Dra. Paula Boniolo
CONICET-IIGG/UBA
En las sociedades modernas, solemos repetir a nuestros hijos que si se esfuerzan, serán recompensados. La idea del mérito ha atravesado nuestras vidas desde un comienzo. Sin embargo, no todos los individuos son recompensados de la misma manera ante sus esfuerzos. Las oportunidades que se les brindan no están igualmente distribuidas en la sociedad. Existen posiciones diferenciales donde algunos individuos acumulan beneficios en detrimento de otros.
No sólo la voluntad y el esfuerzo individual permiten que algunas personas lleguen a posiciones privilegiadas en la sociedad y otras no. Existen características que al nacer heredamos, por ejemplo, el hogar de origen que nos inserta socialmentey brinda capitales (cultural, social y económico), que al articularse con las capacidades y esfuerzos personales así como con recorridos educativos y ocupacionales, condicionan nuestras trayectorias de vida potenciando y limitando las posibilidades de ascenso social a futuro.
El hogar condiciona las posibilidades de logro en la vida adulta. Así, las probabilidades de ascenso social, y de mejoras de las condiciones de vida, son diferentes entre quienes nacen en un hogar con padres trabajadores manuales no calificados y aquellos que provienen de hogares con padres profesionales. Son los hogares de origen los que permiten el ingreso de los niños al sistema educativo, y ellos también deciden quiénes de sus miembros continúan estudiando y quiénes ingresan al mercado laboral. La desigualdad social comienza entonces al heredar la clase social de los padres. Al mismo tiempo que heredamos el hogar de origen, también heredamos la zona de la ciudad en la que habitamos.
Desde hace varias décadas, en las grandes ciudades comenzó un proceso de segregación residencial socio-económica, que consiste en la concentración de residentes con características socio-económicas similares en cada zona, apareciendo contrapuestas zonas de mayor poder adquisitivo y zonas con menor poder adquisitivo, acompañadas de desigualdades en la infraestructura y en el acceso a los servicios.
En este sentido, los territorios donde las familias constituyen sus residencias condensan distintos tipos de infraestructuras y calidades de servicios, así como oportunidades laborales, educativas y redes sociales. De esta manera, la desigual distribución de recursos y ofertas en los territorios condiciona las posibilidades de ascenso social. En síntesis, es el territorio una nueva dimensión de la desigualdad social que las ciencias sociales deberán abordar.
Los hallazgos de nuestra investigación en la Región Metropolitana de Buenos Aires, muestran que residir durante la juventud (16 años) en la Ciudad de Buenos Aires y el primer anillo que la rodea, así como vivir en las zonas más desarrolladas del interior del país, brinda mayores oportunidades en la adultez de alcanzar posiciones profesionales, directivas y propietarias de capital (3 y casi 4 veces más de probabilidades respectivamente).Sin embargo, esto no quiere decir que por el mero hecho de asentar el hogar en una zona privilegiada, las oportunidades aparezcan por arte de magia, dependerá de las habilidades y estrategias familiares poder captar las oportunidades y recursos disponibles.
La finalización del nivel secundario constituye aún una barrera para el acceso a mejores puestos ocupacionales. Igualando la clase de origen y la zona de residencia juvenil, las personas que lograron culminar la escuela secundaria en la Región Metropolitana de Buenos Aires, tienen casi 6 veces más de probabilidades de alcanzar posiciones profesionales, directivas y propietarias, que quienes no lo lograron. La educación, si bien sigue atada a los orígenes y al territorio, abre caminos a la realización personal, y posibilita movilidad social ascendente, y con ello mejorar las condiciones de vida.
En síntesis, si bien los estudios de movilidad social tienden a pensar en oportunidades y limitaciones ligadas a aspectos educativos y ocupacionales, o bien a las capacidades y los recursos que movilizan las personas para crear su historia, dejan de lado los efectos del vecindario. Estudios recientes muestran que tanto los factores estructurales como los ligados a la agencia están condicionados, cada vez más, por los espacios socio-habitacionales donde las familias se desarrollan. Así, las oportunidades y limitaciones que cada persona hereda no sólo tienen un peso relativo según las características de cada país en la que se desarrollan, sino también según las características del espacio socio-habitacional en el que se despliegan. En este sentido, debemos seguir interrogándonos acerca de para quiénes el territorio tiene consecuencias, en qué se reflejan esas consecuencias, y cuándo y dónde el territorio tiene efectos para la vida de las personas.
Para mayor información:
BONIOLO, Paula; ESTÉVEZ LESTON, Bárbara. El efecto del territorio en la movilidad social de hogares de la Región Metropolitana de Buenos Aires, Cuadernos Geográficos, 2017 56 (1), p. 101-123.
Paula Boniolo es investigadora del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires y del CONICET (Argentina).