Ébola. La vulnerabilidad de la pobreza

Desde los inicios de 2014 asistimos a un bombardeo mediático sobre la enfermedad del ébola. El contagio y muerte de ciudadanos españoles influyó en esa exposición diaria de la patología en los medios de comunicación de nuestro país. En pocas ocasiones, sin embargo, se habló de las causas últimas de este riesgo biológico. Una de las más clarificadoras vino de la mano de El Roto, en la viñeta del diario El País (10 octubre 2014), en la que se ven dos cuidadores convenientemente protegidos frente a un enfermo de ébola. Uno le pregunta al otro: ¿Ébola?, y su compañero le responde: no, miseria. En los inicios de 2015, las noticias sobre el ébola prácticamente han desaparecido de los medios de comunicación; sin embargo, la plaga sigue castigando a varios países subsaharianos. Y lo hará en el futuro próximo; no sólo en las sociedades centroafricanas.

La enfermedad por el virus del ébola no se encuentra sola; varios centenares de enfermedades epidémicas, entre ellas la tuberculosis, el sida o el paludismo, matan a varios millones de personas al año en todo el mundo. Todas estas calamidades biológicas, a las que habría que añadir las plagas agrícolas, muy activas en el continente africano, pero que son universales, junto a otras catástrofes geofísicas, tienen un denominador común: golpean sobre todo a las sociedades menos desarrolladas. Tal como ha señalado el profesor Calvo García-Tornel, gracias a los análisis de las ciencias sociales, ha quedado establecida la estrecha relación entre riesgo medioambiental y fractura social. Los espacios de pobreza y marginación son frecuentemente los escenarios de las catástrofes naturales. Las imágenes recibidas de las regiones afectadas por el ébola son elocuentes: hospitales improvisados y sin medios, según denuncias de los mismos médicos; desconfianza de los enfermos hacia la medicina clínica, sustituida en algunos casos por curanderos; personal sanitario huyendo de los centros hospitalarios; suburbios sin las mínimas condiciones higiénicas, viviendas de buena parte de la población sin baño, agua corriente o electricidad; o, sencillamente, población desnutrida.

El balance provisional del último brote de ébola, según la Organización Mundial de la Salud, es de más de nueve mil personas fallecidas de unas 23.000 infectadas. Nunca hasta ahora había habido tantos afectados en un brote de la enfermedad. Los países que más han sufrido la epidemia han sido Guinea, Sierra Leona y Liberia. Otros países con casos puntuales, importados de la región del brote primario, han sido Mali, Nigeria o Senegal, en el occidente de África. Fuera de este continente se han tratado o bien se han producido infecciones en España, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Esta patología se identificó por primera vez en 1976 en la República Democrática de Congo, antiguo Zaire. En aquella ocasión se comprobaron 318 casos; hubo 280 muertos. El nombre de la enfermedad viene del río Ébola, afluente del río Mongala, tributario del río Congo. En la pequeña villa de Yambuku, en los bosques lluviosos del norte del país, se produjeron las primeras víctimas por ébola, algo más de dos centenares de fallecidos. Desde aquella fecha se han contabilizado casi una veintena de episodios de la enfermedad. Los más letales hasta el presente fueron los de 1995, localizado en la R.D. de Congo, con 315 casos y 250 muertos, y el del trienio 2001-2003, localizado en Gabón y R.D. Congo, con 300 casos y 254 fallecidos (David L. Heymann, ed., Control of Comunicable Diseases Manual, 2015).

La enfermedad por el virus del ébola, antes llamada fiebre hemorrágica del ébola, tiene una tasa de letalidad que puede llegar al 90 por ciento en el ser humano. Los orígenes de los brotes, hasta el presente, se han originado en aldeas remotas de África central y occidental, cerca de la selva tropical. El virus es transmitido al ser humano por animales salvajes y se propaga en las poblaciones humanas por infesto de persona a persona. Los huéspedes naturales del virus parece ser que son los murciélagos frugívoros de la familia Pteropodidae, en concreto el Hypsignathus monstrosus, el Epomops franqueti y el Myonycteris torquata. El virus del ébola, junto al género Marburgvirus, pertenece a la familia de los Filoviridae (filovirus). Dentro del género Ébolavirus existen cinco especies distintas; las más letales son los denominados É. Bundibugyo, É. Zaire y É. Sudán. El género É. Reston se ha encontrado en Filipinas y China, pero hasta el momento no se han transmitido casos entre personas.

El virus del ébola se contagia a las personas debido al contacto con órganos, sangre o secreciones corporales de animales infectados. Están documentados casos de infección asociados a la manipulación de primates, murciélagos y otros animales infestados con el virus. Una vez ha pasado a una persona, ésta transmite la enfermedad a otra por contacto directo o por contacto indirecto con materiales contaminados. Una de las causas más recurrentes en la transmisión del ébola es el contacto directo con cadáveres en ceremonias de inhumación, muy tradicionales en alguna de las regiones afectadas por el brote de la enfermedad. Los hombres pueden seguir transmitiendo el virus por el semen hasta siete semanas después de la recuperación clínica. Los síntomas del ébola se suelen caracterizar por la aparición de fiebre, dolor muscular, de cabeza y de garganta, seguido de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática, y en algunos casos hemorragias internas y externas. Los pacientes son contagiosos mientras el virus esté presente en la sangre y en las secreciones. El periodo de incubación de la enfermedad, es decir, el intervalo desde la infección hasta la aparición de los síntomas, oscila entre cinco y quince días. La infección por el virus del ébola sólo puede diagnosticarse mediante diversas pruebas de laboratorio y, debido a su enorme riesgo biológico, en condiciones de máximo control.

Por lo que se refiere a los sistemas de tratamiento, de momento no existe vacuna alguna contra la enfermedad. Debido a estas carencias, las tareas de prevención son fundamentales para contener el riesgo de infección de la enfermedad. De este modo, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se han puesto en marcha programas educativos para reducir los riesgos. En las regiones africanas más problemáticas, el objetivo es reducir el riesgo de transmisión del virus por contacto o ingesta de animales infestados, al tiempo que reducir el riesgo de transmisión de persona a persona, utilizando los equipos de protección para atender a los enfermos. Igualmente, es importante que las comunidades afectadas estén convenientemente informadas de la naturaleza de la enfermedad y que las personas fallecidas sean sepultadas rápidamente y en condiciones de seguridad. Los profesionales sanitarios han de tener especial atención, evitando cualquier exposición a la sangre y a los líquidos corporales del paciente y al contacto directo sin protección con el entorno contaminado.

Más allá de las cuestiones clínicas, eso sí, básicas para controlar las plagas una vez han estallado, hay que hacer hincapié en los elementos estructurales para su combate. La respuesta asimétrica en la resolución de los casos del reciente brote de ébola es un buen ejemplo. En los países desarrollados, España, Gran Bretaña o Estados Unidos, el brote ha logrado ser controlado, aunque no se hayan podido evitar algunas muertes; en los países en vías de desarrollo siguen produciéndose a día de hoy muertos por el ébola, amén de acarrear inmensas pérdidas económicas. Las causas últimas identificadas de la plaga están relacionadas con la pobreza extrema de la mayor parte de la población de Sierra Leona, Guinea y Liberia, y de la región en general. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2014 de la Organización de Naciones Unidas, esos países ocupaban en 2013 los puestos 183, 179 y 175 respectivamente de un total de 187 estados censados. Liberia y Sierra Leona fueron asoladas por cruentas guerras civiles entre la última década del siglo pasado y la primera del presente. Una parte de la población quedó desnutrida y los sistemas de salud devastados. Ese contexto explica en buena medida la debilidad esas sociedades frente a las plagas en general, no sólo contra el ébola. Los sistemas nacionales de salud pública de esos estados han desaparecido y han sido sustituidos en muchos caos por el asistencialismo humanitario de las oenegés, incapaz de hacer frente a problemas de salud globales. Es clave mejorar aquellos sistemas de salud y las infraestructuras de los países afectados por la plaga, y comprometer a las instituciones internacionales, ONU, OMS, FAO, a un programa global contra las calamidades naturales. Hoy es el ébola, mañana será otra enfermedad, o una plaga agrícola o un terremoto. Las enfermedades epidémicas, las calamidades naturales, no son atributos ineludibles de la condición humana, sino resultado de decisiones de naturaleza social.

