La justificación política de la expansión inmobiliaria y residencial tras la crisis

Alejandro Mantecón, Joan Carles Membrado y Raquel Huete

La proliferación de urbanizaciones y diseminados de «casitas» en las periferias de tantos municipios situados en las regiones mediterráneas reconfiguró la estructura urbana y social en la que se insertaban sus poblaciones y generó diversos efectos que de diferentes maneras afectaron a las dimensiones políticas, socioeconómicas, culturales y al entorno medioambiental de estas sociedades. Este proceso hunde sus raíces tiempo atrás, aunque la intensidad adquirida en la provincia de Alicante durante los diez años anteriores al estallido de la burbuja inmobiliaria llegó al paroxismo.

Urbanización “Castalla Internacional” Fuente: Raquel Huete
Urbanización “Castalla Internacional” Fuente: Raquel Huete

Antes de 2007 los discursos políticos hegemónicos habían caracterizado el proceso de expansión inmobiliaria y de atracción de residentes procedentes de países europeos con un PIB per cápita superior al español como «no problemático» o, sencillamente, como una fuente sostenible de producción de riqueza y, en definitiva, de progreso.

% de población extranjera empadronada en 2012


LitoralPrelitoralInterior
Municipios con una población extranjera entre un 25% y un 50%-Busot -Finestrat -Teulada-Moraira -l’Alfàs del Pi-La Nucia -San Miguel de Salinas -Bolulla -Tàrbena-Millena -Beniardá -La Romana -Xixona
Municipios con una población extranjera igual o superior al 50%-Calp -San Fulgencio -Benijófar -Benitatxell -Rojales-Llíber -Algorfa -Daya Vieja -Benidoleig -Alcalalí-Castalla -Hondón de las Nieves -Hondón de los Frailes

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la Estadística del Padrón Continuo a 1 de enero de 2012 (INE, 2012).

En el ámbito local, el colapso del sector del ladrillo y la constatada incapacidad de las instituciones políticas y económicas para generar nuevas fuentes de riqueza ha obligado a los políticos municipales a realizar matizaciones. En el escenario posterior a 2008 los representantes locales de los partidos mayoritarios reconstruyeron su sistema de justificaciones produciendo nuevas claves legitimadoras que integraban los impactos de la crisis. Así, resulta interesante observar cómo, a la vez que se empezaban a admitirse aspectos críticos, se omitían posibles responsabilidades políticas y, por supuesto, cualquier reconocimiento a quienes advirtieron de los riesgos de especializar el desarrollo municipal amplificando hasta límites insospechados una economía inmobiliaria carente de planificación y disfrazada de desarrollo turístico-residencial.

Los aspectos críticos que los políticos se mostraron dispuestos a reconocer se asocian a las demandas de los residentes extranjeros y a la negligencia de los promotores inmobiliarios. Con el primer grupo se pasó a adoptar una actitud ambivalente: por un lado, de agradecimiento por «los servicios prestados» (inversión económica en el municipio acompañada en las etapas iniciales de una ausencia de exigencias) y, por otro lado, de cierto hartazgo ante sus crecientes demandas a los respectivos consistorios y su recalcitrante reticencia a adaptarse a los ritmos de la vida local y, más allá, a la forma de ver el mundo de los españoles. Respecto al segundo grupo, el de los promotores, se pasó a establecer un discurso, podría decirse, orientado al distanciamiento y a la recriminación. De tal modo, las complicaciones derivadas de la nueva configuración socio-espacial del municipio, así como las posibles carencias de infraestructuras, sería el resultado de la negligencia de constructores irresponsables y, en última instancia, de los consumidores de sus productos inmobiliarios que, al fin y al cabo, decidieron voluntariamente adquirir sus propiedades en un contexto de libre mercado.

De especial interés resulta la identificación de una nueva clave discursiva mediante la que algunos políticos admiten efectos positivos no previstos de la crisis económica. Paradójicamente, esos efectos positivos tendrían que ver con la contribución que la crisis ha realizado a la hora de deshacer lo hecho durante los periodos de expansión, cuando la acción de los promotores inmobiliarios gozaba de la complicidad y el apoyo –cuando no literalmente del impulso– de los partidos mayoritarios y los responsables políticos pugnaban por conseguir atraer a sus municipios al mayor número posible de residentes europeos. Así, la salida de los municipios de residentes extranjeros junto al repliegue hacia los antiguos centros urbanos de los que continúan viviendo en ellos habría fomentado nuevas formas de interacción y participación, cuestión ésta que tiende a ser valorada por los políticos muy positivamente, más aún cuando ese repliegue aligera el costoso mantenimiento de una herencia de extensas periferias de urbanizaciones que han pasado de simbolizar una particular idea de progreso a representar las contradicciones que esa idea escondía.

