Reseña del libro Geoliteratura. Paisaje literario y Turismo, de Félix Pillet Capdepón

Geoliteratura. Paisaje literario y Turismo, de Félix Pillet Capdepón

ISBN: 978-84-9171-064-6

EAN: 9788491710646

Editorial: SINTESIS

Idioma: Castellano

Año de edición: 2017

Formato: RUSTICA

Número de páginas: 192

Tamaño: 230×170

Geoliteratura. Paisaje literario y Turismo, de Félix Pillet Capdepón
Geoliteratura. Paisaje literario y Turismo, de Félix Pillet Capdepón

El profesor Félix Pillet, de la Universidad de Castilla-La Mancha, acaba de publicar un nuevo libro que muestra, una vez más, la buena salud de la geografía española. En este caso, se trata de un estudio de investigación en Geoliteratura, un ámbito de una importancia crucial dentro de la geografía cultural, y cuya importancia para el conocimiento social permea a otras áreas afines. Y es que este tema, el del paisaje literario y la actividad literaria de algunos geógrafos, ha sido tradicionalmente un factor explicativo relevante en las interpretaciones que se realizan en las humanidades—no se concibe el impacto de la generación de 27 en la conformación de la cultura española sin, por ejemplo, las descripciones de Castilla que realizaron algunos de sus miembros más señeros—.

El libro cuenta con dos virtudes. En primer lugar, es un texto académico que puede ser leído sin dificultad por cualquier persona interesada en el tema. Su segunda virtud es que el autor ha ejercido un criterio casi infalible en la identificación de lo más granado de la producción literaria española en su ámbito de estudio. El resultado es una obra que está llamada a ser de referencia, y que a buen seguro contará con ediciones sucesivas que irán ampliando la investigación con las contribuciones literarias que se vayan produciendo en el futuro. Esperamos sin embargo que en posteriores entregas la editorial nos sorprenda con una portada que haga más justicia a un contenido encomiable, y que hay que celebrar por su rigurosidad, claridad y pertinencia.

El esquema del libro contribuye a su fácil lectura. La primera parte, sobre los viajes, viajeros y paisajes revela multitud de informaciones de interés que no se encuentran fácilmente en otras obras, y que están analizadas con una gran acierto y consistencia. La parte de la imagen del paisaje es quizá la más interesante del libro, al rellenar un hueco en la historia de la literatura española contemporánea del que es seguro que tomarán nota aquellos que construyen el discurso histórico correspondiente. Por último, la parte de patrimonio completa la obra con un estudio detallado y útil de los aspectos turísticos, convirtiendo al texto en una obra indispensable para la puesta en valor de una riqueza aún poco explotada, pero de un enorme potencial económico y cultural.

En resumen, se trata de un libro no solo recomendable, sino imprescindible para los geógrafos y los estudiosos de la literatura española contemporánea. La prosa —siempre tan agradable— del profesor Pillet hace que la lectura sea muy entretenida. Una obra rigurosa que a buen seguro será muy citada en tesis y monografías, y que al mismo tiempo puede servir de puerta de entrada al fascinante mundo de la Geoliteratura a aquellos que aún no lo hayan hecho.

*Francisco J. Tapiador es científico y escritor. Profesor titular de Física de la Tierra, es el actual decano de la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica de la Universidad de Castilla-La Mancha en Toledo. Página web: www.tapiador.net

Un reconocimiento a la ingeniería de montes

Vicente Casals Costa1

La emergencia en medios académicos, y no académicos, durante las últimas décadas del siglo XX, de la preocupación ambiental hizo crecer el interés por los ingenieros de montes. No debe ser casualidad que en la década de 1990 comenzara a fraguarse en España – y con alguna antelación en otros países, notablemente en EE.UU. — lo que comenzó a conocerse como historia ambiental y que un número significativo de los trabajos que luego fueron considerados como tales estuvieran dedicados al estudio de los montes; aunque algunos de nosotros (yo por lo menos) no éramos entonces conscientes de formar parte de tal categoría académica.

A lo largo de los siglos XIX y XX, es relativamente frecuente encontrar trabajos de contenido histórico sobre la profesión entre los forestales. Y muy a menudo, además, en numerosos de sus escritos, aunque sean de tipo técnico, están presentes reflexiones de carácter histórico muy apreciables, empezando por los trabajos de quien fuera el introductor en España de lo que entonces se llamó la “ciencia de montes”, Agustín Pascual González.

