Los municipios pequeños enseñan a los grandes a reducir sus residuos

Mª Àngels Alió

El pasado mes de abril tuvo lugar en la Universidad de Barcelona un seminario el sistema de recogida de residuos domiciliarios con el sistema Puerta a Puerta (PaP) y su relación con el entorno. La denominación PaP se refiere a que los residuos se recogen regularmente en las casas siguiendo un programa semanal sistemático de recogidas. A este seminario fueron invitados técnicos y representantes de varios municipios que lo están utilizando actualmente en Catalunya. Entre ellos los tres municipios que fueron los primeros a introducirlo. Entonces era el año 2.000 y hasta ahora ha ido aumentando el número de municipios catalanes que han optado por este sistema hasta llegar a los casi 150 actuales. También municipios de Mallorca Guipúzcoa y Asturias han optado por este mismo sistema de recogida. Hay que poner atención en estos municipios por distintas circunstancias.

La primera lugar porqué todos estos municipios han asumido explícitamente el objetivo de reducir los residuos de sus habitantes partiendo de la base de lo existente. Es decir, la tradicional competencia municipal en el ámbito de la recogida de residuos y la responsabilidad de la población, mediante el consumo responsable y la separación domiciliaria de las distintas fracciones. Y todo ello sin esperar a cambios estructurales en los procesos productivos, que son del todo imprescindibles pero que todavía se hacen esperar.

Una segunda circunstancia es que todos ellos son municipios pequeños. Efectivamente ninguno de los municipios representados en este seminario tenía más de 15.000 habitantes. En realidad casi la mitad del conjunto de municipios que conforman el sistema PaP catalán tiene menos de 2.000 habitantes y sólo 9 son superiores a los 10.000. Este perfil, que también es el de los municipios vascos y mallorquines, podría interpretarse como una forma de gestión ambiental intrínseca al mundo rural cuando en realidad no es así. En otros países hay muchas ciudades europeas que ya lo utilizan, como Bruselas o Milán. Como también puede encontrarse en muchas ciudades medias, como Monza que fue, por cierto, la ciudad donde se aplicó este sistema por primera vez.

Vale la pena repasar algunos resultados que pueden obtenerse con el PaP tomando como referencia los datos de este mismo conjunto de municipios catalanes. Por ejemplo, que más de la mitad alcanzan cifras anuales de recuperación entre el 60 y el 80% de residuos. Lo que supone una disminución de los residuos llevados a vertedero o incineradores de entre el 40 y el 20%. Estas cifras se traducen en que la media de recogida selectiva es del 59,5%, muy por encima de la media actual de catalana, del 38% y de la media fijada por la directiva europea para 2020, del orden del 50%. A recordar que la destinación de estos materiales es, básicamente, el reciclaje y la transformación en compost en el caso de los residuos orgánicos. En cuanto a este tipo de residuos, la media de recuperación es de 300 gr/persona/día, mientras que la media catalana es de 140. Por otra parte, si se piensa en la calidad, es decir, la recuperación de residuos orgánicos con el mínimo posible de impropios, entendiendo como tales pequeñas fracciones metálicas o de plástico entre otros, nos situamos entonces en cifras que rondan el 96 % de calidad. Cuando la media de otros municipios que usan el sistema de recogida con contenedores en la calle está entre el 80 y el 60%.

Este seminario fue pues un lugar para el encuentro y la discusión de esta experiencia. Al tiempo que también permitió abordar las posibilidades de su difusión otros municipios. En este contexto se perfilaron dos propuestas diferentes en función del tamaño municipal, y en particular las ciudades medias y las más grandes. En el primer caso parecería que se trataría simplemente de promover la adopción de este sistema por parte de una primera ciudad media que demostrara la posibilidad de hacerlo. Como parece que podría hacerlo la ciudad de Vic, con más de 40.000 habitantes. Puede ser más difícil en el caso de las ciudades grandes, aunque el ejemplo de las ciudades europeas grandes que ya lo están aplicando demuestra que es posible. Precisamente por este motivo da muchas esperanzas que fuentes próximas al ayuntamiento barcelonés empiecen a mostrar la voluntad de hacerlo.

Mientras tanto, los municipios pequeños han demostrado que se puede iniciar el proceso de reducción de residuos.

Profesora Titular de la Universitat de Barcelona

ALIÓ, Mª Àngels: La difícil transición hacia la prevención: una visión desde el análisis de las políticas sobre el reciclaje de residuos urbanos. Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Vol. XII, núm. 270 (148), 1 de agosto de 2008. http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-270/sn-270-148.htm

Manual de Recogida Selectiva Puerta a Puerta. Asociación de Municipios Puerta a Puerta. 2010, 314 págs. www.zerowasteeurope.eu/wp-content/uploads/2011/06/manual-Puerta-a-puerta-PAP-castellano.pdf

Programa del Seminario sobre Políticas Municipales de Residuos para la redacción en orígen. http://www.ub.edu/cres/sites/default/files/prog_sem_def.pdf

Per una cultura della cooperazione transfrontaliera

Emilia Sarno

emilia.sarno@unimol.it; emilia.sarno@unipegaso.it

La Cooperazione territoriale europea è uno degli obiettivi strategici della programmazione dei Fondi Strutturali e di Investimento Europei nel periodo 2014-2020. Questo traguardo è reso possibile dalla politica dell’Unione Europea, che dal 1992 ha perseguito sia un’integrazione verticale, tra le istituzioni europee e quelle internazionali, sia orizzontali, tramite la disposizione di un’area di libero commercio. La sua realizzazione ha però la genesi in un caposaldo fondamentale: la cultura della cooperazione.

Diffondere la cultura della cooperazione significa non soltanto considerare i vantaggi economici dei partenariati, ma anche la possibilità di confrontarsi su istanze e bisogni, di coinvolgere una pluralità di attori e di istituzioni, di avviare dinamiche che entrino nella pelle dei territori. In tal modo, le potenzialità territoriali, amplificate dalla comparazione, emergono più nettamente. Peraltro, la cultura della cooperazione si rinsalda se le diverse formule di collaborazione e di partenariato sono sostenute da validi presupposti scientifici e dalla sinergia di professionalità, che pur differenti tra loro, perseguano però gli stessi obiettivi. Ecco perché appare non solo necessaria una lettura geografica dei territori ma che essa avvenga in tandem, infatti avviare progetti transfrontalieri chiede analisi e letture articolate, effettuate principalmente ad una scala multi-prospettica. Insomma, la cooperazione si impone come la lente tramite la quale leggere e comparare territori, deve essere considerata come il grimaldello per una riflessione comune e condivisa grazie alla quale costituire un patrimonio sia di conoscenze sia di opportunità, utili per avviare percorsi di ricerca applicata e per la pianificazione concreta di azioni comuni.