Para mayor información:

MANTECÓN, Alejandro; MEMBRADO, Joan Carles; HUETE, Raquel. Fragmentación socio-espacial, inmigración europea y discursos políticos en la Provincia de Alicante. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, 2016, nº 72, pp. 67-90. ISSN: 0212-9426. Disponible en: http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2332/2198

Alejandro Mantecón y Raquel Huete son profesores en el Departamento de Sociología I de la Universidad de Alicante

Joan Carles Membrado es profesor en el Departamento de Geografía de la Universitat de València

La crisis evidencia la Europa de las dos velocidades, también en turismo

Mercedes Jiménez García*

Según datos de la Organización Mundial de Turismo (OMT), Europa es la primera región turística a nivel mundial, tanto por llegadas como por ingresos de turismo internacional. Entre sus principales destinos turísticos, se encuentran países tradicionalmente turísticos y especializados en dicho sector, como es el caso de España, Francia, Italia, Grecia o Portugal, entre otros.

No obstante, Europa ha venido experimentando en las últimas décadas una desaceleración de su crecimiento turístico, frente a un elevado crecimiento de otros destinos emergentes tales como Oriente Medio o Asia y el Pacífico, pero esta desaceleración de las llegadas de turistas internacionales no se ha producido en todos sus territorios por igual. Se puede hablar, por tanto, de un importante crecimiento en la llegada de turistas en los países del Este, que se vio impulsado, sobre todo, por la adhesión de algunos de ellos a la Unión Europea y el cambio que esto conlleva a nivel económico, político, social, etc. (a partir de la quinta ampliación, en 2004 y las siguientes), frente a un crecimiento mucho menor de países tradicionalmente turísticos y ya maduros en este sector.

Pero… ¿qué pasó con la llegada de la actual crisis? ¿se mantienen estas tendencias? Las tasas de crecimiento turístico se invierten, el fuerte crecimiento turístico de los países emergentes del Centro-Este europeo (Letonia, Lituania, Bulgaria, etc.) experimentado en los años anteriores a la crisis, no se está manteniendo durante la misma, sino que, por el contrario, estos países son los que están experimentando actualmente un mayor descenso en el ritmo de crecimiento turístico. Frente a esto, se observa el comportamiento de países turísticamente más maduros con un crecimiento inferior de sus llegadas en época de bonanza pero que, durante la crisis muestran un menor descenso en sus tasas de crecimiento (como por ejemplo, Francia o Grecia).

Por lo tanto, se observa que ante las transformaciones acontecidas en la economía mundial en los últimos años (actual crisis económico-financiera), la demanda turística que, hasta el momento se encontraba dispersa ante una oferta cada vez mayor (destinos emergentes competidores), ha tendido, durante la misma, a la concentración en los destinos maduros, más desarrollados, y con mejores condiciones económicas, sociales, de calidad de vida, etc.

¿Es posible que este comportamiento venga, en parte, explicado por la diferente presencia en estos destinos de factores que afecten al turismo? La respuesta tiende hacia el sí. Se ha identificado que las variables económicas e infraestructurales son más determinantes en la atracción turística que otras de tipo medio ambiental o de calidad de vida del destino.

Variables EconómicasVariables InfraestructuralesVariables Medio ambientalesVariables de Calidad de Vida
IPC armonizadoComercio de bienes culturalesContaminación medio ambientalCamas de hospital
Tipo de cambioComercios minoristasContaminación acústicaDelincuencia o vandalismo
Renta pc disponibleEstablecimientos de alojamiento

Tasa de crecimiento del VAB


Algunos de los principales factores determinantes de la demanda turística

Es más, se ha comprobado que en las regiones europeas turísticamente más maduras se dan unos valores más elevados de estos dos factores más relevantes (económicos e infraestructurales). Hecho éste que puede contribuir a explicar que, durante la crisis, estas regiones hayan experimentado un descenso de su crecimiento turístico no tan pronunciado como el de las regiones emergentes, demostrando así, un comportamiento turístico mucho más estable (en época de bonanza y de crisis) y su consolidación en el sector.

