La costa mediterránea española: un retiro no tan dorado

Joan Carles Membrado*

En 2014, por primera vez desde 1990, se observa un descenso a nivel estadístico en el número de retirados de alto poder adquisitivo que dedicieron instalar su residencia en la costa mediterránea española, cuyo volumen era cercano a las 450.000 personas en 2012.

El 95 por ciento de los inmigrantes mayores de 55 años llegados a España durante las últimas dos décadas se instaló en las zonas más cálidas y soleadas del territorio español: el litoral de clima mediterráneo, y también las islas Canarias. Este tipo de inmigrantes de alto poder adquisitivo, también llamados «turistas residenciales», fue atraído por grandes empresas de la construcción y promotores inmobiliarios, que tendían a concentrar inmigrantes de la misma nacionalidad (alemana, inglesa, holandesa, noruega, sueca…) en ciertas áreas, con el fin de optimizar recursos y costes, tratando de vender cada urbanización en un solo país. Se crearon así colonias de personas de una misma nacionalidad, las viviendas de las cuales eran buscadas por los inmigrantes retirados que, al desconocer la lengua del país de acogida, se encontraban más seguros si podía vivir entre vecinos del mismo país. Algunos promotores, banqueros y políticos se enriquecieron gracias a la especulación del suelo y el crecimiento urbano ilimitado durante la burbuja inmobiliaria española (1998-2007), y un considerable número de empresas y bancos gestores de dichos proyectos acabó quebrando, incapaces de prever la crisis económica que estalló en 2007.

El «turismo residencial» atrajo mucha mano de obra a la costa mediterránea española para dar servicio a los inmigrantes retirados, cuyo gasto estaba asegurado gracias a las pensiones que recibían desde sus países. Sin embargo, la rápida inmigración tanto de jubilados como de personas que trabajaban para ellos ha congestionado algunas zonas de la costa mediterránea, en especial la Costa Blanca, y ha saturado determinadas infraestructuras (sanitarias, viarias, eléctricas, de agua…). Algunos de los primeros inmigrantes que hace décadas decidieron instalarse en idílicas zonas rurales de la arcádica costa mediterránea se han visto privados de esta tranquilidad conforme los promotores, con la complicidad de las autoridades locales y regionales, han construido sobre antiguos terrenos catalogados como rústicos, proceso que se aceleró desde la aprobación de la ley del suelo de 1998, que permitía la edificación sobre cualquier terreno que no estuviese expresamente protegido. La falta de una planificación urbana adecuada, que habría hecho posible el control de los excesos de los promotores, ha llevado a la construcción incontrolada de extensas áreas suburbanas, lo que a su vez ha infligido un daño irreversible al medio ambiente y al paisaje, que ha perdido campos, montañas y bosques.

Además, cabe destacar la falta de cohesión territorial y social entre los inmigrantes jubilados noreuropeos y la gente local, que a menudo los considera como meros consumidores de productos y servicios. Una medida para evitar el aislamiento de los turistas residenciales sería conectar las urbanizaciones periféricas donde viven con los centros urbanos a través del transporte público, paseos peatonales y carriles bici, además de dotarlas de zonas verdes y servicios públicos.

Si los políticos locales de la costa mediterránea no empiezan a trabajar de una manera más racional y sostenible, tal vez los inmigrantes jubilados noreuropeos que ahora viven allí podrían no tener reemplazo. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2014 nos indican un descenso alarmante de 85.000 retirados (gente de más de 55 años) procedentes de países europeos más ricos que España. No obstante, hay que tomar con cautela esta cifra, ya que en realidad lo que ha pasado es que el INE ha hecho una depuración del padrón de extranjeros (muchos municipios sobrevaloraban su población extranjera para poder recibir más ayudas estatales), lo que ha implicado un descenso acusado de la población perteneciente a este colectivo. No se puede hablar, por el momento, de un éxodo masivo, pero habrá que estar atento durante los próximos años a los movimientos de este colectivo de población, pieza clave para la economía local de algunas áreas del litoral mediterráneo español.

Joan Carles Membrado Tena es profesor de Geografía en la Universitat de València (España)

Para mayor información:

MEMBRADO TENA, Joan Carles. Migración residencial y urbanismo expansivo en el mediterráneo español. Cuadernos de Turismo, 2015, nº 35; pp. 259-285 Universidad de Murcia. [En línea]. http://revistas.um.es/turismo/article/view/221611/173111