La recuperación de un material de construcción ancestral y de sus técnicas
Marc Fando *
“Por cada cien cañas peladas, pagaban una peseta!” recordaba nostálgico uno de los trabajadores del Museu d’Art de Girona mientras retirábamos la instalación de “Investigació Canyera” del festival Temps de Flors 2015. Muchas son las personas que recuerdan a un abuelo apilando cañas para su huerto de tomates, las vallas de cañizo o al cestero trabajar con esta planta invasora tan naturalizada en nuestras tierras, que incluso Serrat la homenajea en su mítica canción “Mediterráneo”.
La caña (Arundo Donax L) es, en efecto, es una especie vegetal invasora, procedente de Asia, que coloniza las riberas de nuestros ríos, torrenteras y canales, sobre todo en los climas mediterráneos, desplazando a la vegetación autóctona de ribera, y en consecuencia, generando un desequilibrio en los ecosistemas fluviales. Antiguamente, gracias a la explotación y uso masivo al que esta planta estaba sometida, ésta parecía no representar un problema grave para dichos ecosistemas.
Fotografía gentileza: Instituto del Patrimonio Cultural de España
Por los restos arqueológicos encontrados en algunos yacimientos ibéricos (como el de Montbarbat, en Lloret de Mar, donde la huella de las cañas aparece en un adobe de barro) se cree que al menos des de hace más de dos mil años la caña está presente en la cuenca Mediterránea occidental y que se usaba en construcción. Otros estudios sitúan su introducción masiva mucho más tarde, sobre los inicios del siglo XVI, y en este caso se cultivaba para la formación de barreras o cortavientos, como material de construcción y como fijación para el control de la erosión en canales de drenaje.
Si nos fijamos un poco, encontramos un uso intensivo de este material en cada rincón de nuestra geografía: Desde las Barraques del Detla de l’Ebre, las de canya i borró de la huerta de Valencia, inmortalizadas por Blasco Ibáñez en su célebre novela, los secadores para higos y pasas en Fraga, los falsos techos de l’Eixample de Barcelona, como encofrados y cimbras en bóvedas medievales de l’Empordà, como techo o forjado (entrevigado) que encontramos des de las masías de Girona hasta las casas de las Alpujarras (Andalucía), también en tabiques y paredes, mezclada con yeso, con tierra con cal, trenzada, cosida, abierta, entera…
Pero el olvido un día llegó, implacable: el progreso de los materiales industriales desplazó de la obra a la caña y apenas se supo nada más de ella. Seguramente por el boom de la construcción, por el abandono del campo, en la época de la gran industrialización de los años 60 y 70 del pasado siglo, o simplemente porqué quedó obsoleta, se perdió y con ella los oficios y artesanos relacionados cn la caña: los cesteros, los constructores de barracas, los cañizadores, etc. Todos ellos pasaron a la historia, a formar parte de museos etnográficos, del patrimonio perdido de España, de los programas de televisión nostálgicos de una época reciente tan lejana como desconocida. Se abandonaron las herramientas y los maestros de obra y artesanos no tuvieron aprendices a quienes enseñar el oficio, que de no remediarse, se perderá con ellos inexorablemente.
Sin embargo ni el olvido ni la marginación de estas técnicas en los planes de estudio han desanimado a algunos grupos de estudiantes y profesionales vinculados al mundo de la arquitectura para emprender un viaje a través de este material. Y es así, mediante la investigación, la experimentación y el trabajo, se pueden recuperar estos conocimientos aplicados a nuevas formas y espacios adaptados a las necesidades actuales. Porqué es así, sólo mediante la investigación y la divulgación que seremos capaces de revalorizar este conocimiento, y este material.
No tenemos que olvidar, pero, que nos encontramos ante la complicada tarea de rescatar el conocimiento acumulado durante años y siglos por artesanos y gremios, cuyos únicos testigos se encuentran más allá de la edad de jubilación.
Esperamos que con la reciente la aprobación del Plan Nacional de la Arquitectura Tradicional, se consiga el apoyo institucional necesario para poder respirar un poquito más tranquilos y mirar al futuro con la confianza suficiente para avanzar y no repetir los errores del pasado reciente. Porqué si algo nos ha ensañado el camino andado hasta ahora, es que es muy fácil perder el conocimiento de los buenos oficios, y es muy difícil recuperarlo para volver a empezar.
Para mayor información:
INVESTIGACIÓ CANYERA. Estudio del comportamiento mecánico de arcos de caña Arundo Donax. Revista EcoHabitar, Septiembre 2013, nº 39 < http://www.ecohabitar.org/>.
Marc Fando es arquitect y miembro del grupo Investigació Canyera, Barcelona