Paz Benito del Pozo*
Observar la evolución de la estructura y la morfología de las ciudades medias que se industrializaron hace más de un siglo, obliga, casi sin querer, a fijar la atención en la transformación profunda de los viejos barrios industriales, que pasan de la ebullición humana y fabril al abandono, la degradación, e incluso la ruina. Tras un proceso más o menos largo de desindustrialización y pérdida de identidad, la mayor ventaja de estos barrios radica en su posición en la trama de la ciudad, que fue marginal o extraurbana y ahora resulta central y estratégica, un fenómeno que los agentes públicos aprovechan para ejecutar intervenciones urbanísticas drásticas. En el fondo, se actúa con un propósito no declarado: sustituir el modelo de ciudad industrial heredado por otro basado en la gentrificación, la oferta de suelo residencial de calidad y la concentración de actividades de nueva economía urbana (exposiciones y congresos, hoteles, centros comerciales, museos…) que se alojan en contenedores cuya estética, de rehabilitación o de nueva edificación, responde a una estrategia de marketing urbano.
Aunque en apariencia se respeta el legado de la industrialización histórica cuando existen fábricas, estaciones de tren o almacenes con algún tipo de protección (nivel del discurso político, adaptado a la creciente sensibilidad social hacia el patrimonio industrial y los paisajes urbanos heredados), la realidad del planeamiento urbano y de las intervenciones urbanísticas en estos barrios traslucen la concurrencia de intereses públicos y privados para transformar, con la lógica del mercado, un sector tradicional de la ciudad en un barrio nuevo, atractivo y de vanguardia, adaptado a las exigencias de la globalización y la competitividad urbana: la ciudad como negocio. Se puede afirmar que el espacio de vida y trabajo de los obreros industriales y ferroviarios se acondiciona ahora para una clase acomodada y exigente en términos de calidad urbana.
Esta política urbana tiene diversos frentes convergentes: uno, generar espacios residenciales de calidad ocupando los terrenos liberados por las industrias obsoletas que desaparecen y las infraestructuras ferroviarias desfasadas; dos, dotar a la ciudad de equipamientos terciarios que proyecten una imagen de modernidad que se asocia a vistosos edificios con diseño de vanguardia y/o a la alta velocidad ferroviaria y los espacios intermodales; y tres, impulsar funciones que cualifican y mejoran la competitividad en un entorno metropolitano que supone un desafío permanente y que obliga a ser creativos a los promotores urbanos, con propuestas que van desde museos singulares y edificios para grandes congresos hasta auditorios y recintos feriales.
Entre los objetivos que animan la renovación de los barrios industriales hay que destacar el turismo urbano, una función emergente que viene a reemplazar, en parte, a la industria decimonónica en términos de oportunidad. Se trata de un fenómeno relevante desde el punto de vista de la geografía urbana y que tiene efectos positivos para el conjunto de la ciudad, pues difunde hacia espacios marginales y desatendidos acciones de mejora urbana (mejoras de tipo dotacional, ambiental, de movilidad y accesibilidad…), a la vez que libera de presión a las áreas centrales consolidadas, saturadas y sin lugar para la expansión de usos alternativos, ni condiciones para asumir nuevas funciones. En relación con esto, son numerosos los ejemplos de fábricas rehabilitadas para usos acordes con el turismo y la captación de todo tipo de visitantes, una acción que se proyecta desde la esfera oficial como exponente del respeto por la herencia industrial y sus señas de identidad, aunque en la mayoría de los casos no se salvaguarda la esencia ni la memoria que dichas fábricas representan. Es lo que podemos llamar el falso discurso de la patrimonialización.
En conclusión, las ciudades medias que tuvieron en el ferrocarril y en la industria tradicional su oportunidad para crecer y consolidarse como un centro de actividades dinámico y organizador de un territorio de escala supraurbana, según el patrón clásico del industrialismo, encuentran hoy en los recursos liberados por la desindustrialización una oportunidad para regenerar la trama urbana, mejorar la conexión entre barrios, diversificar funciones y adquirir una imagen de ciudad moderna y competitiva. Un proceso no exento de luces y sombras (la especulación y el negocio impiden que realmente se logre un modelo de ciudad que supere los lastres del pasado) y que exige una gobernanza honesta y respetuosa con el interés general de los ciudadanos, buscando el equilibrio entre la necesaria transformación a la que toda ciudad está sometida, y los intereses de los agentes que protagonizan los cambios: bien porque son responsables de la planificación urbana, bien porque invierten recursos financieros, públicos o privados, que apoyan las nuevas funciones de la ciudad.
Para mayor información:
BENITO DEL POZO, Paz; DIEZ VIZCAÍNO, Francisco. Estrategias de renovación de barrios industriales en ciudades medias españolas. La experiencia de León. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de marzo de 2017, vol. XXI, nº 560. [ISSN: 1138-9788].
* Paz Benito del Pozo es profesora titular de Geografía Humana en la Universidad de León (España) y directora del Grupo de Investigación INVESTER.