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Para mayor información:

BUJ BUJ, Antonio: Los riesgos epidémicos actuales desde una perspectiva geográfica, en CALVO GARCÍA-TORNEL, Francisco (ed.) Enfrentados a un destino adverso. De las calamidades naturales hacia las ciencias cindínicas, Geocrítica/Los libros de Scripta Nova, Santiago de Compostela, Meubook, 2014, pp. 69-99. [ISBN: 978-84-941933-6-1]

Antonio Buj Buj es Catedrático de Enseñanza Secundaria y Doctor en Geografía Humana por la Universidad de Barcelona.

LO QUE LA POBLACIÓN PERCIBE DEL CAMBIO AMBIENTAL EN LA MONTAÑA MEDITERRÁNEA

Teodoro Lasanta*

Nuria Esther Pascual Bellido**

La montaña reúne a un 10% aproximadamente de la población mundial, pero abastece en bienes y servicios a más del 50% de los habitantes de la tierra. Por ello, algunos científicos sugieren que las montañas deben considerarse un bien común y que todos debemos participar en su gestión y conservación. Para que éstas sean eficaces, y beneficiosas para el desarrollo sostenible y el medio ambiente, es esencial conocer la opinión de los actores del territorio (stakeholders), porque son los que mejor conocer la realidad local y los encargados de aplicar las políticas públicas.

El interés global de la montaña adquiere especial significado en las mediterráneas, por su dilatada historia de gestión y por sus cambios intensos durante las últimas décadas. Así las españolas, al igual que otras europeas, han experimentado cambios profundos desde mediados del siglo XX, por emigración de la población e inadaptación a un mercado muy competitivo y global. El paisaje ha cambiado (ha perdido rasgos antropógenos para dibujar una imagen más natural) para bien (menor erosión del suelo, mayor absorción de CO2, mejor regulación hídrica, incremento del atractivo para la población urbana,…) y para mal (pérdida de un paisaje cultural, mayor riesgo de incendios, disminución de la biodiversidad,…).

La opinión de los stakeholders es fundamental para interpretar este cambio y gestionar un territorio tan extenso, interesante e influyente como la montaña mediterránea. La gestión es más eficaz y más rápida cuando se tiene en cuenta la opinión de los actores del territorio. Con este fin en Cameros Viejo (Sistema Ibérico riojano), un área muy representativa de la montaña mediterránea, se realizaron 25 entrevistas semiestructuradas a personas pertenecientes a los tres grupos sociales: personas que viven y trabajan en Cameros Viejo (grupo A), que sólo trabajan (grupo B), o que poseen una segunda residencia (grupo C). En el grupo A se incluyen personas mayores, con estudios primarios y ocupados en el sector primario. En el grupo B personas de mediana edad, con estudios superiores y empleados en el sector público. En el grupo C antiguos emigrantes y propietarios de una segunda residencia. Se preguntó por los cambios recientes en la cubierta vegetal, sus causas y sus consecuencias socioeconómicas y ambientales.

Las respuestas mostraron una buena percepción de los cambios paisajísticos registrados desde mediados del siglo XX, siendo muy conscientes del proceso de revegetación. Su percepción coincide con los resultados de los científicos en las principales causas (abandono de tierras, reforestaciones masivas por parte de la administración, y falta de ganado y personas en el monte), en algunas de sus consecuencias socioeconómicas (en la agricultura, ganadería, paisaje y caza) y en varios de los impactos ambientales: hay menos erosión del suelo, mayor riesgo de incendios, expansión de la fauna silvestre y los ríos llevan agua de mejor calidad; difieren en otros impactos, especialmente en el volumen de escorrentía. Lo más interesante de nuestro estudio fue comprobar que el grupo A tiene una percepción más realista de los cambios en el medio natural, quizás por conocer mejor las limitaciones y potencialidad de su territorio, que los otros dos grupos.

Los resultados sugieren algunas recomendaciones. En primer lugar, la menor participación de la población local puede tener implicaciones de cara a la gestión futura, al ser el grupo social que mejor percibe los cambios; son los grupos foráneos los que, cada vez más, orientan y aplican las decisiones de gestión, pese a tener una percepción distorsionada de algunas de las consecuencias socioeconómicas y ambientales de los cambios en el medio natural. En segundo lugar, los científicos deberían divulgar más y mejor sus resultados hasta hacerlos llegar a amplios sectores de la población, especialmente a los gestores del territorio. En tercer lugar, se corre el riesgo, sin la participación de la población local, de perder muchos conocimientos tradicionales que podrían resultar claves para una gestión sostenible del territorio. Por último, se señala la necesidad de tener en cuenta los resultados científicos y los conocimientos locales. Se aconseja, también, la implicación activa de los stakeholders, especialmente de la población local, en la toma de decisiones de adaptación al cambio global. Sólo así será posible actuar sobre espacios que aún conservan su capacidad de recuperación, antes de llegar a un estado irreversible.

Para ampliar información:

Lasanta, T. y Pascual Bellido, N.E. (2015): Percepción y valoración del proceso de revegetación por los actores del territorio: un estudio preliminar en el Sistema Ibérico. Documents d’Anàlisi Geogràfica, 61/1, 113-134

*Profesor de Investigación del CSIC en el Instituto Pirenaico de Ecología.

** Profesora de la Universidad de La Rioja

La sociedad del riesgo consentido, constante y creciente

por Jorge Olcina Cantos

Cuando escribo estas líneas me llega la noticia, triste, del fallecimiento del sociólogo alemán Ulrich Beck que, sorprendentemente, apenas ha merecido algún pequeño párrafo en los medios de comunicación españoles, publicado además varios días después de haber ocurrido. Beck zarandeó en los años ochenta los cimientos de la reflexión social contemporánea. Tras el desastre nuclear de Chernobil, publicó su famoso ensayo y tuvo el acierto de situar al riesgo como argumento básico para la interpretación del funcionamiento actual de la sociedad global. El mundo occidental, asentado en su comodidad económica, se dio cuenta de que tampoco era ajeno a la posibilidad de un gran desastre. Las fronteras políticas entre los bloques de entonces perdían todo sentido ante los efectos transfronterizos de un accidente nuclear. La seguridad diseñada en el mundo desarrollado no resultaba ya válida. Se puso de manifiesto, en suma, que no existe el riesgo cero y que los peligros no distinguen según el nivel de vida de las sociedades afectadas. Por muchos recursos económicos de que se dispongan la catástrofe puede presentarse en cualquier momento. Y lo peor es que ese riesgo, como casi todos (naturales y teconológicos), los “fabrica” el propio ser humano.

El riesgo es ese umbral de peligro probable que aceptamos de modo individual o colectivo, y que puede alterar nuestro diario funcionamiento social y zarandear en cualquier momento nuestro siempre débil y efímero bienestar ante los eventos extremo. Para hacer frente a sus efectos, como señaló Beck, han proliferado las respuestas individuales; seguramente por la falta de creencia en el sistema público de seguridades colectivas que deben fomentar los gobiernos. Nos interesa estar seguros…pero estar seguros nosotros. Importa poco el vecino. Y le importa menos al administrador o político de turno. El riesgo no es un tema cómodo para la política; genera desastres y eso no es buen cartel electoral.

