Discordia a ras de suelo

A.Remesar

La estética urbana responde a la necesidad de que la ciudad no sea sólo funcional, sino, también “agradable”. Es un ámbito de discusión ciudadana que, en las últimas décadas, ha sido secuestrado por la tecno-burocracia de las administraciones públicas y de los promotores privados. Sin embargo, de vez en cuando, su dimensión ciudadana reaparece ya sea por la reivindicación de la ciudadanía, ya sea por la necesidad de “crear opinión” sobre los aspectos estéticos de la ciudad de los que se hacen eco determinados medios de comunicación. Quisiera, en este sentido, comentar la reciente polémica acerca del nuevo pavimento de la Diagonal de Barcelona.

A destacar el contexto. En 2004, la re-introducción del tranvía como sistema de transporte público abre una polémica acerca de la necesidad, o no, de conectar mediante este medio de transporte la plaza de las Glorias y la Plaza Francesc Macià. El tranvía ya transita por dos tramos de la Diagonal y, ahora, se plantea la idoneidad de conectar ambas plazas. La Diagonal atraviesa la totalidad de la trama Cerdà y es un elemento clave del sistema de movilidad de la ciudad. Surge, pues, el problema de la transformación de la Diagonal en el tramo entre las dos plazas (unos 4 Km) ya que la introducción del medio de transporte requiere una reorganización de la sección de la Avenida. El alcalde Hereu liderará un «extraño proceso de participación cívica» –como señalara bien Jordi Borja- que culmina con una consulta ciudadana en la que participa el 12,17% del censo, y en el que la propuesta de alcaldía reciben sólo el 20% de apoyo, frente a un aplastante 80% que plantea que la Diagonal se quede como está.

Se da carpetazo municipal a la idea de unir las dos plazas mediante el tranvía, pero no se cierra la polémica de la transformación de la Diagonal. Los ciudadanos se quejan de la estrechez de las aceras, los comerciantes de que la avenida no es atractiva para pasear con un efecto negativo en las ventas. Llegadas las elecciones del 2011 y con el cambio de equipo municipal, el nuevo alcalde titubea pero, finalmente, se decide por una remodelación de la Avenida que se ajusta al proyecto presentado por los comerciantes y que consiste, básicamente, en una ampliación de las aceras y en una mejora del equipamiento urbano. Y ahí entra en polémica el nuevo «panot«.

Desde inicios del s.XX, el panot (una loseta de hormigón de 20x20x5 cm) ha sido el elemento fundamental de urbanización de las aceras de la ciudad. Su utilización abarca el conjunto de la ciudad y se ha convertido en un elemento fundamental de la imagen que de su ciudad poseen los barceloneses. El nuevo panot mantiene las dimensiones tradicionales pero introduce importantes avances tecnológicos y de eco-eficiencia (el pavimento es capaz de autolimpiarse y el color verde que sustituye al gris tradicional genera una baja irradiación térmica). Pero el nuevo panot no reproduce los dibujos clásicos, sino una hoja de plátano, el árbol característico del Ensanche de Cerdà. De ahí la polémica.

Los barceloneses tienen acostumbrado el pie a un determinado tacto, a unas determinadas texturas y… la textura del nuevo pavimento no satisface. «Que si me siento menos seguro»; «que si no se puede andar con tacones»; «que no se nota la diferencia si calzas zapatos de suela gruesa pero con los de suela fina….UY!!!, vaya diferencia!!». ¿Cierto? Difícil de creer que unos diseños de inicio del s.XX tengan mejor ergonomía que el pavimento actual concienzudamente diseñado en relación a su ergonomía, accesibilidad y sostenibilidad.

Pasados unos meses ya nadie habla de los nuevos panots. Más ruido mediático que otra cosa. Los urbanitas son así. Se resisten a los cambios, a veces con razón, pero rápidamente olvidan sus quejas y cuitas. O acaso ¿no sucedió lo mismo con los panots de la Gran Vía (entre Pl. de las Glorias y Besòs) en el 2004? Nadie recuerda aquella polémica que no tuvo tanta resonancia mediática. ¿Quién recuerda la paralización de obras por parte de los vecinos en la Rambla del Poble Nou? Hoy los vecinos de este barrio, tras enconada resistencia, pisan una Rambla asfaltada en gris. Les robaron la calidad urbana de las losas tostadas cuyo recuerdo queda en las glorietas de la Rambla, y todo porqué algunas estaban mal puestas y la gente se tropezaba. Les pusieron como ejemplo la Rambla de Catalunya -!una buena solución en 1990!- ocultándoles que, desde finales de los noventa, el pavimento asfáltico puede ser de color lo que resulta en una mejor calidad urbana.

Para mayor información:

Sobre este proceso de cambios, de quejas, dimes y diretes que representa la historia del panot les recomiendo lean la tesis doctoral de Dánae Esparza que por ser tesis no lleva el título de «los panots de Barcelona» sino el más académico de «El diseño del suelo: el papel del pavimento en la creación de la imagen de la ciudad». No está en papel, pero la pueden descargar gratuitamente en http://tdx.cat/handle/10803/146248. ¡De vez en cuando la Universidad tiene cosas buenas!

Antoni Remesar es Profesor de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona y Director del Centre de Recerca POLIS