesto de manifiesto la necesidad de que los agentes decisores dispongan de instrumentos con los que poder realizar un diagnóstico de la situación actual y, a partir del mismo, plantear iniciativas que impulsen a este sector hacia la sostenibilidad.

En definitiva, la creciente actividad turística y la puesta en valor de la totalidad del patrimonio cultural de la zona pueden representar oportunidades para impulsar el desarrollo regional si se consigue perfilar e implementar un modelo turístico sostenible congruente con los intereses de todos los agentes.

En la coyuntura actual el sector agroindustrial debería tender puentes hacia los ámbitos de la cultura y los servicios bajo una propuesta que articule adecuadamente las aspiraciones de los diferentes sectores implicados. El binomio tequila y turismo demanda análisis más profundos, que consideren aspectos económicos, ambientales y socioculturales, los cuales sean incorporados a propuestas específicas de ordenación del territorio que integren también a otras actividades productivas. Pero esto sólo será posible si, por parte de todos, se asumen compromisos de orden económico, social y ambiental, es decir, si se diseña un esquema coherente de desarrollo sostenible.

Para mayor información:

MILLÁN VÁZQUEZ DE LA TORRE, Mª Genoveva; AMADOR HIDALGO, Luis y ARJONA FUENTES Juan M. El Paisaje Agavero y la planificación turística sostenible. Un requisito para su permanencia como sitio patrimonio de la humanidad. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de junio de 2016, vol. XX, nº 537. ISSN: 1138–9788.

Luis Amador Hidalgo es profesor del Departamento de Economía en la Universidad Loyola Andalucía.

Geodatos y paisaje: de la nube al aula universitaria y a la formación del profesorado

María Luisa de Lázaro y Torres*

El éxito del empleo de mapas web interactivos y colaborativos para aprender geografía es una realidad cotidiana impensable años atrás. Esto hace aconsejable replantear la enseñanza de la Geografía en las aulas universitarias y en la formación del profesorado. Destacamos iniciativas como el Atlas Digital Escolar, cuyos primeros ensayos se remontan a la implantación de la plataforma de ArcGIS Online (AGOL) TM, Esri® de la Universidad Complutense de Madrid en el año 2013.

Para la creación de un mapa web son necesarios geodatos, que pueden proceder de diversas fuentes: a) de una investigación I+D o I+D+i que haya generado datos que cuenten con una referencia espacial, en cuyo caso la cartografía Web sería una forma más de expresar, compartir y enriquecer los datos de una investigación; b) de una paulatina elaboración de datos con una finalidad docente o investigadora; c) de la reutilización de datos abiertos que proceden de instituciones que se dedican a ofrecerlos de forma estandarizada a través de sus Infraestructuras de Datos Espaciales (IDE) o de los centros de descargas, como es el caso del Instituto Geográfico Nacional.

La creación de mapas web que integren nuestros propios datos (mapas, imágenes, gráficos y textos) con otros datos referenciados o geodatos existentes en la nube, abre nuevas posibilidades en investigación y en docencia que es necesario explorar.

Itinerarios geográficos por diversos paisajes españoles

La gran novedad radica en que el mapa colaborativo resultante es una tarea asequible que sirve para aprender y actualizar contenidos desde cualquier lugar, en cualquier momento y por varias personas de forma simultánea. De su observación se pueden sacar nuevas conclusiones; de ahí su utilidad para presentar los resultados de una investigación. Mientras se construye el mapa y también en su empleo posterior se adquieren competencias digitales y espaciales. Además, el profesorado puede diseñar una metodología activa empleando técnicas pedagógicas colaborativas, como el aprendizaje basado en problemas, y de gran actualidad, como el storytelling y la clase invertida o flipped classroom. En este contexto, se han construido los mapas web que se presentan en un artículo publicado en el Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles. El primer ejemplo, consta de una serie de itinerarios que se pueden realizar a pie en distintas localidades de interés patrimonial o paisajístico, y el segundo es una radiografía de los contenidos o las ideas previas de los estudiantes en relación a los paisajes agrarios.