A esta situación de riesgo amenazador hemos llegado por nuestra mala praxis territorial, por nuestra falta de respeto a la naturaleza, por la necesidad creciente de abastecernos de recursos finitos, por nuestro afán de enriquecernos por encima de lo posible…En definitiva, el ser humano convertido en “hacedor” de desastres. Los gobiernos han tejido la coartada: todo se permite en aras al supuesto bienestar colectivo aunque ese bienestar sólo sea riqueza para unos pocos. Si añadimos la falta intencionada de información a la sociedad y la justificación de la inacción política en una supuesta falta de conocimiento científico de los posibles peligros tendremos los ingredientes que componen el nuevo escenario social contemporáneo: una sociedad de riesgo consentido, constante y creciente. Y los ciudadanos lo hemos permitido. También desde la ciencia.

Desde Beck, el análisis de riesgo adquirió nuevas dimensiones y perspectivas donde las prácticas sociales en el territorio y las políticas y prácticas de defensa ante los peligros centran un debate epistemológico que se enriquece progresivamente con conceptos, métodos y herramientas de trabajo. Vulnerabilidad, exposición, resiliencia, gobernanza, cartografías de riesgo, seguridad, adaptación son los ejes actuales de la investigación en riesgos desde ópticas diversas.

Portada de la edición española de La Sociedad del Riesgo, Ulrich Beck, Ed. Paidos, 1998.
Portada de la edición española de La Sociedad del Riesgo, Ulrich Beck, Ed. Paidos, 1998.

Pero, ante un tema de tanta relevancia social y territorial como el análisis de los riesgos por los efectos no deseados que puede conllevar, la investigación pura, estrictamente académica, ya no es suficiente; hay que dar un paso más. Se impone la denuncia científica de las actuaciones indebidas en el territorio que generan incremento del riesgo y terminan quitando vidas. Una denuncia científica asentada en investigaciones rigurosas que puedan ser utilizadas en informes técnicos o procesos judiciales. Con un objetivo claro: la transmisión a la sociedad de la información veraz de lo que ocurre en el territorio. Una manera necesaria de hacer ciencia para los ciudadanos. Una actitud de vida, en suma.

La sociedad del riesgo cada vez va a soportar más riesgos; es algo intrínseco al desarrollo globalizado. Podemos permanecer quietos y dejar que los peligros nos sepulten en un pozo de dejadez. O podemos reaccionar y aportar argumentos científicos rigurosos para minimizar los efectos de lo que nos vendrá. En palabras de Judt “nos corresponde a nosotros volver a concebir el papel del gobierno. Si no lo hacemos, otros lo harán”.

Estamos ante uno de esas cuestiones que otorga utilidad social a la ciencia, y muy especialmente a la geografía, donde primero se estudió el riesgo. Si no lo desarrollamos nosotros, en toda su amplitud, desde la ética de las buenas actuaciones territoriales y ambientales, no esperemos que nuestros administradores hagan mucho por asegurar la vida de las personas. Ejemplos de lo contrario en todo el mundo –desarrollado y menos desarrollado- son manifiestos en las últimas décadas. Como científicos del territorio, con preocupaciones ambientales y sociales, estamos obligados a ello. En caso contrario, quedarán cada vez menos argumentos para acallar nuestro constante cuestionamiento social y nuestra posible desaparición como disciplina académica por falta de utilidad social de lo que hacemos, de compromiso científico con los problemas territoriales de la sociedad de nuestro tiempo.

Jorge Olcina Cantos es Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante.

Para saber más:

-Beck, Ulrich, La Sociedad del Riesgo: hacia una nueva modernidad, Barcelona, Paidós, 1998.

-Calvo García-Tornel, F. (ed.) Enfrentados a un destino adverso. De las calamidades naturales hacia las ciencias cindínicas. Geo-Critica, Los Libros de Scripta Nova, Santiago de Compostela, Meubook, 2014. [ISBN: 978-84-941933-6-1]

Regreso a Fuentepiña. Reflexiones tras el centenario de Platero y yo

Víctor Fernández Salinas*

He estado hace algunas semanas en Fuentepiña y, como cada vez que vuelvo a Moguer, vuelven a mí mis veinte años, cuando me desplacé con María desde Asturias, donde entonces vivía, para leer allí Platero y yo. De aquellos días guardo muchos recuerdos: el recorrido desde la estación de San Juan del Puerto; el pueblo a rebosar durante el último día de sus fiestas o la casa en la que nos refugiamos de la antigua calle de la Aceña, donde también vivió Juan Ramón, y en cuyo patio se apilaban tantos melones que todas las estancias tenían un olor dulzón de final de verano. Qué sosiego los días siguientes, con el pueblo blanco ya tranquilo, con los paseos por sus alrededores polvorientos y las noches blandas en aquel pub en el que un simpático camarero nos ponía música de Chico Boarque de Holanda, Tom Jobim y Miucha. Resulta paradójico, pero las vueltas a la casa, con la bossa nova de fondo en aquel Moguer dormido, nos hacían entrar en una comunión perfecta con los espíritus de Juan Ramón y de Zenobia, no más cerca de nosotros cuando los visitamos en el cementerio. Al marcharnos del pueblo nos fuimos desconcertados, sobre todo por tener abiertas, como heridas, todas las contradicciones de la juventud temprana.

Cinco años después, ya viviendo en Sevilla, volví a Moguer y el pueblo era otro. Disparado en la carrera hacia el fresón, ya nada era igual. En cada visita veía cómo cambiaban sus calles y plazas, cómo se desbordaba por todos lados y cómo la nueva agricultura, potente y ostentosa, significaba con nuevas formas y símbolos todos sus paisajes interiores y exteriores. La sencilla traza de su arquitectura tradicional se adornaba con pretenciosas balaustradas y las viñas y campos de labor se trocaban en sucesión de invernaderos.

Hasta 2005 no conocí Fuentepiña, el huerto familiar tantas veces citado en Platero y en el que está su tumba de ficción. Diego Ropero, el archivero de Moguer, nos guió a Rocío, mi colega y amiga, y a todos nuestros alumnos hasta aquel lugar mágico, adonde llegamos después de recorrer caminos arenosos y pinares. Casi escondida, aparecía la pequeña casa con su porche de cuatro arcos frontales, el pino grande y Moguer al fondo, con esa torre que, como es bien sabido, de cerca parece la Giralda vista de lejos. El pueblo había cambiado, pero Juan Ramón y Platero seguían allí.

Después he vuelto varias veces, pero, tras algunos años sin acercarme, he regresado a Fuentepiña con Armando para hacerle nuestro homenaje íntimo a los cien años de la publicación de Platero y yo. Qué descorazonador el acceso a través de polígonos industriales, de bosques de eucaliptos y de un centro de turismo rural autista. La pequeña casa, cegada su puerta con un muro de ladrillo y abiertas las ventanas en signo de desamparo, estaba rodeada y ahogada por el abandono más absoluto. Varios tinglados en ruinas, restos de plásticos industriales y, sobre todo, al asomarnos para rescatar la mirada hacia Moguer que tantas veces había disfrutado Juan Ramón, el terrible impacto de los invernaderos a menos de cien metros de la casa. El cartelón que en su día mostró un mapa de “Monumentos rurales”, ya sin el mapa, era un verdadero símbolo en sí mismo a la desidia. ¿Cómo Andalucía, que ha dado sobradas pruebas de sensibilidad, puede ignorar así la memoria de quién tanto sintió y tan bien describió esta tierra? Florencio Zoido (GeocritiQ, 30 de diciembre de 2014) señala que Juan Ramón es un precursor del Convenio Europeo del Paisaje y antecedente preclaro de la defensa de los valores del entorno. En medio de todo aquello, nos preguntamos qué habría sentido la persona que había dejado unas flores blancas de papel bajo el pino grande, la literaria tumba de Platero: el único signo de reconocimiento en medio de aquella desolación. En 2014 ha habido muchos homenajes al burrito y a Juan Ramón, pero no parece que nadie se haya interesado por los paisajes reales de Platero, salvo esta persona anónima, romántica y nada mediática, que llevó flores a una tumba donde nunca se enterró ningún burro.

