Eugenio Cejudo García; Francisco Navarro Valverde y José Antonio Cañete Pérez*.
El Subsidio de Desempleo Agrario (SDA) y la Renta Agraria (RA)han propiciado el mantenimiento del tejido poblacional y social de los espacios rurales andaluces aquejados por un histórico desempleo estructural. Este hecho es de vital importancia en un contexto marcado por su vaciamiento demográfico, su abandono y el incremento de las desigualdades agudizadas por la actual crisis. Además, ha permitido, y lo sigue haciendo, la reparación del derecho, históricamente subordinado al varón, de la mujer rural a la cotización por su trabajo en el sector agrario y, derivada de ella, al posterior cobro de una pensión que le permita una vida digna en estos espacios. Tiene gran interés analizar la distribución territorial de los perceptores del SDA y de la RA en Andalucía y mostrar sus implicaciones geo-poblacionales.
Históricamente, los subsidios surgen como una necesidad social en auxilio de una población agraria andaluza y extremeña que padecía, y aún sigue sufriendo, un fuerte desempleo estructural que triplicaba la media nacional. Ello genera un mercado de trabajo agrario muy segmentado, con un fuerte monopolio de la oferta de trabajo en manos de los grandes propietarios de tierras. Su aparición en 1984 regulariza y normativiza el cobro de una prestación por desempleo que no encontró encaje en el Régimen General de la Seguridad Social española del momento, estableciéndose como prestaciones “no contributivas” dentro del Régimen Especial Agrario. Ello transforma las históricas ayudas ligadas a la “caridad” o a situaciones de “conflictividad social” en un derecho regulado para los trabajadores eventuales agrarios que, en la actualidad, perciben, en el conjunto de las dos Comunidades Autónomas, unas 200.000 personas.
Territorialmente,su incidencia es crucial en los municipios de menor tamaño, menos de 2.000 habitantes. De hecho, el porcentaje de afiliados agrarios que las cobran llegan a suponer el 40,4 por ciento en los municipios comprendidos entre 0 y 499 habitantes y el 41,1 por ciento si de 500 y 999 habitantes hablamos. Otro dato a tener en cuenta es que, en casos como la Subbética olivarera, sus beneficiarios superan el 10 por ciento, llegando incluso al 20 por ciento de la población comprendida entre 15-64 años en municipios de entre 1.000 y 5.000 residentes.
Socialmente, el colectivo afectado está fuertemente feminizado y envejecido aunque existen diferencias importantes entre los que cobran el SDA y la RA. En los segundos sigue primando la mujer pero el grupo es más joven. Ella se convierte en mayoritaria desde mediados de la década de los 90 suponiendo hoy el 65% del total. Su presencia se refuerza conforme mayor es el tamaño de los municipios. El envejecimiento del colectivo afecta por igual a hombres y mujeres, siendo más acusado en ellas que en ellos.
El círculo vicioso del desempleo estructural no se ve frenado. Sus perceptores son la mitad del año jornaleros y la otra mitad subsidiados agrarios lo que hace que se conviertan en esenciales para personas sin apenas formación y sin perspectivas laborales en otros sectores en estos territorios. Ayudan a entender la dualidad del agro andaluz que contrapone a una agricultura intensiva en el litoral (Costas de Almería y Huelva) que se nutre de una masa laboral inmigrante con precarias condiciones de trabajo frente a una agricultura subsidiada interior (zonas olivareras de las Subbéticas de Sevilla, Córdoba, Granada y Jaén) que mantiene una importante mano de obra eventual, en parte, gracias a las ayudas de la Política Agraria Comunitaria y al cobro del SDA y de la RA.
En síntesis, el SDA y la RA ha jugado una importancia territorial trascendente tanto en el manteamiento de la estructura de los asentamientos que configuran el territorio andaluz como por beneficiar a un colectivo fuertemente feminizado, saldándose así parte de una deuda histórica que, en términos de género, han padecido las jornaleras andaluzas posibilitando, además, el acceso a una merecida y digna jubilación.
Como agenda de trabajo, dos cuestiones. De un lado, se observa un repunte en el incremento de los perceptores de estas prestaciones a partir de 2009, lo que nos induce a plantearnos el papel que el sector agrario y la percepción de estas prestaciones está jugando como refugio/salida de la crisis. De otro, la cada vez mayor presencia de extranjeros entre sus beneficiarios, lo que las podría estar convirtiendo en un importante mecanismo de fijación espacial e integración social de este colectivo dentro del mundo rural.
Para mayor información:
CEJUDO, E., NAVARRO, F. y CAÑETE, J.A. (2016): “Evolución y distribución territorial de los trabajadores eventuales agrarios subsidiados en Andalucía”. Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, nº 72, 117-147.
http://www.age-geografia.es/ojs/index.php/bage/article/viewFile/2334/2202
*. Profesores pertenecientes la Dpto. de Geografía Humana de la Universidad de Granada.
Ilustraciones.