Por F. Xavier Vall Solaz*
A finales de noviembre de 1877, el mitificado Edison dio a conocer el fonógrafo Tinfoil, llamado así por la grabación en láminas de estaño. Pese a los precedentes y a las transformaciones posteriores, se convirtió en uno de sus más célebres inventos. En nuestra época de sofisticados medios audiovisuales, se hace difícil entender la fascinación que suscitó. Sin embargo, se explica porque materializó una idea simple, avalando el positivismo, humanizó la tecnología, como revela la denominación hiperbólica de «máquina parlante», y sugirió numerosas expectativas de aplicación.
la fascinación por el fonógrafo se explica porque materializó unaidea simple, humanizó la tecnología y sugirió numerosas expectativas de aplicación.
En La Gaceta Industrial del 10 de diciembre de 1877, J. Alcover, un ingeniero catalán residente en Madrid, se refirió ya al descubrimiento, citando Scientific American. El Porvenir de la Industria del 22 de marzo del año siguiente anunció que los ópticos F. Dalmau y su hijo T. J. habían recibido de su representante en Londres placas fonográficas grabadas, que se exhibieron en los escaparates de su tienda de la Rambla del Centro, enfrente del Liceo, al igual que el fonógrafo que trajeron para la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona, probado el 13 de abril. Los Dalmau y sus colaboradores, entre los que destaca N. Xifra, importaron, fabricaron, construyeron, modificaron o inventaron numerosos dispositivos y contribuyeron notablemente a la popularización de la tecnología, más allá del marketing y adhiriéndose al progresismo.
Así, se implicaron en la sesión fonográfica del 12 de septiembre de 1878 del Ateneo Libre de Cataluña, fundado en aquel año sobre todo como reacción a la prohibición de conferencias positivistas y darwinistas en el Ateneo Barcelonés. La demostración se restringió a los socios, pero, buscando la máxima proyección, se dirigió a un público general y se invitaron a varias personalidades y a la prensa. Podemos reconstruir el acontecimiento gracias a diversas crónicas periodísticas, algunas evocaciones y un grabado publicado en La Academia del 30 de octubre:
El acto fue presentado y clausurado por el escritor, traductor de Darwin y periodista de la Gaceta de Cataluña J. M. Bartrina, que, habiéndose prohibido su disertación sobre «La América Precolombiana» en el Ateneo Barcelonés, se convirtió en uno de los dirigentes del Libre. Su intervención en la sesión fonográfica debió ser similar a un olvidado artículo publicado tres días después, con su conocido pseudónimo de A.T.O., en La Campana de Gràcia. En él, con ribetes ideológicos, además de explicar sucintamente el funcionamiento del aparato, se esboza una semblanza de su inventor, resaltando su autodidactismo, y se enumeran otras de sus invenciones. Bartrina, en una de sus notas personales, celebró que algunos descubrimientos de Edison superaran las antiguas «leyes», pero, en otra, predijo que se constataría que el fonógrafo y otros artefactos eran solamente «primitivos instrumentos (y por lo tanto los más rudimentarios) de la verdadera física, que tal vez dentro de algunos centenares de años» llegaría «a ser ciencia».
J. M. Bartrina celebró que los descubrimientos de Edison superaran las antiguas «leyes», pero predijo que se constataría que el fonógrafo y otros artefactos eran solamente «primitivos instrumentos» de «la verdadera física».
Acabada la introducción de Bartrina, J. Dalmau experimentó con el fonógrafo colocándolo en la parte superior de una caja de resonancia, probando membranas de diferentes materiales y sustituyendo el mecanismo de relojería por una dinamo de Gramme. A continuación, el capitán general correspondió el saludo del dispositivo manifestándole su agradecimiento, como si se tratara de una persona. Se inauguraron así grabaciones políglotas, en buena parte literarias u operísticas, o instrumentales, que potenciaron el carácter cosmopolita y cultural del evento. A pesar de algunas deficiencias técnicas y del silencio de la mayoría de la prensa conservadora, se obtuvo un emblemático éxito. El tándem Dalmau-Bartrina, que hermanaba las ciencias y las humanidades, efectuó demostraciones de otros aparatos hasta que lo truncó la tisis del segundo, que murió, con treinta años, en 1880.
El 19 de diciembre de 1878 T. J. Dalmau presentó sus innovaciones del fonógrafo en la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona, de la que era miembro —todavía se conserva la placa en la que se grabó la lectura de los nombres de los académicos— y el 25 de abril de 1879 ilustró con demostraciones fonográficas las conferencias sobre acústica experimental del ingeniero F. de P. Rojas en el Ateneo Barcelonés. En aquel mismo mes, pero fuera de los círculos académicos, el francés Bargeon de Viverols empleó un fonógrafo en sus espectáculos de prestidigitación en los teatros barceloneses Romea y Principal.
Con la colaboración de los Dalmau, R. Roig, director de Crónica Científica, habiendo presentado el 3 de septiembre un proyecto de transformación de los fonogramas en registros fonéticos en el congreso de la Association Française pour l’Avancement des Sciences celebrado en Montpellier, propuso demostraciones fonográficas para las fiestas de la Mercè. Sin embargo, no se llevaron a cabo hasta el año siguiente, en la plaza de Catalunya, por el maestro de obras Espluga. Además de contribuir a ellas, en 1880 T. J. Dalmau participó en una velada fonográfica organizada por la Associació d’Excursions Catalana en el Fomento de la Producción, entidades a las que pertenecía, con motivo del Congrés Catalanista.
El fonógrafo se popularizó rápidamente más allá de la esfera tecnológica, convertido en un símbolo del progreso.
Al igual que en otras ciudades, en Barcelona, emulándose audazmente la modernidad norteamericana y europea en una economía en desarrollo y frente al reaccionarismo de la Restauración, el fonógrafo se popularizó rápidamente más allá de la esfera tecnológica, convertido en un símbolo del progreso.
Para ampliar la información:
VALL, Xavier. The Phonograph in Barcelona (1877-1880): Technology and Ideological Controversies. Quaderns d’Història de l’Enginyeria. Barcelona: Universitat Politècnica de Catalunya (Centre de Recerca per a la Història de la Tècnica Francesc Santponç i Roca – Escola Tècnica Superior d’Enginyeria Industrial de Barcelona – Càtedra UNESCO de Tècnica i Cultura), 2012, vol. XIII. [ISSN: 1135-934X (impreso) y 1885-4516 (electrónico)]. <http://hdl.handle.net/2099/12879>.
* F. Xavier Vall Solaz es miembro del Departament de Filologia Catalana de la Universitat Autònoma de Barcelona y del Centre d’Història de la Ciència (CEHIC). El artículo se inscribe en el proyecto HAR2012-36204-C02-02, Scientific Authority in the Public Sphere in Twentieth-Century Spain.