Claudi Esteva Fabregat. Entre México y Barcelona

Xavier Roigé

Septiembre comenzó con la triste noticia del fallecimiento de Claudi Esteva (1918-2017), justo cuando una gran parte de los antropólogos de España estaban a punto de celebrar el Congreso de Antropología en Valencia. Allí se le recordó y homenajeó como el principal introductor de la antropología hispana gracias a su empeño y saber hacer.

En sus casi 99 años, Esteva tuvo una larga trayectoria personal y académica. Tras la Guerra Civil (donde combatió en Aragón y militó en las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña) se exilió primero a Francia y posteriormente a México. Este tránsito entre Barcelona y México acabaría condicionando su vida: decía que México le había marcado aún más que la Guerra Civil (Bezos, 2002). Allí se interesó pronto por la visión de un país pluringüístico y multicultural y se matriculó en antropología a partir del descubrimiento del Museo Nacional de Antropología en 1947: “Un día pasaba por la calle Moneda, donde estaba el Museo Nacional de Antropología de México; en ese museo, junto a la entrada, había un gran cartel que decía: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia; debajo había una relación de las carreras que se estudiaban y entre ellas estaba la de etnología. Aquel día vi que aquello era lo que yo había buscado durante tantos años” (Hernández, 1992). Le gustaba decir que cursó unos estudios configurados por las cuatro ramas boasianas: la etnología, lingüística comparada, la antropología física y la arqueología. La experiencia en la Escuela le marcó profundamente a nivel personal y también en su concepto de lo que debía ser la antropología: “Éramos una gran familia, porque había gente de todo el mundo” (Hernández, 1992). Allá recibiría influencias de otros exiliados como Bosch i Gimpera, pero sobre todo de la perspectiva de la psicología cultural, que se acrecentó al conocer a Erich Fromm con quien tuvo “una extraordinaria amistad durante muchos años” (Hernández, 1992) de manera que “estuve cinco años siendo psicoanalizado por Fromm y estuve trabajando en el estudio de los materiales clínicos, dándole a cada uno de estos una comprensión de tipo cultural”(Brufau, 2011).

Aunque comenzó su trayectoria como docente en México, fue a su regreso a España en 1956 donde desarrolló la mayor parte de su trayectoria académica. “Me trasladé a Madrid, pero con la idea de ir a Barcelona, ​​porque a pesar de que yo estudiara antropología aún mantenía una vocación política (…). Al llegar, me hicieron un interrogatorio y la policía me dijo que no podía ir a Barcelona dados mis antecedentes. Esta fue la razón por la que me quedé muchos años en Madrid” (Bezos, 2002). A su llegada, todo estaba por hacer. La antropología era una disciplina casi inexistente, como mucho reducida a algunas materias o clases dentro de la arqueología. Fue en el Museo Nacional de Etnología donde empezó su tarea de formación de antropólogos dirigiendo entre 1965 y 1968 la Escuela de Estudios Antropológicos, un poco al margen de la universidad, pero con una gran influencia entre los estudiantes que recibían formación teórica y de trabajo de campo. ​

Esteva se trasladó pronto a Barcelona (1968) al conseguir una plaza como profesor agregado de Etnología, y posteriormente (1972) como catedrático en “Antropología Cultural” hasta su jubilación en 1986. Él siempre defendió la denominación de “cultural” en lugar de “social” para referirse a la disciplina, por razones teóricas (consideraba el concepto cultural más propio del objeto de estudio) y estratégicas (para distinguirse de la sociología). En la UB, desde sus primeras clases, aportó un aire fresco intelectual, formando a distintas generaciones de antropólogos. A pesar de esos años sesenta y setenta convulsos, al final de la dictadura, en plena ebullición estudiantil y en una situación de penuria económica, Esteva consiguió afianzar e institucionalizar la antropología. Fueron también años difíciles, en las que surgieron algunas discrepancias con algunos de sus discípulos, a partir de debates intelectuales sobre qué debía ser la antropología y cómo debía enseñarse. Pero todos sus discípulos recuerdan su influencia para atraerlos hacia la antropología y el hecho de ser, en cierta manera, el “padrino” de una segunda generación de antropólogos que justo ahora está llegando a la edad de jubilación.

Después de su jubilación en Barcelona, regresó a México (1994), reinventándose como profesor investigador de El Colegio de Jalisco. Le gustaba decir que decidió retornar a México a pesar de tener distintas ofertas en otras países. Allá continuó enseñando junto con su esposa, Berta Alcañiz, hasta hace muy pocos años.

