Durante dos años, del 2012 al 2014, en medio de las secuelas de la crisis financiera, un panorama de elevado desempleo y de un frenado sector de construcción después del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el proyecto Eurovegas fue durante algo como un gran activo político en España. En un panorama politico sin respuestas o ideas para paliar o incluso superar el reto urbano y social dejado por el abrupto fín del insostenible boom del ladrillo, surgió este proyecto urbano aún más desmesurado: un emporio del ocio de financiación incierta compuesto por varios casinos, hoteles, campos de golf, centros comerciales y de convenciones. Y Las Vegas Sands financiaría en parte esta transposición actualizada de Las Vegas al viejo continente.
Mapa en mano, los políticos pisaron terrenos que antes habían señalado con el dedo, terrenos destinados a servir de simulacro de un proyecto que prometía generar riqueza y crecimiento. Lugares y nombres pronto se llenaron de anotaciones, en reñida competición para atraer al inversor global: localidades como Getafe, Leganés, El Molar, Torrejón de Ardoz, Paracuellos del Jarama, Valdecarros y Alcorcón, en las cercanías de Madrid; o Montcada i Reixac, Gavà, Abrera, Terrassa, Sant Boi, Cornellà, Viladecans y El Prat de Llobregat, en la periferia de Barcelona, estaban listas para abandonar paulatinamente sus connotaciones e identidades originales para incribirse en el megaproyecto. La llegada del proyecto de Eurovegas ha librado el territorio a la lógica de la globalización y ha impuesto unas mismas reglas de producción del espacio, ya sea en Nevada, Macao, Castilla o Catalunya.
Al ser una zona libre de impuestos y beneficiarse de una laguna legal, los paisajes en juego también se convirtieron en objetos de nuestra imaginación: mientras arquitectos y urbanistas recalificaban las propiedades en sus mesas de dibujo y en compensación recibían jugosos honorarios, los medios de comunicación difundían las imágenes del futuro complejo, inscribiéndolas en el imaginario colectivo. Como un producto espacial más, las imágenes virtuales de relucientes rascacielos, plazas iluminadas, fuentes multicolores y lujosos casinos reemplazaron a los campos de alcachofas, huertos comunitarios o secas llanuras.
Barcelona contra Madrid: una partida de póker urbanística
El inversor exigía, como condición sine qua non 1.000 hectáreas edificables. Valdecarros se erigió en una de las opciones para acercar Eurovegas a Madrid. Con la entrada en liza de Barcelona, empezaba una partida de póker urbanística de alcance nacional, agudizada por la competición que libran las dos ciudades.
Barcelona debía sacrificar sus últimas reservas agrícolas realmente autosuficientes para conseguir el macrocasino. El mismo nombre del delta del Prat de Llobregat, el territorio elegido para derrotar a Madrid, indica su relevancia ecológica y regional: prado del río Llobregat. Esta área de 3.350 hectáreas, además de ser un humedal estratégico y una zona de protección para un acuífero de vital importancia, produce con sus 22.000 toneladas anuales de vegetales el 15% de la producción agrícola de Catalunya, según los datos de la Plataforma Aturem Eurovegas. Además, alberga a microindustrias relacionadas con la agricultura que generan 1.500 puestos de trabajo, y es un importante recurso natural del área metropolitana de Barcelona. Ante el interés del magnate estadounidense por implantar el modelo Las Vegas en Europa en este territorio, el gobierno catalán no dudó en encargar a un despacho de arquitectos local la recalificación de los terrenos que lo componen para facilitar su transformación en una región especializada en el ocio y la evasión fiscal.
A comienzos de septiembre de 2012, Madrid ganó la partida. Tras una larga y opaca disputa entre Valdecarros y la localidad alternativa de Alcorcón, Adelson se inclinó por la segunda opción, por ser el territorio ininterrumpido más extenso y distar tan solo diez minutos del centro de Madrid. En lugar de darle la vuelta a la tortilla proclamando las ventajas de la sostenibilidad y de las oportunidades que ofrece un ingenioso urbanismo de paisajes, Barcelona se desquitó presentando otro proyecto fantasmagórico solo un día después de anunciarse la decisión: se llamaría Barcelona World, estará situado en la provincia de Tarragona y lo financiará un turbio hombre de negocios que ha amasado su fortuna durante la burbuja inmobiliaria y que ha persuadido al hijo de un magnate chino para que invierta en esta respuesta a Eurovegas. Según la prensa, el proyecto incluye seis parques temáticos y varios complejos hoteleros, con un total de 12.000 habitaciones.
Al mismo tiempo, se aprobaban modificaciones en la legislación del suelo de la Comunidad Autónoma de Madrid y se flexibilizaba la ley sobre el tabaco. Todo ello, para llevar a las vastas planicies que se extienden alrededor de la antigua villa de Alcorcón la inversión de entre 6 y 17 mil millones de euros, con la creación de 72.000 empleos y otros 15.000 adicionales para la construcción, la presencia de los cuales exigiría también modificar la legislación sobre la admisión de mano de obra extranjera, el manual de prevención del lavado de capital, exenciones en la cotización a la seguridad social, la libre disponibilidad del espacio público y el traslado de un gran vertedero municipal.
Fin de partida
Alcorcón, la región que durante casi dos años quiso ser el desierto del Mojave, simboliza ahora tanto las promesas incumplidas como el fracaso del proyecto: en diciembre de 2013, el espejismo terminó. La prensa informó que Las Vegas Sands había pedido que todas sus inversiones quedarían protegidas ante cualquier ulterior modificación legislativa –exigencias que el gobierno de España no estaba en condiciones de aceptar. “No vemos cómo podemos llevar a cabo este proyecto a gran escala”, afirmó Adelson en una declaración de prensa a mediados de diciembre. Abandonó Madrid apostando por Asia, a Japón o Corea a su vez. Al final, Eurovegas se estrelló como una burbuja más.
Aun así, la simple implantación de este proyecto en el discurso sobre urbanismo y en el imaginario de los políticos y de los ciudadanos –en forma de promesa para unos, de amenaza para los demás–, su inscripción en el mapa e incluso su fracaso final, sometió a una gran presión estos espacios periféricos y modificó definitivamente su significado.
Para mayor información
GOLDA-PONGRATZ, Kathrin. Landscapes of Pressure. Barcelona 2014. [ISBN 978-84-616-9007-7]. Edición en castellano e inglés. Con un ensayo de Carles Guerra.
http://pressuredlandscapes.tumblr.com/
http://copialab.com/exposicion/30/-PAISAJES-DE-PRESIÓN/
Kathrin Golda-Pongratz es doctora arquitecta y profesora de urbanismo internacional de la Frankfurt University of Applied Sciences.