Nos fuimos de Fuentepiña dejando el paraje solitario al atardecer y debatimos sobre qué había que hacer con aquello. Sin acertar con una propuesta concreta, odiamos las tematizaciones del patrimonio y del paisaje, sí convenimos en que si Juan Ramón levantase la cabeza reclamaría un lugar mejor para el descanso literario de Platero:

“Esta tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos. […]

-¡Platero, amigo! –le dije yo a la tierra-: si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo, y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizás, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí?”

Yo no lo sé Juan Ramón, pero aun en el abandono de los lugares en los que tú idealizaste un pueblo hasta alcanzar su reconocimiento universal, Platero y tú seguís siempre vivos entre muchos de nosotros, que más cercanos a los lugares de tus correrías que a los foros de celebraciones oficiales, permanecemos fieles a la luz de tu palabra y a la memoria feliz de tu burrito.

Para mayor información:

ZOIDO NARANJO, Florencio. Juan Ramón Jiménez figura intelectual señera para la protec­ción y gestión de los paisajes. El paisaje en Platero y yo. GeocritiQ. 30 de diciembre de 2014, nº 108.  [ISSN: 2385–5096]. <http://www.geocritiq.com/2014/12/juan-ramon-jimenez-figura-intelectual-senera-para-la-proteccion-y-gestion-de-los-paisajes-el-paisaje-en-platero-y-yo/>

* Víctor Fernández Salinas es profesor del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla

La urbanística de la fe

Horacio Capel, la existencia de Dios y la territorialidad ontológica *

La reflexión de Horacio Capel cruza una serie de estudios que estoy llevando a cabo sobre la territorialidad ontológica y, en particular, sobre Jerusalén, la ciudad santa para los Judíos, Cristianos y Musulmanes. La pregunta crucial que según mi opinión emerge es la siguiente: ¿cómo adecuar las necesidades de los creyentes con las instancias de gobierno de la ciudad? La relevancia de esta cuestión es universal, pero ésta es probablemente la más aguda, en esta fase histórica, en Europa, en la cuenca del Mediterráneo y en Oriente, especialmente en China.

En Europa, debido a las inmigraciones que desde el Sur alimentan en nuestro Continente la presencia de personas de fe diferente a la cristiana. En la cuenca del Mediterráneo, ya que las grandes «primaveras norteafricanas»​, las tensiones medio-orientales (Irak, Siria y la cuestión palestina), no sólo son la causa de una recuperación masiva de los flujos migratorios en Europa, sino que tienden a rediseñar en clave religiosa la conflictualidad, ya sea político-institucional o económico-social y territorial.

Por último, en China, porque el gran dinamismo urbano impreso por el desarrollo económico posterior a Deng Xiaoping amenaza con poner en discusión las grandes reglas que han regido durante milenios la proyectación y el gobierno de la ciudad. En la tradición china, éstos se fundan en dos órdenes de principios. Uno de tipo cosmológico, une el cielo (simbolizado por la forma geométrica del círculo) y la tierra (simbolizada por el cuadrado). El otro, recoge y organiza los saberes tópicos conocidos con el nombre de fengshui, que aseguran el éxito en la búsqueda del «buen lugar» para vivir (la ciudad, la casa) y para morir (la tumba, el cementerio).

Se entiende, por lo tanto, que el tema de «las manifestaciones públicas religiosas» evocado por Horacio Capel sea sólo uno de los aspectos de las cuestiones profundas que la religión impone a las prácticas urbanísticas. El punto de vista de Capel es lúcido como siempre y pone a la religión en un contexto crítico-racionalístico que de alguna manera recuerda los estudios de Max Weber. En este sentido, es perfectamente comprensible la expresión «Si Dios existe, ha de ser uno», aunque para algunos pueda resultar autoritativa y para otros provocativa. Pues bien, si tomo el punto de vista del crítico-racionalístico, convengo con muchas cosas de las que Capel dice, sobre todo en lo que respecta a la convivencia humana, que debe ser no sólo «pacífica», sino también «civil». Y civil, todos sabemos, proviene de «cives«, los ciudadanos, los que habitan en la civitas. Cuyo profundo significado geográfico es el de permitir el libre «florecimiento humano» de los habitantes, a través de la vivacidad cultural, la innovación tecnológica, cultural, institucional y política. Y eso, para retomar uno de los temas centrales del texto, tutelando el desarrollo de la regulación social a través del derecho. Pero un derecho que sea algo más y diferente del formalismo jurídico y la retórica de una falsa imparcialidad de la jurisdicción. Un derecho «citoyen«, en cambio, en el cual y por el cual la ciudad es garante y depositaria de la coincidencia entre la legitimidad y la legalidad: entre el ius, el derecho que garantiza la justicia y la lex, es decir, su codificación escrita (lex, proviene de legere, leer en latín).

Ahora, el punto de vista crítico-racionalista es sólo uno de los que sirven para interpretar el hecho religioso. De éste último son constitutivos por lo menos otros dos elementos, que quisiera llamar «teologal» y «hierocrático», respectivamente. El primero tiene que ver con la «naturaleza» de Dios y por lo tanto con las implicaciones que permiten al hombre comprender su voluntad, aunque sea de manera aproximada dados los limitados recursos cognitivos a disposición de los creyentes. El segundo tiene que ver específicamente con los poderes generados por las manifestaciones de lo sagrado y de las formas en que estos poderes se ejercen históricamente, incidiendo sobre la sociedad y el territorio. Estos dos elementos están estrechamente entrelazados, como se puede entender, pero quisiera mantenerlos separados para lograr comprender mejor su significatividad por las consecuencias urbanísticas de la religión y además por las consecuencias religiosas del urbanismo, destacando una propiedad no transitiva de esta textura.

El elemento teologal nos cuenta muchas cosas, y entre ellas, la calidad ontológica del territorio, el lugar de la geografía en los diseños del Omnipotente que el pueblo de Dios ayuda a realizar. Me limito a recordar, como alto ejemplo, la doctrina de Orígenes (siglo II) sobre el sentido de la territorialidad del mundo antes y después de la venida de Cristo. Ésto es lo que me lleva a compartir la opinión de Vicente Bielza de Ory sobre la multiplicidad de las sedes ceremoniales de los creyentes. Éstas últimas tienen un contenido funcional, ciertamente, y, como res corporales deben ser disciplinadas jurídicamente. Pero su valor es principalmente teologal, y como res incorporales, responden a ordenamientos morales. Así que, de hecho, la libertad de culto es impensable sin una libertad de los lugares de culto. Es un punto crucial de lo que se ha definido el spatial turn en los estudios teológicos, sobre el que los geógrafos y especialistas en el análisis urbano y regional pueden aportar contribuciones importantes en el marco de una nueva alianza interdisciplinaria.

Cultos y lugares de culto: Muro de las Lamentaciones y Cupula de la Roca en Jerusalém (foto: Angelo Turco, marzo de 2014)
Cultos y lugares de culto: Muro de las Lamentaciones y Cupula de la Roca en Jerusalém (foto: Angelo Turco, marzo de 2014)

La hierocracia, por su parte, cambia el enfoque sobre el poder. Un poder específicamente ligado a lo sagrado, cuyo fundamento no es tanto Dios en sí mismo, sino más bien los cuerpos mediales que se atribuyen su representación, de las Iglesias a los Estados, pasando por una miríada de instituciones intermedias. Estas hierocracias se pueden percibir históricamente en múltiples planos, y aquí quisiera limitarme a nombrar dos, ambos mencionados en la obra seminal de Weber, pero profundamente renovados en las últimas décadas. El primero tiene que ver con la economía, y se refiere a la modalidad de funcionamiento de las religiones, especialmente monoteístas, que de acuerdo con el análisis de Ph. Simonnot asumirían modelos monopolísticos y no libre-concurrenciales.

