QUÉ VERDE ERA MI VALLE…Y QUÉ DURO VIVIR EN ÉL! La valoración satírica del proceso de idealización del mundo rural

Diego A. Barrado Timón*

El viaje y la estancia, pero también la información turística que nos llega a través de soportes cada vez más diversos, se están convirtiendo en una fuente esencial para explicar la imagen que tenemos tanto de nuestro propio país o ámbito cultural como de espacios remotos. También los espacios rurales han sido objeto de ese proceso de idealización turística. Sin embargo, en los últimos tiempos a ese discurso idealizador se le está contraponiendo otro, de orden satírico, que tanto desde el humor como la publicidad se dirigen a criticar los mecanismos ideológicos que subyacen a la idealización rural.

Si bien es cierto que la mayor parte de los habitantes urbanos tienen raíces rurales más o menos próximas, lo cierto es que en un mundo en proceso de urbanización lo rural se está convirtiendo día a día en una realidad entendida como exótica, en tanto en cuanto se nos presenta como atractiva precisamente por todo aquello por lo que, real o supuestamente, difiere de la ciudad. Esta percepción de lo rural como lo que no es ciudad, como una reserva de autenticidad y tradicionalismo frente a los males derivados de la urbanización, ha sido utilizada por el turismo hasta el punto de idealizar como una construcción finalista de carácter único y estético cada porción de ruralidad susceptible de ser explotada. El resultado ha sido la progresiva creación de un verdadero ideario turístico en el que lo rural es reinterpretado como patrimonio. Para ello ha sido posible recurrir a un gigantesco conjunto de imágenes, ideas y símbolos procedentes principalmente del arte y la literatura, de extraordinario valor cultural, que identifican el campo con el pasado y con estilos de vida antiguos, naturales y humanos; en contraposición con una ciudad que es percibida como el progreso, la modernización y el desarrollo, pero que en el tránsito hacia ellos ha perdido unos valores que en el campo aún se conservan.

Como resultado, en los últimos años se ha producido un verdadera industria de la memoria que, apoyada en la recuperación de monumentos, tradiciones, recreaciones históricas, museos y parques temáticos, han convertido el mundo rural en un elemento esencial de lo que se ha dado en llamar industria del patrimonio. Y de ahí se han derivado procesos de recuperación, conservación y mantenimiento de un patrimonio más o menos real, pero también otros de apropiación de sus valores cultures, geográficos y ambientales.

En todo caso, lo que se desea destacar no es ni el proceso de patrimonialización de lo rural ni los mecanismos ideológicos que lo han hecho posible, algo que ya ha sido analizado por algunas corrientes críticas de las ciencias sociales. Lo verdaderamente novedoso es que ese discurso crítico realizado por un sector de las ciencias sociales, que desmonta los mecanismos subyacentes al proceso de idealización y muestra su carácter finalista centrado esencialmente en la consecución de objetivos económicos, parece haber trascendido un ámbito puramente académico y muy marcado por un determinada corriente ideológica para ser asumido por gran parte de la sociedad, que lo incorpora a su concepción de lo rural al mismo nivel al que previamente había situado la visión idealizadora.

En efecto, frente a la crítica puramente académica de los procesos de patrimonialización e idealización, en los últimos tiempos se están generalizando las contrarréplicas satíricas que atacan la mistificación rural y los mecanismos ideológicos que la sostienen. Y esta sátira, que aparece en forma de viñetas en periódicos generalistas, monólogos humorísticos o publicidad de muy diverso tipo, se dirige esencialmente a un público no especializado, lo que sostendría la hipótesis de que si en un momento la sociedad incorporó el discurso idealizador y mistificador de lo rural, en la actualidad está igualmente asumiendo la crítica y deconstrucción de ese mismo discurso.

El mito de la autenticidad. Fuente:< www.tiempobbdo.com> [19 de marzo de 2013]
El mito de la autenticidad. Fuente:< www.tiempobbdo.com> [19 de marzo de 2013]

La burla se sustenta generalmente en contrastar los diversos mitos idealizadores que se han construido en torno a lo rural, como el del buen salvaje, la autenticidad, lo tradicional, la ausencia de conflicto social y de relaciones de poder, etc., con un contrapunto que pone al descubierto los objetivos ideológicos de la mitificación. Así, tal y como muestra la imagen anterior, procedente de una campaña de publicidad de una marca de comida precocinada, el contraste satírico se sitúa entre el valor simbólico del atuendo rural de la anciana y de la gastronomía tradicional frente al funcional de la comida envasada, presentada ahora como un patrimonio supuestamente auténtico frente a los evidentes procesos de estandarización que requiere.

En resumen, frente a un campo idealizado que subyace a la ideología del turismo rural, y que lo presenta como el contrapunto positivo de una ciudad deshumanizada, la contrarréplica satírica nos muestra un mundo rural que, o bien ha sucumbido también a las desdichas de la industrialización y la modernidad, o bien se muestra sumido en un atraso social y cultural que hacen que no solo no sea atractivo para el disfrute vacacional, sino que explica el porqué de la emigración masiva hacia las ciudades en la segunda mitad del siglo XX. Como señala Luis Landero en su último libro, El balcón en invierno (2014), la emigración rural siempre se ha escenificado de forma nostálgica, como pérdida o ruptura, mientras que “apenas se menciona lo que aquella desbandada hacia las grandes ciudades tuvo de alegre y liberador”.

Para mayor información: Barrado Timón, Diego A. Mitos y contramitos, utopías y distopías: las representaciones turísticas de lo rural y sus valoraciones satíricas al amparo del discurso crítico de las ciencias sociales. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de junio de 2014, vol XVIII, nº 480. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-480.htm>. ISSN: 1138-9788.

* Diego A. Barrado Timón es profesor titular de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ébola. La vulnerabilidad de la pobreza

Desde los inicios de 2014 asistimos a un bombardeo mediático sobre la enfermedad del ébola. El contagio y muerte de ciudadanos españoles influyó en esa exposición diaria de la patología en los medios de comunicación de nuestro país. En pocas ocasiones, sin embargo, se habló de las causas últimas de este riesgo biológico. Una de las más clarificadoras vino de la mano de El Roto, en la viñeta del diario El País (10 octubre 2014), en la que se ven dos cuidadores convenientemente protegidos frente a un enfermo de ébola. Uno le pregunta al otro: ¿Ébola?, y su compañero le responde: no, miseria. En los inicios de 2015, las noticias sobre el ébola prácticamente han desaparecido de los medios de comunicación; sin embargo, la plaga sigue castigando a varios países subsaharianos. Y lo hará en el futuro próximo; no sólo en las sociedades centroafricanas.

La enfermedad por el virus del ébola no se encuentra sola; varios centenares de enfermedades epidémicas, entre ellas la tuberculosis, el sida o el paludismo, matan a varios millones de personas al año en todo el mundo. Todas estas calamidades biológicas, a las que habría que añadir las plagas agrícolas, muy activas en el continente africano, pero que son universales, junto a otras catástrofes geofísicas, tienen un denominador común: golpean sobre todo a las sociedades menos desarrolladas. Tal como ha señalado el profesor Calvo García-Tornel, gracias a los análisis de las ciencias sociales, ha quedado establecida la estrecha relación entre riesgo medioambiental y fractura social. Los espacios de pobreza y marginación son frecuentemente los escenarios de las catástrofes naturales. Las imágenes recibidas de las regiones afectadas por el ébola son elocuentes: hospitales improvisados y sin medios, según denuncias de los mismos médicos; desconfianza de los enfermos hacia la medicina clínica, sustituida en algunos casos por curanderos; personal sanitario huyendo de los centros hospitalarios; suburbios sin las mínimas condiciones higiénicas, viviendas de buena parte de la población sin baño, agua corriente o electricidad; o, sencillamente, población desnutrida.

