Ángel Calvo (UB)
En nuestra ingenuidad inocente, no pocos de nosotros pensamos que una tecnología dada se extiende por su superioridad frente a las existentes, por su excelencia, en suma. Olvidamos así que está sometida a la lógica de las condiciones socioeconómicas, culturales y políticas en que nace y debe desenvolverse.
De vez en cuando los media airean las tremendas diferencias existentes en el acceso a las redes de comunicación según el lugar de residencia de los usuarios. Así, señalan por ejemplo, que más de 2.700 pueblos no pueden navegar por Internet a 10 megas o que la llegada de la fibra óptica y 4G a las grandes ciudades colisiona frontalmente con el reducido número de hogares con accesos mínimamente aceptables.
La desigualdad en el acceso a las redes de comunicación arranca ya desde las fases iniciales del desarrollo de las mismas, rasgo extensible a diversas formas de respuestas a esta injusta situación, llámense cooperativas o programas públicos. Esta diversidad de respuestas pretendía poner al alcance de la población un servicio reservado para unos pocos por su carestía. Tan solo profesionales, comerciantes, hoteleros, industriales o simples individuos con abundantes recursos podían permitirse lo que se consideraba un lujo.
En este sentido, resulta curioso señalar que la primera cooperativa telefónica nació en Argentina con el propósito de contrarrestar el monopolio que ejercía la Unión Telefónica y fue organizada por el pionero DavidH. Atwell en Buenos Aires (1887), según señala Victor Maximilian Berthold, una de las autoridades en la historia mundial de la telefonía. A su vez, la configuración territorial descentralizada de Canadá alimentó la implicación de los gobiernos provinciales en la expansión del teléfono.
Precisamente, el artículo sobre el que se basa esta breve referencia estudia un caso de implicación de los gobiernos de estructura territorial descentralizada en la extensión del teléfono a las zonas más desabastecidas de servicio en España, poco rentables para la iniciativa privada. Fue posible cuando el sistema oligárquico de la Restauración borbónica, que abarca el reinado de Alfonso XII y primeros años del de Alfonso XIII (1876-1923), rompiendo su rigidez paralizante, se desprendió de sus prerrogativas en la regulación de los servicios públicos y cedió competencias a organismos públicos no estatales, como diputaciones, entidades mancomunadas y cabildos. Se adelantó la diputación vasca de Guipúzcoa, dentro de una región con honda tradición foral, y otras siguieron su ejemplo, no sin que por el camino quedaran algunos intentos loables. Vale la pena subrayar esta implicación de la iniciativa pública no estatal en la creación de las infraestructuras de comunicación de un país con una red telegráfica pública y un sistema telefónico predominantemente privado y deficiente.
Entre las actuaciones públicas que tuvieron un éxito relativo destaca la red telefónica pública de un territorio igualmente caracterizado por su fuerte sentimiento nacional. Fue creada por la Mancomunidad de Cataluña -entidad formada por las provincias de Barcelona, Gerona, Lérida y Tarragona- en el primer cuarto del siglo XX como una apuesta decidida por el servicio universal en ese territorio. Sin embargo, no figura en los manuales aunque no falta en ninguno de los estudios sobre la ‘obra realizada’.
Sin lugar a dudas, la creación de una red telefónica pública es el logro más comentado por quienes, desde ángulos bien diferentes a veces, se acercan al estudio de la obra de la Mancomunidad de Cataluña. Con todo, tales comentarios muy a menudo no superan el estadio de la simple alusión a los aspectos más visibles de la red, en especial los kilómetros de líneas, el número de centrales o la cantidad de pueblos puestos en comunicación. Aspectos capitales como la organización, las opciones tecnológicas más allá de la espectacularidad de la primera central automática o, todavía más, la aportación de los municipios al esfuerzo mancomunal quedan fuera de la atención de los especialistas.
El carácter singular del caso de la red telefónica de la Mancomunidad de Cataluña en perspectiva comparada, tanto a escala nacional como internacional, parece una realidad ajena a discusión. Recursos económicos escasos y corta duración de la experiencia, hecha trizas a causa de la supresión de la Mancomunidad por la dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923-1930), limitaron el alcance de un proyecto ambicioso e ilusionante, que pretendía prestar un servicio y, a la vez, convertirlo en elemento vertebrador del territorio. Rasgos fundamentales del caso estudiado son su naturaleza pública –valga la repetición-, la notable envergadura de la obra realizada, los numerosos proyectos sin ejecutar por causas y condicionamientos varios y la profunda huella en las instituciones que llevaron a cabo el programa y en los usuarios. Esa herencia se extiende también al propio sector del teléfono puesto que la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE) hará suyos espíritu y letra del programa de la Mancomunidad, es decir, la ampliación, la unificación y la modernización del sistema telefónico español. Este detalle nunca, que se sepa, ha sido puesto de relieve hasta el momento y apunta a la posibilidad de influencias de primera hora de la dirección de la Sección de Teléfonos en el proceso de gestación de CTNE, convertida en el monopolio del servicio telefónico en España.
Por encima de todo, lo que desataca es el enorme papel desempeñado por los Ayuntamientos en la formación de la red y en los resultados. En otras palabras, esa gran ‘obra realizada’ tantas veces esgrimida no hubiese sido posible sin los recursos materiales, financieros y personales aportados por las corporaciones municipales, no siempre sobradas de ellos.
Para mayor información:
CALVO, Ángel. Teléfono para todos… o casi. La singular experiencia de la red de la Mancomunidad de Cataluña, 1914-1925. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de julio de 2014, vol. XVIII, nº 481. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-481.htm>. ISSN: 1138-9788.