El segundo tiene su vehículo de expresión privilegiado en la política. Una relación, entre religión y política, que muchos eruditos no dudan en definir como consustancial; hoy aparece con declinaciones inéditas que M. Gauchet ha destacado en sus estudios sobre el “désenchantement du monde”.

Y es en este punto que quiero cerrar el círculo sobre Jerusalén, donde desde hace décadas con el fin de mantener «para siempre» a la ciudad en su rol de capital del Estado judío, se implementa la urbanística segregativa hecha de muros, alambre de púas, barreras móviles, prohibiciones de acceso, canales obligados de movilidad. Una urbanística seguritaria, que contempla la gestión arbitraria de los permisos de construcción, las demoliciones sorpresa, los desplazamientos forzados de población. Y eso, bajo el escudo unilateral de una legalidad sin legitimidad. Y eso, una vez más, en nombre de Dios.

* Agradezco por la traducción a Claudio Arbore y a Virginia Sciutto

Para mayor información:

CAPEL, Horacio. Las consecuencias urbanísticas de la existencia de Dios, GeocritiQ, 15 de abril de 2014. http://www.geocritiq.com/2014/04/las-consecuencias-urbanisticas-de-la-existencia-de-dios/

BOELZA DE ORY, Vicente. Otras reflexiones sobre las consecuencias urbanísticas de la existencia de Dios, GeocritiQ, 3 de junio de 2014. http://www.geocritiq.com/2014/06/otras-reflexiones-sobre-las-consecuencias-urbanisticas-de-la-existencia-de-dios/

A. Turco, Turisti a Gerusalemme. Territorialità ontologica, economia morale, cultura di pace, [COMPLETARE]

Angelo Turco es catedrático de Geografía Humana en la Universidad IULM de Milán.

Otras reflexiones sobre las consecuencias urbanísticas de la existencia de Dios

por Vicente Bielza de Ory*

El título del artículo de Horacio Capel “Las consecuencias urbanísticas de la existencia de Dios” suscita numerosas reflexiones que desbordan el puro marco de los equipamientos religiosos actuales. La afirmación principal “si Dios existe, ha de ser uno, y eso tiene impli­ca­cio­nes urba­nís­ti­cas” no es la primera vez que se hace y se intenta aplicar. Nada menos que hace 34 siglos el faraón Amenofis IV, al querer reducir a una las múltiples divinidades adoradas en Tebas, creó una nueva ciudad, Akhetatón que abandonó Tutankamon, ante la reivindicación del clero politeísta tebano. S. Freud quiso relacionar a Amenofis IV con el Moisés bíblico que vivió en Egipto un siglo después. Sin embargo, orientalistas actuales como el prof. Cannuyer de Lille, rechazan un verdadero monoteísmo en el faraón adorador del globo solar Atón y una relación directa con el Moisés, cuyo Dios, Yahvé, es el del pacto con Abraham, nacido en Ur cuatro siglos antes.

Lo importante a efectos urbanístico-religiosos es que Abraham, el primer verdadero monoteísta, no construyó templos ni ciudades. Tampoco Moisés, cuyo culto se centraba en el tabernáculo con las tablas de la ley que trasladó por el desierto desde Egipto. La religión judía no tendrá un templo monumental en Jerusalén hasta la monarquía de Salomón (siglo X aC). Tampoco la religión cristiana contó con templos al principio. Después de tres siglos de persecución, los cristianos, cuando son reconocidos por Constantino, se congregan para sus celebraciones en basílicas, los edificios romanos de reunión. Los musulmanes en sus inicios para adorar a Alá se concentran dentro de empalizadas cuadradas.

La monumentalidad en todas las religiones monoteístas aparece cuando el poder civil se identifica con la religión y la utiliza para fortalecerse. El Islam fue el primer monoteísmo impuesto por las armas y el primero en acoger, junto con el urbanismo, la arquitectura de los templos de los pueblos ocupados. Constantino, cuando funda Constantinopla, utiliza la liturgia romana anterior, pero introduce el Lignum crucis en el orbe y su sucesor Justiniano la engrandece con Santa Sofía, luego mezquita.

Probablemente fueron los politeísmos que antecedieron al monoteísmo los que antes tuvieron consecuencias urbanísticas. Para algunos estudiosos el origen de la ciudad está precisamente en los espacios ceremoniales. La génesis de la ciudad y de la cultura sin conocer la revolución agrícola, parece confirmarse a la vista de los nuevos hallazgos arqueológicos de la ciudad sagrada de Caral en Perú con las pirámides truncadas, coetáneas de las egipcias y los restos no agropecuarios de su mercado central. De cualquier forma, sea lo primigenio los centros ceremoniales-comerciales o bien la revolución agraria, la monumentalidad religiosa ha centralizado la vida urbana preindustrial, cuestión que contrastaría con reducir los equipamientos religiosos a edificios estandarizados en la era postindustrial.

La principal implicación urbanística de la religión –politeísta o monoteísta- es que en la mayoría de los países ha focalizado durante milenios la vida urbana, y en muchos casos la sigue referenciando con un patrimonio cultural y un paisaje que pueden llegar a ser las únicas señas de identidad para sus ciudadanos. Por ello proponer planes urbanísticos para las sociedades actuales con solo equipamientos religiosos de carácter ecuménico, sería tanto como dar la espalda a la geografía y a la historia urbanas. La globalización económica, la estandarización de los espacios peri y suburbanos no pueden significar la uniformización cultural.

Estando de acuerdo en excluir la violencia de las relaciones sociales, en educar a los creyentes desde la racionalidad del monoteísmo y terminar con las guerras de religión y sus catástrofes, el problema principal para la generalización de los equipamientos religiosos compartidos es que dentro de sociedades libres y democráticas no cabe la uniformidad ideológica. Hay que respetar el derecho de reunión y manifestación, incluido el religioso, que fue el primero en la historia urbana, siempre que esté regulado para no molestar a los creyentes de otras religiones o a los no creyentes. Si a los seguidores de los distintos equipos de futbol de una ciudad no se les obliga a compartir el mismo estadio, si a los diferentes partidos políticos y sindicatos no se les impone reunirse en la misma sede ¿se debería hacer en el caso de las religiones?

El derecho urbanístico ha de construirse para atender y regular las demandas de los ciudadanos, pero la tradición cultural religiosa acaba imponiéndose, como ha sucedido en la Rusia actual con los equipamientos religiosos tras casi un siglo de comunismo ateo. En el país donde Stalin destruyó o convirtió en museos la mayor parte de los templos ortodoxos, el dúo Putin-Mendeleiev, reconstruye catedrales como la de Cristo Salvador, derribada por el dictador. Proporcionar equipamientos educativos y religiosos, públicos y ecuménicos, es obligación de los gobiernos democráticos estatales y municipales, pero también, en aras de la libertad, los creyentes, pueden dotarse de aquellos equipamientos que se sufraguen.

Para mayor infor­ma­ción:

CAPEL, Hora­cio. Urba­ni­za­ción Gene­ra­li­zada, dere­cho a la ciu­dad y dere­cho para la ciu­dad. Scripta Nova. Revista Elec­tró­nica de Geo­gra­fía y Cien­cias Socia­les.  Uni­ver­si­dad de Bar­ce­lona, 1 de agosto de 2010, vol. XIV, nº 331 (7). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-331/sn-331-7.htm>.

RACINE, J-B, La ville entre Dieu et les hommes, Anthropos, Paris, 1993, 354 pp.

BIELZA DE ORY, V. De la ciudad ortogonal aragonesa a la cuadricular hispanoamericana como proceso de innovación-difusión, condicionado por la utopía, Scripta Nova. Revista Elec­tró­nica de Geo­gra­fía y Cien­cias Socia­les.  Uni­ver­si­dad de Bar­ce­lona, febrero 2002.