El balance provisional del último brote de ébola, según la Organización Mundial de la Salud, es de más de nueve mil personas fallecidas de unas 23.000 infectadas. Nunca hasta ahora había habido tantos afectados en un brote de la enfermedad. Los países que más han sufrido la epidemia han sido Guinea, Sierra Leona y Liberia. Otros países con casos puntuales, importados de la región del brote primario, han sido Mali, Nigeria o Senegal, en el occidente de África. Fuera de este continente se han tratado o bien se han producido infecciones en España, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Esta patología se identificó por primera vez en 1976 en la República Democrática de Congo, antiguo Zaire. En aquella ocasión se comprobaron 318 casos; hubo 280 muertos. El nombre de la enfermedad viene del río Ébola, afluente del río Mongala, tributario del río Congo. En la pequeña villa de Yambuku, en los bosques lluviosos del norte del país, se produjeron las primeras víctimas por ébola, algo más de dos centenares de fallecidos. Desde aquella fecha se han contabilizado casi una veintena de episodios de la enfermedad. Los más letales hasta el presente fueron los de 1995, localizado en la R.D. de Congo, con 315 casos y 250 muertos, y el del trienio 2001-2003, localizado en Gabón y R.D. Congo, con 300 casos y 254 fallecidos (David L. Heymann, ed., Control of Comunicable Diseases Manual, 2015).

La enfermedad por el virus del ébola, antes llamada fiebre hemorrágica del ébola, tiene una tasa de letalidad que puede llegar al 90 por ciento en el ser humano. Los orígenes de los brotes, hasta el presente, se han originado en aldeas remotas de África central y occidental, cerca de la selva tropical. El virus es transmitido al ser humano por animales salvajes y se propaga en las poblaciones humanas por infesto de persona a persona. Los huéspedes naturales del virus parece ser que son los murciélagos frugívoros de la familia Pteropodidae, en concreto el Hypsignathus monstrosus, el Epomops franqueti y el Myonycteris torquata. El virus del ébola, junto al género Marburgvirus, pertenece a la familia de los Filoviridae (filovirus). Dentro del género Ébolavirus existen cinco especies distintas; las más letales son los denominados É. Bundibugyo, É. Zaire y É. Sudán. El género É. Reston se ha encontrado en Filipinas y China, pero hasta el momento no se han transmitido casos entre personas.

El virus del ébola se contagia a las personas debido al contacto con órganos, sangre o secreciones corporales de animales infectados. Están documentados casos de infección asociados a la manipulación de primates, murciélagos y otros animales infestados con el virus. Una vez ha pasado a una persona, ésta transmite la enfermedad a otra por contacto directo o por contacto indirecto con materiales contaminados. Una de las causas más recurrentes en la transmisión del ébola es el contacto directo con cadáveres en ceremonias de inhumación, muy tradicionales en alguna de las regiones afectadas por el brote de la enfermedad. Los hombres pueden seguir transmitiendo el virus por el semen hasta siete semanas después de la recuperación clínica. Los síntomas del ébola se suelen caracterizar por la aparición de fiebre, dolor muscular, de cabeza y de garganta, seguido de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática, y en algunos casos hemorragias internas y externas. Los pacientes son contagiosos mientras el virus esté presente en la sangre y en las secreciones. El periodo de incubación de la enfermedad, es decir, el intervalo desde la infección hasta la aparición de los síntomas, oscila entre cinco y quince días. La infección por el virus del ébola sólo puede diagnosticarse mediante diversas pruebas de laboratorio y, debido a su enorme riesgo biológico, en condiciones de máximo control.

Por lo que se refiere a los sistemas de tratamiento, de momento no existe vacuna alguna contra la enfermedad. Debido a estas carencias, las tareas de prevención son fundamentales para contener el riesgo de infección de la enfermedad. De este modo, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se han puesto en marcha programas educativos para reducir los riesgos. En las regiones africanas más problemáticas, el objetivo es reducir el riesgo de transmisión del virus por contacto o ingesta de animales infestados, al tiempo que reducir el riesgo de transmisión de persona a persona, utilizando los equipos de protección para atender a los enfermos. Igualmente, es importante que las comunidades afectadas estén convenientemente informadas de la naturaleza de la enfermedad y que las personas fallecidas sean sepultadas rápidamente y en condiciones de seguridad. Los profesionales sanitarios han de tener especial atención, evitando cualquier exposición a la sangre y a los líquidos corporales del paciente y al contacto directo sin protección con el entorno contaminado.

Más allá de las cuestiones clínicas, eso sí, básicas para controlar las plagas una vez han estallado, hay que hacer hincapié en los elementos estructurales para su combate. La respuesta asimétrica en la resolución de los casos del reciente brote de ébola es un buen ejemplo. En los países desarrollados, España, Gran Bretaña o Estados Unidos, el brote ha logrado ser controlado, aunque no se hayan podido evitar algunas muertes; en los países en vías de desarrollo siguen produciéndose a día de hoy muertos por el ébola, amén de acarrear inmensas pérdidas económicas. Las causas últimas identificadas de la plaga están relacionadas con la pobreza extrema de la mayor parte de la población de Sierra Leona, Guinea y Liberia, y de la región en general. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2014 de la Organización de Naciones Unidas, esos países ocupaban en 2013 los puestos 183, 179 y 175 respectivamente de un total de 187 estados censados. Liberia y Sierra Leona fueron asoladas por cruentas guerras civiles entre la última década del siglo pasado y la primera del presente. Una parte de la población quedó desnutrida y los sistemas de salud devastados. Ese contexto explica en buena medida la debilidad esas sociedades frente a las plagas en general, no sólo contra el ébola. Los sistemas nacionales de salud pública de esos estados han desaparecido y han sido sustituidos en muchos caos por el asistencialismo humanitario de las oenegés, incapaz de hacer frente a problemas de salud globales. Es clave mejorar aquellos sistemas de salud y las infraestructuras de los países afectados por la plaga, y comprometer a las instituciones internacionales, ONU, OMS, FAO, a un programa global contra las calamidades naturales. Hoy es el ébola, mañana será otra enfermedad, o una plaga agrícola o un terremoto. Las enfermedades epidémicas, las calamidades naturales, no son atributos ineludibles de la condición humana, sino resultado de decisiones de naturaleza social.

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Para mayor información:

BUJ BUJ, Antonio: Los riesgos epidémicos actuales desde una perspectiva geográfica, en CALVO GARCÍA-TORNEL, Francisco (ed.) Enfrentados a un destino adverso. De las calamidades naturales hacia las ciencias cindínicas, Geocrítica/Los libros de Scripta Nova, Santiago de Compostela, Meubook, 2014, pp. 69-99. [ISBN: 978-84-941933-6-1]

Antonio Buj Buj es Catedrático de Enseñanza Secundaria y Doctor en Geografía Humana por la Universidad de Barcelona.

Nuestro bien más preciado, el tiempo

Moira Tornés Fernández*

Moira Tornés Fernández*
Moira Tornés Fernández*

Ciudades difíciles, organizadas, caóticas y confusas. Gente que se mueve para ir de su hogar a su puesto de trabajo, trabajos que desplazan gente, esto es la movilidad laboral.

El mundo cada vez se hace más urbano y se desplaza más profusamente, tanto interior como exteriormente. Actualmente más del 50% de las personas viven en ciudades, en la UE el 80% de la población vive en zonas urbanas, mientras que en España lo hace el 70%. Por esto se requiere una nueva cultura de las ciudades y del territorio y un nuevo enfoque, entendiendo los espacios en su totalidad y complejidad. 

