Xavier Baró i Queralt*
Uno de los temas más recurrentes en el discurso historiográfico catalán a lo largo de la Edad Moderna fue el estudio de la propia identidad, sobre todo el encaje entre esta identidad propia y la inmensa Monarquía Hispánica, de dimensiones ciertamente planetarias, como ha destacado Serge Gruzinski. El estudio de la evolución del discurso historiográfico catalán, desde las primeras muestras de la Época Moderna hasta los primeros escenarios de la contemporaneidad, puede dar pistas sobre cuáles eran los rasgos identitarios más destacados por los autores catalanes de ese período histórico.
Tradicionalmente, sin embargo, la historiografía catalana de la Época Moderna había sido menospreciada por los especialistas, porque se consideraba que no constituía más que un apéndice sin importancia de la historiografía medieval. Ahora bien, los últimos estudios, centrados directamente en la lectura y contextualización de las fuentes primarias, han puesto de manifiesto la importancia de esta historiografía. Tal y como afirmó el historiador francés Charles-Olivier Carbonell, la historiografía sigue a la historia, y sin duda alguna la historiografía de la Época Moderna catalana es imprescindible para entender mejor el pasado catalán de esos siglos. Nuestra propuesta pretende revisitar, pues, la historiografía barroca e ilustrada catalana.
Para llevar a cabo tal propósito es necesario acercarse a las fuentes primarias y, sobre todo, presentar las características más destacadas de la historiografía catalana de la Época Moderna, que pueden resumirse en las siguientes: la confesionalización católica contrarreformista (no en vano Andreu Bosc se sentía orgulloso de que los catalanes “podan blasonar no sols de les primicies de la Christiandat de Espanya, com està provat; però també del principi que·s rebé la Santa Inquisició en tota Espanya, foren los primers, los de Cathalunya, Rosselló y Cerdanya, ells foren els primers inquisidors de Espanya ja de l’any 1232”); las aportaciones individuales de cronistas como Jeroni Pujades, Esteve de Corbera, Manuel Marcillo o Narcís Feliu de la Penya, en su intento por elaborar una historia completa del Principado; la cesura que supusieron los dos principales conflictos armados (Guerra de los Segadores, Guerra de Sucesión), que dejaron textos de valor historiográfico desigual, pero que reflejan hasta qué punto se combatía tanto con la pluma como con la espada. Sin duda, en contextos bélicos el lenguaje se torna mucho más violento, y el político José Patiño no duda en afirmar que los catalanes son “aficionadísimos a todo género de armas, prontos a la cólera, rijosos y vengativos, que siempre se debe recelar de ellos, aguardan coyuntura para sacudir el yugo de la justicia, son muy interesados”.
Resulta también imprescindible tener presente la permanente reivindicación de un pasado glorioso (incluso sobre la expedición de los almogávares en el Imperio Bizantino, tan bien trazada por Francisco (o Francesc) de Montcada) e, incluso, la reflexión teórica sobre el oficio del historiador. Las cartas de Esteve de Corbera constituyen un fiel reflejo de la tarea del historiador barroco.
Todas estas características también se dejan sentir en el Siglo de las Luces, en el que sobresalió la escuela historiográfica vinculada al monasterio de Bellpuig de les Avellanes, de carácter erudito, o las aportaciones de la Universidad de Cervera, que reflejan la mediocridad cultural de una universidad apartada de los centros culturales de Barcelona. No en vano, el valenciano Gregorio Mayans afirmó taxativamente: “Cataluña no será sabia hasta que la Universidad se restituya en Barcelona”. Pero tras la victoria en el campo de batalla de la mano de Felipe V, el panorama en la segunda mitad del siglo XVIII era ya muy diferente al de los tiempos del Renacimiento y del Barroco, y Antonio de Capmany, nacido en Cataluña y fiel representante de la ilustración española, veía la lengua catalana como un “idioma antiguo provincial muerto para la república de las letras”.
En cualquier caso, iniciándose ya la época contemporánea, en la primera mitad del siglo XIX, el filósofo Jaume Balmes aún se preguntaba: “¿Hay en España verdadera nacionalidad? ¿Sí o no? ¿En qué consiste, sus causas, sus indicios? He aquí apuntado el objeto de una extensa obra”. La cuestión de la identidad catalana, pues, aún no se había resuelto.
Frase destacada
Iniciándose ya la época contemporánea, Jaume Balmes aún se preguntaba: “¿Hay en España verdadera nacionalidad? ¿Sí o no? ¿En qué consiste, sus causas, sus indicios? He aquí apuntado el objeto de una extensa obra”. La cuestión de la identidad catalana, pues, aún no se había resuelto.
Para mayor información
BARÓ i QUERALT, Xavier. L’escriptura de la història i la identitat catalana: de Jeroni Pujades (1568-1635) a Antoni de Capmany (1742-1813). Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 25 de septiembre de 2016, Vol. XXI, nº 1.172.
<http://www.ub.es/geocrit/b3w-1172.pdf>. [ISSN 1138-9796].
* Xavier Baró i Queralt es profesor de la Universidad Internacional de Cataluña.