El mismo grupo de trabajo, ha realizado otros mapas en diferentes proyectos de Innovación y Mejora de la Calidad Docente disponibles en la E-Prints de la Universidad Complutense de Madrid, financiadora de los mismos, en los que se ha abierto esta nueva línea de investigación sobre el aprendizaje basado en cartografía interactiva en la nube conocida en el mundo anglosajón como web-based GIS learning. En ellos se ha seguido la tónica de muchas universidades americanas y europeas potenciando una estrecha colaboración entre centros de secundaria (IES San Roque, Badajoz; IES Altair, Getafe, Madrid; IES Diego Velázquez, Torrelodones, Madrid y Santa María del Pilar, Zaragoza) y universidades (Complutense de Madrid, León, Málaga y Zaragoza).

Podemos afirmar que los mapas web realzan la visión de la Geografía como ciencia. Es posible emplearlos para investigar, gestionar y resolver problemas territoriales empleando datos de elaboración o reelaboración propia, que se agregan a otros datos preexistentes. Con todo ello se presentan los resultados de esas investigaciones y las posibles soluciones a los problemas territoriales. Y además se aprende geografía de una forma vivencial, nueva, interactiva, divertida, significativa y razonada, alejada de lo puramente memorístico y repetitivo. Sin embargo, no habrá avance en el campo educativo ni en el investigador derivado de estas oportunidades, si los ciudadanos, las autoridades académicas y los investigadores no muestran su interés por ellas.

Para mayor información:

LÁZARO Y TORRES, M.L. De, IZQUIERDO ÁLVAREZ, S. y GONZÁLEZ GONZÁLEZ, M.J. Geodatos y paisaje: De la nube al aula universitaria. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 2016, nº 70, pp. 371-391. Disponible en: <http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2244/2131>. Resumen en inglés en: <http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2245/2132>. (English version)

DE MIGUEL GONZÄLEZ, R. y LÁZARO Y TORRES, M.L. De. Educating geographers in Spain. Geography teaching renewal by implementing the European Higher Education Area. Journal of Geography in Higher Education, 2016, nº 40 (2), pp. 267-283. Disponible en: <http://dx.doi.org/10.1080/03098265.2016.1139556>.

María Luisa de Lázaro y Torres es Profesora Titular de la Universidad Complutense de Madrid y Vocal de la Junta Directiva de la Real Sociedad Geográfica.

Geodatos y paisaje: de la nube al aula universitaria y a la formación del profesorado

por María Luisa de Lázaro y Torres*

El éxito del empleo de mapas web interactivos y colaborativos para aprender geografía es una realidad cotidiana impensable años atrás. Esto hace aconsejable replantear la enseñanza de la Geografía en las aulas universitarias y en la formación del profesorado. Destacamos iniciativas como el Atlas Digital Escolar, cuyos primeros ensayos se remontan a la implantación de la plataforma de ArcGIS Online (AGOL) TM, Esri® de la Universidad Complutense de Madrid en el año 2013.

Para la creación de un mapa web son necesarios geodatos, que pueden proceder de diversas fuentes: a) de una investigación I+D o I+D+i que haya generado datos que cuenten con una referencia espacial, en cuyo caso la cartografía Web sería una forma más de expresar, compartir y enriquecer los datos de una investigación; b) de una paulatina elaboración de datos con una finalidad docente o investigadora; c) de la reutilización de datos abiertos que proceden de instituciones que se dedican a ofrecerlos de forma estandarizada a través de sus Infraestructuras de Datos Espaciales (IDE) o de los centros de descargas, como es el caso del Instituto Geográfico Nacional.

La creación de mapas web que integren nuestros propios datos (mapas, imágenes, gráficos y textos) con otros datos referenciados o geodatos existentes en la nube, abre nuevas posibilidades en investigación y en docencia que es necesario explorar.