En el simple hecho de ir y volver de nuestro lugar de residencia a nuestro puesto de trabajo consumimos el recurso más escaso con el que contamos, el tiempo. Este es un tema crucial no sólo para sociólogos, antropólogos, arquitectos y urbanistas, sino también para gente que como yo, se desplaza cada día. El incremento de la esperanza de vida y un mercado laboral flexible, donde las nuevas tecnologías cambian los paradigmas del trabajo in situ, al trabajo on-line, conlleva a que la elección de la residencia/empleo vaya perdiendo solidez cada vez más.

Sin lugar a dudas la reducción de los movimientos pendulares mejora nuestra calidad de vida. Pero, ¿Hasta qué punto la estructura de nuestras ciudades está relacionada con la longitud de los desplazamientos laborales? Analizando los desplazamientos de las personas desde su hogar a su puesto de trabajo, se puede medir hasta qué punto la estructura de las ciudades tiene influencia en las distancias recorridas por la población ocupada. Una serie de indicadores permiten afirmar que las ciudades policéntricas, caracterizadas por la presencia de una serie de núcleos/subcentros que poseen un elevado porcentaje de empleo y de población concentrado en ellos, reducen la movilidad laboral y aumentan la calidad de vida. Cuanto mayor es el número de subcentros, más equipotenciales son, mayor es el empleo concentrado en ellos y menor es la distancia recorrida por las personas trabajadoras. Empero, no basta con que exista una estructura policéntrica para reducir los patrones de movilidad, sino que también es necesario que los subcentros tengan las características que los hagan atractivos como sitio de empleo para sus propios residentes, o al revés, es decir, atractivos para vivir para las personas que trabajan en ellos.

Resultados de varios análisis que se están llevando a cabo dentro de proyectos de investigación ponen de relieve que factores como la forma de la ciudad y la diversidad de la oferta de las viviendas hacen que se reduzca la movilidad. Sin embargo, otros como las infraestructuras y el ratio de empleo/ vivienda (es decir, la cantidad de puestos de trabajo en comparación a la cantidad de vivienda; por ejemplo en un polígono industrial el porcentaje de empleo es muy elevado, sin embargo la cantidad de vivienda es prácticamente nulo), hacen que aumente la movilidad laboral. No es de extrañar que así sea, puesto que la movilidad se reduce en los municipios que por ser diversos en su oferta de empleo y vivienda minimizan las diferencias entre la cualificación de los empleos y las personas residentes ocupadas, que gracias a dicha diversidad residencial, pueden encontrar la vivienda que pueden permitirse, o la que desea.

La posibilidad de dar una salida más sostenible, equitativa y competitiva a la situación en la que vivimos reside en proyectar el propio diseño de la ciudad, de sus espacios públicos, de su estructura, de su forma y de sus usos del suelo. Está claro pues, que el objetivo futuro es fomentar el desarrollo de ciudades policéntrica donde la reducción de los movimientos pendulares mejoren la calidad de vida, y de paso, generen menos consumo energético y emisiones contaminantes.

A mí me gustaría vivir en una ciudad policéntrica, ¿Y a ti?

Para mayor información:

MARMOLEJO DUARTE, Carlos; TORNÉS FERNÁNDEZ, Moira. ¿Reduce el policentrismo la movilidad laboral? Un análisis para las siete grandes áreas metropolitanas en España. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-500.pdf>. ISSN: 1138-9788.

Carlos Marmolejo Duarte profesor titular en el departamento de Construcciones Arquitectónicas en la Universidad Politécnica de Cataluña. CPSV

*Moira Tornés Fernández doctoranda en Gestión y Valoración Urbana y Arquitectónica en la Universidad Politécnica de Cataluña. CPSV

Fuente: https://www.flickr.com/photos/alboradafotovalpo/13157880713/in/photolist-m3Hzwi-hkzAte-pVGmbw-b9Kei8-b9KeFr-jQHDRb-p4giHW-7MZ1qf-n16XQV-9ZWte2-pNHGJK-dmuJKm-p4igNc-dh8SyB-fvpR2E-92bi4h-pyhUN5-ddXdyV-qZykLg-hfeFrk-im7qVj-evScK4-qBTGXC-do3BAF-r2NDPK-71DMxi-fNRm15-71ADSo-nz5VGY-2fKxnR-4ksKxq-ovLHU4-bv6m1t-qVyUjR-8WtA3t-qVunjj-pYyMoq-qVySEZ-osraJs-qVpWSF-p7BXH7-4i9ep5-f9bUFQ-bXX3iA-b9Ke9p-mhtCYx-c2qgHY-a1STCy-9az8gk-9LAwAq
Fuente: https://www.flickr.com/photos/alboradafotovalpo/13157880713/in/photolist-m3Hzwi-hkzAte-pVGmbw-b9Kei8-b9KeFr-jQHDRb-p4giHW-7MZ1qf-n16XQV-9ZWte2-pNHGJK-dmuJKm-p4igNc-dh8SyB-fvpR2E-92bi4h-pyhUN5-ddXdyV-qZykLg-hfeFrk-im7qVj-evScK4-qBTGXC-do3BAF-r2NDPK-71DMxi-fNRm15-71ADSo-nz5VGY-2fKxnR-4ksKxq-ovLHU4-bv6m1t-qVyUjR-8WtA3t-qVunjj-pYyMoq-qVySEZ-osraJs-qVpWSF-p7BXH7-4i9ep5-f9bUFQ-bXX3iA-b9Ke9p-mhtCYx-c2qgHY-a1STCy-9az8gk-9LAwAq

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Correo de contacto: moiratornes@gmail.com

LO QUE LA POBLACIÓN PERCIBE DEL CAMBIO AMBIENTAL EN LA MONTAÑA MEDITERRÁNEA

Teodoro Lasanta*

Nuria Esther Pascual Bellido**

La montaña reúne a un 10% aproximadamente de la población mundial, pero abastece en bienes y servicios a más del 50% de los habitantes de la tierra. Por ello, algunos científicos sugieren que las montañas deben considerarse un bien común y que todos debemos participar en su gestión y conservación. Para que éstas sean eficaces, y beneficiosas para el desarrollo sostenible y el medio ambiente, es esencial conocer la opinión de los actores del territorio (stakeholders), porque son los que mejor conocer la realidad local y los encargados de aplicar las políticas públicas.

El interés global de la montaña adquiere especial significado en las mediterráneas, por su dilatada historia de gestión y por sus cambios intensos durante las últimas décadas. Así las españolas, al igual que otras europeas, han experimentado cambios profundos desde mediados del siglo XX, por emigración de la población e inadaptación a un mercado muy competitivo y global. El paisaje ha cambiado (ha perdido rasgos antropógenos para dibujar una imagen más natural) para bien (menor erosión del suelo, mayor absorción de CO2, mejor regulación hídrica, incremento del atractivo para la población urbana,…) y para mal (pérdida de un paisaje cultural, mayor riesgo de incendios, disminución de la biodiversidad,…).

La opinión de los stakeholders es fundamental para interpretar este cambio y gestionar un territorio tan extenso, interesante e influyente como la montaña mediterránea. La gestión es más eficaz y más rápida cuando se tiene en cuenta la opinión de los actores del territorio. Con este fin en Cameros Viejo (Sistema Ibérico riojano), un área muy representativa de la montaña mediterránea, se realizaron 25 entrevistas semiestructuradas a personas pertenecientes a los tres grupos sociales: personas que viven y trabajan en Cameros Viejo (grupo A), que sólo trabajan (grupo B), o que poseen una segunda residencia (grupo C). En el grupo A se incluyen personas mayores, con estudios primarios y ocupados en el sector primario. En el grupo B personas de mediana edad, con estudios superiores y empleados en el sector público. En el grupo C antiguos emigrantes y propietarios de una segunda residencia. Se preguntó por los cambios recientes en la cubierta vegetal, sus causas y sus consecuencias socioeconómicas y ambientales.

