Fernando Martín Polo *Doctor en Geografía Humana por la Universidad de Barcelona
Son muchos los botánicos de los siglos XVIII-XIX que no han pasado a la historia de la ciencia, mereciendo, sin embargo, ese rango. Uno de ellos es Simón de Rojas Clemente (Titaguas, 1777-Madrid, 1827), que, a pesar de las obras realizadas, es poco conocido en nuestros tiempos y casi nada reconocido. La causa principal podría estar en que sus obras, por unas causas u otras, no se publicaron en el momento en que se produjeron, con lo cual cuando vieron la luz ya estaban desfasadas respecto al tiempo de su escritura.
Hubo alguna, sin embargo, que sí tuvo el eco que mereció. Fue el Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía (1807) que fue traducido al francés en 1814 y al alemán en 1821, en vida de Clemente. En el extranjero su difusión y reconocimiento fue más amplia que en España; el conde de Odart, el autor más influyente sobre este tema en el siglo XIX, llegó a decir que “est bien ce que je connais de mieux sur cette matière” [es lo mejor que conozco sobre esta materia]. Y «de la traducción francesa mandó el rey Luis XVIII que se repartiesen ejemplares entre las autoridades civiles de los departamentos para que los recomendasen a los pueblos».
Y todavía en nuestros tiempos para la Organización Internacional de la Viña y del Vino casi todos los postulados del Ensayo siguen vigentes, incluso actualmente un equipo de investigadores hispano-francés estudian el ADN de los 186 pliegos del herbario de variedades de la vid de Clemente pero por encima de todo se valora al naturalista como “el primero en aplicar el método científico al estudio y descripción de las variedades de vid cultivadas, y está considerado por tanto el primer ampelógrafo del mundo”.
Otra obra pudo haber tenido el eco del Ensayo.Fue la Ceres hispanica (comenzada hacia 1806) donde Lagasca y Clemente se propusieron “conocer la variabilidad existente [de los cereales], y a partir de ello intentar conocer las reglas que la gobernaban” con la ayuda de corresponsales españoles y extranjeros. Estos experimentos son parecidos a los hechos por Darwin y Mendel, por lo tanto “se adelantaron en muchos años a los primeros estudios y elaboración de ‘líneas puras’, que supusieron una gran revolución en la agricultura”, por cuya alternativa a su retraso en España también apostó Clemente en la reedición de 1818-1819 de la Agricultura general de Herrera. Sin embargo, el trágico final del Trienio Liberal frustró el proyecto.
Una obra importante como es la Historia natural del Reino de Granada editada en 2002 no tuvo el destino de la imprenta de forma inmediata, lo que habría consagrado al botánico de Titaguas en una figura mundial; este libro comienza siendo una historia natural para ir derivando en un tratado de geografía, en cuyo recorrido Simón de Rojas subió al Mulhacén realizando la primera medida homologada de su pico. También de forma muy tardía se publicaron la Historia civil, natural y eclesiástica de Titaguas (2000) y el Nomenclátor ornitológico o sea, nombres españoles y latinos sistemáticos de aves (2006).
A lo largo de su vida podemos nombrar otros méritos suyos como su título de Doctor en Teología, su viaje a París y Londres (1802-1803) con el fin de realizar un viaje científico a África junto con Domingo Badía (Alí Bey) pero cuyo objetivo cambió en político por lo que Clemente no pasó el Estrecho (momento en que comenzaron a llamarle El Moro Sabio) aunque aprendió mucho en este trayecto europeo en el campo de la criptogamia (su conocimiento de distintas lenguas le fue fundamental en este viaje); también fue diputado a Cortes en la primera legislatura del Trienio Liberal y bibliotecario y director del Jardín Botánico de Madrid.
He citado trabajos de Clemente que muestran que fue un gran científico, de ahí que en su tiempo fuera corresponsal de la Sociedad Linneana de París, de la de Ciencias y Artes de Barcelona, de la Real Academia de Ciencias de Baviera, de la fisiográfica de Lund, de la Real Sociedad de Agricultura del Alto Garona, de las Económicas de Madrid, Granada y Sanlúcar, del Instituto Militar Pestalozziano, aunque de la Linneana de Londres rechazó serlo por exigir “otra contribución que la de las luces”.
Un documento que no deja lugar a dudas sobre lo reconocido que llegó a ser en Europa es la relación de los elegidos para formar una macro academia en el régimen de José I Bonaparte donde nuestro hombre aparece en la sección de Anatomía y Zoología y la razón de haber sido incluido es por ser conocido en Europa. También Manuel Godoy en sus Memorias le dedica páginas muy elogiosas.
Sin embargo, como decía al principio, Simón de Rojas Clemente no es lo conocido ni reconocido como debería serlo en nuestra época, bien es verdad que los congresos y las publicaciones actuales de las obras que no se publicaron en su momento están rescatándolo de este inmerecido olvido con la recuperación de su memoria histórica científica.
PARA MAYOR INFORMACIÓN: MARTÍN POLO, Fernando, SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE, Publicacions de l’Universitat de València, 2016 [ISBN: 978-84-370-9938-5], 604 p.