La gran novedad radica en que el mapa colaborativo resultante es una tarea asequible que sirve para aprender y actualizar contenidos desde cualquier lugar, en cualquier momento y por varias personas de forma simultánea. De su observación se pueden sacar nuevas conclusiones; de ahí su utilidad para presentar los resultados de una investigación. Mientras se construye el mapa y también en su empleo posterior se adquieren competencias digitales y espaciales. Además, el profesorado puede diseñar una metodología activa empleando técnicas pedagógicas colaborativas, como el aprendizaje basado en problemas, y de gran actualidad, como el storytelling y la clase invertida o flipped classroom. En este contexto, se han construido los mapas web que se presentan en un artículo publicado en el Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles. El primer ejemplo, consta de una serie de itinerarios que se pueden realizar a pie en distintas localidades de interés patrimonial o paisajístico, y el segundo es una radiografía de los contenidos o las ideas previas de los estudiantes en relación a los paisajes agrarios.

El mismo grupo de trabajo, ha realizado otros mapas en diferentes proyectos de Innovación y Mejora de la Calidad Docente disponibles en la E-Prints de la Universidad Complutense de Madrid, financiadora de los mismos, en los que se ha abierto esta nueva línea de investigación sobre el aprendizaje basado en cartografía interactiva en la nube conocida en el mundo anglosajón como web-based GIS learning. En ellos se ha seguido la tónica de muchas universidades americanas y europeas potenciando una estrecha colaboración entre centros de secundaria (IES San Roque, Badajoz; IES Altair, Getafe, Madrid; IES Diego Velázquez, Torrelodones, Madrid y Santa María del Pilar, Zaragoza) y universidades (Complutense de Madrid, León, Málaga y Zaragoza).

Podemos afirmar que los mapas web realzan la visión de la Geografía como ciencia. Es posible emplearlos para investigar, gestionar y resolver problemas territoriales empleando datos de elaboración o reelaboración propia, que se agregan a otros datos preexistentes. Con todo ello se presentan los resultados de esas investigaciones y las posibles soluciones a los problemas territoriales. Y además se aprende geografía de una forma vivencial, nueva, interactiva, divertida, significativa y razonada, alejada de lo puramente memorístico y repetitivo. Sin embargo, no habrá avance en el campo educativo ni en el investigador derivado de estas oportunidades, si los ciudadanos, las autoridades académicas y los investigadores no muestran su interés por ellas.

Para mayor información:

LÁZARO Y TORRES, M.L. De, IZQUIERDO ÁLVAREZ, S. y GONZÁLEZ GONZÁLEZ, M.J. Geodatos y paisaje: De la nube al aula universitaria. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 2016, nº 70, pp. 371-391. Disponible en: <http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2244/2131>. Resumen en inglés en: <http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2245/2132>. (English version)

DE MIGUEL GONZÄLEZ, R. y LÁZARO Y TORRES, M.L. De. Educating geographers in Spain. Geography teaching renewal by implementing the European Higher Education Area. Journal of Geography in Higher Education, 2016, nº 40 (2), pp. 267-283. Disponible en: <http://dx.doi.org/10.1080/03098265.2016.1139556>.

María Luisa de Lázaro y Torres es Profesora Titular de la Universidad Complutense de Madrid y Vocal de la Junta Directiva de la Real Sociedad Geográfica.

El paisaje explicado y el sistema territorial

Vicente Bielza de Ory*.

André Humbert de la Universidad de Nancy, desde su privilegiada visión como aviador, en el capítulo tres de su reciente libro Le géographe et le tapis volant transitadel paisaje admirado al paisaje explicado, para intentar rehabilitar el paisaje, explicándolo en relación con el sistema territorial. En un libro homenaje a Humbert, Paysages lus du ciel, el que suscribe intentó precisar más lo afirmado por el homenajeado, en el sentido de que es el sistema territorial el que debe explicar el paisaje observado.

Precisamente el que no se planteara así, por parte de los seguidores de la New Geography, fue una de las causas de la fractura que se produjo en la segunda mitad del siglo XX dentro de la Geografía humana, cuando el éxito de la escuela alemana del landschaft, como recuerda Claval en su Histoire de la Géographie (1995), radicaba en la unión de los dos objetivos abiertos anteriormente por las corrientes científicas del XIX. La conclusión a la que llega este geógrafo francés, es que la geografía como ciencia sigue teniendo, aunque matizados, similares objetivos a los propuestos un siglo antes, que se traducen en el paisaje.