Las respuestas mostraron una buena percepción de los cambios paisajísticos registrados desde mediados del siglo XX, siendo muy conscientes del proceso de revegetación. Su percepción coincide con los resultados de los científicos en las principales causas (abandono de tierras, reforestaciones masivas por parte de la administración, y falta de ganado y personas en el monte), en algunas de sus consecuencias socioeconómicas (en la agricultura, ganadería, paisaje y caza) y en varios de los impactos ambientales: hay menos erosión del suelo, mayor riesgo de incendios, expansión de la fauna silvestre y los ríos llevan agua de mejor calidad; difieren en otros impactos, especialmente en el volumen de escorrentía. Lo más interesante de nuestro estudio fue comprobar que el grupo A tiene una percepción más realista de los cambios en el medio natural, quizás por conocer mejor las limitaciones y potencialidad de su territorio, que los otros dos grupos.

Los resultados sugieren algunas recomendaciones. En primer lugar, la menor participación de la población local puede tener implicaciones de cara a la gestión futura, al ser el grupo social que mejor percibe los cambios; son los grupos foráneos los que, cada vez más, orientan y aplican las decisiones de gestión, pese a tener una percepción distorsionada de algunas de las consecuencias socioeconómicas y ambientales de los cambios en el medio natural. En segundo lugar, los científicos deberían divulgar más y mejor sus resultados hasta hacerlos llegar a amplios sectores de la población, especialmente a los gestores del territorio. En tercer lugar, se corre el riesgo, sin la participación de la población local, de perder muchos conocimientos tradicionales que podrían resultar claves para una gestión sostenible del territorio. Por último, se señala la necesidad de tener en cuenta los resultados científicos y los conocimientos locales. Se aconseja, también, la implicación activa de los stakeholders, especialmente de la población local, en la toma de decisiones de adaptación al cambio global. Sólo así será posible actuar sobre espacios que aún conservan su capacidad de recuperación, antes de llegar a un estado irreversible.

Para ampliar información:

Lasanta, T. y Pascual Bellido, N.E. (2015): Percepción y valoración del proceso de revegetación por los actores del territorio: un estudio preliminar en el Sistema Ibérico. Documents d’Anàlisi Geogràfica, 61/1, 113-134

*Profesor de Investigación del CSIC en el Instituto Pirenaico de Ecología.

** Profesora de la Universidad de La Rioja

O caminhão ainda domina a logística do agronegócio do Centro-Oeste brasileiro

por Daniel Monteiro Huertas

Conhecida internacionalmente como a principal zona produtora do agronegócio brasileiro, a Região Centro-Oeste (composta pelos Estados de Goiás, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul e pelo Distrito Federal), apesar dos investimentos em curso e planejados para o modal ferroviário, ainda registra na sua paisagem a onipresença do caminhão. E, mesmo distante dos principais centros consumidores e do sistema portuário, a logística, ainda comandada pelo transporte rodoviário, encontrou uma espécie de arranjo territorial para auferir vantagens em uma situação aparentemente desfavorável.

Como a área de produção estende-se por centenas de quilômetros em um emaranhado de estradas vicinais (geralmente não pavimentadas) que mais tarde encontrarão eixos-tronco, é viável tanto para o produtor quanto para o comprador que poucos pontos reúnam condições favoráveis para as decisões de cunho logístico, principalmente a concentração da oferta de serviços de transporte (empresas transportadoras e caminhoneiros autônomos) e a formação do frete com valores de referência aceitos por todos os agentes.

A configuração territorial dos nodais do agronegócio ocorre em cidades e eixos-tronco por onde quase toda a produção de uma imensa área de influência é organizada do ponto de visto logístico. É a partir destes arranjos que se dá grande parte do escoamento final da produção, ou seja, o transporte para unidades terminais. Levando-se em consideração que o transporte rodoviário cria uma topologia própria, no Centro-Oeste do Brasil situam-se três nodais “secundários monofuncionais” – Cuiabá-Rondonópolis, no Mato Grosso; Campo Grande-Dourados, no Mato Grosso do Sul e Jataí-Rio Verde-Itumbiara, em Goiás –, pois diretamente atrelados à logística do agronegócio.

O papel das tradings (as multinacionais Bunge, Cargill e Louis Dreifus e a brasileira Amaggi marcam forte presença no Centro-Oeste brasileiro) na logística do agronegócio é fundamental para se decifrar o uso do território em consonância com o transporte rodoviário de carga. Primeiramente é necessário destacar que o preço do frete é comprimido pelas tradings pela combinação de uma série de elementos que colaboram para rebaixar o valor do serviço do transporte, como a manutenção de uma ampla carteira de frotistas como uma espécie de reserva de mercado alimentada por comissões (um pagamento extra por tonelada transportada sobre o frete acertado) e a situação logística privilegiada que ocupam nos circuitos espaciais produtivos em que atuam.

Caminhões transitando pela BR-364, no trecho Rondonópolis-Alto Araguaia, Mato Grosso - Brasil
Caminhões transitando pela BR-364, no trecho Rondonópolis-Alto Araguaia, Mato Grosso – Brasil

Pode-se afirmar que as tradings possuem uma compreensão mais sistêmica de todo o circuito, criando estratégias organizacionais e territoriais que as favorecem, como a alocação ótima de unidades armazenadoras; cotação do frete por quilômetro rodado (e não por tonelagem, elemento de alto custo-benefício diante do aumento da capacidade dos caminhões); redução da sazonalidade da safra; contratos com empresas transportadoras por safra para escapar das oscilações de preço de frete; rápida capacidade de cotação de preço médio de frete num cenário composto por muitas oscilações diárias e uma infinidade de agentes e conhecimento da programação de acostagem dos navios.

Nos circuitos produtivos do agronegócio são as tradings, portanto, que reúnem as melhores condições para coordenar e controlar a interrelação entre espaços produtores de fluxos (ordens e decisões) e espaços produtores de massas (produção propriamente dita), numa lógica que tem a soja como principal expoente e pautada no imperativo das exportações e no interesse das grandes empresas e produtores.

Diante dos pesados investimentos que o governo brasileiro tem realizado no modal ferroviário, resta saber como será a reorganização estratégica das tradings em um novo cenário. O Mato Grosso, carro-chefe da expansão da fronteira agrícola e com o agronegócio praticamente consolidado em boa parte de seu imenso território, é o Estado que certamente mais será impactado pela intermodalidade, contribuindo para a tão desejada inversão da matriz de transportes do país.

As modificações em curso estão de acordo com as características e vantagens relativas a cada modal, trasferindo gradativamente o transporte de grandes massas de longo curso do caminhão para trens e barcaças. O problema é que os altos custos incidentes são suportados em grande parte pela União, para posterior licitação de concessões ao setor privado. Ou seja, pelo menos em um momento inicial, o Estado tem arcado com pesados investimentos intensivos em capital de longo prazo de maturação, em detrimento de investimentos sociais de outra natureza. Além disso, nunca é demais salientar que a opção ferroviária reforça o papel do Brasil como grande exportador mundial de commodities agropecuárias e minerais, mantendo uma posição desfavorável na divisão internacional do trabalho – situação que, acima de tudo, beneficia em primeiro lugar as grandes tradings multinacionais.