Questa impostazione è basilare per territori che scontano ritardi socio-economici e organizzativi, per i quali è cruciale dare un’inversione di tendenza dando l’adesione a organismi e a progetti europei. In tal senso diventa fondamentale per Paesi appartenenti all’area mediterranea. Il Mediterraneo è lo spazio fisico nel quale sono sorte e si sono sviluppate molteplici civiltà. Unitario e frammentario si presenta come lo spazio di comunicazione e di contatto per genti e culture diverse, infatti si suddivide in una pluralità di mari formando bacini e sottobacini. Le prossimità geografiche e culturali hanno reso possibile il consolidamento di relazioni multilaterali, con l’obiettivo di sostenere processi locali di crescita e unità tra i popoli. Principalmente ne possono trarre giovamento i paesi che si affacciano sul mare Adriatico come l’Italia, la Slovenia, la Croazia, la Bosnia Erzegovina, il Montenegro e l’Albania. Si vuole così superare la visione di una Europa poco attenta al Mediterraneo e ai Balcani, grazie anche al ruolo decisivo dell’Italia e principalmente delle regioni italiane che utilizzano gli strumenti e i contributi comunitari, tramite iniziative progettuali bilaterali e multilaterali congiunte. Non a caso è stata istituita l’ Euroregione Adriatico-Ionica ed è stata concepita come una formula innovativa di cooperazione interregionale e transnazionale, che ha lo scopo di rafforzare i processi democratici e l’integrazione europea dei Paesi balcanici. Si tratta della prima “strategia macroregionale dell’UE” con un numero elevato di paesi extra-unionali (Albania, Bosnia-Erzegovina, Montenegro e Serbia) che collaborano con Stati membri dell’UE (Croazia, Grecia, Italia e Slovenia). La sua creazione punta a consolidare la cooperazione economica e a sviluppare una governance comune su problemi condivisi:ambiente, energia, trasporti, pesca e gestione costiera, sviluppo rurale, turismo, cultura e cooperazione universitaria. Soprattutto si punta a valorizzare tutte le opportunità che riguardano la blue-economy  (l’acquacoltura,  la  pesca, biotecnologie blu, servizi marini e marittimi, ecc.) e  lo sviluppo sostenibile del turismo costiero, ma si vogliono anche potenziare la ricerca, l’innovazione e il rafforzamento delle piccole e medie imprese.

L’Euroregione Adriatico-Ionica è lo scenario per realizzare la cooperazione transfrontaliera tra i Paesi del Mediterraneo e per rafforzare la cultura della cooperazione, a cui prima si accennava, con l’obiettivo di realizzare azioni programmatiche comuni. E’ dunque un percorso particolarmente interessante, benché complesso, che richiede l’impegno tanto della ricerca teorica quanto di quella applicata.

Per ulteriori approfondimenti:

SARNO, Emilia (ed) Molise-Montenegrocross-border cooperation. Roma: Aracne, 2015.

Emilia Sarno es Profesora en la Facultà di Scienze Umanistiche de la Université Telematica Pegaso. Es presidenta de la Asociazione Italiana Insegnanti Geografi di Avelino.

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Discordia a ras de suelo

A.Remesar

La estética urbana responde a la necesidad de que la ciudad no sea sólo funcional, sino, también “agradable”. Es un ámbito de discusión ciudadana que, en las últimas décadas, ha sido secuestrado por la tecno-burocracia de las administraciones públicas y de los promotores privados. Sin embargo, de vez en cuando, su dimensión ciudadana reaparece ya sea por la reivindicación de la ciudadanía, ya sea por la necesidad de “crear opinión” sobre los aspectos estéticos de la ciudad de los que se hacen eco determinados medios de comunicación. Quisiera, en este sentido, comentar la reciente polémica acerca del nuevo pavimento de la Diagonal de Barcelona.

A destacar el contexto. En 2004, la re-introducción del tranvía como sistema de transporte público abre una polémica acerca de la necesidad, o no, de conectar mediante este medio de transporte la plaza de las Glorias y la Plaza Francesc Macià. El tranvía ya transita por dos tramos de la Diagonal y, ahora, se plantea la idoneidad de conectar ambas plazas. La Diagonal atraviesa la totalidad de la trama Cerdà y es un elemento clave del sistema de movilidad de la ciudad. Surge, pues, el problema de la transformación de la Diagonal en el tramo entre las dos plazas (unos 4 Km) ya que la introducción del medio de transporte requiere una reorganización de la sección de la Avenida. El alcalde Hereu liderará un «extraño proceso de participación cívica» –como señalara bien Jordi Borja- que culmina con una consulta ciudadana en la que participa el 12,17% del censo, y en el que la propuesta de alcaldía reciben sólo el 20% de apoyo, frente a un aplastante 80% que plantea que la Diagonal se quede como está.

Se da carpetazo municipal a la idea de unir las dos plazas mediante el tranvía, pero no se cierra la polémica de la transformación de la Diagonal. Los ciudadanos se quejan de la estrechez de las aceras, los comerciantes de que la avenida no es atractiva para pasear con un efecto negativo en las ventas. Llegadas las elecciones del 2011 y con el cambio de equipo municipal, el nuevo alcalde titubea pero, finalmente, se decide por una remodelación de la Avenida que se ajusta al proyecto presentado por los comerciantes y que consiste, básicamente, en una ampliación de las aceras y en una mejora del equipamiento urbano. Y ahí entra en polémica el nuevo «panot«.

Desde inicios del s.XX, el panot (una loseta de hormigón de 20x20x5 cm) ha sido el elemento fundamental de urbanización de las aceras de la ciudad. Su utilización abarca el conjunto de la ciudad y se ha convertido en un elemento fundamental de la imagen que de su ciudad poseen los barceloneses. El nuevo panot mantiene las dimensiones tradicionales pero introduce importantes avances tecnológicos y de eco-eficiencia (el pavimento es capaz de autolimpiarse y el color verde que sustituye al gris tradicional genera una baja irradiación térmica). Pero el nuevo panot no reproduce los dibujos clásicos, sino una hoja de plátano, el árbol característico del Ensanche de Cerdà. De ahí la polémica.

Los barceloneses tienen acostumbrado el pie a un determinado tacto, a unas determinadas texturas y… la textura del nuevo pavimento no satisface. «Que si me siento menos seguro»; «que si no se puede andar con tacones»; «que no se nota la diferencia si calzas zapatos de suela gruesa pero con los de suela fina….UY!!!, vaya diferencia!!». ¿Cierto? Difícil de creer que unos diseños de inicio del s.XX tengan mejor ergonomía que el pavimento actual concienzudamente diseñado en relación a su ergonomía, accesibilidad y sostenibilidad.