No obstante, los cuatro factores analizados son elementos del desarrollo regional por lo que, un aumento de las inversiones en estos ámbitos y una elaboración de políticas estratégicas dirigidas hacia el adecuado fomento de los mismos, pueden contribuir al aumento de la demanda turística del destino así como a una mejor capacidad de adaptación ante cambios en el ciclo económico. Por otra parte, aunque los factores medio ambiental y de calidad de vida no se configuren aún como tan determinantes en la atracción turística como los económicos e infraestructurales, su creciente auge y las mejoras en su posibilidad de cuantificación y medición pueden conllevar un importante salto cualitativo en su posicionamiento en los futuros modelos de demanda turística.

Para mayor información:

JIMÉNEZ GARCÍA, Mercedes et al. Bipolaridad turística en Europa. Consolidación de destinos maduros en época de crisis. Cua­der­nos de Turismo, 2016, nº 38, p. 221-243. ISSN: 1139–7861 y eISSN: 1989–4635. Dis­po­ni­ble en <http://revistas.um.es/turismo/article/view/271431/199791>.

* Mercedes Jiménez García es profesora en el Departamento de Economía General de la Universidad de Cádiz, España.

La desigual geografía de la crisis en España.

por: Luis Abad* y Carlos Echaves**

La crisis financiera e inmobiliaria iniciada en 2007 puso fin en España a una década de crecimiento continuado en la que el país logró insertarse con éxito en los circuitos de la globalización económica. Pero, bajo los logros de aquel modelo quedaron ocultos desequilibrios que, con el estallido de la crisis y la posterior aplicación de las políticas de austeridad fiscal y de las reformas estructurales impuestas desde las instituciones comunitarias, han quedado al descubierto e incluso se han agravado.

En el análisis de estos desequilibrios la dimensión territorial resulta pertinente. Los efectos espaciales derivados de la Gran Recesión y de las respuestas neoliberales dadas a la misma no han sido homogéneos. Comprender qué territorios se han mostrado más vulnerables a ambos procesos y qué factores explican ese comportamiento diferenciado son cuestiones oportunas para revisar de forma crítica aquellas estrategias de desarrollo que generaron una elevada vulnerabilidad, y extraer aprendizajes de aquellas otras que propiciaron una mayor capacidad de resistencia.

A partir del análisis de 15 indicadores económicos, sociales, demográficos e inmobiliarios obtenidos de fuentes de información diversas se han estudiado los impactos de la crisis en las 50 provincias españolas y en los 363 municipios urbanos que superaban los 20.000 habitantes al iniciarse ésta en 2007. El periodo abarca desde diciembre de 2006 y hasta finalizar 2013, lo que permite observar tendencias coherentes en ambas escalas territoriales, de las que se deduce la existencia de fuertes contrastes en cuanto a la intensidad con que la crisis golpeó a los diversos territorios y también respecto al efecto provocado por las políticas neoliberales de austeridad impuestas a partir de 2010. Puede hablarse así de una geografía de la crisis y de una geografía de la austeridad.

A través del cálculo de un Índice Sintético de Vulnerabilidad (ISV) que combina los quince indicadores provinciales y los ocho urbanos, con valores positivos para aquellas que padecieron impactos superiores al promedio español –tanto más altos cuanto mayor fue su gravedad- y negativos en caso contrario, se identifican regularidades que permiten comprender por qué algunos territorios han sido más vulnerables y otros mostraron mayor capacidad de resistencia. El ISV elaborado permite así agrupar a las provincias y ciudades que han mostrado un comportamiento similar ante la crisis (figura 1).

Figura 1. Índice Sintético de Vulnerabilidad ante la crisis de las provincias y ciudades con más de 20.000 habitantes

Fuente: Elaboración propia

Las áreas de mayor impacto de la crisis se localizan a lo largo del litoral mediterráneo, con Castellón, Murcia y Valencia a la cabeza, y en las áreas de expansión de las aglomeraciones de Madrid y Barcelona, destacando Toledo y Lleida. A escala urbana, las ciudades de la crisis se dibujan con nitidez, con las diez más vulnerables también situadas en el litoral mediterráneo junto a otras canarias y madrileñas.

Son territorios que apostaron por un modelo urbanizador insostenible que facilitó el rápido despegue de sus economías a costa de en un elevado endeudamiento y de una especialización en actividades de baja productividad, fuertemente cíclicas (construcción, industrias auxiliares o servicios al consumo) y con un empleo precario y de baja cualificación.