Para maiores informações

HUERTAS, Daniel Monteiro. Dinâmicas territoriais dos eixos nodais que comandam a logística rodoviária do agronegócio no Centro-Oeste brasileiro. Revista Ateliê Geográfico, Vol.8, nº2, ago./2014. Disponível em

<http://www.revistas.ufg.br/index.php/atelie/article/view/29642>

Daniel Monteiro Huertas é jornalista, geógrafo e professor da Universidade Federal de São Paulo (Unifesp), Brasil.

¿De quién son los bosques?

Xavier Úbeda y Roser Rodríguez-Carreras*

Puede que el conocimiento que tienen la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades acerca de las áreas forestales y también su percepción sobre estos espacios sea diverso. Pero es bastante probable que sientan una gran tristeza cuando vean en la televisión o lean en la prensa, que un bosque conocido, más o menos frecuentado, se ha calcinado y durante muchos años ya no será el espacio idílico, representación simbólica de la naturaleza, que creían que era. Seguramente, ese sentimiento de pérdida material y paisajística, será compartido por los habitantes de las mismas áreas rurales y los propietarios de estas áreas forestales (cabe recordar que casi el 80% de la superficie forestal catalana es propiedad privada). Porque ¿cómo ven estos propietarios sus bosques?, ¿qué expectativas presentes y de futuro tienen sobre ellos?, ¿cómo creen que hay que gestionar estos lugares?

Hace tan solo cien años, en Cataluña, como en otros lugares del mundo con procesos sociales y económicos parecidos, predominaban la superficie agrícola y los pastos; mientras que los bosques eran espacios menos extensos y más fragmentados o discontinuos sobre el territorio. Representaban una importante fuente de ingresos complementaria a la de la actividad agraria. Pero de entonces hasta la actualidad, la superficie forestal ha experimentado un progresivo aumento, ocupando aquellas tierras de cultivo de difícil acceso y mecanización, menos rentables económicamente, para irse convirtiendo en una gran reserva de madera con escaso valor económico. También ha cambiado la estructura forestal hacia formaciones más densas y de difícil acceso. El paso de una economía orgánica – que se proveía de las materias primas locales y donde el monte suministraba recursos estratégicos- a una economía inorgánica – sustentada en los combustibles fósiles y sus derivados e insertada en una economía de mercado globalizada -, puede explicar parte de estos cambios.

Estos procesos han sido paralelos a la pérdida de habitantes de las zonas rurales. De manera que en esta sociedad predominantemente urbana los bosques también se han convertido en un espacio lúdico y de evasión, donde miles de personas pasean, van en bicicleta, recolectan setas, disfrutan del paisaje y la naturaleza, en definitiva de este espacio que perciben tan contrapuesto a lo urbano. En este sentido, los bosques se han “urbanizado” siendo libremente transitados por individuos anónimos con intereses diversos, una relación muy distinta a los contratos de paso, tala o carboneo tradicionales. Los propietarios forestales argumentan que la ciudadanía considera sus bosques como un bien común (y desconoce que son propiedad privada). Su gestión, dicen los propietarios, conlleva beneficios sociales y medioambientales.

Estamos acostumbrados a hablar de procesos de participación ciudadana en el ámbito de la planificación urbana (aunque a menudo dejen mucho que desear). Pero quizás sea desconocido que existen también organizaciones que discuten, proponen y/o se oponen a determinados proyectos de gestión de espacios forestales. A menudo, en una misma área confluyen distintas miradas y conceptualizaciones sobre lo que es y debe ser en sí la gestión: ¿se tendría que dirigir ésta a intentar revalorizar económicamente los bosques y recuperar la actividad agraria tradicional?, ¿o a intentar conservar estas nuevas áreas en expansión y preservarlas de su explotación económica?, ¿se favorecería así una mayor biodiversidad o la homogeneización del paisaje conlleva una pérdida de especies, o simplemente un cambio de éstas?, ¿es compatible la explotación de los recursos madereros con su conservación?, ¿la gestión puede favorecer la prevención de los incendios forestales, y de qué manera? Son debates presentes socialmente y todavía hoy abiertos. Esclarecerlos pasa por definir los objetivos por los que se gestiona en cada parte del territorio (las respuestas no deberían ser únicas) y los medios de los que se dispone. Pero también por el necesario debate social para definir qué proyecto de mundo rural queremos.

Podemos entrever esta pluralidad de visiones a partir de las entrevistas a personas vinculadas al mundo forestal en un área rural con una presión antrópica muy importante y un riesgo alto de incendios forestales, sujeta a una figura de protección no demasiado estricta. Predomina la visión de aquellos que están a favor de que la medida de protección no aumente, ya que creen que les supondría una restricción a su libertad como propietarios, pero sí que piden más inversión en sus parcelas para poder gestionar sus propiedades, con el objetivo de poder tener algún rendimiento económico y minimizar el riesgo ante un gran incendio forestal.

Estas subvenciones a los propietarios, podrían salir de impuestos especiales por el disfrute de sus propiedades por parte del conjunto de la población: ciclistas, recolectores de frutos, excursionistas. ¿estaría dispuesto un ciudadano urbano a pagar por disfrutar de una área forestal?, o ¿tenemos asumido que el bosque es de todos?. ¿Qué diferencia hay en tener que pagar para entrar en un parque urbano (como el Parc Güell) o pagar para entrar en Les Gavarres, en la provincia de Girona, macizo que forma en su vertiente este la famosa Costa Brava?.

Para mayor información:

* Xavier Úbeda es profesor titular de Geografía de la Universidad de Barcelona y Roser Rodríguez-Carreras profesora asociada de Geografía en la misma universidad.

Crisis y desempleo en Madrid ¿Una ciudad dividida?

Ricardo Méndezi

El desempleo constituye el lado más oscuro de la profunda crisis económica iniciada en España a mediados de 2007. Consecuencia del agotamiento de un modelo de crecimiento que se demostró insostenible, es también la principal causa que sitúa a millones de ciudadanos ante el riesgo de caer en la pobreza y en diversas formas de exclusión. Es sabido que la probabilidad de engrosar las listas del paro varía según las características personales y las del grupo social de pertenencia, pero resulta menos habitual la referencia a las fuertes diferencias espaciales registradas en su aumento, visibles a diferentes escalas. Lo ocurrido en la ciudad de Madrid resulta un buen exponente del fuerte impacto urbano que tienen las crisis capitalistas, que en unos casos refuerzan viejos contrastes y en otros provocan modificaciones sustantivas de su estructura interna.

Lejos de ser un detalle banal, la diferente respuesta que las ciudades o sus barrios han ofrecido, primero a la crisis inmobiliario-financiera y más tarde a las políticas de austeridad que prolongaron la recesión, guarda relación directa con su grado de vulnerabilidad. Esa vulnerabilidad no es fruto del azar ni de una maldición bíblica, sino que es una construcción social con claves específicas que la literatura especializada relaciona con dos aspectos principales: su exposición al riesgo y su sensibilidad o fragilidad.

En ese sentido, aquellas ciudades que se especializaron en actividades de baja productividad y fuertemente cíclicas como la construcción o numerosos servicios al consumo, con altos niveles de endeudamiento y una elevada proporción de empleo temporal, fácilmente desechable en periodos de estancamiento económico, han padecido de forma intensa tanto el aumento del paro como otros costes de la crisis. En su interior, los barrios con mayor presencia de grupos sociolaborales de riesgo (inmigrantes, jóvenes sin formación, trabajadores precarios, personas de bajos ingresos…), así como déficit de servicios y equipamientos, han concentrado también los impactos más negativos de no existir políticas destinadas a paliar tales efectos. La vulnerabilidad actual resulta, pues, de una trayectoria previa en que se acumularon más o menos recursos y capacidades, pero también de una ideología neoliberal en la gestión urbana que intensifica la competencia, erosiona los mecanismos de solidaridad y reduce la acción pública en materia de protección social y ordenación territorial.