Pasados unos meses ya nadie habla de los nuevos panots. Más ruido mediático que otra cosa. Los urbanitas son así. Se resisten a los cambios, a veces con razón, pero rápidamente olvidan sus quejas y cuitas. O acaso ¿no sucedió lo mismo con los panots de la Gran Vía (entre Pl. de las Glorias y Besòs) en el 2004? Nadie recuerda aquella polémica que no tuvo tanta resonancia mediática. ¿Quién recuerda la paralización de obras por parte de los vecinos en la Rambla del Poble Nou? Hoy los vecinos de este barrio, tras enconada resistencia, pisan una Rambla asfaltada en gris. Les robaron la calidad urbana de las losas tostadas cuyo recuerdo queda en las glorietas de la Rambla, y todo porqué algunas estaban mal puestas y la gente se tropezaba. Les pusieron como ejemplo la Rambla de Catalunya -!una buena solución en 1990!- ocultándoles que, desde finales de los noventa, el pavimento asfáltico puede ser de color lo que resulta en una mejor calidad urbana.

Para mayor información:

Sobre este proceso de cambios, de quejas, dimes y diretes que representa la historia del panot les recomiendo lean la tesis doctoral de Dánae Esparza que por ser tesis no lleva el título de «los panots de Barcelona» sino el más académico de «El diseño del suelo: el papel del pavimento en la creación de la imagen de la ciudad». No está en papel, pero la pueden descargar gratuitamente en http://tdx.cat/handle/10803/146248. ¡De vez en cuando la Universidad tiene cosas buenas!

Antoni Remesar es Profesor de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona y Director del Centre de Recerca POLIS

LA VITIVINICULTURA A TIEMPO PARCIAL AUMENTA DE FORMA ENCUBIERTA.

Graciela Parra.-

La vitivinicultura ha variado en función del proceso de modernización que estas actividades han experimentado y la participación en el mismo de los distintos agentes que participan en la producción.

La vitivinicultura de este sector de Mendoza (Argentina), se fue consolidando en torno a un modelo productivo que tuvo un proceso espacio-temporal complejo. Primero un modelo tradicional, y luego nuestra área de estudio se organizó bajo un paradigma vitivinícola marcado por la “hegemonía del inmigrante y el mercado interno” . Esta etapa abarca desde el surgimiento de la generación de 1880 hasta la crisis del modelo hacia fines de 1980; finalmente a principios de las década de 1990 se produce un cambio en el modelo, ya que, además de la reducción de la superficie con vid, se produjeron otras transformaciones que vinieron junto al importante ingreso de capitales extranjeros a este sector productivo.

El tamaño de las explotaciones hacia fines de la década del noventa consideraba que para el mantenimiento de la rentabilidad, una explotación de viña debería superar las 15 hectáreas. Se puede advertir la difícil situación de los productores, ya que dominan las explotaciones de hasta 5 ha , que de un total de 1212 que tiene Maipú, casi el 60 por ciento tienen esa extensión y reúne 1612 hectáreas. Esta situación impone cuestionarse, ¿qué grado de viabilidad tienen estas explotaciones con viñedos?, o ¿es que la práctica vitícola nos presenta ahora la ocurrencia de una “vitivinicultura a tiempo parcial”?

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos provisorios del INV 2011.

En regiones como Maipú hay un panorama crítico de las explotaciones vitícolas por su reducida superficie dominante en el área. Las explotaciones están, además, en una situación de riesgo y vulnerabilidad dentro de la cadena vitícola ya que enfrentan falta de mantenimiento de los viñedos, bajo precio de la producción, adversidades climáticas y escasos recursos económicos. La Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), en su informe de diciembre de 2009, diagnostica que este conjunto de pequeños productores vitícolas (pequeñas explotaciones vitícolas) se caracterizan por bajos niveles de productividad y calidad de los cultivos, descapitalización que no permite cambios estructurales, desconexión con la dinámica del mercado, carencia de acceso a los servicios de asistencia técnica entre otros.

La preocupación de los productores va más allá del tipo de uva de sus viñedos, es decir, si son uvas de variedades finas o comunes; porque además de no poder realizar mejoras en su explotación se agrega la disminución en el precio de su producto cuando realizan la negociación en la bodega, lo que ha reducido considerablemente sus ingresos.

Este panorama desalentador provoca la necesidad de otro ingreso para el sustento familiar que ya la producción del viñedo no les da. Tanto el jefe de la explotación como los miembros de la familia buscan trabajo en otra explotación agraria o trabajo no agrario, al que dedican parte de la jornada laboral. Esta situación determina que no se trabaje con la misma dedicación el viñedo, y se lo descuide e incluso por falta de tiempo no se realicen todas las labores. Surgen preguntas ¿se irán extinguiendo los pequeños productores vitícolas a mediano plazo?, y ¿se perderán las tierras aptas para este cultivo de larga tradición, por el abandono para pasar a transformarse en oportunidades para los que compran tierras? Esto significaría la lenta pero constante modificación de un paisaje que contiene un pasado ligado al cultivo de las vides, y un conjunto de habitantes con costumbres y tradiciones que desaparecerían si se impone lentamente una vitivinicultura de tiempo parcial.-

Para mayor información:

Parra, Graciela ”Asimetrías en la estructura parcelaria de los territorios vitivinícolas. Perfil de la

unidad de explotación vitícola del Area Centro-noreste de Maipú. Mendoza. En Actas de IV Congreso Nacional de Geografía de Universidades Públicas y XI Jornadas Cuyanas de Geografía . F.F y Letras Mza. 30 de oct. nov. 2013. ISSN 2346-9668 ISNN 2346-9676

Graciela Parra es profesora del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina

Los enlaces de diferentes sistemas ferroviarios en una ciudad: el caso de Barcelona.

Por Rafael Alcaide González

En las grandes ciudades del siglo XXI, el buen funcionamiento de sus redes de transportes y comunicaciones se ha convertido, para los ciudadanos y los gobernantes, en uno de los objetivos más importantes a la hora de gestionar los flujos diarios de movilidad tanto de personas y bienes, como de información.

Si las redes utilizadas por las tecnologías de la información y la comunicación constituyen el elemento técnico más innovador que se desarrolla dentro del espacio urbano de las ciudades actuales, las redes de transportes públicos, urbanos y suburbanos, se han venido construyendo a lo largo de dos siglos, en los que, sometidas a continuas innovaciones y cambios políticos, han adquirido su función actual. Una función no siempre paralela a las exigencias de transporte del territorio al que sirven.

Las redes de transporte y sus interconexiones se han convertido en elementos fundamentales del territorio. Sin embargo, los sistemas de movilidad urbana, para poder adquirir una funcionalidad satisfactoria, han de incorporar, además, elementos cualitativos tales como las necesarias mejoras en la prestación de los servicios, junto con la adecuación y creación de nuevas infraestructuras y la sostenibilidad ambiental, para conseguir un transporte público de calidad, en la consecución de una ciudad más equilibrada tanto espacial como social y económicamente.