*Catedrático de Geografía Humana. Prof. Universidad de Zaragoza.

Mujeres progresistas en una ciudad pequeña. El pasado y el futuro de Lorca tienen nombre de mujer

Rosalía Sala Vallejo*

El camino hacia un futuro más igualitario lo iniciaron no sólo las mujeres de las sociedades avanzadas sino también las mujeres de los pueblos pequeños, desconocidos, en los que hubo y hay más mujeres progresistas de lo que se cree.

En Lorca, una ciudad pequeña del sureste de España hubo mujeres valientes que iniciaron el camino hacia el progreso y la igualdad de derechos con los hombres.

EN LORCA, UNA CIUDAD PEQUEÑA DE ESPAÑA HUBO MUJERES VALIENTES QUE INICIARON EL CAMINO HACIA EL PROGRESO Y LA IGUALDAD DE DERECHOS CON LOS HOMBRES.

Este artículo es un homenaje a todas las que vivieron en esta tierra y que apenas aparecen en los libros, porque la Historia la han ido escribiendo los hombres desde su posición de privilegio y en ella las mujeres son ignoradas.

La mujer fuerte que describe la Biblia está en cada casa y en cada calle. En las casas y en las calles de Lorca, y en las de todos los pueblos.

La Historia se ha ocupado preferentemente de los grupos sociales relacionados con lo público y con el poder. Lo que han realizado las mujeres en el ámbito privado se ha considerado algo marginal. Las mujeres necesitan que se conozca y se valore esa historia de la vida cotidiana, porque un grupo social sin memoria de sí mismo es un grupo sin identidad.

UN GRUPO SOCIAL SIN MEMORIA DE SÍ MISMO ES UN GRUPO SIN IDENTIDAD

Hay necesidad de recuperar la memoria del trabajo callado de las mujeres para construir el futuro conservando y mirando al pasado. La contribución de las lorquinas al desarrollo de su pueblo bien merece una consideración. Reconocerlo es hacer justicia histórica.

Las lorquinas famosas y rompedoras que hubo a lo largo de los tiempos no se mencionan. Las que aparecen en los documentos anteriores al siglo XX lo hacen en función de sus padres y maridos de los que dependían.

A FINALES DEL SIGLO XIX, LA SITUACIÓN COMENZÓ A CAMBIAR.

A finales del siglo XXI, la situación comenzó a cambiar. Las mujeres se hicieron visibles, rompiendo con el modelo de ‘reinas del hogar’ que se les había adjudicado. Iniciaron un camino que las llevaría lentamente hacia la presencia activa en la sociedad, en los pequeños negocios, en la enseñanza y, más adelante, en la política.

El siglo XX está lleno de nombres de lorquinas del pueblo (no sólo de clases acomodadas) emprendedoras que fueron capaces de iniciar pequeños negocios, que se abrieron camino en un mundo de hombres y contribuyeron a la prosperidad de su pueblo, dejando sus nombres grabados en la memoria lorquina.

Lorca es un lugar de contrastes. Una ciudad con rincones históricos muy tradicionales, una huerta muy fértil y un campo inmenso que se extiende desde la zona montañosa hasta la costa. Tiene por tanto posibilidades de trabajo muy diversas. En la ciudad hubo desde el siglo XIX, y luego a todo lo largo del XX, mujeres pioneras: periodistas, escritoras, maestras, ginecólogas, comadronas, funcionarias, presidentas de Asociaciones e Instituciones.

En los campos hubo agricultoras que fundaron empresas ganaderas, contribuyendo de manera efectiva al desarrollo económico de la región. Encargadas de las labores de cultivo a la vez que las del hogar, mientras los maridos tenían otros oficios, aportaron un valor añadido a la economía familiar y el desarrollo del sector agrícola.

Dos ejemplos de mujeres de Lorca pueden ilustrar este artículo. Una de ellas perteneciente a la clase acomodada lorquina que fue periodista, y la otra un ejemplo de mujer del pueblo emprendedora que llegó a crear una gran empresa familiar.

La primera se llamaba Huertas Galindo. Nació en 1865 y fue una mujer muy progresista, que hizo teatro con compañías locales y fundó junto a su marido, Juan López Barnes, un periódico local La tarde de Lorca, en el que escribía con el seudónimo de HACHE. Desde sus artículos fue una gran reivindicadora del derecho de las mujeres al voto. El periódico se publicó desde 1909 hasta 1937. Su marido tiene dedicada una calle en la ciudad de Lorca pero a ella no se le menciona. Es la invisibilidad de la valía de las mujeres, tanto en los pueblos pequeños como en las grandes ciudades.

La otra, Dolores Bastida, nació en 1910. La Loles no sabía leer, pero supo abrirse camino en la vida durante la guerra civil española, con su marido en el frente donde murió. Ella fue como tantas mujeres de su generación, la madre en lucha permanente con la vida para sacar adelante a sus seis hijos. Pasó de vender en el mercado, antes de la guerra, a tener después una pequeña tienda que pronto se convirtió en una gran panadería-repostería. Actualmente sus hijos regentan varios de los establecimientos de repostería-confitería más prestigiosos de Lorca.

Los ejemplos a citar serían muchos como sucedería en cualquier otro lugar. Hay que recuperar la memoria de las mujeres fuertes de todos los pueblos, para construir un futuro mejor conservando todo lo que las mujeres aportaron en el pasado y siguen aportando.

Las mujeres aún no han aportado a la Historia de todos más que una parte muy elemental de sus capacidades. En los pueblos hay muchas más mujeres progresista de lo que se cree y hay que aprovechar sus talentos y habilidades.

Para más información: SALA VALLEJO, Rosalía. Las Mujeres en la Historia de Lorca. Lorca: Imprenta López, 2001.

*Rosalía Sala ha sido Profesora de Enseñanza Media en el Instituto de Lorca (Murcia).

YA ESTA EN MARCHA GEOCRITIQ

Horacio Capel*

Ya está en marcha el proyecto GeocritiQ, la Plataforma Digital Ibero Americana para la Difusión de Trabajos Científicos. Desde el 1 de octubre hasta el 20 de diciembre se han publicado 20 artículos, de ellos trece en español y siete en portugués, a partir de trabajos científicos previamente publicados. Los autores pertenecen a universidades españolas (Universidad de Barcelona, de Castilla-La Mancha, de Valencia, de Cantabria y Politécnica de Cataluña) y a universidades brasileñas (Maringá, Federal de Goiás, Sâo Paulo, Fluminense de Rio de Janeiro) o son profesores de centros de enseñanza media. Los temas son de actualidad, o tienen que ver con perspectivas históricas que se relacionan con problemas actuales.

Muchos lectores se han interesado por el significado del nombre de esta plataforma y, en especial, por la Q con la que acaba el nombre que le hemos puesto, GeocritiQ. El título alude, evidentemente, a la crítica, a problemas terrestres, en un sentido muy amplio, y enlaza con una tradición de análisis que se inició en 1976. En cuanto a la Q final, nos sitúa ante una letra que en latín introduce a muchas palabras apropiadas para este portal.

UNA PLATAFORMA DIGITAL CON Q

Es la inicial de adverbios de lugar, de tiempo y de modo, algunos de los cuales se convierten también en interrogativos (Qua, Quam, Quando, Quanto, Quantus, Quare, Qui, Quo, Quoad, Quid, Quomodo, Quosque ), todos los cuales plantean cuestiones fundamentales para nuestros objetivos. Permiten realizar muchas preguntas, que también nosotros nos hacemos en GeocritQ: dónde, hacia dónde, por dónde, cuándo, cuál, cómo, cuánto, hasta qué punto, por qué motivo, de qué manera, hasta dónde, hasta cuándo, por qué, para qué.

Como verbo(quadro, quaero, quaeso) tiene igualmente sentidos que nos interesan mucho: completar, redondear, ajustar, buscar obtener, intentar, suscitar, encontrar, procurar saber, proponer como objeto de estudio.