Más allá de unas cifras necesitadas de actualización periódica, la evolución del paro registrado en Madrid durante los cinco años posteriores al inicio de la crisis permite constatar algunas tendencias consistentes.

En primer lugar, el conjunto de la región metropolitana casi triplicó el número de inscritos en las oficinas de empleo, superando incluso la media española, en tanto su ciudad capital duplicó con creces la cifra inicial. Se confirma así que, pese a la acumulación de diversas formas de capital y las externalidades positivas asociadas a las ciudades globales, en su interior persisten grupos sociales y espacios altamente vulnerables que explican ese fuerte incremento. No obstante, es al aproximar la lente al interior de la ciudad cuando se confirma su carácter de mosaico social caracterizado por su heterogeneidad, pero en donde cada tesela muestra una localización nada casual que la crisis acentúa.

En una imagen estática sobre la distribución actual del paro respecto a la población en edad activa (16-65 años), la dualidad entre los barrios del noroeste y sureste de la ciudad muestra una llamativa persistencia. Heredada de la industrialización e implantación de las estaciones ferroviarias a fines del siglo XIX, el mapa aún dibuja una especie de frontera intangible –pero no por ello inexistente- con niveles de paro al sur de la misma que duplican con creces los de la mitad septentrional, a excepción de algunos antiguos núcleos de extrarradio ahora con elevada presencia de inmigrantes. Pero una perspectiva dinámica de lo ocurrido durante la crisis demuestra que la destrucción de empleos, lejos de atenuar o estabilizar esas desigualdades, las agudiza, con más de la mitad de los nuevos desempleados en siete distritos periféricos del cuadrante sureste. Como contrapunto, tanto en los barrios del Ensanche decimonónico, en torno al eje de negocios del Paseo de la Castellana, como en los de la periferia noroccidental, las tasas de aumento fueron inferiores a la mitad como reflejo del perfil sociolaboral de sus residentes.

Finalmente, buena parte de los desempleados madrileños se concentran en barrios aquejados por altas tasas de paro y rodeados por otros de características similares. Eso refuerza la formación de bolsas de malestar ciudadano en donde realidad objetiva y percepción subjetiva de marginación se retroalimentan, lo que debiera ser objeto de atención urgente para las políticas urbanas. Es lo que se llama autocorrelación espacial.

En resumen, la cuestión de la desigualdad, siempre relevante en el debate social y político, parece recuperar hoy protagonismo a medida que se profundizan los contrastes inherentes a lo que, en una obra hoy muy citada, Piketty califica como nueva era de capitalismo patrimonial. Debemos destacar que esa creciente polarización social y espacial se reproduce a diferentes escalas y que las grandes ciudades son laboratorio privilegiado para analizar sus causas y efectos, ofrecen un amplio campo para los estudios urbanos. Pero comprender que la crisis no es un simple fenómeno coyuntural, sino que acentúa procesos anteriores y hace surgir nuevas contradicciones que transforman la estructura urbana, puede dotar al estudio del desempleo en Madrid de un sentido que vaya más allá de los datos para aportar argumentos al necesario debate colectivo sobre el futuro de nuestras ciudades.

i Ricardo Méndez es geógrafo y profesor de investigación en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC.

Para más información:

Méndez, R. y Prada, J. Crisis, desempleo y vulnerabilidad en Madrid. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de abril de 2014, vol. XVIII, nº 474. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-474.htm>.

Méndez, R.; Abad, L.D. y Echaves, C. Atlas de la crisis. Impactos socioeconómicos y territorios vulnerables en España. Valencia, Tirant lo Blanch, 2015, 300 págs.

Paro registrado sobre población en edad activa en los barrios de la ciudad de Madrid y evolución desde diciembre de 2006.

Paro registrado sobre población en edad activa en los barrios de la ciudad de Madrid y evolución desde diciembre de 2006.

Paro registrado sobre población en edad activa en los barrios de la ciudad de Madrid y evolución desde diciembre de 2006.

La sociedad del riesgo consentido, constante y creciente

por Jorge Olcina Cantos

Cuando escribo estas líneas me llega la noticia, triste, del fallecimiento del sociólogo alemán Ulrich Beck que, sorprendentemente, apenas ha merecido algún pequeño párrafo en los medios de comunicación españoles, publicado además varios días después de haber ocurrido. Beck zarandeó en los años ochenta los cimientos de la reflexión social contemporánea. Tras el desastre nuclear de Chernobil, publicó su famoso ensayo y tuvo el acierto de situar al riesgo como argumento básico para la interpretación del funcionamiento actual de la sociedad global. El mundo occidental, asentado en su comodidad económica, se dio cuenta de que tampoco era ajeno a la posibilidad de un gran desastre. Las fronteras políticas entre los bloques de entonces perdían todo sentido ante los efectos transfronterizos de un accidente nuclear. La seguridad diseñada en el mundo desarrollado no resultaba ya válida. Se puso de manifiesto, en suma, que no existe el riesgo cero y que los peligros no distinguen según el nivel de vida de las sociedades afectadas. Por muchos recursos económicos de que se dispongan la catástrofe puede presentarse en cualquier momento. Y lo peor es que ese riesgo, como casi todos (naturales y teconológicos), los “fabrica” el propio ser humano.

El riesgo es ese umbral de peligro probable que aceptamos de modo individual o colectivo, y que puede alterar nuestro diario funcionamiento social y zarandear en cualquier momento nuestro siempre débil y efímero bienestar ante los eventos extremo. Para hacer frente a sus efectos, como señaló Beck, han proliferado las respuestas individuales; seguramente por la falta de creencia en el sistema público de seguridades colectivas que deben fomentar los gobiernos. Nos interesa estar seguros…pero estar seguros nosotros. Importa poco el vecino. Y le importa menos al administrador o político de turno. El riesgo no es un tema cómodo para la política; genera desastres y eso no es buen cartel electoral.

A esta situación de riesgo amenazador hemos llegado por nuestra mala praxis territorial, por nuestra falta de respeto a la naturaleza, por la necesidad creciente de abastecernos de recursos finitos, por nuestro afán de enriquecernos por encima de lo posible…En definitiva, el ser humano convertido en “hacedor” de desastres. Los gobiernos han tejido la coartada: todo se permite en aras al supuesto bienestar colectivo aunque ese bienestar sólo sea riqueza para unos pocos. Si añadimos la falta intencionada de información a la sociedad y la justificación de la inacción política en una supuesta falta de conocimiento científico de los posibles peligros tendremos los ingredientes que componen el nuevo escenario social contemporáneo: una sociedad de riesgo consentido, constante y creciente. Y los ciudadanos lo hemos permitido. También desde la ciencia.

Desde Beck, el análisis de riesgo adquirió nuevas dimensiones y perspectivas donde las prácticas sociales en el territorio y las políticas y prácticas de defensa ante los peligros centran un debate epistemológico que se enriquece progresivamente con conceptos, métodos y herramientas de trabajo. Vulnerabilidad, exposición, resiliencia, gobernanza, cartografías de riesgo, seguridad, adaptación son los ejes actuales de la investigación en riesgos desde ópticas diversas.

Portada de la edición española de La Sociedad del Riesgo, Ulrich Beck, Ed. Paidos, 1998.
Portada de la edición española de La Sociedad del Riesgo, Ulrich Beck, Ed. Paidos, 1998.