A mediados del siglo XIX el ferrocarril inició su periplo como medio de transporte urbano y suburbano, estableciéndose en las principales ciudades españolas. La ausencia de planes de ordenación urbana anteriores al diseño de las líneas de ferrocarril que llegaban o atravesaban las ciudades, permitió que la economía de medios se convirtiese en el criterio predominante de las compañías ferroviarias, a la hora de establecer sus instalaciones en la ciudad. De este modo, algunas de las estaciones que hoy se sitúan dentro del espacio urbano central de diversas urbes, se construyeron en la periferia de las mismas, y el posterior crecimiento urbano de dichas ciudades tuvo lugar a partir de las nuevas instalaciones del ferrocarril: trazados, edificación de las estaciones, almacenes y talleres, a lo que hubo que añadir la reserva de grandes espacios para futuras ampliaciones.

La creciente demanda de transporte urbano de las ciudades fue paulatinamente absorbida por el ferrocarril. Sin embargo, pronto se constató que las comunicaciones entre las diferentes estaciones de ferrocarril, establecidas en las grandes urbes europeas y americanas, necesitaban de redes complementarias de transporte, creándose así las primeras líneas de tranvías y metropolitanos que, además, tuvieron una influencia decisiva en la expansión de la trama urbana existente hasta su implantación. En este sentido, no se puede asegurar que existiese un modelo de crecimiento de las redes de transportes urbanos sino que, dicho crecimiento, se adaptó a la creciente demanda de transporte en la ciudad. Cabe destacar que, mediante un proceso inverso, en algunas de las actuales ciudades de diversos países nuevos, la presencia del ferrocarril con sus estaciones e instalaciones determinó el establecimiento de núcleos urbanos que, gradualmente, se fueron aglutinando hasta conformar dichas ciudades, al igual que nudos de comunicaciones ferroviarias de gran importancia.

Paulatinamente, con la mejora y ampliación de las diferentes redes de tranvías, autobuses y suburbanos y con el uso creciente del vehículo privado, el ferrocarril pasó a competir con otros medios de transporte que, hasta entonces, le habían sido complementarios; medios de transporte que fueron adquiriendo mayor autonomía, incorporando en sus redes tanto los antiguos como nuevos puntos de contacto entre sí y con el ferrocarril, los llamados intercambiadores modales, de los que tenemos algunos ejemplos en Barcelona como Sants y La Sagrera.

La configuración y el desarrollo de las redes de transporte urbano y, más concretamente, ferroviario en el ámbito de la ciudad y de su área metropolitana han generado múltiples procesos de expansión periférica, a partir de las posibilidades efectivas de transporte. Sin embargo, en el caso de la ciudad de Barcelona, no existió una expansión periférica propiamente dicha, ya que la nueva Barcelona surgida de las agregaciones municipales de 1897 se convirtió en un espacio urbano fragmentado, con zonas libres de urbanización entre los límites de la antigua urbe y los nuevos pueblos agregados. Unos espacios en los cuales la trama urbana suponía, apenas, un mínimo caserío cercano o alineado con el trazado de una carretera, que comunicaba la antigua Barcelona con la población agregada.

Las nuevas dinámicas territoriales establecidas entre los municipios agregados y la ciudad central barcelonesa y entre la Gran Barcelona y las poblaciones de su hinterland propiciaron el incremento gradual de los flujos de personas y mercancías y, en consecuencia, de las relaciones territoriales de producción, distribución y consumo, determinando nuevas ampliaciones de la red de tranvías de la ciudad y la construcción y ampliación de líneas de ferrocarriles urbanos (Gran Metro y Metropolitano Transversal) e interurbanos (Sabadell, Terrassa, Martorell).

Por otra parte, la fusión de la mayor parte de las compañías (excepto la compañía Norte), que explotaban la red de ferrocarriles de vía ancha de la ciudad en una sola: MZA, implicó también la creación de diversos proyectos, elaborados tanto por las compañías ferroviarias como por el ayuntamiento barcelonés, destinados a lograr la racionalización de los enlaces ferroviarios de la capital catalana. Las realizaciones surgidas de dichos proyectos, conjuntamente con la creación de nuevas redes de transportes urbanos y suburbanos y la ampliación, reunificación y mejora de las existentes, fueron perfilando, a lo largo del siglo XX, la actual red de transportes de la ciudad de Barcelona y su área metropolitana.

Para mayor información:

ALCAIDE GONZÁLEZ, R. El ferrocarril en la ciudad de Barcelona (1848-1992): desarrollo de la red e implicaciones urbanas. Madrid: Fundación de los Ferrocarriles Españoles, 2015, 285 págs. Colección: Historia Ferroviaria, núm. 14. ISBN: 978-84-943462-1-7. Depósito Legal: M.9394-2015.

Rafael Alcaide es Doctor en Geografía por la Universidad de Barcelona

A propósito de minería y (sub-)desarrollo: campesinos-mineros de Andalucía

Por Arón Cohen

La inserción de la minería a gran escala en entornos rurales suele asociarse con tensiones sociales y no pocas veces con graves conflictos. El que ahora vive el valle del Tambo, en la región peruana de Arequipa, es un ejemplo en un continente que los ha conocido de muy diversas intensidades y consecuencias y en condiciones históricas muy distintas, a lo largo de los últimos cinco siglos. Alteraciones bruscas de la relación de las sociedades locales con su medio y competencia exacerbada por los recursos básicos (el agua, la tierra) están en el núcleo de estos antagonismos. Desde los albores del siglo XXI, al calor de trascendentales procesos políticos en varios países, se suscita en América Latina un debate renovado e intenso como en ninguna otra parte del mundo sobre el papel de la minería en el desarrollo.

España destacó durante un buen trecho de los siglos XIX y XX por el auge de la gran minería de exportación. A partir de un cierto momento, capitales foráneos, favorecidos por amplias facilidades fiscales y aduaneras, se hicieron con el dominio de casi todos los principales ramos. Nombres de lugares como Linares, Riotinto y Peñarroya −los dos últimos con prolongada proyección mundial a través de las denominaciones de históricos emporios empresariales− subrayan el protagonismo de la Andalucía minera en este movimiento. De los que fueron sus pilares quedan recuerdos y algunos anuncios recientes de reaperturas. Desde hace cerca de medio siglo, la investigación histórica viene contribuyendo a esta reflexión sobre lo que aportó y dejó de aportar este crecimiento minero al país, y en especial a las regiones más relacionadas con él.

El empleo y la mano de obra son uno de los ejes de la problemática. La minería abrió, en distintas áreas de Andalucía, una de las escasas puertas al alcance de una fracción del campesinado pobre −minoritaria pero, en su apogeo, no desdeñable− para intentar mejorar, siquiera modestamente, sus condiciones materiales de existencia. Las explotaciones mineras dispusieron de la reserva de fuerza de trabajo formada por masas rurales muy ampliamente (aunque no siempre completamente) proletarizadas: campesinos sin tierra o sin la suficiente para su sostén y el de sus familias.

