El valor de las fuentes orales: el caso de Manuel Azaustre

Mercedes Vilanova

Catedrática emérita de la UB

Es difícil atrapar lo válido y certero en los diálogos congelados de las fuentes orales; obnubilada por el volumen de palabras recogidas recordé aquel consejo luminoso “busca lo insólito alerta a lo inimaginable”. Documentos y estadísticas que están en los archivos pueden representar un antes y un después, pueden ser brechas abiertas entre abismos o cielos que reorientan el tiempo lineal.

Mi zénit profesional lo viví al toparme con Manuel Azaustre y su esposa María Gascón, el impacto fue comparable al de la emoción que sentía cuando me sumergía en lo azul; junto a ellos supe, con la rotundidad del rayo, que me encontraba ante una realidad jamás soñada. La presencia de Manolo Azaustre llenó el salón de su casa donde hablamos, y mientras los dos medíamos nuestra fuerza, nos miramos cara a cara desafiándonos con dignidad: él era la primera vez que concedía una entrevista “no me han hecho esto nunca” y yo a pesar del hechizo no me desarbolé.

En Mauthausen, Azaustre aprendió a ser hombre, a valorar a los demás: “Aprendí a ser humano, a considerar a la gente, que eso no se halla hoy, el respeto a la persona no se halla hoy, aprendí que una persona humana valía mucho, a mí Mauthausen me ha hecho un hombre ¿me entiende usted? Entré joven: ¿se imagina veintiún años? y cuando salí, salí hecho un hombre, teniendo una humanidad, una cosa…” Le comenté entonces: ¡Es fantástico esto! Y él me respondió: “Sí, pero te hace falta pasar por Mauthausen para eso, para comprender el valor de una persona, porque cada persona tiene un valor y hay que comprenderlo”.

La sociedad que apresó a los republicanos españoles, les obligó a colaborar con el sistema concentracionario para no morir y, lógicamente, al liberarles no les permitió denunciar el dilema al que habían sido sometidos. Después, les ha convertido en héroes y les ha otorgado honores y medallas mientras fuerza un discurso que encierra en callejones sin salida, no por lo que se calla si no por lo que se dice: ¿será ese el infierno del que habla María Zambrano? Zygmunt Bauman afirma que en los campos, a pesar de todo, pudo vivirse una decisión personal: Azaustre lo demuestra.

Manuel Azaustre fue un comunista que luchó como un tigre cuando hizo falta, en Austria o en España. Empezó a trabajar a los doce años, no tuvo estudios, no supo expresarse y Jorge Semprún le hizo desaparecer borrándole de su película Las dos memorias; después ni radios, televisiones, colegios, universidades o historiadores se han preocupado por encontrarle. Quizá lo insólito de los archivos y las perlas maravillosas de la vida sea eso a la vez cercano e invisible, eso que no queremos ver ni saber pues nos podría cuestionar. Manuel Azaustre me desveló una parte de su vida seguro de su valor y, al final del encuentro, dio el permiso para que sus palabras fueran utilizadas y depositadas en el Visitor Center de Mauthausen diciendo sin tapujos que lo hacía para que se sepa “lo que no sabe nadie”1.

Mercedes Vilanova

Catedrática emérita de la UB

1 Las ideas de este artículo han sido publicadas en Mercedes Vilanova, Mauthausen, después. Voces de españoles deportados, Cátedra, 2014. La entrevista a Manuel Azaustre se realizó en 2002, la de Jorge Semprún en 2005.