Entre los territorios menos vulnerables se distinguen dos tipos con características diferenciadas. En primer lugar, aquellos que partían de una larga tradición industrial y que apostaron por desarrollar una economía diversificada. Alrededor de una industria renovada y con cierta capacidad exportadora progresaron unos servicios empresariales avanzados que favorecieron la innovación y generaron empleo de mayor calidad, al tiempo que se desarrollaron otros servicios de tipo turístico y comercial que fortalecieron sus estructuras productivas. Las provincias y ciudades atlánticas, especialmente las del País Vasco, han sido sus principales exponentes.

El segundo tipo corresponde a algunas provincias y ciudades del interior (Lugo, Ourense, Badajoz, Zamora…). El impacto de la crisis fue relativamente moderado en ellas al estar poco implicadas en el crecimiento de la burbuja inmobiliaria y su posterior pinchazo. El empleo público las protegió en los inicios de la crisis, pero tras implantarse las medidas de austeridad ha dejado de hacerlo. Además, cuentan con ciudades intermedias que se han comportado como centros administrativos, comerciales y de servicios en estas regiones interiores.

Finalmente, las dos mayores aglomeraciones metropolitanas han mostrado fuertes contrastes internos entre los núcleos que concentran a grupos de riesgo, que han padecido con intensidad los efectos de la crisis, y aquellos otros donde residen los grupos socio-profesionales de mayor estatus y cualificación.

En resumen, el análisis del impacto territorial de la crisis invita a abrir un debate en torno a tres componentes fundamentales: la necesidad de nuevos modelos productivos; la consolidación de una sociedad más cohesionada; y promover una nueva cultura y gobierno del territorio.

Para mayor información: Méndez, R. Abad, L. y Echaves, C. (2015): Atlas de la Crisis. Impactos socioeconómicos y territorios vulnerables en España. Editorial Tirant Lo Blanch. Valencia

* Luis Abad es Doctor en Geografía e Investigador contratado en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC.

** Carlos Echaves es Doctorando en Sociología e Investigador Contratado FPI en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC.

Crisis y desempleo en Madrid ¿Una ciudad dividida?

Ricardo Méndezi

El desempleo constituye el lado más oscuro de la profunda crisis económica iniciada en España a mediados de 2007. Consecuencia del agotamiento de un modelo de crecimiento que se demostró insostenible, es también la principal causa que sitúa a millones de ciudadanos ante el riesgo de caer en la pobreza y en diversas formas de exclusión. Es sabido que la probabilidad de engrosar las listas del paro varía según las características personales y las del grupo social de pertenencia, pero resulta menos habitual la referencia a las fuertes diferencias espaciales registradas en su aumento, visibles a diferentes escalas. Lo ocurrido en la ciudad de Madrid resulta un buen exponente del fuerte impacto urbano que tienen las crisis capitalistas, que en unos casos refuerzan viejos contrastes y en otros provocan modificaciones sustantivas de su estructura interna.

Lejos de ser un detalle banal, la diferente respuesta que las ciudades o sus barrios han ofrecido, primero a la crisis inmobiliario-financiera y más tarde a las políticas de austeridad que prolongaron la recesión, guarda relación directa con su grado de vulnerabilidad. Esa vulnerabilidad no es fruto del azar ni de una maldición bíblica, sino que es una construcción social con claves específicas que la literatura especializada relaciona con dos aspectos principales: su exposición al riesgo y su sensibilidad o fragilidad.

En ese sentido, aquellas ciudades que se especializaron en actividades de baja productividad y fuertemente cíclicas como la construcción o numerosos servicios al consumo, con altos niveles de endeudamiento y una elevada proporción de empleo temporal, fácilmente desechable en periodos de estancamiento económico, han padecido de forma intensa tanto el aumento del paro como otros costes de la crisis. En su interior, los barrios con mayor presencia de grupos sociolaborales de riesgo (inmigrantes, jóvenes sin formación, trabajadores precarios, personas de bajos ingresos…), así como déficit de servicios y equipamientos, han concentrado también los impactos más negativos de no existir políticas destinadas a paliar tales efectos. La vulnerabilidad actual resulta, pues, de una trayectoria previa en que se acumularon más o menos recursos y capacidades, pero también de una ideología neoliberal en la gestión urbana que intensifica la competencia, erosiona los mecanismos de solidaridad y reduce la acción pública en materia de protección social y ordenación territorial.