Las transiciones no fueron lineales: las «pasarelas» (de doble dirección) entre el campo y la mina y los estatutos laborales sectorialmente «ambiguos» (jornaleros mixtos o alternantes y mineros que poseían o cultivaban ínfimas parcelas) no fueron excepcionales ni meramente pasajeros. Andalucía conoció realidades diversas a este respecto: según las fechas y las características de cada minería, sus efectivos obreros y las estructuras agro-sociales en los ámbitos de influencia minera.

Los grandes polos extractivos arriba citados llegaron a sumar varias decenas de miles de obreros, entre las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX. La oportunidad de promoción económica no fue igual para todos. Por ejemplo, en el carbón cordobés, explotado por la francesa Peñarroya, uno de cada cinco integrantes de las cohortes de obreros que iniciaron muy jóvenes su andadura en la empresa en el primer decenio del siglo pasado, se mantuvo apenas meses en el empleo, mientras que una proporción similar de ellos completó trayectorias de 30 años o más. Uno de cada tres mineros llegó a picador o entibador (minero de interior plenamente «formado»), no sin que pasaran 7 a 10 o más años hasta lograrlo. Las cohortes siguientes fueron aún más inestables y tuvieron menos probabilidad de promoción. Como en otras partes, el pluriempleo entre minería y agricultura continuó siendo frecuente muchos años después. Lo corroboran las cautelas de la empresa ante el previsible aumento del absentismo de mineros en épocas de cosecha.

El perfil minero-campesino de los trabajadores fue particularmente acusado en comarcas de fuerte minifundismo agrario. En Alquife (Granada), último gran centro de extracción de hierro en España hasta ahora, la mano de obra fue durante mucho tiempo «esencialmente campesina». A ello se refiere el testimonio de un ingeniero francés (Rozière), de 1959:” la estabilidad en el empleo y las facilidades de reclutamiento dependen en cierta medida de la abundancia o pobreza de las cosechas». Una filial de Altos Hornos de Vizcaya y una sociedad tutelada por la multinacional Mokta se repartían entonces la explotación del yacimiento, sucediendo a dos firmas británicas. Los salarios mineros persistentemente bajos se erigen, a la vez, en signo y factor de subempleo campesino: éste encontraba en la mina el sucedáneo de una emigración obligada… y la modestia de las remuneraciones mineras reforzaba el vínculo con la tierra de parte de los trabajadores. Solo después, con la producción concentrada en una gran explotación a cielo abierto, la condición de minero se asimiló a un estatuto ventajoso en este entorno local. Al precio de una drástica reducción de los efectivos empleados (de un millar y medio entre las dos empresas a cinco veces menos en la que quedó al final)… y en un contexto de creciente despoblación de la comarca.

Una complementariedad (y pluriactividad) agro-minera (no exenta de competencia), acompañó, asimismo, a la extracción de minerales de plomo en las montañas del sureste de la Península Ibérica (provincias de Almería, Murcia y, más modestamente, Granada). Minería, durante la mayor parte del siglo XIX, dispersa, sin capitales y técnicamente rudimentaria (igual que su metalurgia), en la que se ocuparon muchos miles de brazos. El relevo de las grandes corporaciones llegó tardíamente y solo a algunos parajes. En la sierra de Lújar (Granada), las cuatro décadas de explotación bajo titularidad de Peñarroya (1951-1989) delimitan una etapa de su historia minera. No todo en ella fue novedad, ni lo fue siempre. El trabajo pobremente remunerado (de unos 300 obreros como máximo) formó bastante tiempo parte de las adaptaciones de la gran empresa al medio social de la zona y a las dificultades planteadas por su geología a la exploración minera. La emigración de los años sesenta evidenció las condiciones de articulación de esta minería con su entorno. Acuciada por la escasez de obreros jóvenes, la dirección de la empresa reconocerá el problema: «Nuestros salarios son demasiado bajos para ser atractivos…» (1970); «no se encuentra [en la región] quien quiera trabajar en la mina» (1973). Toda una pista del «subdesarrollo» que menciona −en una explicación que no es de las más claras− un documento oficial como el Plan Nacional de la Minería (1971). Tal era la realidad estructural que lanzaba a la emigración a numerosos jóvenes. Los magros salarios mineros eran una consecuencia y un mecanismo de subdesarrollo. Una mejora apreciable de las condiciones de trabajo se inició en los últimos años sesenta y se aceleró entrados los setenta. No sin acciones obreras que eran novedosas en la comarca (movilizaciones) y con empleo menguante.

La obrerización, inducida por la minería, de sociedades locales y actitudes colectivas fue más tardía e incompleta en estas formaciones sociales ambiguas.

Para mayor información

COHEN, Arón. Paysans et mineurs. Quelques repères sur la mine comme agent de mutations sociales dans le monde rural andalou (XIXe-XXe siècles). Cahiers de civilisation espagnole contemporaine. 3 de marzo de 2015. 2 (2015). Homenaje al profesor Jacques Maurice. [ISSN: 1957-7761]. <http://ccec.revues.org/5491>

Arón Cohen es Profesor Titular de Geografía Humana de la Universidad de Granada.

Gastronomía y turismo: el combate «local frente a global»

Francesc Fusté Forné

El turismo gastronómico se ha convertido en los últimos años en una tipología turística que ha ido adquirendo cada vez una mayor relevancia. Si bien el consumo relacionado con la gastronomía es inherente a cualquier desplazamiento turístico, cada vez son más los turistas que escogen el destino de sus próximas vacaciones según la autenticidad de la gastronomía que dichos destinos son capaces de ofrecer. ¿Pero cómo podemos ayudar a la permanencia de la autenticidad de lo local ante la capacidad de expansión que tiene lo global?
La atracción que implica la práctica turística en espacios rurales se encuentra en la idiosincrasia de sus recursos naturales – el paisaje – y de su identidad cultural, material e inmaterial. Los entornos rurales representan una oportunidad de establecer un contacto directo con la autenticidad; en este sentido, el patrimonio culinario de las zonas rurales corresponde a las raíces de un grupo, y es el resultado de su manera de interactuar con la naturaleza y de la acumulación de tradiciones a lo largo del transcurso de generaciones. Es a través del sense of place, es decir de la autenticidad de la identidad cultural, como el paisaje rural se convierte en un atractivo turístico.
Hoy en día hay turistas que cuando viajan les gusta consumir productos que sean próximos a los que tienen en sus propios países. Esto facilita la globalización y refuerza la tendencia a la homogeneización universal de la cultura – la Cocacolaización, la McDonaldsización o la Subwayización – que conecta fácilmente a todas las audiencias del mundo gracias a los medios de comunicación digitales. La fuerza de la globalización es, pues, considerada una amenaza para el binomio gastronomía y territorio, y también para la preservación de la identidad culinaria local. ¿Qué opina el lector del hecho de la facilidad con la que se puede comer en un restaurante mejicano en Londres, un chino en Nueva York o un italiano en Tokyo?
“La globalización lleva las marcas de consumo a todos los rincones del mundo”
Ante esta amenaza global, la autenticidad de cada territorio debe hacer frente a una globalización cada vez más feroz, capaz de hacer llegar la cocina y las formas de consumo de un lado a otro del mundo. La autenticidad de lo local debe servir como una manifestación del paisaje que nos identifica y como decía el escritor catalán Josep Pla, «la cuina és el paisatge posat a la cassola». De esta manera, también hay otros turistas a los que les gusta consumir productos naturales y tradicionales, ya que estos nos permiten incorporar, aunque sea de forma efímera, la identidad local. Cuando comemos un trozo de queso que hemos visto elaborar, o una rebanada de pan con miel después de pasear entre las colmenas, lo que estamos haciendo es dar un mordisco al territorio.
“Cuando comemos productos tradicionales, damos un mordisco al territorio”
Desde el punto de vista de los proveedores de los servicios turísticos, es importante ofrecer a los turistas experiencias auténticas, donde se sientan involucrados en la construcción de una identidad cultural en un entorno natural único – el caso de los Pirineos – permitiendo incluso al turista participar en primera persona en los procesos agrícolas y ganaderos. También la venta de productos a modo de souvenirs – por ejemplo jabones hechos con leche de cabra –, las visitas a los centros de producción, las rutas gastronómicas – sobre vinos o quesos, entre muchas otras – y los mercados de productores artesanos y festivales locales son elementos que ayudan a emfatizar la localidad de la gastronomía a la vez que atraen tanto a foráneos como a residentes.

