Carmen Gil de Arriba*
En el marco de la globalización y de la puesta en valor turístico de territorios surgen nuevas dinámicas para un mercado ávido de ofertas y experiencias. Estas dinámicas, favorecidas por los vuelos low cost y el bienestar de algunos grupos sociales de países occidentales, con deseos de movilidad y estilos de vida “nómada”, enlazan con la propia evolución de las migraciones internacionales, en este caso, no por trabajo o buscando mejores condiciones de vida, sino por motivos de disfrute y ocio.
Hablamos del turismo residencial, dos términos que combinados parecen contradictorios, pero que forman parte de los modos de movilidad y de viaje del mundo contemporáneo: el lifestyle migration. Esta apelación reagrupa prácticas de gran heterogeneidad referidas a colectivos en busca de territorios que les permitan vivir experiencias personales, en ruptura con su contexto de procedencia, como proyecto de vida, trasladando su residencia de unos lugares a otros, de unos países a otros; lo que algunos han denominado una forma de vivir y habitar “poli-tópica” (en distintos lugares al mismo tiempo, a veces considerablemente distantes entre sí). Eso desde el punto de vista de la demanda.
Desde la oferta o países receptores (España, el sur de Francia, Portugal o Marruecos y Túnez en el contexto europeo, o bien México, Belice, Costa Rica y Panamá en el americano), este deseo de alteridad resulta buen negocio para empresas trasnacionales y sectores de la construcción e inmobiliarios. A la par, los efectos sobre los nuevos espacios de residencia y vida cotidiana son variados: socioeconómicos, territoriales y culturales. Además, estas consecuencias difieren según los territorios implicados. Por ello resultan interesantes los casos de estudio, para avanzar en el conocimiento crítico de este fenómeno en expansión y analizar sus múltiples resultados y derivaciones.
En el caso de Marruecos, que por razones históricas y de proximidad mantiene importantes vínculos con España y Francia, ya durante el Protectorado (1912-1956) ambos países pusieron en marcha, cada uno por su lado, iniciativas para la promoción de las primeras prácticas turísticas. Por tanto, que las principales demandas del turismo internacional y residencial procedan actualmente de estos dos países no debe sorprendernos. Aquellas movilidades coloniales establecieron bases para el posterior desarrollo turístico a escala internacional, pero también para la creación de imágenes y estereotipos.
Hoy, varias ciudades marroquíes experimentan el auge del turismo residencial extranjero. Es, en efecto, un fenómeno eminentemente urbano. La mayoría de estas ciudades presentan, de un lado, la ciudad antigua: la medina, espacio patrimonial, y de otro, la ciudad occidental cuya planificación procede con frecuencia de la etapa del Protectorado. A pesar de esta dualidad, los dos elementos mantuvieron un equilibrio hasta los años ochenta. En esta década se produjo una fuerte expansión urbana, al tiempo que las medinas perdieron sus anteriores habitantes que prefirieron las comodidades de las nuevas urbanizaciones. A partir de los noventa, la aparición del turismo residencial como fenómeno moderno amplifica el proceso de urbanización y transforma espacios preexistentes, como las propias medinas, donde turistas-residentes se han reapropiado barrios enteros, alterando a su conveniencia antiguas viviendas e iniciando procesos de gentrificación.
Marrakech y Agadir son los ejemplos más llamativos del turismo residencial, con la creación de entornos lujosos y exclusivos, en los que el turismo y los residentes extranjeros contribuyen a reforzar contrastes y procesos de segregación espacial, lo mismo que la especulación inmobiliaria.
A menudo, las residencias turísticas se focalizan a lo largo de la costa. La principal excepción es Chauén, a unos setenta kilómetros al sur de Tetuán. Casas tradicionales de su medina se han convertido en viviendas de extranjeros, mientras proliferan alojamientos y actividades de hostelería.
En este contexto general, los ambientes de supuesta mezcla social e intercultural resultan frecuentes, parecen implantarse nuevas formas de sociabilidad o lo que podría entenderse como un modelo de relaciones cosmopolitas entre turistas, residentes extranjeros y grupos de la sociedad marroquí. Bajo el simulacro del cosmopolitismo, se consolidan barreras socioeconómicas y simbólicas, se incrementan transformaciones urbanísticas y espacios construidos para satisfacer a una demanda externa, en contraste con el resto del territorio circundante y las necesidades de la población. Las medinas pierden sus antiguos usos y significados, el patrimonio y los valores de identidad cultural se convierten en productos de consumo. Todo ello en aras de la modernización.
Para mayor información:
GIL DE ARRIBA, Carmen; BOUQALLAL, Hamid: Touristes internationaux ou résidents étrangers ? Nouvelles tendances du tourisme résidentiel et des migrations d’agrément au Maroc, Téoros, Revue de Recherche en Tourisme, 2017, 36-2 : Tourisme résidentiel. Disponible en <http://teoros.revues.org/3060>
* Carmen Gil de Arriba es profesora de Geografía Humana en la Universidad de Cantabria.