Paisaje, sistema y territorio son tres palabras clave de la investigación geográfica y también de la ordenación del territorio (OT), función pública que se ha revelado como una buena piedra de contraste para la aplicabilidad de las teorías geográficas. La experiencia de algunos geógrafos, al adentrarnos en el trabajo multidisciplinar que entraña la OT, es que los demás especialistas que abordan el territorio en sus elementos, lo que nos demandan son las relaciones entre los elementos de dicho sistema territorial, cuya delimitación –morfológica o funcional- es tarea del geógrafo y cuya expresión interdisciplinar debe ser cartográfica y matricial, lo que implica, por parte del geógrafo, el conocimiento de la teoría general de sistemas (T.G.S.). La falta de un buen entendimiento de dicha teoría, que exige una cierta formación matemática, es la que, en parte, condujo al pronto desánimo de algunos geógrafos latinos, iniciales entusiastas de la New. Los principales creadores sistémicos, como Christaller y Berry, contaban con una formación económico-matemática. Por otra parte, la Nueva Geografía, al priorizar los factores y procesos económicos, se alejó de la consideración de los naturales, sociales y culturales. Las matrices y los modelos se apoyaron en las leyes económicas, como los paisajes clásicos se habían sustentado en las de la naturaleza. Así se llegó a una nueva geografía sin paisajes, como afirma Humbert en su citado libro. Si la Nueva Geografía se hubiera apoyado en sistemas territoriales no tendría que haber dado la espalda a los paisajes, pero ello hubiera implicado que se hubieran investigado, junto con el subsistema de ciudades, otros subsistemas del territorio -ecológicos, sociales y culturales- que plantean un orden creciente de dificultad en su cuantificación.

Por los motivos antedichos y por otros la crisis de la New Geography ya se había producido en algunos países, cuando en 1973 se entró en la crisis del binomio economía-territorio, que trajo consigo cambios en su relación y en los sistemas urbanos. La adaptación de la Geografía a la situación post industrial se traduce, como subrayó H. Capel (Vol. 1,  Nº 1  de GEOTRÓPICO), en referencias más raras al sistema urbano, pero también habría que apuntar valiosas innovaciones, como los modelos dinámicos no lineales aplicados a sistemas urbanos por D. Pumain (l’Espace géographique, 1997). Sin embargo, sigue habiendo un déficit en el desarrollo del sistema territorial propiamente dicho, por la dificultad de la modelización ponderada e integrada de los distintos subsistemas más allá del urbano. Algo similar ocurre en la Ordenación del Territorio. El sistema de ciudades se encuentra en la base de la primera Directiva de la Stratégie Territoriale Européenne (Potsdam, 1999) que propone un sistema urbano policéntrico y equilibrado para alcanzar un desarrollo equilibrado y sostenible del territorio de la Unión Europea. Pero cuando se plantean los otros subsistemas no se resuelven de forma verdaderamente sistémica, ni se integran entre sí. Por otro lado, al año siguiente, el paisaje en cuanto objeto científico ha sido recuperado por la ordenación del territorio desde la Convención europea del paisaje celebrada en Florencia. Y ha entrado con tal fuerza que en el inmediato Congreso Internacional de OT (Zaragoza, 2003) todos los profesionales de la OT y especialmente los arquitectos se centraron en el paisaje. Es decir, que desde fuera de la Geografía, en el cambio de milenio, se nos han señalado como objetos centrales de la Ordenación del Territorio tanto el paisaje, como el sistema territorial, cuestionados en la ciencia que los descubrió. El error, por parte de muchos geógrafos fue contraponerlos, cuando el segundo supone la abstracción del primero, que es, a su vez, la expresión morfológica de los elementos del sistema y de su interconexión.

BIELZA DE ORY, V. « Du paysage admiré au paysage expliqué et le système territorial », pp. 209-226, in  Jean Pierre Husson et Michel Deshaies (dir.). Paysages lus du ciel. Hommages à André Humbert. PUIN-Éditions Universitaires de Lorraine. Nancy, 2015, 392 pp.

HUMBERT, A. : Le géographe et le tapis volant. Casa de Velázquez. Madrid, 2012, 187 pp.

* Vicente Bielza de Ory. Catedrático de Geografía Humana