Interior de un obrador para la elaboración artesanal de quesos, productor local de Taüll (Vall de Boí, Catalunya)
Interior de un obrador para la elaboración artesanal de quesos, productor local de Taüll (Vall de Boí, Catalunya)

Cabe decir, pues, que la participación de la comunidad local es imprescindible para que la combinación entre gastronomía y turismo sea sostenible, y sea capaz de derribar el muro de la globalización. El sector turístico local – principalmente los establecimientos de restauración – deben incrementar el uso de productos locales en sus platos, y evidentemente la población debe dar soporte a las diferentes iniciativas y eventos que se generen entorno a la promoción de la cultura y en este caso de las tradiciones y elaboraciones culinarias. La gastronomía como una experiencia turística especializada y como una herramienta útil para con el desarrollo local debe ser el resultado de la suma de los esfuerzos de los distintos sectores económicos y de una interacción sostenible entre anfitriones e invitados.

Para mayor información:
FUSTÉ FORNÉ, Francesc. El turisme gastronòmic: autenticitat i desenvolupament local en zones rurals. Documents d’Anàlisi Geogràfica, 2015, Vol. 61, N° 2, p. 289-304.

Francesc Fusté Forné es investigador del Programa de Doctorado en «Turismo, Derecho y Empresa» de la Universitat de Girona (Catalunya) e investigador visitante de la Lincoln University (Nueva Zelanda).

Ciudad y territorio en Mallorca: la integración definitiva

La evolución del turismo, juntamente con las transformaciones tecnológicas, sociales y económicas, ha supuesto para la isla de Mallorca la supresión de las interpretaciones duales tradicionales del sistema urbano mallorquín entre la ciudad y el resto de la isla. Inmersos en la era de la globalización, no tiene sentido seguir apostando por una concepción diferenciada entre las distintas partes, sin entender un territorio de solamente 3.640 km2 como una unidad integrada e interdependiente.

Una de las principales características de la revolución turística iniciada en Mallorca durante la década de los años 1960 ha sido la consolidación definitiva del concepto de macrocefalia, es decir, de la concentración en la capital mallorquina de un elevado porcentaje de población que en los años 1980 llegó a albergar más de la mitad del total de los habitantes censados en la isla.

Al parecer esta tendencia de excesiva concentración de población, o lo que es lo mismo, de condición de macrocéfala que parecía aumentar sin límites, se está modificando en la actualidad hasta el punto que lleva más de 30 años perdiendo peso relativo frente al resto de la isla, lo que en Mallorca se denomina sa part forana (“la parte exterior”).

En primer lugar, es importante tener en cuenta que tanto la consolidación de la condición macrocéfala, como la inversión de esta tendencia de concentración de población ha ido acompañada, como sucede en todas las ciudades, de diferentes etapas de crecimiento urbanístico que justifican y explican el proceso. Tanto es así, que la expansión y dispersión de la urbanización difusa ha llevado consigo la pérdida del límite físico de la ciudad. Por lo cual, el límite, la línea que nos permite definir lo que es ciudad cuando nos referimos a ella, es un factor clave en este estudio y que nos sirve además de apoyo para confirmar la tendencia.

Así pues, si tomamos la división administrativa municipal para analizar la ciudad, puede afirmarse que Palma des de los años ‘80 ha perdido peso relativo de población frente al resto de la isla. Pero es más, si se entiende por ciudad su extensión urbana, es decir, aquella mancha urbanizada compacta visible en una fotografía aérea, la cual supera los límites municipales que la contienen extendiéndose hasta en tres municipios más (Marratxí, Calvià y Llucmajor), Palma sigue disminuyendo su peso relativo respecto a los mismos datos de hace 30 años.

Palma sigue disminuyendo su peso relativo de población respecto a los mismos datos de hace 30 años.

De esta forma, frente a la redistribución de población provocada en gran medida por el surgimiento de nuevos polos turísticos dentro de la propia isla, y también debido a la tendencia de dispersión de la urbanización en el ámbito rural, se ha contrarrestado el peso relativo que tiene la ciudad dentro del sistema urbano que encabeza.

Estos cambios han venido motivados por las transformaciones tecnológicas, económicas y sociales que han alterado y variado los patrones de movilidad, reduciendo distancias, ya sean desde Düsseldorf a Palma, como de Palma a Alcúdia o a un hotel rural, y tanto para la población residente como para los turistas, configurándose así un nuevo modelo de ocupación y de uso del territorio. Un modelo caracterizado por la plena integración del territorio, por el debilitamiento de las jerarquías del sistema urbano y por la dispersión creciente de la población, lo cual ha llevado a cambiar la concepción histórica de las distintas partes de la isla.

Con todo esto, no pretende negarse que la concentración de la población en la capital sea ciertamente muy destacada, pero sí que tiende a apaciguarse de forma consistente y significativa. Así pues, estas constataciones llevan a la necesidad de repensar las interpretaciones tradicionales del sistema urbano mallorquín basadas en la macrocefàlica capital y sa part forana como dos partes opuestas, las cuales ya no responden a una interpretación actual del sistema urbano de la isla. Incluso podría matizarse entre el litoral, zona costera de turismo de sol y playa, y la zona central-rural en las que se subdivide sa part forana.

De esta forma, vemos que la realidad urbana mallorquina preconcebida se está transformando en un escenario no tan diferente de lo que ocurre en otras realidades metropolitanas, donde las formas de vida urbanas que caracterizaban antes a las ciudades se han esparcido por todo el territorio, debido a que ya no precisan de una localización que las condicione.

