Cuando es preciso ejercer la ciudadanía desde la argumentación educativa

Xosé M. Souto González. Universitat de València y Proyecto Gea-Clío.

En el ámbito educativo uno de los debates que aparecen en las reuniones del profesorado, en especial en ciencias sociales, geografía e historia, es la posibilidad, o no, de realizar una educación política en las aulas del sistema escolar básico. Los que entendemos que la educación forma parte de la vida política y es, además, una ciencia social, siempre hemos declarado la necesidad de contribuir a la convivencia ciudadana desde la educación política. Por eso nos hemos manifestado contra la enseñanza de la ciudadanía en inglés en Valencia o contra la supresión de esta materia, cuando se pretendía que fuera una alternativa a la enseñanza de la religión.

Ahora, con el problema de Catalunya, es más patente la necesidad de una educación ciudadana, que sin duda debe superar los límites de las aulas y centros escolares para alcanzar un espacio público. Para ello es preciso recuperar el poder explicativo de la geografía e historia y buscar en los datos empíricos la fuerza de la argumentación.

El “problema” catalán nace de la pugna por imponer legalmente una identidad territorial desde un planteamiento propio del espacio vivido. Las emociones y sentimientos que aparecen cuando te menosprecian por hablar en un idioma, u otro, por reconocer en las tradiciones una parte de tus deseos y las dudas que surgen cuando tienes que ejercer los derechos ciudadanos, desde el convencimiento de que las vivencias emocionales deben formar parte de la esfera pública, son factores que explican la construcción de una identidad subjetiva.

Por eso desde la Geografía, y más particularmente desde la Percepción, así como desde las Representaciones Sociales, nos hemos esforzado en construir tareas didácticas para enseñar. Pretendemos ayudar a pensar en la complementariedad de visiones subjetivas con datos procedentes de las expresiones del poder territorial, que se ejerce a través de la legislación. El entrecruce de espacios subjetivos y concebidos es lo que genera un ámbito de espacios de relación, ese que fundamenta el espacio complejo de la Geografía de la Percepción. Y eso se practica muy poco en nuestras clases, por más que se aluda al constructivismo, a las inteligencias múltiples o a un modelo sociocrítico.

Porque esta perspectiva de educación en los espacios complejos nos obliga a analizar los procesos históricos que determinan estos hábitos personales, que son más potentes que las ideologías, como bien se explica desde la Psicología social.

Por eso cuando a un pueblo, como Catalunya, le hurtan su modelo de convivencia por una decisión de seis frente a cuatro magistrados del Constitucional que amputan un texto legal, la sensación de impotencia es grande. Dicho documento había sido aprobado por más de dos terceras partes de su parlamento (120 votos en sesión del 30 de septiembre de 2005) y después también por las Cortes españolas el 30 de marzo de 2006 (189 frente a 154 votos) y finalmente ratificado en referéndum con el 73% de los votos (18 de junio de 2006).

Es evidente que la decisión del año 2010 tiene unos agentes: los magistrados del Constitucional. Pero hay una voluntad previa de un partido, que había sido el único que se había negado a alcanzar un acuerdo de aprobación en 2005: el Partido Popular. Y también es evidente que el motor de dicha modificación estatutaria viene de la acción del Partido Socialista Obrero Español, capitaneados por Pasqual Maragall y José Rodríguez Zapatero. Un momento político en el que el Partido Popular recogía firmas para realizar un referéndum sobre el Estatut en toda España; un instrumento legal que hoy demonizan y que antaño se solicitaba para frustrar el proceso catalán.

Por todo ello en la educación ciudadana debemos saber señalar los responsables históricos del problema actual. Pues hay algo que la historia nos enseña: desmadejar los enredos de las memorias presentes en la explicación de los hechos del pasado. Y hay algo más que nos enseña la Geografía: reconocer las identidades plurales de una sociedad en la colisión de intereses de los espacios personales. Confundir memoria e historia, identidad personal y representación social de un pueblo es algo propio de la ignorancia o de la superficialidad. El tiempo de la educación es más profundo, pues afecta a las raíces humanas, a las reacciones emocionales ante los estímulos cerebrales que se convierten en palabras.

Las palabras son las armas de una ciudadanía consciente y responsable. Callar es más propio de cobardes que de profesores comprometidos con la ciudadanía. En el Geoforo Iberoamericano hemos mostrado la importancia de un arma cargada de futuro: la participación de personas en debates ciudadanos. Y con este artículo pretendo también crear un lugar para encontrar argumentos sobre la explicación conflictiva del presente.

Para saber más

SOUTO GONZÁLEZ, Xosé M. Espacio geográfico y educación para la ciudadanía, Didáctica Geográfica, número 9 (2007), páginas 11-31