Su obra es muy amplia: una gran producción que en palabras de Carmelo Lisón (1996) se caracteriza por su actitud continuadora de su formación mexicana y por su talante innovador. Como que resulta imposible resumir su trayectoria aquí, señalaré cuatro líneas en las que creo que creo que Esteva más ha contribuido a la antropología. En primer lugar, en el campo las interconexiones entre la museología y la antropología museología etnológica. En diversas ocasiones me había señalado que él había descubierto la antropología a través del Museo Nacional de Antropología en México, y que su primera tarea en España fue la de director de Museo Nacional de Etnología. Se encontró con un museo en estado lamentable, pero precisamente allí creó la Escuela de Antropología, “porque pensaba que era muy adecuado a la tarea de toda museografía etnográfica, por una parte, y a la formación de una generación de antropólogos que rompiera con los esquemas cerrados y equívocos de la antropología dentro de la universidad española” (Bezos, 2002). En segundo lugar, por su contribución a la idea de la antropología aplicada. Esteva participó en un «Plan de desarrollo económico» en Guinea, para así contribuir “a entender mejor la problemática del asunto económico cuando éste tiene límites culturales de percepción y de representación”. Decía que un antropólogo podía resolver más problemas que un ingeniero: “¿Qué les va a hacer el ingeniero? ¿Ponerles un puente o proponerles un plan de carreteras? Pues bien, como antropólogo les voy a resolver muchos más problemas. Les voy a describir la realidad cultural que enfrenta un plan aplicado a poblaciones que son muy diferentes a las nuestras y que tienen modos específicos de percibir los problemas que les planteamos” (Bezos, 2002). En tercer lugar, Esteva fue uno de los pioneros de la interdisciplinariedad, lo que le llevó a una decisiva influencia no sólo entre antropólogos, sino también entre americanistas, arqueólogos, arqueólogos e historiadores. Precisamente, una de sus últimas conferencias en la UB –leída por su esposa- fue en el marco del Congreso de Historia Oral en Barcelona (2014), donde se puso de relieve su contribución al desarrollo de la historia oral. Finalmente, Esteva destaca por su visión de la disciplina. Creía que los antropólogos deben ser como una especie de médicos de la cultura: “la antropología debe ser la ciencia del diagnóstico social a partir del conocimiento de la cultura, y debe convertirse en la ciencia del pronóstico” (Colabrons et al., 1996)

En sus últimos días de vida, sus hijos nos recordaban su faceta como un padre que les enseñaba geografía e historia, como un hombre comprometido que sufrió persecuciones políticas. Eso, nos decía su hija, fue otra parte de su vida, más allá de su fama como antropólogo galardonado y reconocido con el Malinowski Award (1994), considerado el premio más importante de la antropología y de otros muchos premios. Su última distinción, el nombramiento como doctor honoris causa por la Universitat Rovira i Virgili (2017) ya no pudo recibirlo al aplazarse la ceremonia. Hasta sus últimos días, Esteva fue el reflejo de un intelectual inquieto, capaz de unir a lo largo de su vida el espíritu de iniciativa con la experiencia y la reflexión teórica.

Ya muy enfermo, con voz poco inteligible, nos dijo a unos discípulos al visitarle en sus últimos días la palabra “continuar”. No entendimos otras palabras, pero comprendimos que se preocupaba sobre todo por la continuidad de nuestra disciplina. Le recordamos que hoy la antropología está plenamente consolidada en España, presente en muchas universidades, con numerosos alumnos y con un buen nivel de investigación. Una situación muy distinta a la que él se encontró cuando regresó de su exilio sesenta años atrás. Esteva nos ha dejado, pero su decisiva contribución al estudio de la cultura y su legado perduran y nos animan a “continuar”.

Para mayor información

Bestard, J. (2013) 15 minuts amb Claudi Esteva. Vídeo. Universitat de Barcelona. http://www.ub.edu/ubtv_proves/en/video/15-minuts-amb-claudi-esteva

Bezos, C. (2002) “Entrevista a Claudio Esteva Fabregat”, Revista AIBR, núm. 24. http://www.aibr.org/antropologia/boant/entrevistas/OCT0201.html

Brufau, J.; Permanyer, M.; Zulet, X. (2011) “Entrevista a Claudi Esteva Fabregat, antropòleg”, Perifèria, núm. 14. http://www.antropologia.cat/files/EntrevistaClaudiEstevePeriferia.pdf

Colabrons, J.; Martínez, À.; Prat, J. (1996) “Entrevista con Claudio Esteva Fabregat”, in Prat, J.; Martínez, À. (eds.) Ensayos de antropología cultural. Homenaje a Claudio esteva Fabregat”. Madrid: Ariel Antropología, pp. 15-27.

Hernández, P. (1982) “Entrevista amb Claudi Esteva”, Ciència, núm. 16, vol. 2, pp. 44-51

Lagunas, D. (2012) “Claudio Esteva, interpelado” Biblio 3W, Vol. XVII, no 974, 5 de mayo de 2012

Lisón, C. (1996) “Reminiscencias”, in Prat, J.; Martínez, À. (eds.) Ensayos de antropología cultural. Homenaje a Claudio Esteva Fabregat”. Madrid: Ariel Antropología, pp. 32-35

Bibliografía

Una bibliografía completa de Claudi Esteva puede encontrarse en Geocrítica: http://www.ub.edu/geocrit/esteva.htm