Un reconocimiento a la ingeniería de montes

Vicente Casals Costa1

La emergencia en medios académicos, y no académicos, durante las últimas décadas del siglo XX, de la preocupación ambiental hizo crecer el interés por los ingenieros de montes. No debe ser casualidad que en la década de 1990 comenzara a fraguarse en España – y con alguna antelación en otros países, notablemente en EE.UU. — lo que comenzó a conocerse como historia ambiental y que un número significativo de los trabajos que luego fueron considerados como tales estuvieran dedicados al estudio de los montes; aunque algunos de nosotros (yo por lo menos) no éramos entonces conscientes de formar parte de tal categoría académica.

A lo largo de los siglos XIX y XX, es relativamente frecuente encontrar trabajos de contenido histórico sobre la profesión entre los forestales. Y muy a menudo, además, en numerosos de sus escritos, aunque sean de tipo técnico, están presentes reflexiones de carácter histórico muy apreciables, empezando por los trabajos de quien fuera el introductor en España de lo que entonces se llamó la “ciencia de montes”, Agustín Pascual González.

Esta tradición se ha mantenido y en tiempos recientes los forestales historiadores han efectuado aportaciones de gran relevancia. Me limitaré a mencionar a dos, tanto por su importancia como por la influencia que han tenido en mi propia obra. Podríamos mencionar a muchos más autores forestales, que desde luego existen, pero a los que no puedo referirme en el corto espacio de que dispongo.

En 1980, Eric Bauer publicó su tesis sobre Los montes de España en la Historia, una referencia obligatoria para todos aquellos que se han ocupado de la cuestión forestal desde entonces, entre ellos quien os habla.

La segunda referencia obligatoria sobre esta cuestión es la obra de Luís Gil Sánchez, profesor de la Escuela de Montes, que cabría calificar de auténticamente excepcional. Obras como el Atlas forestal de Castilla y León –que es mucho más de lo que su nombre sugiere— o la serie de monografías de ámbito autonómico sobre La transformación histórica del paisaje forestal, que se fueron publicando junto con los trabajos del III Inventario Forestal Nacional (serie lamentablemente interrumpida cuando llevaban publicas alrededor de las dos terceras partes de las monografías), junto con otros numerosos trabajos, hacen del profesor Luis Gil sin duda el mejor historiador forestal español, de un nivel equiparable, sino superior, a los de otros países. Y les puedo asegurar –y de esto sé algo— que tal afirmación no es retórica al uso para la ocasión.

Quizás se pueda pensar que la importancia de la labor de los forestales en relación a la conservación ambiental tenga que ver con algunas peculiaridades históricas de nuestro país, pero que en otros lugares la relación no se ha dado. No negaré que algo de eso pueda haber, pero desde luego creo que, en términos generales, no es así. Durante años he dedicado parte de mi tiempo a investigar la labor de los forestales de otros países, por ejemplo de América, y los planteamientos ahí se formularon en términos parecidos. Por poner un ejemplo: al ingeniero de montes Ricardo Codorniu se le conoció en España, a principios del siglo XX, como el “Apóstol del Árbol”, título que en Chile se aplicó al creador de la administración forestal de aquel país, Federico Albert; y en México sucedió lo mismo con Miguel A. de Quevedo, interesante personalidad sobre la que he ido publicando algunos trabajos.

Pero esto no sucedió solamente en Iberoamérica. En los EE.UU., personajes clave relacionados con iniciativas de protección ambiental de mucho calado, como Gifford Pinchot, Aldo Leopold o Benton Mackaye, fueron forestales. Mackaye, otro de los autores que actualmente retienen mi atención, fue un forestal de gran influencia, no solamente en relación con los bosques y la conservación, sino también en ámbitos como la ordenación de territorio y la planificación regional, en los cuales hoy en día se le puede considerar un clásico, por lo menos en EE.UU.

Por todo ello, creo que la obra de los ingenieros de montes merece un profundo reconocimiento social.

Para mayor información:

Vicente Casals Costa.  El turno forestal, la propiedad de los montes y la recepción de la fórmula de Faustmann en España, 1849-1918. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, IX (182), 2005. http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-182.htm

Vicente Casals Costa.  ‘Saber es hacer’. Origen y desarrollo de la ingeniería de montes y la profesión forestal. En Manuel Silva Suárez (ed.):Técnica e ingeniería en España. V. El Ochocientos. Profesiones e instituciones civiles.  Zaragoza: Real Academia de Ingeniería/Institución Fernando el Católico/Prensas Universitarias de Zaragoza, 2007, p. 395 – 447.

1 Vicente Casals ha sido profesor de Geografía Humana en la Universidad de Barcelona y es Ingeniero de Montes de Honor. El texto forma parte de la intervención del autor durante el acto en el que le fue concedida la distinción de Colegiado de Honor del Colegio y Asociación de Ingenieros de Montes, que tuvo lugar en el Instituto de Ingeniería de España, Madrid, el 6 de octubre de 2016.