Agustí Alcoberro*
Al finalizar la Guerra Civil, el número de reclusos en España superaba los 550.000. La mayoría de ellos se encontraban en campos de concentración o en batallones de trabajadores, en una situación que se prolongó hasta 1947.
El testimonio escrito de Francesc Grau en su novela autobiográfica Rua de captius resultó decisivo para conocer la función del mapa como instrumento de desmoralización y de humillación de los reclusos.
Entre 1937 y 1939, la plaza de toros de Logroño fue, como otros espacios públicos de la España de Franco, un campo de concentración. Al finalizar la Guerra Civil, el número de reclusos en España superaba los 550.000. La mayoría de ellos se encontraban en campos de concentración o en batallones de trabajadores, en una situación que se prolongó hasta 1947. Sin embargo, los campos de concentración de Franco continúan siendo prácticamente desconocidos, a diferencia de lo que ocurre con los campos de otras dictaduras fascistas, como Alemania o Italia, y también de países democráticos como la República Francesa (donde fueron a parar en 1939 medio millón de republicanos).
A diferencia de la Europa democrática que surgió de la II Guerra Mundial, la dictadura franquista se encargó posteriormente de liquidar cualquier vestigio de los campos y de cubrir con un tupido velo un episodio particularmente vergonzoso del régimen. Algo parecido ha hecho la democracia surgida tras la muerte del dictador, que se construyó (no hay que olvidarlo) sobre un pacto de amnesia entre la dictadura y las fuerzas mayoritarias de la oposición. Por ello, resulta particularmente revelador y digno de elogio el caso del “mapa de los presos” de la capital de la Rioja.
Objetivo 1: rescatar el mapa
Cuando en octubre del 2002 se procedió al derribo de la Plaza de Toros de Logroño, el profesor Carlos Muntión y un grupo de memoria histórica local se propuso preservar un mapa de España de grandes dimensiones que se creía que estaba relacionado con el campo de concentración que allí había funcionado. De hecho, aunque no se sabía exactamente su historia, la gente lo llamaba el “mapa de los presos”. Muntión pactó con la empresa encargada del derribo el desmontaje y el rescate del mapa, y también se puso en contacto con el Archivo Histórico Provincial. Pero, cuando iban a hacer efectiva la recogida de las 34 piezas de 40 cms. de lado en que lo habían partido, una dotación de funcionarios municipales y policías se apoderó de las piezas y las depositó en un almacén municipal. Por entonces gobernaba el Partido Popular con mayoría absoluta en el ayuntamiento, la comunidad autónoma y el gobierno central.
La lucha por recuperar el mapa oculto se prolongó durante más de doce años. La protagonizó la Asociación La Barranca por la Preservación de la Memoria Histórica en la Rioja. Dicha organización gestiona el Cementerio Civil La Barranca, construido sobre una fosa común donde fueron asesinadas y enterradas una 400 personas entre septiembre y diciembre de 1936. La entidad decidió que el cementerio podía y debía acoger el mapa cuando fuera liberado por las autoridades.
Y la ocasión llegó con el cambio de mayorías municipales. Un acuerdo promovido por las fuerzas de izquierdas, aprobado por el Pleno Municipal el 31 de julio de 2015, cedió la obra a la Asociación La Barranca para su ubicación en el cementerio civil.
Objetivo 2: rescatar el relato
Pero el combate no se planteó tan sólo en términos jurídicos o políticos. Antes había que vencer la batalla del relato. Desde los ámbitos políticos y mediáticos próximos al Partido Popular se afirmaba que el mapa no tenía ningún valor histórico, ni nada que ver con el campo de concentración. Y los partidarios de la memoria democrática tenían grandes dificultades para documentar su función en un período que ha dejado una muy escasa documentación escrita.
Por suerte, también esta batalla se ganó, en primer lugar con un documento de archivo; y en segundo, y ya de manera determinante, con el testimonio escrito del catalán Francesc Grau i Viader, que allí estuvo recluso.
El primer texto, conservado en el Archivo Histórico Provincial de la Rioja, contiene unas instrucciones firmadas el 26 de mayo de 1936 por el jefe de propaganda en los frentes en que se ordena que “en todos los Campos de Concentración se deberán ejecutar mapas de España en un tamaño mínimo de 2 por 2 metros, o sea 4 metros cuadrados”, en los que “una cinta, a ser posible de los colores nacionales, marcará la separación de las dos zonas”. Aunque la orden, como suponemos, fue generalizada, el mapa de Logroño es hoy por hoy el único vestigio de esta práctica.
Pero faltaba documentar su realización efectiva y su uso como instrumento de desmoralización y de humillación de los presos. Y aquí entra la memoria escrita. Francesc Grau i Viader (1920-1997), soldado de la República en la quinta del biberón, cayó prisionero en el frente de Cataluña en enero de 1939 y pasó por los campos de concentración de Logroño y Miranda de Ebro. Años después relató su experiencia en las novelas autobiográficas Dues línies terriblement paral·leles (1978), en que describe su actuación como soldado republicano, y Rua de captius (“Procesión de cautivos”, 1981), en que relata su experiencia en dichos campos. Ambas obras han sido reeditadas recientemente por Club Editor.
En 2014, en una breve estancia en Barcelona, Carlos Muntión compró esta última novela. Aunque no conocía la lengua catalana, en seguida comprobó que Grau describía con precisión la vida cotidiana en el campo de Logroño y, lo que resultaba aún más impactante, la liturgia organizada alrededor del mapa, donde día a día los carceleros alardeaban frente a los presos de las victorias “nacionales”. Esta vez la memoria escrita se aliaba con el patrimonio material y permitía construir un relato contundente y veraz.
Un epílogo (o dos)
El 10 de abril de 2015 la Asociación La Barranca celebró la colocación del mapa, con la presencia de la viuda y los hijos de Francesc Grau y de otros presos. Fue un acto muy emotivo y que contó con una gran participación. Cuatro días después, el 14 de abril, ochenta y cuatro aniversario de la proclamación de la República, un grupo anónimo profanó el espacio y ensució el mapa con lemas y símbolos fascistas.
El mapa escondido y ninguneado durante años se había convertido para siempre en un poderoso símbolo de memoria.
Para mayor información:
Dossier: “Plaza de Toros de Logroño. Campo de Concentración”, Piedra de rayo. Revista riojana de cultura popular, 47 (marzo 2016). piedraderayo@hotmail.com
Grau i Viader, Francesc: Rua de captius. Barcelona: Club Editor, 2014 (está prevista la edición de la versión en lengua castellana de la obra en enero de 2017).
*Agustí Alcoberro es profesor de Historia Moderna en la Universidad de Barcelona