Más allá de unas cifras necesitadas de actualización periódica, la evolución del paro registrado en Madrid durante los cinco años posteriores al inicio de la crisis permite constatar algunas tendencias consistentes.

En primer lugar, el conjunto de la región metropolitana casi triplicó el número de inscritos en las oficinas de empleo, superando incluso la media española, en tanto su ciudad capital duplicó con creces la cifra inicial. Se confirma así que, pese a la acumulación de diversas formas de capital y las externalidades positivas asociadas a las ciudades globales, en su interior persisten grupos sociales y espacios altamente vulnerables que explican ese fuerte incremento. No obstante, es al aproximar la lente al interior de la ciudad cuando se confirma su carácter de mosaico social caracterizado por su heterogeneidad, pero en donde cada tesela muestra una localización nada casual que la crisis acentúa.

En una imagen estática sobre la distribución actual del paro respecto a la población en edad activa (16-65 años), la dualidad entre los barrios del noroeste y sureste de la ciudad muestra una llamativa persistencia. Heredada de la industrialización e implantación de las estaciones ferroviarias a fines del siglo XIX, el mapa aún dibuja una especie de frontera intangible –pero no por ello inexistente- con niveles de paro al sur de la misma que duplican con creces los de la mitad septentrional, a excepción de algunos antiguos núcleos de extrarradio ahora con elevada presencia de inmigrantes. Pero una perspectiva dinámica de lo ocurrido durante la crisis demuestra que la destrucción de empleos, lejos de atenuar o estabilizar esas desigualdades, las agudiza, con más de la mitad de los nuevos desempleados en siete distritos periféricos del cuadrante sureste. Como contrapunto, tanto en los barrios del Ensanche decimonónico, en torno al eje de negocios del Paseo de la Castellana, como en los de la periferia noroccidental, las tasas de aumento fueron inferiores a la mitad como reflejo del perfil sociolaboral de sus residentes.

Finalmente, buena parte de los desempleados madrileños se concentran en barrios aquejados por altas tasas de paro y rodeados por otros de características similares. Eso refuerza la formación de bolsas de malestar ciudadano en donde realidad objetiva y percepción subjetiva de marginación se retroalimentan, lo que debiera ser objeto de atención urgente para las políticas urbanas. Es lo que se llama autocorrelación espacial.

En resumen, la cuestión de la desigualdad, siempre relevante en el debate social y político, parece recuperar hoy protagonismo a medida que se profundizan los contrastes inherentes a lo que, en una obra hoy muy citada, Piketty califica como nueva era de capitalismo patrimonial. Debemos destacar que esa creciente polarización social y espacial se reproduce a diferentes escalas y que las grandes ciudades son laboratorio privilegiado para analizar sus causas y efectos, ofrecen un amplio campo para los estudios urbanos. Pero comprender que la crisis no es un simple fenómeno coyuntural, sino que acentúa procesos anteriores y hace surgir nuevas contradicciones que transforman la estructura urbana, puede dotar al estudio del desempleo en Madrid de un sentido que vaya más allá de los datos para aportar argumentos al necesario debate colectivo sobre el futuro de nuestras ciudades.

i Ricardo Méndez es geógrafo y profesor de investigación en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC.

Para más información:

Méndez, R. y Prada, J. Crisis, desempleo y vulnerabilidad en Madrid. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de abril de 2014, vol. XVIII, nº 474. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-474.htm>.

Méndez, R.; Abad, L.D. y Echaves, C. Atlas de la crisis. Impactos socioeconómicos y territorios vulnerables en España. Valencia, Tirant lo Blanch, 2015, 300 págs.

Paro registrado sobre población en edad activa en los barrios de la ciudad de Madrid y evolución desde diciembre de 2006.

Paro registrado sobre población en edad activa en los barrios de la ciudad de Madrid y evolución desde diciembre de 2006.

Paro registrado sobre población en edad activa en los barrios de la ciudad de Madrid y evolución desde diciembre de 2006.