Pero, ante un tema de tanta relevancia social y territorial como el análisis de los riesgos por los efectos no deseados que puede conllevar, la investigación pura, estrictamente académica, ya no es suficiente; hay que dar un paso más. Se impone la denuncia científica de las actuaciones indebidas en el territorio que generan incremento del riesgo y terminan quitando vidas. Una denuncia científica asentada en investigaciones rigurosas que puedan ser utilizadas en informes técnicos o procesos judiciales. Con un objetivo claro: la transmisión a la sociedad de la información veraz de lo que ocurre en el territorio. Una manera necesaria de hacer ciencia para los ciudadanos. Una actitud de vida, en suma.

La sociedad del riesgo cada vez va a soportar más riesgos; es algo intrínseco al desarrollo globalizado. Podemos permanecer quietos y dejar que los peligros nos sepulten en un pozo de dejadez. O podemos reaccionar y aportar argumentos científicos rigurosos para minimizar los efectos de lo que nos vendrá. En palabras de Judt “nos corresponde a nosotros volver a concebir el papel del gobierno. Si no lo hacemos, otros lo harán”.

Estamos ante uno de esas cuestiones que otorga utilidad social a la ciencia, y muy especialmente a la geografía, donde primero se estudió el riesgo. Si no lo desarrollamos nosotros, en toda su amplitud, desde la ética de las buenas actuaciones territoriales y ambientales, no esperemos que nuestros administradores hagan mucho por asegurar la vida de las personas. Ejemplos de lo contrario en todo el mundo –desarrollado y menos desarrollado- son manifiestos en las últimas décadas. Como científicos del territorio, con preocupaciones ambientales y sociales, estamos obligados a ello. En caso contrario, quedarán cada vez menos argumentos para acallar nuestro constante cuestionamiento social y nuestra posible desaparición como disciplina académica por falta de utilidad social de lo que hacemos, de compromiso científico con los problemas territoriales de la sociedad de nuestro tiempo.

Jorge Olcina Cantos es Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante.

Para saber más:

-Beck, Ulrich, La Sociedad del Riesgo: hacia una nueva modernidad, Barcelona, Paidós, 1998.

-Calvo García-Tornel, F. (ed.) Enfrentados a un destino adverso. De las calamidades naturales hacia las ciencias cindínicas. Geo-Critica, Los Libros de Scripta Nova, Santiago de Compostela, Meubook, 2014. [ISBN: 978-84-941933-6-1]

Regreso a Fuentepiña. Reflexiones tras el centenario de Platero y yo

Víctor Fernández Salinas*

He estado hace algunas semanas en Fuentepiña y, como cada vez que vuelvo a Moguer, vuelven a mí mis veinte años, cuando me desplacé con María desde Asturias, donde entonces vivía, para leer allí Platero y yo. De aquellos días guardo muchos recuerdos: el recorrido desde la estación de San Juan del Puerto; el pueblo a rebosar durante el último día de sus fiestas o la casa en la que nos refugiamos de la antigua calle de la Aceña, donde también vivió Juan Ramón, y en cuyo patio se apilaban tantos melones que todas las estancias tenían un olor dulzón de final de verano. Qué sosiego los días siguientes, con el pueblo blanco ya tranquilo, con los paseos por sus alrededores polvorientos y las noches blandas en aquel pub en el que un simpático camarero nos ponía música de Chico Boarque de Holanda, Tom Jobim y Miucha. Resulta paradójico, pero las vueltas a la casa, con la bossa nova de fondo en aquel Moguer dormido, nos hacían entrar en una comunión perfecta con los espíritus de Juan Ramón y de Zenobia, no más cerca de nosotros cuando los visitamos en el cementerio. Al marcharnos del pueblo nos fuimos desconcertados, sobre todo por tener abiertas, como heridas, todas las contradicciones de la juventud temprana.

Cinco años después, ya viviendo en Sevilla, volví a Moguer y el pueblo era otro. Disparado en la carrera hacia el fresón, ya nada era igual. En cada visita veía cómo cambiaban sus calles y plazas, cómo se desbordaba por todos lados y cómo la nueva agricultura, potente y ostentosa, significaba con nuevas formas y símbolos todos sus paisajes interiores y exteriores. La sencilla traza de su arquitectura tradicional se adornaba con pretenciosas balaustradas y las viñas y campos de labor se trocaban en sucesión de invernaderos.

Hasta 2005 no conocí Fuentepiña, el huerto familiar tantas veces citado en Platero y en el que está su tumba de ficción. Diego Ropero, el archivero de Moguer, nos guió a Rocío, mi colega y amiga, y a todos nuestros alumnos hasta aquel lugar mágico, adonde llegamos después de recorrer caminos arenosos y pinares. Casi escondida, aparecía la pequeña casa con su porche de cuatro arcos frontales, el pino grande y Moguer al fondo, con esa torre que, como es bien sabido, de cerca parece la Giralda vista de lejos. El pueblo había cambiado, pero Juan Ramón y Platero seguían allí.

Después he vuelto varias veces, pero, tras algunos años sin acercarme, he regresado a Fuentepiña con Armando para hacerle nuestro homenaje íntimo a los cien años de la publicación de Platero y yo. Qué descorazonador el acceso a través de polígonos industriales, de bosques de eucaliptos y de un centro de turismo rural autista. La pequeña casa, cegada su puerta con un muro de ladrillo y abiertas las ventanas en signo de desamparo, estaba rodeada y ahogada por el abandono más absoluto. Varios tinglados en ruinas, restos de plásticos industriales y, sobre todo, al asomarnos para rescatar la mirada hacia Moguer que tantas veces había disfrutado Juan Ramón, el terrible impacto de los invernaderos a menos de cien metros de la casa. El cartelón que en su día mostró un mapa de “Monumentos rurales”, ya sin el mapa, era un verdadero símbolo en sí mismo a la desidia. ¿Cómo Andalucía, que ha dado sobradas pruebas de sensibilidad, puede ignorar así la memoria de quién tanto sintió y tan bien describió esta tierra? Florencio Zoido (GeocritiQ, 30 de diciembre de 2014) señala que Juan Ramón es un precursor del Convenio Europeo del Paisaje y antecedente preclaro de la defensa de los valores del entorno. En medio de todo aquello, nos preguntamos qué habría sentido la persona que había dejado unas flores blancas de papel bajo el pino grande, la literaria tumba de Platero: el único signo de reconocimiento en medio de aquella desolación. En 2014 ha habido muchos homenajes al burrito y a Juan Ramón, pero no parece que nadie se haya interesado por los paisajes reales de Platero, salvo esta persona anónima, romántica y nada mediática, que llevó flores a una tumba donde nunca se enterró ningún burro.

Nos fuimos de Fuentepiña dejando el paraje solitario al atardecer y debatimos sobre qué había que hacer con aquello. Sin acertar con una propuesta concreta, odiamos las tematizaciones del patrimonio y del paisaje, sí convenimos en que si Juan Ramón levantase la cabeza reclamaría un lugar mejor para el descanso literario de Platero:

“Esta tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos. […]

-¡Platero, amigo! –le dije yo a la tierra-: si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo, y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizás, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí?”

Yo no lo sé Juan Ramón, pero aun en el abandono de los lugares en los que tú idealizaste un pueblo hasta alcanzar su reconocimiento universal, Platero y tú seguís siempre vivos entre muchos de nosotros, que más cercanos a los lugares de tus correrías que a los foros de celebraciones oficiales, permanecemos fieles a la luz de tu palabra y a la memoria feliz de tu burrito.