Esta tradición se ha mantenido y en tiempos recientes los forestales historiadores han efectuado aportaciones de gran relevancia. Me limitaré a mencionar a dos, tanto por su importancia como por la influencia que han tenido en mi propia obra. Podríamos mencionar a muchos más autores forestales, que desde luego existen, pero a los que no puedo referirme en el corto espacio de que dispongo.

En 1980, Eric Bauer publicó su tesis sobre Los montes de España en la Historia, una referencia obligatoria para todos aquellos que se han ocupado de la cuestión forestal desde entonces, entre ellos quien os habla.

La segunda referencia obligatoria sobre esta cuestión es la obra de Luís Gil Sánchez, profesor de la Escuela de Montes, que cabría calificar de auténticamente excepcional. Obras como el Atlas forestal de Castilla y León –que es mucho más de lo que su nombre sugiere— o la serie de monografías de ámbito autonómico sobre La transformación histórica del paisaje forestal, que se fueron publicando junto con los trabajos del III Inventario Forestal Nacional (serie lamentablemente interrumpida cuando llevaban publicas alrededor de las dos terceras partes de las monografías), junto con otros numerosos trabajos, hacen del profesor Luis Gil sin duda el mejor historiador forestal español, de un nivel equiparable, sino superior, a los de otros países. Y les puedo asegurar –y de esto sé algo— que tal afirmación no es retórica al uso para la ocasión.

Quizás se pueda pensar que la importancia de la labor de los forestales en relación a la conservación ambiental tenga que ver con algunas peculiaridades históricas de nuestro país, pero que en otros lugares la relación no se ha dado. No negaré que algo de eso pueda haber, pero desde luego creo que, en términos generales, no es así. Durante años he dedicado parte de mi tiempo a investigar la labor de los forestales de otros países, por ejemplo de América, y los planteamientos ahí se formularon en términos parecidos. Por poner un ejemplo: al ingeniero de montes Ricardo Codorniu se le conoció en España, a principios del siglo XX, como el “Apóstol del Árbol”, título que en Chile se aplicó al creador de la administración forestal de aquel país, Federico Albert; y en México sucedió lo mismo con Miguel A. de Quevedo, interesante personalidad sobre la que he ido publicando algunos trabajos.

Pero esto no sucedió solamente en Iberoamérica. En los EE.UU., personajes clave relacionados con iniciativas de protección ambiental de mucho calado, como Gifford Pinchot, Aldo Leopold o Benton Mackaye, fueron forestales. Mackaye, otro de los autores que actualmente retienen mi atención, fue un forestal de gran influencia, no solamente en relación con los bosques y la conservación, sino también en ámbitos como la ordenación de territorio y la planificación regional, en los cuales hoy en día se le puede considerar un clásico, por lo menos en EE.UU.

Por todo ello, creo que la obra de los ingenieros de montes merece un profundo reconocimiento social.

Para mayor información:

Vicente Casals Costa.  El turno forestal, la propiedad de los montes y la recepción de la fórmula de Faustmann en España, 1849-1918. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, IX (182), 2005. http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-182.htm

Vicente Casals Costa.  ‘Saber es hacer’. Origen y desarrollo de la ingeniería de montes y la profesión forestal. En Manuel Silva Suárez (ed.):Técnica e ingeniería en España. V. El Ochocientos. Profesiones e instituciones civiles.  Zaragoza: Real Academia de Ingeniería/Institución Fernando el Católico/Prensas Universitarias de Zaragoza, 2007, p. 395 – 447.

1 Vicente Casals ha sido profesor de Geografía Humana en la Universidad de Barcelona y es Ingeniero de Montes de Honor. El texto forma parte de la intervención del autor durante el acto en el que le fue concedida la distinción de Colegiado de Honor del Colegio y Asociación de Ingenieros de Montes, que tuvo lugar en el Instituto de Ingeniería de España, Madrid, el 6 de octubre de 2016.

SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE, una figura desconocida de la ciencia española

Fernando Martín Polo *Doctor en Geografía Humana por la Universidad de Barcelona

Son muchos los botánicos de los siglos XVIII-XIX que no han pasado a la historia de la ciencia, mereciendo, sin embargo, ese rango. Uno de ellos es Simón de Rojas Clemente (Titaguas, 1777-Madrid, 1827), que, a pesar de las obras realizadas, es poco conocido en nuestros tiempos y casi nada reconocido. La causa principal podría estar en que sus obras, por unas causas u otras, no se publicaron en el momento en que se produjeron, con lo cual cuando vieron la luz ya estaban desfasadas respecto al tiempo de su escritura.