Para mayor información:

MESTRE, Margalida. Ciutat i territori a Mallorca: Una revisió de la «macrocefàlia» mallorquina. Documents d’Anàlisi Geogràfica, 2014, vol. 61/2, p. 351-368.

<http://ddd.uab.cat/pub/dag/dag_a2015v61n2/dag_a2015v61n2p351.pdf>

Margalida Mestre Morey, es Doctoranda del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona.

El fracaso de las políticas de ordenación del territorio en la España de las Autonomías.

Vicente Bielza de Ory*

El doble objetivo de las políticas de ordenación del territorio, de conseguir un desarrollo territorial más equilibrado y de una ordenación de los usos del suelo más sostenible, ha fracasado en la España de las Autonomías. Desde la Constitución de 1978 hay más desigualdades territoriales y las políticas urbanísticas, teóricamente subordinadas a las de ordenación territorial, han desordenado más el suelo. El fracaso obedece a varios motivos. El primero se debe a la manera en que se hicieron las transferencias de esta competencia. La Constitución dualizó las competencias entre las que el artículo 148.1.3 posibilitaba a las Comunidades Autónomas en materia de ordenación del territorio, urbanismo y vivienda, y las sectoriales con incidencia sobre la ordenación territorial, reservadas al Estado en el artículo siguiente. Al hacerse las transferencias a las Autonomías no se creó al mismo tiempo un órgano coordinador para las actuaciones sectoriales entre el Estado y las Comunidades, lo que ha generado numerosos conflictos competenciales que han acabado en el Tribunal Constitucional. En España, hoy no hay un órgano equivalente a los Comités de Ordenación del Territorio, existentes en otros países federales o descentralizados. Todavía está por cumplirse la propuesta que formulamos al gobierno de España en las conclusiones del IV Congreso Internacional de Ordenación del Territorio, celebrado en el 2003 (FUNDICOT, Zaragoza): crear un Consejo de Ordenación del Territorio, con participación de los ministerios concernidos y los entes territoriales, asesorado por una Academia Científica.

Un segundo motivo para el fracaso ha sido el desencanto de los políticos profesionalizados tras hacerse cargo de unas competencias cuyos resultados no se recogen a corto plazo. Un plan territorial no da fotografías ni titulares en la prensa a medida que se va cumpliendo. Los instrumentos y medidas de ordenación territorial producen efectos más allá de una legislatura de cuatro años, lo que no interesa al político que quiere éxitos inmediatos para seguir en el siguiente periodo. Por otro lado, la eficacia de la ordenación del territorio hubiera exigido la subordinación del resto de los Departamentos de la Autonomía a la hora de localizar actividades, lo mismo que se subordinan al Consejero de Economía para conseguir financiación. Ello implica una dependencia directa de la cabeza del gobierno, como sucedió en la modélica ordenación territorial francesa durante los 60’. El resultado es que al comienzo de las Autonomías todos los gobiernos tenían como preferente la cartera territorial y hoy prácticamente ha desaparecido, se ha repartido o queda subordinada a la medioambiental o a la urbanística, que al principio en muchas Comunidades Autónomas eran direcciones generales de la Consejería de Ordenación del Territorio.

La plataforma logística de Zaragoza (PLAZA) no se sometió al análisis de impacto territorial previsto en el artº 37.3 de la ley 11/1992 de Ordenación Territorial de Aragón. Mal comienzo para un proyecto del que su gestor político y su gerente están imputados por corrupción ante la justicia.

La inversión de la posición entre Ordenación del Territorio y Medio Ambiente no es una cuestión privativa de la España autonómica: el Tratado de Ámsterdam en 1992 convirtió la protección medioambiental en derecho comunitario. Mientras, la ordenación del territorio se relegará a una estrategia de la UE, cuando se apruebe en Potsdam en 1999 como Estrategia Territorial Europea. Así la Evaluación de Impacto Ambiental aparece minuciosamente regulada a partir de la Directiva 2001/42/CE, mientras que los Estudios de Impacto Territorial, que en Alemania habían antecedido al ambiental, quedan en la Estrategia Territorial Europea contemplados como simples recomendaciones. A nivel autonómico las evaluaciones de impacto territorial o estructural sólo se recogieron en las leyes de Asturias (1987), Aragón (1992) y Murcia (2001), siendo su aplicación muy escasa y superada por una evaluación de impacto integrada, donde domina la ambiental. De los cuatro factores definidos en la Carta Europea de Ordenación del Territorio de 1983 –ecológico, económico, social y cultural- en la práctica, el territorio se quiere ordenar conciliando sólo ecologismo y economicismo. Cuando para solucionar los conflictos territoriales ante un plan o proyecto se somete a evaluación, son los propios afectados los que “guían” el expediente y se lo entregan a “expertos”, que para rodear de “objetividad” el resultado preparan una matriz de base ambiental, en la que rara vez se recogen los factores sociales y culturales y donde el peso de los factores ecológicos y económicos se ajusta en función del resultado apetecible.

Las numerosas leyes se han centrado más en los principios que en las concreciones

Otro motivo para entender el fracaso de las políticas de ordenación territorial es el marco legal del que se han dotado y los instrumentos que se han utilizado. Las numerosas leyes se han centrado más en los principios que en las concreciones. Se advierte una falta de convergencia entre las normativas de ordenación territorial y sectorial, una descoordinación entre las administraciones estatal, autonómica y municipal. Dentro de la autonómica, los departamentos del territorio muchas veces trabajan de espaldas a los sectoriales de la actividad económica.

La carencia de instrumentos útiles para poner en práctica las leyes comienza en el primer escalón constituido por las Directrices, Planes o Estrategias Generales. Son extensos documentos dominados por el análisis y donde en las numerosas propuestas y normas no se suelen diferenciar las obligatorias de las indicativas. Son planes que por su prolijidad no se los llegan a leer ni los políticos y funcionarios que deben aplicarlos, por lo que difícilmente se desarrollan. De los instrumentos subordinados a los generales los únicos eficaces son los proyectos de interés supramunicipal, regional o general, que han utilizado los gobiernos autonómicos, por encima de los municipios capitalinos, para sacar adelante proyectos logísticos o de viviendas de protección.

Si las planificaciones territorial y urbanística se hubieran controlado, los políticos corruptos habrían tenido menos margen de maniobra

Lo más grave de la falta de efectividad de los planes territoriales se ha producido en el control urbanístico. El incumplimiento del planeamiento municipal y la aparición de planes “a la carta” de intereses privados desembocaron en un descontrolado crecimiento y en una especulación urbanística durante los años próximos al cambio de milenio, acentuando los desequilibrios territoriales e impactos ambientales, especialmente en el litoral mediterráneo y en los entornos de Madrid. La crisis económica a partir del 2008 ha sido especialmente sensible en estos territorios. Si las planificaciones territorial y urbanística se hubieran controlado, los políticos corruptos habrían tenido menos margen de maniobra y los promotores sin escrúpulos no hubieran podido disfrutar de información privilegiada en las desviaciones de los planes aprobados.