La superación de la crisis y los nuevos actores internacionales

Rubén C. Lois-González

Universidade de Santiago de Compostela

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La crisis económica, cada vez se sabe más, fue el resultado de la desregulación del sector financiero, una burbuja inmobiliaria y constructiva que respondía a la perfección a lo caracterizado por C. Marx (y mejorado por D. Harvey) como proceso de acumulación secundaria del circuito del capital y, por supuesto, una deficiente gestión de multitud de haciendas públicas y privadas. Había que reajustar el funcionamiento del sistema económico, y se hizo entre 2008 y 2010, con recortes en el gasto público, cierres o rescates de bancos y reducción de derechos de los trabajadores. Había que hacer más por menos y se hizo, pero la crisis volvió a rebrotar en 2012 y 2013 en Europa, y en especial en la cuenca mediterránea. En esta segunda etapa de la misma ya nos encontramos con numerosos elementos ideológicos para analizar.

La agenda política dominante sigue insistiendo en recortes de salarios, servicios públicos, derechos laborales, etc., para continuar con la purificación necesaria en la superación de las dificultades. La integración global de la economía es la amenaza y si no trabajamos como chinos, difícilmente seremos competitivos. Frente a estas lecturas, los últimos meses van tomando cuerpo las reivindicaciones de lo público y lo comunitario, un cierto rearme de la izquierda que ya han conseguido éxitos notorios como parar la privatización de la sanidad en Madrid. Se reivindica, de nuevo, la economía, la gestión de los territorios, al servicio de las personas y de sus necesidades.

Sin duda, muchos pensamos que el esquematismo de las soluciones que se nos proponen es un mensaje intencionado de los poderosos, de los mercados, que siempre lucharán por conservar sus beneficios. No es cierto que una mayor acumulación de capital en pocas manos sea bueno. No es cierto que la economía financiera, gaseosa e incontrolable, deba adquirir un papel hegemónico respecto a la productiva. En definitiva, no es cierto que los sacrificios de miles de trabajadores sirvan para algo más que comprobar hasta qué punto podemos resignarnos a intensos períodos de castigo. El circuito económico se reactiva con consumo, con sociedades que progresan y con un gobierno eficiente de lo público que introduce estrictas reglas de juego a los actores privados. La falta de control sobre las finanzas conduce a riesgos económicos permanentes. Y son precisamente los líderes de este sector bancario (con alguna excepción), los que nos insisten en el discurso de la resignación, el abaratamiento y el autocontrol, repartiendo las culpas de unas dificultades económicas que ellos o sus antecesores en los puestos de responsabilidad de sus empresas provocaron.

En este panorama tan volátil del presente se observan novedades. Entre las mismas, el declive de Europa frente al empuje de los denominados países emergentes. Como se venía anunciando, en un mundo interconectado el Viejo Continente ha perdido fuerza y acusa una evidente falta de liderazgo. De hecho, la UE ya ha previsto que o se mejoran los indicadores de I+D+i (crecimiento inteligente), se continua la senda hacia un modelo económico más respetuoso con el medio ambiente (crecimiento sostenible) y se mantienen los derechos básicos de los ciudadanos o no se saldrá de la crisis, del declive en el que Europa está sumida. Sólo con más ciudadanía, controles democráticos directos, generación de saber y ajuste de la economía al paradigma ecológico, Europa resolverá satisfactoriamente el futuro, en un mundo donde las voces de Oriente y del Sur tendrán mucho más que decir, y ser respetadas.

A nuestro juicio, lo que resta del siglo XXI o permite construir un mundo más equilibrado, sostenible y justo, o profundizará la sensación de crisis y crueldad que se asocia al rastro histórico dejado por la centuria anterior. Estamos ante el inicio de un nuevo orden mundial donde las nuevas potencias (China, India, Brasil, Sudáfrica, etc.) pueden aportar mucho al gobierno y la economía global, en bastantes ocasiones recordándonos su pasado como territorios explotados y dependientes. Caminamos hacia un mundo multipolar, policéntrico, y esto es intrínsecamente bueno, pero que no nos engañen: es bueno porque situará a más actores en la escena mundial, porque millones de desheredados harán valer mejor sus derechos, y no porque, como se nos intenta transmitir las conquistas sociales, el Estado de Bienestar, que una parte de las sociedades occidentales ha conseguido construir sea una excepción histórica. Todo lo contrario, o el mundo camina hacia una mejor satisfacción de las necesidades de cada vez más gente con una agenda social y territorial explícita, o la crisis será permanente.

Para mayor información:

-Lois, R.; Maciá, J.C.; Armas, F.J., Cabalar, M. y Cardoso, L (Coords.) (2012): Planificación y Estrategias Territoriales en la Sociedad Actual. Págs. 545. Ed. AGALI y Grupo ANTE de la Universidade de Santiago de Compostela.