La Q es también la inicial de sustantivos latinos que son relevantes para esta Plataforma(quaestio, quadrivium, querimonia, quesito), a saber: interrogatorio, cuestión, informe, encrucijada, queja, demanda.

Incluso como conjunción, y a veces como conjunción copulativa enclitica, existen una serie de palabras latinas que nos sirven grandemente a nuestros objetivos (que, qui, quia, quid, quoniam, quotiens ): y, cómo, de qué manera, porque, puesto que, a saber, ya que.

En matemáticos la letra Q se utiliza para representar, como es sabido, los números racionales, un subconjunto de los números reales que alude a los números enteros representados por medio de fracciones. Puede tomarse como una buena alusión metafórica a la geografía que se preocupa por las diferentes porciones o partes de la Tierra, lo que como es sabido, constituye uno de los problemas clave que caracteriza a la ciencia geográfica: la diferenciación de la superficie terrestre o geografía regional; sin necesidad de entrar ahora en mayores detalles sobre otras propiedades de estos números que pueden aludir asimismo al trabajo del geógrafo.

En todo caso, la Plataforma ya está en marcha, y ha cumplido su primer objetivo, el de familiarizar a los editores y a los colaboradores con la publicación periodística de trabajos científicos, y contribuir a difundir los que se publican.

Nos queda todavía mucho por conseguir. El género periodístico exige unas destrezas que no dominamos, pero que tenemos la voluntad de aprender. Para eso ha de servir esta fase inicial de la Plataforma.

Ha habido comentarios valorativos sobre esta iniciativa, pero pocos que planteen preguntas o dudas sobre lo que se expone en los artículos. Tenemos datos sobre el aumento del número de lectores o de seguidores de la Plataforma. Pero no sabemos cuántos se han visto motivados a leer el artículo científico que se cita. Queda también mucho por recorrer en lo que se refiere a la pertinencia de los comentarios en relación con las investigaciones científicas que sirven de partida a los artículos que se han publicado.

Nos proponemos seguir adquiriendo experiencia en la utilización del género periodístico. Creemos que en un año podríamos estar en condiciones de poner en marcha un periódico digital de publicación regular llevado por científicos. Un nuevo tipo de periodismo es posible, en el que no solo se aporten informaciones, sino también nuevos tipos de noticias. Esperamos que esta Plataforma estimule la aparición de otras iniciativas similares en la comunidad científica.

*Horacio Capel es profesor emérito de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona

Urbanização militar e as origens da habitação social no Brasil

Nelson da Nobrega Fernandes

Pela importância que tem os espaços apropriados, construídos e controlados nas cidades pelas forças armadas, em War and the city i o geógrafo Gregory Ashworth reivindicou o reconhecimento de uma “geografia urbana militar”, do mesmo modo que se admite a geografia urbana social, econômica, política, etc. Esta reivindicação e a bibliografia do livro, essencialmente anglo-saxônica e em que há poucas referencias de obras voltadas especificamente ao assunto anteriores a 1980, sugerem que só então a produção do espaço urbano castrense começou a chamar atenção dos geógrafos, mesmo em países em que, diferente de iberoamerica, não havia censura ou profundo rechaço entre civis e militares.

Em Espanha, conforme observou Rafael Mas Hernandez, a partir desta época os Professores Francisco Quirós Linares, em Oviedo, e Horacio Capel, em Barcelona, formaram duas escolas de estudos urbanos com destacadas pesquisas sobre os espaço militares e o desenvolvimento das cidades. Ao justificar seu interesse sobre o assunto – que serve para o nosso caso – Hernandez expõe que resolveu enfrentá-lo depois de que em seus estudos mais amplos sobre Madrid e outras cidades ter se deparado repetidamente com os espaços e as ações do estamento militar. Contudo, ele não reivindicou uma geografia urbana militar.

No Brasil, especialmente quanto à cidade moderna e contemporânea, os espaços urbanos militares ainda são terra incógnita para a geografia urbana. Simplesmente desconhecemos processos e morfologias urbanas que foram ou continuam sendo influenciados ou determinados pelas necessidades e vontade das corporações militares e seus membros, mesmo quando se trata de problemas estritamente civis de grande importância, como no caso da primeira intervenção do governo federal na habitação social durante a presidência (eleita) do Marechal Hermes da Fonseca (1910-1914). As duas vilas proletárias então construídas, Orsina da Fonseca (1913), no subúrbio industrial da Gávea, e, sobretudo, Marechal Hermes (1914), em pequena parcela dos vastíssimos terrenos da Vila Militar (1909), no subúrbio ferroviário a oeste da cidade, são marcos indiscutíveis da história da habitação social brasileira que, entretanto, até pouco tempo foram ignoradas, mal dimensionadas ou deliberadamente evitadas. O profundo rechaço aos assuntos militares pode começar a explicar porque arquitetos modernistas e especialistas da questão da habitação silenciaram sobre as vilas construídas pelo Marechal Hermes. Isto permite avaliar o quanto deve estar bloqueada nossa imaginação às possibilidades de considerarmos em nossos mapas urbanos os espaços estritamente militares que integram a geografia e a história da cidade.

(…) o programa que ele desenvolveu em Marechal Hermes antecipa em 30 anos muitas das inovações que os arquitetos modernistas aplicaram nos conjuntos previdenciários construídos nos anos 1940 e 1950 (…)”

Passado um século exato, as 72 casas da Vila Proletária Orsina da Fonseca, situadas em um dos bairros mais valorizados da Zona Sul carioca, foram completamente descaracterizadas e em parte substituídas por edifícios residenciais. Só permaneceram conservadas em sua forma e função as duas escolas primárias. O contrário se passa na Vila Proletária Marechal Hermes, que se mantém notavelmente preservada, graças principalmente às restrições à edificação impostas pela operação dos aviões da Base Aérea dos Afonsos. Ou seja, trata-se de um espaço construído e em parte regulado há um século pelos militares.

As vilas foram desenhadas por Palmiro Pulcherio, engenheiro militar que já havia trabalhado nas obras da Vila Militar, esta última construída pelas ordens do mesmo Marechal Hermes, quando Ministro da Guerra (1906 – 1908). Na Gávea, as dimensões dos terrenos não permitiram a Pulcherio desenvolver por completo sua concepção do que deveria constituir um bairro proletário, embora tenha garantido a construção de duas escolas. Na Vila Proletária Marechal Hermes não houve esses limites, o militar pode projetá-la desde a estação ferroviária ao teatro, em 738 prédios destinados a diferentes tipos de famílias e a solteiros, distribuídos em um plano ortogonal de largas ruas e boulevards arborizados, centralizado em uma grande praça circular contornada por quatro escolas. Foi previsto ainda mercado, assistência médica, biblioteca, escola profissionalizante, bombeiros, polícia, correios e telégrafos, creche, jardim de infância, maternidade e reservatório de água. Mas no plano não houve espaço para a igreja, provavelmente em função do anticlericalismo e do positivismo arraigados nos meios militares.

FOTO: Vila Proletária Marechal Hermes (1935). No centro da foto, o edifício modernista do cinema inaugurado em 1934.

A atuação do engenheiro militar na história da habitação social brasileira é importante não só por ter sido pioneira, mas também por que o programa que ele desenvolveu em Marechal Hermes antecipa em 30 anos muitas das inovações que os arquitetos modernistas aplicaram nos conjuntos previdenciários construídos nos anos 1940 e 1950, quando associaram os prédios residenciais com transportes de massa, comércio, equipamentos coletivos, sociais, educativos e de lazer para que fossem formados verdadeiros bairros capazes de produzir um modo de vida urbano e de transformar imigrantes rurais e os rudes da cidade em homens e mulheres modernos.