Para mayor información:

ZOIDO NARANJO, Florencio. Juan Ramón Jiménez figura intelectual señera para la protec­ción y gestión de los paisajes. El paisaje en Platero y yo. GeocritiQ. 30 de diciembre de 2014, nº 108.  [ISSN: 2385–5096]. <http://www.geocritiq.com/2014/12/juan-ramon-jimenez-figura-intelectual-senera-para-la-proteccion-y-gestion-de-los-paisajes-el-paisaje-en-platero-y-yo/>

* Víctor Fernández Salinas es profesor del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla

Los jóvenes pueden hacer tareas socialmente útiles.

Los alumnos de cuarto curso de la ESO del Instituto Laia l’Arquera de Mataró (Barcelona) estudian las injusticias alimentarias a escala mundial dentro del proyecto “Conectado Mundos” de la ONG Oxfam Intermón que lleva por título: Semillas para un mundomás justo. Analizan el origen y las causas de esta injusticia y sus consecuencias sociales, económicas y medioambientales. Además reflexionan sobre las alternativas y las posibles soluciones. Pero, su trabajo va más allá del aprendizaje en el aula. Durante dos semanas los mismos alumnos llevan a cabo una campaña de recogida de alimentos en su centro educativo para la Fundación San Joaquim, que regenta un comedor social de su ciudad. Primero dan a conocer a todas las clases del Instituto la campaña, presentado y analizando la situación alimentaria des del local hasta lo global. Después organizan una gimcana y unos torneos deportivos, la condición para participar es llevar un alimento. Gracias a esta recogida, el Instituto pudo llevar más de 210 Kg en el comedor social de la Fundación.

Este es uno de los proyectos de Servicio Comunitario que el Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Catalunya impulsa en alumnos de Educación Secundaria. La finalidad del proyecto es garantizar que los estudiantes, a lo largo de su trayectoria escolar, experimenten y protagonicen acciones de compromiso cívico, aprendan en el ejercicio activo de la ciudadanía, y pongan en juego sus conocimientos y capacidades al servicio de la comunidad. El Servicio se lleva a cabo con la propuesta educativa de Aprendizaje Servicio. Los estudiantes aplican lo que aprendieron en el aula al servicio de la comunidad, y así transforman la realidad, y aprenden cosas que no se pueden encontrar en los libros. Aprenden en escenarios concretos y reales, en acciones que sirven a la comunidad. Los niños y jóvenes salen del lugar de “destinatarios” para convertirse en protagonistas, cuando dejan de ser mirados como “los pobrecitos”, “los peligrosos”, “los superficiales” o “la esperanza del mañana” para ser reconocidos como activos y creativos constructores del presente.

La relación circular que se establece entre el aprendizaje y el servicio genera una nueva realidad, que intensifica los efectos de cada uno por separado. El aprendizaje aumenta la calidad del servicio, le da más calado: favorece la reflexión sobre lo que se hace y por qué se hace. El servicio ofrece un sentido al aprendizaje, lo hace funcional, útil, además de facilitar otros elementos competenciales, curriculares y organizativos. No se está hablando de una nueva materia: se aprovechan los aprendizajes curriculares de una o de varias de ellas para realizar un servicio para satisfacer las necesidades del entorno. En cuanto unos alumnos enseñan el uso del móvil a personas mayores, en la materia de tecnología deben decidir cuáles son las funciones de los móviles más convenientes a trabajar y en la de lengua a aprender cómo comunicarse correctamente, a fin de ofrecer un servicio de calidad.

“Aprender puede ser mucho más que leer y estudiar: aprender también es hacer, es ayudar a transformar la realidad. Aprendizaje servicio es aplicar lo que se aprende en el aula para realizar una actividad solidaria con la comunidad», explica María Nieves Tapia, directora del Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (CLAYSS). Algunos ejemplos: «Cuando lo que aprendimos en Lengua lo usamos para organizar una biblioteca para el barrio, o cuando lo que se aprende en Ciencias sirve para participar de un programa de forestación».

Los proyectos de Aprendizaje Servicio tienen cinco componentes fundamentales para poderse llevar a cabo:


1. Permite a los estudiantes aprender y desarrollarse mediante la participación activa en un servicio que se lleva a cabo en una comunidad y satisface sus necesidades. Estas deben ser reales. Cuando organizamos una campaña de donación de sangre, se presentará a los alumnos que sin la donación desinteresada de las personas no se puede obtener sangre, que pueden salvar vidas a personas. Por lo tanto su campaña ayudará a incrementar la disposición de sangre en los centros hospitalarios.


2. Es una acción colectiva y coordinada entre centros educativos y entidades, en el que todos ganan y mejoran. No se puede llevar a cabo sólo en el aula, hay que salir para hacer el servicio y hay que otros vengan a formar al alumnado. Cuando el alumnado tiene que ir a un geriátrico a llevar a cabo un proyecto de intercambio generacional, el personal del centro deberá entrar en el aula a formar al alumnado de las características de las personas mayores o bien presentar los estudiantes las dificultades de comunicación se pueden encontrar.


3. Ayuda a fomentar la responsabilidad cívica. Para extender un concepto democrático y participación de ciudadanía y para fomentar la consideración de niños y jóvenes como ciudadanos de primera. Los jóvenes se convierten en protagonistas del cambio; no sólo tienen derechos como miembros de la sociedad sino que también tienen deberes para con ella.


4. Integra y mejora el plan de estudios. El alumnado aplica lo aprendido en el aula al servicio de la comunidad. Pasan a ser reconocidos como ciudadanía activa y con responsabilidades sociales. El servicio que el alumnado debe realizar hace que tengan que prepararse muy bien, esto hace que se motiven hacia el estudio y aumentar los resultados académicos. Cuando unos alumnos se convierten de guías para explicar y presentar la historia de su ciudad a través de los monumentos más representativos, hace que la preparación de los contenidos tenga más sentido y sean significativos ya que si no lo hacen bien los que le escucharán no les seguirán, sean otros alumnos o bien personas que se apuntan en las rutas.


5. Proporciona tiempo estructurado (antes, durante y después) para que los estudiantes reflexionen y se formen. El simple activismo no conlleva aprendizaje, necesita una reflexión. También es importante que se tenga en cuenta al final de la experiencia haya un reconocimiento formal al trabajo realizado por el alumnado.

Diferentes son los servicios que los niños y jóvenes pueden realizar, a partir de las necesidades y los objetivos que se planteen: sensibilizar a la población; colaborar en tareas logísticas; denunciar, defender y revindicar acciones; compartir conocimientos; ayudar a personas vulnerables o captar recursos para una causa. Esto hace que sea una propuesta muy abierta y adaptable a la realidad del entorno y las capacidades y edad del alumnado pudiéndose realizar en cualquier nivel educativo, des de los estudios primarios hasta la Universidad. En este momento, el Aprendizaje Servicio está introducido en los sistemas educativos de los cinco continentes.

Para mayor información:

GONZÁLEZ, ALBA. Aprendizaje- servicio en la Escuela Secundaria. Buenos Aires: Programa Nacional Educación Solidaria, 2008

PUIG, J.M.ª (coord.) Aprendizaje servicio (ApS). Barcelona: Graó, 2009

TAPIA, NIEVES): Aprendizaje y servicio solidario: en el sistema educativo y las organizaciones juveniles. Buenos Aires: Ciudad Nueva, 2005.

BRUGH, MICHAEL. Cal Serve Service-Learning Initiative. California: Department of Education, 2010.

BATLLE, ROSER). El Aprendizaje-Servicio en España: El contagio de una revolución pedagógica necesaria. Madrid: Educar, 2013.

Martí Boneta i Carrera es técnico Docente Generalitat de Cataluña.