Descubriendo la Antártida pasada

El impacto de las variaciones climáticas en los ecosistemas terrestres

M. Oliva

Centro de Estudos Geográficos – IGOT, Universidad de Lisboa, Portugal, oliva_marc@yahoo.com

La Antártida constituye el continente más meridional de la Tierra y el más frío, con un 99,6 por ciento de su superficie cubierta de hielo. Este continente ha constituido un hito para numerosas generaciones de exploradores y científicos deseosos de descubrir sus relieves y recursos naturales, los primeros, y los misterios que esconden sus hielos, tierras y aguas circundantes, los segundos.

Al contrario que en el Ártico, la colonización humana de la Antártida solo se remonta a los últimos siglos. Y es que, como el nombre dice, geográficamente, el Ártico es lo contrario a la Antártida: si bien el primero constituye un océano rodeado de tierras, el segundo es un continente aislado por las frías aguas del océano antártico. Esta localización geográfica dota al continente de unas condiciones climáticas extremas, con temperaturas que han llegado a alcanzar -89,2ºC en la base rusa de Vostok, en el interior de la fría meseta de la Antártida oriental (21-7-1983).

Durante la última década numerosos estudios han focalizado su interés en la Península Antártica, un alargado brazo de tierra que se prolonga más de 1.000 km hacia latitudes septentrionales en dirección al continente americano. En esta área, las condiciones climáticas son menos extremas, con temperaturas anuales que se sitúan entre -2 y -10ºC. Además, en este sector se registran periodos con temperaturas positivas durante el verano austral, lo que facilita la presencia de áreas libres de hielo con fauna y flora abundante y diversa. El que la temperatura ambiental supere los 0ºC permite que numerosos lagos pierdan su cubierta de hielo en el verano austral, permitiendo el desarrollo de algunas especias acuáticas tales como musgos, crustáceos y algún insecto. Los sedimentos de estos lagos constituyen una de las principales fuentes para poder reconstruir ambientalmente los últimos miles de años de esta región.

La Península Antártica es la región de la Tierra que ha experimentado un calentamiento más significativo durante las últimas décadas, con incrementos térmicos de hasta 0.5ºC/década inferidos por Eric Steig y otros investigadores en un artículo de 2009. Este patrón climático está teniendo consecuencias significativas sobre los ecosistemas naturales: retroceso de los glaciares, aparición de nuevas áreas libres de hielo, aumento de la superficie vegetada, cambios en la distribución de las especies animales, variaciones en la extensión del hielo marino, etc. Además del impacto local y regional, estos procesos pueden tener consecuencias a nivel planetario, en especial en lo que al nivel medio del mar se refiere, a las corrientes oceánicas, así como a sus teleconexiones climáticas con otras áreas del planeta.

Los informes climáticos internacionales, como el realizado por el Panel Internacional del Cambio Climático en 2014, apuntan a una intensificación de esta aceleración térmica durante las décadas venideras. No obstante, los científicos aun dudan del signo y alcance de la respuesta de los ecosistemas terrestres ante los futuros escenarios climáticos. Así, el estudio de los cambios climáticos y ambientales presentes en los registros sedimentarios de la Antártida permite examinar si en el pasado ya se han registrado condiciones similares o, si por el contrario, el impacto antrópico en el clima planetario también tiene consecuencias más allá de la variabilidad natural en este continente.

En este contexto se enmarca la investigación amparada por el proyecto HOLOANTAR (Holocene environmental change in the Maritime Antarctic. Interactions between permafrost and the lacustrine environment, www.holoantar.weebly.com), coordinada desde la Universidad de Lisboa y que cuenta con la participación de 16 investigadores de diferentes instituciones internacionales.

