Pedro Fraile
Seguramente esa pregunta se la ha hecho mucha gente desde que circula la noticia de su pronto desalojo y desaparición. Para muchos es una especie de mal sueño, una pesadilla llena de recuerdos amargos y reminiscencias de épocas dolorosas. Desde ese punto de vista, probablemente se considerará que lo mejor es derribarla y que no quede ni rastro de lo que fue un símbolo del franquismo y de la represión.
Sin duda se trata de una opinión respetable y muy comprensible, pero también se podría aducir que muchas catedrales se construyeron con el sudor de campesinos o artesanos que tuvieron que contribuir con su dinero o su esfuerzo. Seguramente se argumentará en contra que también les ofrecían un cierto consuelo espiritual. Sin duda se podrían multiplicar los ejemplos de construcciones que hoy contemplamos con respeto y admiración, e incluso se han convertido en una atracción turística, pero que se elevaron a costa de los sacrificios exigidos, a veces con violencia, a los más débiles.
Por otra parte, de un edificio no sólo nos interesa su calidad arquitectónica, que la cárcel Modelo tiene, sino también que nos explique cosas, que nos hable del pasado y nos ayude, por tanto, a entender el presente y a diseñar estrategias para orientar el futuro en una u otra dirección.
De todos modos, tal como se ha dicho, la Modelo de Barcelona, diseñada por Salvador Vinyals y Josep Domènec i Estapà tiene un gran valor arquitectónico. Recordemos que a sus artífices debemos, entre otros edificios, el del Hospital Clínico de Barcelona o el del Palacio de Justicia del Paseo Lluis Companys y, seguramente, nadie propondría demolerlos hoy
Esta estructura estrellada, que en el imaginario colectivo europeo suele estar vinculada a la idea del encierro, con un centro al que, sin saber muy bien por qué, le atribuimos un poder especial, tiene una larga historia que comenzó en el Renacimiento, cuando las ciudades se fueron convirtiendo en un hervidero de marginados que llegaron a ser un serio problema, tanto sanitario como de orden público y, para afrontarlo, se recurrió al encierro de estos menesterosos, que pululaban por calles y plazas, en una institución que recibió diferentes nombres, como Hospital, Casa de Misericordia, etc. Eran los primeros experimentos disciplinares.
El Ospedale Maggiore de Milán, diseñado por Antonio Averlino (Filarete), con su planta de cruz griega, se convirtió en el arquetipo arquitectónico que tuvo vigencia durante mucho tiempo. En este establecimiento el centro tenía un papel simbólico de la mayor importancia. En España hay algunos ejemplos, de la época de los Reyes Católicos, de estas instituciones, como podría ser el Real Hospital de Santiago de Compostela, hoy convertido en Parador Nacional.
Pero a finales del quinientos, un clérigo, Miguel Giginta, cambió el sentido de esta planta al convertir el crucero en un puesto de vigilancia. Un médico, Pérez de herrera, propuso, además, establecer un sistema de clasificación por alas, con lo que, a finales del siglo XVI, ya tenemos, de manera esquemática, el sistema de encierro radial que conocemos.
Pero las ideas prosperan cuando las condiciones sociales están maduras y todavía no se había construido el discurso, que luego vendrá de manos de la Ilustración, sobre la pena ni sobre la privación de libertad como castigo. Eso sí, mientras tanto, aumentaba el número de radios, en este tipo de edificios, como podría ser el modelo de Hospital propuesto por A. Desgodets a finales del seiscientos.
La historia de las prisiones es larga y compleja pero, simplificando, podríamos decir que la reflexión ilustrada incentivó el pensamiento sobre lo carcelario, ambiente en el que germinó el conocido Panóptico de Bentham, reinventando la vigilancia central y poniendo el acento en su potencial disciplinador, aunque ya se había propuesto casi doscientos años antes.
Pronto, la voluntad de economizar espacio y la búsqueda de establecimientos de fácil ampliación llevó hacia la estructura radial que, de manera muy confusa, algunos han bautizado como Sistema Filadelfia, por la cárcel allí construida que, por cierto, fue diseñada por un arquitecto inglés, John Haviland, que hizo lo que estaba viendo en Europa.
La Cárcel Modelo de Barcelona, inaugurada en 1904, es un ejemplo extraordinario de esta trayectoria discursiva y edificatoria, con un valor arquitectónico indiscutible y con una estructura central de hierro muy avanzada para su tiempo. Por otro lado, sería un error contemplarla exclusivamente como una rémora de franquismo, pues lo precedió en muchos años.
Por todo ello es importante su conservación y, por supuesto, abrir un amplio debate en torno a los posibles usos de tan magnífico edificio.
Para mayor información:
Fraile, P.: Arquitectura, espacio y control: morfologías, ciudades y vigilancias (siglos XVI-XVIII). In Casals, V.; Bonastra, Q. (eds.): Espacios de control y regulación social, Barcelona: Eds. del Serbal, 2014, p. 19-44.
Fraile P.: Sobre los orígenes de la arquitectura penitencia, Almacén de derecho, 2016, (http://almacendederecho.org/los-origenes-la-arquitectura-penitenciaria/ )
Pedro Fraile es Catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Lleida