Para mayor información:

Bielza de Ory, V.: Introducción a la ordenación del territorio. Un enfoque geográfico. Prensas Universitarias de Zaragoza, 274 pp., Zaragoza, 2008

Bielza de Ory, V.y otros: De la ordenación a la planificación territorial en el ámbito regional-comarcal.. Prensas Universitarias de Zaragoza, 618 pp. + CD, Zaragoza, 2010

*Vicente Bielza de Ory ha sido Catedrático de Geografía de las Universidades de La Laguna y Zaragoza.

TURISMO EN ÁREAS DE CULTIVO DE MANZANA EN EL SUR DE BRASIL

por Fernando Goulart Rocha* y Antoni F. Tulla**

A pesar de ser conocido como un país tropical, Brasil posee cerca de un 8 por ciento de su territorio en la Región de Clima Templado, al sur del Trópico de Capricornio. Esa Región del país, formada por los Estados de Paraná, de Santa Catarina y de Rio Grande do Sul, es la región brasileña de menor extensión territorial, pero es la segunda más importante económicamente. En ella se vienen estableciendo actividades relacionadas con el turismo de experiencia (cultural agrario), como o “colhe-pague” de la manzana, con el objetivo de complementar la renta de los productores rurales y de sus familias. La actividad de “colhe-pague” es conocida por el término pick-your-own en inglés o cueillette à la ferme en francés.

El turismo de experiencia ha sido una apuesta de los pequeños productores rurales a fin de complementar la renta con la de sus familias.

La Región Sur de Brasil, siendo colonizada principalmente por europeos venidos de varias partes de Europa, posee un próspero sector industrial y es una de las despensas agrícolas del país, destacándose en la producción de granos y en la fruticultura de clima templado. Las principales variedades de frutas cultivadas en la región son: la manzana, la uva, la pera, el durazno, el membrillo y la ciruela. Esas variedades de frutas son exóticas y originarias de varias partes del mundo y fueron introducidas en las tierras altas, por encima de los 1.000 metros de altitud, en donde los inviernos son intensos con registro de temperaturas negativas y nevadas, incluso en algunas ciudades.

Es bien sabido que las primeras manzaneras en el Sur de Brasil eran cultivadas en jardines, como plantas ornamentales. Apenas en 1926 se inició, en el interior de São Paulo, la producción nacional de manzana para fines comerciales. En la Región Sur, la producción en escala comenzó en la década de 1960 con las variedades Fuji y Gala, variedades importadas y diferentes a las cultivadas en el interior paulista. Esas dos variedades incluyen, hoy, más del 90 por ciento de la producción brasileña de manzana.

En términos de distribución espacial, merecen ser destacadas tres regiones productoras: Fraiburgo y São Joaquim, en Santa Catarina; y Vacaria, en Rio Grande do Sul. Esas regiones son las que poseen condiciones climáticas adecuadas para el manejo de la manzana y concentran más del 80 por ciento de la producción nacional. Vale la pena observar que debido a las exigencias de un cierto tiempo fresco, los manzanos son cultivados en apenas 71 de los 1.188 municipios de la Región Sur, es decir, en cerca de 6 por ciento de ellos.

Basada en el uso de la mano de obra familiar, la producción del sur de Brasil de manzanas está fundamentada en el trabajo realizado en pequeñas propiedades rurales. Entre los productores, algunos mantienen contratos de comercialización directa con empresas procesadoras de la fruta. Otros, sin embargo, están al margen del proceso de integración y dependen de la venta directa o de intermediarios para el comercio. A su vez, es pequeño el número de productores que consiguen agregar valor a la manzana a partir del procesamiento previo de la fruta en la misma propiedad.

En ese sentido, el turismo de experiencia es una forma de agregar otro tipo de valor a las actividades hasta entonces articuladas únicamente en función de la producción de alimentos Dicho turismo de experiencia es aquel que supera el carácter contemplativo del paisaje y propone alguna actividad a ser realizada por el turista en el destino. Entre las actividades de ese tipo de turismo en las áreas de cultivo de la manzana están la recepción de grupos para conocer los vergeles, la producción de dulces y el “colhe-pague”, actividad en que los turistas cogen frutas y pagan por lo que recogen.

“Colhe-pague” de la manzana. Fuente: Fernando Goulart Rocha. Fecha: Mayo de 2013.
Colhe-pague” de la manzana. Fuente: Fernando Goulart Rocha. Fecha: Mayo de 2013.

La fruticultura de pequeña producción familiar que desea ingresar en las actividades de turismo no puede evadir la capacitación técnica.

En Santa Catarina, ya está en curso el aprovechamiento de la manzana, con la formación de una marca de itinerarios de invierno, lo cual está siendo seguramente prometedor. En Rio Grande do Sul, el turismo de montaña está muy organizado, a pesar de que la manzana tenga actualmente poco interés como producto turístico regional. En Paraná, la situación del turismo con un lugar destacado para la producción de manzana también es débil. Se espera, no obstante, que el turismo pueda contribuir también en esos Estados para la valorización de la cultura de la manzana y sirva como mecanismo de generación de empleo y renta por medio de la recepción de personas interesadas en experimentar el lugar, apreciar el producto y la comunidad involucrada en su producción.

Entretanto, es oportuno resaltar que la fruticultura de pequeña producción familiar que desea ingresar en las actividades de turismo no puede evadir la capacitación técnica a fin de conocer los medios para añadir valor al bien que se produce. En primer lugar, porque el cultivo de frutas es costoso y extremadamente exigente desde el punto de vista de la cantidad de horas de trabajo agregado a la producción. Además, porque la fruticultura depende de variables geográficas muy específicas, lo que significa que producir frutas es una actividad con un elevado grado de especialización en áreas de clima templado en Brasil.

Por último, a pesar de que las actividades de visita y experiencia en las pequeñas propiedades tienen la función de diversificar la renta de los productores, esto no significa que se considere aparte de las demás estrategias de promoción del turismo a escala local. En ese sentido, la articulación de la cadena productiva de la fruta es fundamental en la formación de una identidad para la fruticultura regional y deberá prever estrategias más amplias con el objetivo de fortalecer los programas de visita a las propiedades.

Para mayor información:

ROCHA, F. G.; Tulla, A. F. Turismo agroalimentario en areas de cultivo de manzana en la Región Sur de Brasil. Cuadernos de Turismo de Murcia, 2015, n. 35, p. 211-229.

Fernando G. Rocha es Doctor en Geografía y profesor del Instituto Federal de Santa Catarina, Brasil.

Antoni F. Tulla es Doctor en Geografía y profesor del Departamento de Geografía de la Universitat Autònoma de Barcelona.