A Vila Proletária Marechal Hermes foi inaugurada em primeiro de maio de 1914 pelo presidente da república, com mais de cinquenta por cento dos prédios por concluir. O tenente Pulcherio foi misteriosamente assassinado em 1915. Até 1934 as obras na vila ficaram paralisadas, quando foram retomadas por Getúlio Vargas, com a construção de um cinema em um prédio modernista monumental. Para a continuidade das obras, neste ano organizou-se um concurso com júri formado por três grandes arquitetos modernistas – Saturnino de Brito, Celso Kely e Affonso Ready – que desaprovaram explicitamente as propostas que davam continuidade ao projeto de Pulcherio. Nos vinte anos seguintes a vila foi sendo concluída com a construção de blocos residenciais com tipologias modernistas e, como previsto pelo engenheiro militar, com outros edifícios para o hospital, a maternidade e o teatro, este último inaugurado em 1954, com projeto de Ready e paisagismo de Burle Marx.

Maiores informações em:

Oliveira, Alfredo César Tavares de; Fernandes, Nelson da Nobrega. Marechal Hermes e as (des)conhecidas origens da habitação social no Brasil: o paradoxo da vitrine não-vista, in: Marcio de Piñon de Oliveira; Nelson da Nobrega Fernandes (orgs.), 150 anos de subúrbio carioca, Rio de Janeiro, Lamparina; Faperj; EdUFF, 2010

Nelson da Nobrega Fernandes é professor da Universidade Federal Fluminense, Rio de Janeiro

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Etiquetas – Geografia urbana militar, espacios militares, vivienda social, Brasil, Rio de Janeiro, Marechal Hermes

Ashworth, G. J. War and the city.London, Routledge, 1991

AS MOBILIZAÇÕES QUE VARRERAM O MUNDO, O BRASIL, O RIO DE JANEIRO…

por Alvaro Ferreira

Não há como passar ao largo das inúmeras mobilizações que varreram o mundo e mais especificamente o Brasil e o Rio de Janeiro neste início do século XXI. Occupy, nos Estados Unidos, Londres, São Paulo, Rio de Janeiro; os Indignados, na Espanha; a Geração à Rasca, em Portugal; a Primavera Árabe; e, desde junho de 2013, uma sequência de mobilizações tomou as ruas do Brasil, sendo que na cidade do Rio de Janeiro, determinada manifestação chegou a reunir mais de 500 mil pessoas.

A população foi para a rua e isso deixou os governantes, a mídia, os empresários e a própria academia desnorteados. Estávamos acostumados a dizer que o povo não se indignava com nada, que a juventude era acomodada e individualista; de repente, milhares de pessoas se aglomeraram nas ruas pressionando os governos por mudanças.

Alguns tentaram qualificar as mobilizações como mais uma festa, desprovida de consciência política. Os mais sonhadores chegaram a imaginar uma grande revolução. Acreditamos que não se trata de uma coisa ou de outra, ao menos no que se refere à maneira como se via e definia os antigos movimentos sociais. Todavia, se pôs em questão as relações de poder, o autoritarismo, a prepotência dos governantes, o pouco caso com a população no que se refere aos serviços a ela prestados. Bilhões gastos em obras e projetos que não serão utilizados pela maior parte da população, descaso com a saúde pública, com a educação e com a qualidade dos transportes públicos.

Ver a importância da dimensão do corpo na rua, ocupando o espaço – agora verdadeiramente público – que é de todos, foi emocionante! Agora parece que entendemos que as redes sociais podem ajudar, mas a verdadeira mobilização obriga-nos a ocupar a rua… a rua como lugar do encontro… como lugar do debate… como lugar da transformação.

Os atos de quebra-quebra ocorridos são parte do processo. A transformação passa pela mobilização da população, que não está satisfeita com as instituições públicas, com os partidos políticos, com os sindicatos e as associações. Lembrou-nos o filósofo Henri Lefebvre, pouco depois das manifestações ocorridas na França em maio de 1968, que a revolução urbana não tem como pressuposto ações violentas, mas não as exclui; “como separar antecipadamente o que se pode alcançar pela ação violenta e o que se pode produzir por uma ação racional? Não seria próprio da violência desencadear-se? E próprio do pensamento reduzir a violência ao mínimo, começando por destruir os grilhões no pensamento?”

(foto, títol: MANIFESTAÇÃO REÚNE MAIS DE 500.000 PESSOAS NO RIO DE JANEIRO)

Tomar consciência é o primeiro passo; o impossível está se tornando possível.

Quando os manifestantes se colocam tão fortemente contra os partidos políticos, isso é sinal de que não se sentem representados por eles, e, portanto, é preciso que os partidos se repensem.

O oportunismo sempre fez parte da sociedade, isso não é nenhuma novidade. Os saques que têm acontecido são exemplos de oportunismo. O quebra-quebra é algo que acaba fazendo parte do processo… Ruim?! Bom?! Exagero?! É parte do processo.

Os ataques à Assembleia Legislativa do Rio de Janeiro e à Prefeitura têm um caráter específico: «um prédio é um símbolo, assim como destruí-lo também é», dizia o personagem “V” (dos quadrinhos), cuja máscara é usada por grande número de manifestantes.

Agora estão culpando parte da população pela manifestação violenta, pelo quebra-quebra, mas quem começou tudo isso? Foram nossos dirigentes, políticos, empresários oportunistas (que financiam campanhas esperando «colher» os lucros depois), os sindicatos, associações etc. Ao desrespeitar a população com seu pouco caso, com o oportunismo e a corrupção generalizada, com a falta de ideologia partidária, com seus altos salários, com o descolamento do cidadão, eles acabaram empurrando a população para as ruas. Com as manifestações pacíficas vieram também o quebra-quebra e os ditos oportunistas com saques e destruição. Mas eles também foram empurrados para a rua.

Mas estamos falando da apropriação do espaço, da valorização do uso do espaço público, do estar juntos na luta, mesmo com diferenças, com diferentes visões de mundo. É a maturidade intelectual que permite compreender que somos seres políticos e isso independe da política institucionalizada.

Onde há poder, há também resistências. É no lugar que optamos por adaptar-nos ao que é imposto ou procuramos subverter o jogo.

«O povo não deve temer seu governo, é o governo que deve temer seu povo!”

Acreditamos ser necessário escapar da tendência a hierarquizar as mobilizações. Há uma grande produção bibliográfica acerca dos movimentos sociais, contudo é preciso entender essas mobilizações e este momento. Caso contrário, os conceitos e teorias que utilizamos podem servir como cegantes e não como iluminadores.

Precisamos valorizar os contextos da ação, vínculos sociais, vivências e experiências. Não podemos renegar o pequeno, o fugaz, que pode ser de grande importância por constituir-se na única resistência possível. Talvez seja o momento de valorizarmos mais as divergências que o consenso, principalmente um consenso cada vez mais produzido artificialmente, cada vez mais consenso midiático.

Isso tudo nos coloca aberturas e possibilidades; e sabemos que «não há certezas, apenas oportunidades». Mesmo a autogestão não prescinde do Estado e de legisladores. É preciso trabalhar pelo desvanecimento do Estado através da cada vez maior participação. «O povo não deve temer seu governo, é o governo que deve temer seu povo!” (fragmentos da fala do personagem “V” dos quadrinhos).

Trata-se do desejo de construir outra cidade, em que o direito à cidade se realize em plenitude, em que não apenas se possa sobreviver, mas viver… viver plenamente!

Para maiores informações:

FERREIRA, Alvaro. A cidade no século XXI: segregação e banalização do espaço. Rio de Janeiro: Consequencia, 2011. 296p.

FERREIRA, Alvaro, RUA, João, MARAFON, Glaucio, SILVA, Augusto César Pinheiro da. (Orgs.) Metropolização do espaço: gestão territorial e relações urbano-rurais. Rio de Janeiro: Consequencia, 2013. 528p.

Alvaro Ferreira é professor do Departamento de Geografia da Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro e da Universidade do Estado do Rio de Janeiro