Hubo alguna, sin embargo, que sí tuvo el eco que mereció. Fue el Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía (1807) que fue traducido al francés en 1814 y al alemán en 1821, en vida de Clemente. En el extranjero su difusión y reconocimiento fue más amplia que en España; el conde de Odart, el autor más influyente sobre este tema en el siglo XIX, llegó a decir que “est bien ce que je connais de mieux sur cette matière” [es lo mejor que conozco sobre esta materia]. Y «de la traducción francesa mandó el rey Luis XVIII que se repartiesen ejemplares entre las autoridades civiles de los departamentos para que los recomendasen a los pueblos».

Y todavía en nuestros tiempos para la Organización Internacional de la Viña y del Vino casi todos los postulados del Ensayo siguen vigentes, incluso actualmente un equipo de investigadores hispano-francés estudian el ADN de los 186 pliegos del herbario de variedades de la vid de Clemente pero por encima de todo se valora al naturalista como “el primero en aplicar el método científico al estudio y descripción de las variedades de vid cultivadas, y está considerado por tanto el primer ampelógrafo del mundo”.

Otra obra pudo haber tenido el eco del Ensayo.Fue la Ceres hispanica (comenzada hacia 1806) donde Lagasca y Clemente se propusieron “conocer la variabilidad existente [de los cereales], y a partir de ello intentar conocer las reglas que la gobernaban” con la ayuda de corresponsales españoles y extranjeros. Estos experimentos son parecidos a los hechos por Darwin y Mendel, por lo tanto “se adelantaron en muchos años a los primeros estudios y elaboración de ‘líneas puras’, que supusieron una gran revolución en la agricultura”, por cuya alternativa a su retraso en España también apostó Clemente en la reedición de 1818-1819 de la Agricultura general de Herrera. Sin embargo, el trágico final del Trienio Liberal frustró el proyecto.

Una obra importante como es la Historia natural del Reino de Granada editada en 2002 no tuvo el destino de la imprenta de forma inmediata, lo que habría consagrado al botánico de Titaguas en una figura mundial; este libro comienza siendo una historia natural para ir derivando en un tratado de geografía, en cuyo recorrido Simón de Rojas subió al Mulhacén realizando la primera medida homologada de su pico. También de forma muy tardía se publicaron la Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas (2000) y el Nomenclátor ornitológico o sea, nombres españoles y latinos sistemáticos de aves (2006).

A lo largo de su vida podemos nombrar otros méritos suyos como su título de Doctor en Teología, su viaje a París y Londres (1802-1803) con el fin de realizar un viaje científico a África junto con Domingo Badía (Alí Bey) pero cuyo objetivo cambió en político por lo que Clemente no pasó el Estrecho (momento en que comenzaron a llamarle El Moro Sabio) aunque aprendió mucho en este trayecto europeo en el campo de la criptogamia (su conocimiento de distintas lenguas le fue fundamental en este viaje); también fue diputado a Cortes en la primera legislatura del Trienio Liberal y bibliotecario y director del Jardín Botánico de Madrid.

He citado trabajos de Clemente que muestran que fue un gran científico, de ahí que en su tiempo fuera corresponsal de la Sociedad Linneana de París, de la de Ciencias y Artes de Barcelona, de la Real Academia de Ciencias de Baviera, de la fisiográfica de Lund, de la Real Sociedad de Agricultura del Alto Garona, de las Económicas de Madrid, Granada y Sanlúcar, del Instituto Militar Pestalozziano, aunque de la Linneana de Londres rechazó serlo por exigir “otra contribución que la de las luces”.

Un documento que no deja lugar a dudas sobre lo reconocido que llegó a ser en Europa es la relación de los elegidos para formar una macro academia en el régimen de José I Bonaparte donde nuestro hombre aparece en la sección de Anatomía y Zoología y la razón de haber sido incluido es por ser conocido en Europa. También Manuel Godoy en sus Memorias le dedica páginas muy elogiosas.

Sin embargo, como decía al principio, Simón de Rojas Clemente no es lo conocido ni reconocido como debería serlo en nuestra época, bien es verdad que los congresos y las publicaciones actuales de las obras que no se publicaron en su momento están rescatándolo de este inmerecido olvido con la recuperación de su memoria histórica científica.

PARA MAYOR INFORMACIÓN: MARTÍN POLO, Fernando, SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE, Publicacions de l’Universitat de València, 2016 [ISBN: 978-84-370-9938-5], 604 p.