Una de las principales áreas de investigación de este proyecto es la Península Byers, que constituye el mayor sector libre de hielo del archipiélago de las Shetland del Sur, en el extremo noroccidental de la Península Antártica. En noviembre de 2012 se realizó una campaña de trabajo de campo para la recolección de las secuencias de sedimentos del fondo de cuatro lagos distribuidos a lo largo de un transecto desde la costa hasta el glaciar de domo Rotch. Los análisis en curso de los sedimentos lacustres han permitido inferir las fases de retroceso glaciar en esta península, así como la existencia de numerosos periodos cálidos y fríos durante los últimos milenios que han condicionado la evolución ambiental en esta área. Los periodos más cálidos debieron de traducirse en una mayor actividad biológica tanto en los lagos como en sus cuencas, mientras que periodos más fríos darían lugar a una mayor intensidad de los procesos criogénicos y movilización de partículas minerales hacia los lagos. El papel que el permafrost jugó en la actividad geomorfológica pasada en la Península Byers debió de estar altamente condicionado por las condiciones climáticas. El monitoreo actual del régimen térmico del suelo está evidenciando el control que ejerce la topografía y, en consecuencia, el manto nival en la presencia de hielo permanente en el suelo. Ello es decisivo para entender las formas y procesos geomorfológicos – de carácter periglaciar – activos hoy en día en esta península, los cuales ofrecen a su vez una referencia para inferir la dinámica pasada.

Estás líneas de trabajo en la Península Byers se complementan con la investigación interdisciplinar que se realiza en áreas adyacentes, como es el caso de la cercana Punta Elefante. Está área libre de hielo de sólo 1.16 km2 ha sufrido un acelerado proceso de deglaciación durante las últimas décadas, al aumentar su superficie libre de hielo un 17 por ciento entre 1956 y 2010. Utilizando como ejemplo el citado sector de Punta Elefante, los investigadores Marc Oliva y Jesús Ruiz Fernández en 2015 han descrito por primera vez en la Antártida la importancia del permafrost y de su degradación durante la fase paraglaciar, como factor clave en el desencadenamiento de movimientos en masa y en la degradación del terreno deglaciado. Esta aproximación al dinamismo geomorfológico actual se ha completado con el análisis de la distribución de la rica flora y fauna existente en este enclave. Este enfoque geoecológico, además, se ha completado con la caracterización de los vestigios arqueológicos mejor conservados de la Antártida Marítima. Los restos de los habitáculos usados por los primeros colonizadores antárticos (foqueros y balleneros), que aprovecharon los afloramientos rocosos litorales para su construcción, muestran un excelente estado de preservación. Los utensilios, vestimentas y restos biológicos de focas y ballenas encontrados en estos sitios permiten reconstruir el estilo de vida de estos individuos. En vista de la suma de valores geoecológicos y arqueológicos concentrados en esta pequeña península, se ha propuesto la designación de este espacio como una área de especial protección antártica (ASPA, en su acrónimo inglés) con el fin de preservar este espacio para las futuras generaciones.

Figura 1. Investigadores del proyecto HOLOANTAR sobre la superficie congelada del lago Chester trabajando para recuperar los sedimentos del fondo del lago (izquierda), testigos sedimentarios extraídos del lago (derecha).

Figura 1. Investigadores del proyecto HOLOANTAR sobre la superficie congelada del lago Chester trabajando para recuperar los sedimentos del fondo del lago (izquierda), testigos sedimentarios extraídos del lago (derecha).

Referencias

Oliva, M. y Ruiz-Fernández, J. (2015). Coupling patterns between paraglacial and permafrost degradation responses in Antarctica. Earth Surface Processes and Landforms, 40 (9): 1227-1238.

Steig, E.J., Ding, Q., White, J.W.C., Kuttel, M., Rupper, S.B., Neumann, T.A., Neff, P.D., Gallant, A.J.E., Mayewski, P.A., Taylor, K.C., Hoffman, G., Dixon, D., Schoenemann, S.W., Markle, B.R., Fudge, T.J., Schneider, D.P., Schauer, A.J., Teel, R.P., Vaughn, B.H., Burgener, L., Williams, J. y Korotkikh, E. (2013). Recent climate and ice-sheet changes in West Antarctica compared with the past 2,000 years. Nature Geoscience, 6: 372-375.