¿De quién es la memoria de los Centros Históricos mexicanos?

Dr. Raymundo Ramos Delgado*
Dr. Carlos E. Flores Rodríguez**

Turismo de masas, redituabilidad financiera, segregación o gentrificación, son problemas consecuentes de un mismo fenómeno: la mundialización de los lugares históricos de la mayoría de las ciudades. Sin embargo, la uniformización, tematización o puerilización de sus contenidos y elementos identitarios, son problemas tan sólo de algunos. De eso va el texto. Reflexionar sobre las consecuencias de la gestión de los Centros Históricos (CH) provincianos del México contemporáneo.

La ciudad de Tepic en 1881 y la delimitación del Centro Histórico de 1989 (línea roja).
La ciudad de Tepic en 1881 y la delimitación del Centro Histórico de 1989 (línea roja).

Los problemas de los CH mexicanos tienen diversos orígenes. El más trascedente, por su importancia y peso, es el rol del Estado mexicano y sus instituciones. Considérese que, particularmente tales CH, se han decidido como contenedores de una idílica historia nacional proyectada en sus construcciones patrimoniales. Considérese también que hay un Instituto de alcance nacional, el de Antropología e Historia (INAH), creado con la intención de resguardar la herencia cultural de México, y que algunas de sus atribuciones se han extralimitado autonombrándose garantes de la conciencia nacional, atentando lo que pretende proteger: definir lo que es patrimonio y, en consecuencia, la identidad de una ciudad.

Tepic como ejemplo

Entre 1987 y 1993, en Nayarit, México, se decretarían algunos instrumentos jurídicos para proteger su patrimonio edificado. Entre otros eventos se delimitó el CH de Tepic, ciudad de origen virreinal y capital del estado. El único requisito para tal delimitación era la temporalidad, o sea, que toda traza y edificación contenida debería contar con, al menos, cien años, algo que, intencionadamente, se incumplió, generando, entre otras cosas:

  1. Exclusión de las periferias urbanas de finales del siglo XIX.
  2. Invisibilización de más de un millar de inmuebles centenarios, particularmente de manufactura tradicional.
  3. Displicencia del INAH en la búsqueda y establecimiento de la corriente estilística preponderante del CH: el historicismo europeo.
  4. Trivialización de dicha corriente ecléctica al designarla, para simplificar, llanamente estilo colonial.
  5. Sobrevalorización y apego a tal estilo al idealizarlo como referente urbano.
  6. Invento de un provinciano falso histórico, con la obligatoriedad institucional de su imitación.

El doble colonialismo

Si hay un elemento que refleje la complejidad, el dinamismo y las formas de pensamiento de una ciudad son sus edificaciones: la arquitectura como producto-objeto; pero lo es aún más la manera en cómo se llega a ella: los procesos-sujetos que la posibilitan.

Precisamente el proceder descrito ha creado un desacuerdo entre instituciones y particulares. Los dueños de los inmuebles catalogados, así como los de las parcelas aún vacantes, están sometidos a restricciones que van más allá de la competencia institucional y de los planes respectivos. Con el discurso de protección, discrecionalmente se les impone una “integración” meramente, decorativa, escenográfica, por medio de igualdad de alturas, volúmenes, vanos, colores e inalcanzables sistemas y materiales constructivos. Ello ha provocado una tematización y una museificación acorde a un imaginario institucional y una finalidad turística.

Pero la obligatoriedad estética no es lo único. Debido a su expansión y a la flecha del tiempo, la reconfiguración del paisaje del CH de Tepic se ha legitimado socialmente, recolonizando –consecuentemente- la memoria colectiva al producir nuevos iconos arquitectónicos fundados en simulaciones.

Colonizando y conquistando lo colectivo

En efecto. Si a esta hegemonía institucional se le suma la actitud pasiva de los ciudadanos y organismos colegiados, la ecuación para la impronta se completa. Particularmente estos últimos, al igual que las instituciones educativas de enseñanza de arquitectura locales, históricamente han tenido una permisividad propia de posturas clientelares y corporativistas.

Así, luego de casi tres décadas de este ejercicio, es posible advertir:

  1. Suplantación y adulteración del ideario, los saberes y la memoria colectiva.
  2. Primar al imaginario institucional y a una hegemonía de pensamiento.
  3. Banalización de aquella arquitectura no certificada institucionalmente.
  4. Coartar nuevas propuestas de diseño con la consecuente pérdida de la iniciativa y la diversidad urbana arquitectónica.
  5. Negación del derecho a la ciudad vertido en el derecho a producir y conducir su estética.
  6. Exclusión de habitantes y constructores de bajo poder adquisitivo al tornarse doblemente oneroso el falso histórico.
  7. Mermar el municipalismo.
  8. Incumplimiento de tratados internacionales como la Carta de Venecia.

El romanticismo dicho por Katzman y reafirmado por Sudjic, sigue válido. Que las capas constructivas de una ciudad son manifestaciones de que está viva, de ahí que se vuelvan tan valiosas como inoportunas. Todo empeño en no permitir cambios, por artificioso, además de decadente, denota arrogancia y, por lo mismo, ignorancia.

¡Larga vida institucional!

Para mayor información:
FLORES RODRÍGUEZ, Carlos E., RAMOS DELGADO, Raymundo. Lo colonial como fuente de autenticidad de los centros históricos de las ciudades mexicanas. El doble colonialismo. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de diciembre de 2017, vol. XXI, nº 579. 

*es funcionario de la Secretaría de Obras Públicas de Nayarit, y profesor adscrito al departamento de arquitectura del Instituto Tecnológico de Tepic, México. sokra72@hotmail.com

**es profesor adscrito al Área de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Nayarit, México. fcarlose@gmail.com