Más que pasar el rato”: los jóvenes y el espacio público

Alejandro Armas Díaz*

Desde hace décadas cada vez son más numerosos los estudios que reivindican la relevancia de la edad, junto con el género, como categoría que contribuye a explicar el funcionamiento de las ciudades. En esta tendencia, de forma particular, ha crecido el interés por conocer las actividades de los y las jóvenes en los entornos donde se desenvuelven, y así contribuir a hacer visibles sus experiencias espaciales. En el afán por el reconocimiento de la diversidad, se ha profundizado al considerar que las experiencias de los individuos pertenecientes a un mismo grupo etario son diversas y heterogéneas. Y es que además del género o la edad, existen otros atributos de matiz cultural y social que favorecen la comprensión de las prácticas de las personas adolescentes y jóvenes.

Esta preocupación deriva de la desatención del planeamiento en relación con las necesidades de estos grupos etarios—tal como ha ocurrido con otros colectivos—, al tiempo que determinadas conductas hegemónicas, normalmente establecidas por adultos, han favorecido la exclusión de los considerados “fuera de la norma”. Parece claro que las políticas urbanas de sesgo neoliberal actúan sobre los espacios públicos reforzando la exclusión y la pérdida del carácter colectivo de estos lugares, disminuyendo su papel como lugares de encuentro y diversidad.

Lo cierto es que las personas jóvenes se encuentran entre los colectivos tradicionalmente apartados de estos ámbitos de relación, y es que ellas, en general, evitan esos dominios exclusivos de “otros”, y emprenden la búsqueda de espacios donde permanecer al margen de los problemas. Aunque, se puede comprobar que la apropiación, a través de formas de transgresivas, también ocurre. Las plazas, paseos, parques y calles, juegan un papel clave en la construcción de sus identidades, ya que son, a menudo, los únicos espacios en los que tienen autonomía y que pueden modelar para sí mismos, y en consecuencia estar en ellos constituye un derecho.

Por ello es conveniente que nos preguntemos de qué forma se puede contribuir a crear la ciudad que ellos desean. Un primer paso podría ser hacerles visibles mediante una aproximación a sus prácticas espaciales, conociendo aquellos lugares: los frecuentados, los evitados y los significados que les atribuyen.

Las personas jóvenes suelen concebir el espacio de forma distinta a la de otros grupos de edad: en la búsqueda de lugares donde encontrarse más cómodos, la mayoría de los adolescentes de ambos sexos, emprenden trayectos en los que integran los diferentes espacios públicos. Se trata de un acto, ¿por qué no una forma de transgresión?, que forma parte intrínseca de ser joven, y que consiste en emplear el tiempo libre para conversar y transitar de un lugar a otro, sin tener que mirar el reloj, pero sobre todo evitando el control parental directo, algo que resumen como “pasar el rato”. Así lo manifiesta un grupo de estudiantes adolescentes pertenecientes a dos centros escolares de Santa Cruz de Tenerife. Sus perfiles son muy diversos y proceden de contextos socioeconómicos dispares, pero manifiestan acudir en una proporción similar a los espacios públicos abiertos del centro histórico de la ciudad y a los centros comerciales de esta localidad del sur de Europa.

Teniendo en cuenta la diversidad de perfiles de las personas entrevistadas interpretar “pasar el rato” como una práctica homogénea sería atrevido, ya que los jóvenes atribuyen distintos significados a los espacios que frecuentan. Así, entre las plazas, parques y calles que más visitan sobresale una plaza situada en un extremo del entramado peatonal de la ciudad, a la que definen como el “punto de queda”. Desde ella inician su recorrido hacia otros espacios del centro. El parque más antiguo de la ciudad se valora como un espacio de evasión y tranquilidad; así como el conjunto de plazas de la recién reformada fachada marítima, donde combinan el avituallamiento de comida rápida con el descanso o la charla en el borde de un lago artificial de grandes dimensiones. El tránsito, entre unos y otros espacios lo realizan a través de calles peatonales que cumplen la función de consumo especializado en el comercio textil y de complementos para los jóvenes. La interespacialidad es evidente aunque se limita a espacios donde la presencia juvenil es mayoritaria o a sectores que ocupan como grupo diferenciado.

Pie de foto: Grupo de adolescentes en uno de los espacios centrales de Santa Cruz (fotografía realizada por el autor)
Pie de foto: Grupo de adolescentes en uno de los espacios centrales de Santa Cruz (fotografía realizada por el autor)

La indagación de relaciones de los jóvenes con el espacio público hace visible a un grupo que tradicionalmente ha permanecido excluido. Además, a través del análisis de sus prácticas se deduce que, lo que se podría entender como un acto homogéneo, “pasar el rato”, envuelve una variedad de actividades mediante las que exploran los distintos lugares y los incorporan en su imaginario con diversos atributos. Tal vez lo más destacado se concreta en comprender que los adolescentes de ambos sexos tejen una red espacial asociada más a sus amistades que a la complementariedad de funciones de los lugares que frecuentan. También conviene reflexionar en qué medida el despliegue de sus prácticas contribuye a dotar a los espacios públicos de carácter colectivo y si algunos de sus actos constituyen formas de transgresión o de subversión del orden establecido.

*Alejandro Armas Díaz es geógrafo y prepara su tesis doctoral en el Departamento de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.

Para mayor información:

DÍAZ RODRÍGUEZ, María del Carmen; ARMAS DÍAZ, Alejandro; GARCÍA HERRERA, Luz Marina; GARCÍA HERNÁNDEZ, Juan Samuel. Spaces of transition: Young people’s social practices in Santa Cruz de Tenerife (Canary Islands, Spain). Die Erde – Journal of the Geographical Society of Berlin, 25 de marzo de 2015, vol. 146, núm. 1, p. 79-89.

Fotografía del autor: Alejandro Armas Díaz