Jean-Pierre Garnier*
La visión de las ciudades del porvenir puede ser de lo más pesimista, tal como se desprende del libro Ciudades bajo control1del geógrafo inglés «radical» —es decir, anticapitalista— Stephen Graham. Pesimista, sí, pero también realista: a partir del análisis de lo que se está preparando o ya desarrollando en las ciudades en este momento de «frenesí securitario globalizado», el autor muestra lo que el modo de producción capitalista ha llegado a ser hoy día, so pretexto de la «lucha contra el terrorismo» y otras «violencias urbanas»: un modo de destrucción de las relaciones civilizadas entre los miembros de una sociedad.
Las informaciones reunidas por S. Graham acerca de las nuevas estrategias y técnicas de mantenimiento del orden en las metrópolis no dejan lugar a dudas sobre lo que será de éstas en caso de sublevamiento popular: se convertirán en los principales campos de batalla de mañana. Parece que, en efecto, la urbanización de un mundo minado por desigualdades crecientes correrá a la par de una intensificación de una guerra social urbana, abierta o larvada, llamada de « baja intensidad ». Se trata de una guerra no declarada donde, paralelamente a la formación de cuerpos represivos especializados en la lucha contra las insurrecciones, se pondrán en marcha innumerables (y cada vez más perfeccionados) dispositivos high-tech de vigilancia, control y neutralización de un enemigo que va haciéndose más y más omnipresente y huidizo (percibido a la vez como exterior e interior, global y local, real y virtual), y que, debido al auge de la precarización, de la pauperización y de la marginalización en masa, tiende a confundirse con la mayoría de los ciudadanos.
A la vista de los preparativos belicosos intensivos descritos por Stephen Graham, diríase que las clases dirigentes no están del todo seguras de gozar de un estado de «paz civil» duradero o sostenible, como a algunos les gusta decir. Tampoco parece que la creciente acumulación del capital, ahora transnacionalizada, tecnologizada, financiarizada y flexibilizada, vaya a protegerlas de la revuelta masiva de quienes pagaron los platos rotos. Así que todo está ya preparado para ganar las «guerras de cuarta generación» -como dicen en la jerga del Pentágono- que se perfilan en el horizonte de las metrópolis del siglo XXI.
Lo que debería llamar la atención es la evolución de la relación de fuerzas entre las «del orden» y las de la «subversión». Probablemente nunca antes de ahora haya sido tan desfavorable para las últimas. Si tomamos como ejemplo la Francia de Napoleón III, el aplastamiento de la Comuna de París por el ejército contrarrevolucionario venido de Versalles muestra una diferencia de fuerzas que hoy sería un verdadero abismo. S. Graham nos ofrece una descripción tan detallada como espantosa del armamento ultra-sofisticado y de las tropas de choque entrenadas para el «control de la muchedumbre» y para sofocar las manifestaciones y protestas colectivas en las ciudades contemporáneas. Por ello, cuando el geógrafo David Harvey, «radical» él también, proclama retóricamente que «la revolución será urbana o no será»2, habría que recordar la advertencia del Presidente Mao Ze Dong, según la cual «la revolución no es una cena de gala».
Ciudades bajo control confirma, en todo caso, lo que las dos últimas guerras mundiales, Auschwitz e Hiroshima han dejado ya entrever: que, conjugado con la permanencia de las relaciones de producción y de dominación capitalistas que determinan su orientación y su utilización, el desarrollo científico y técnico ya no puede ser identificado con ninguna clase de «progreso».
El peinado audiovisual y digital del territorio urbano, el espionaje generalizado de las redes de comunicación, el urbanismo «fortificado» de ciertos espacios urbanos «defensivos», el recurso sistemático a «armas no letales» que incapacitan de por vida, las «ejecuciones extrajudiciales» con la ayuda de drones, microrobots voladores capaces de reconocer el ADN para atacar a individuos registrados como «sospechosos» en las bases de datos militares o policiales, etc., son otros tantos signos de una regresión de índole a la vez ética y política, por no decir de una barbarie incrementada, aunque sea new-look. En las ciudades, con esta guerra urbana «sin origen ni fin ni límites» que ya ha empezado, concluye Stephen Graham, la democracia y el Estado de Derecho inscritos en las banderas del nuevo imperialismo acabarán por perder las últimas apariencias de realidad. El desarrollo de respuestas represivas a la reivindicación de la ciudad como arena política tiende a hacer de ésta una mera arena policial.
* Jean Pierre Garnier es sociólogo.
1 Stephen Graham. Villes sous contrôle. La militarisation de l’espace urbain, La Découverte, 2012. En inglés. Cities under siege, Verso, 2010.
2 David Harvey. The right to the city, Monthly Review, 2008.