EL EJEMPLO DEL CUADRO La multiplicación de los panes y los peces del pintor Dionís Baixeras (1862-1943)
ESTHER ALSINA GALOFRÉ*
En este artículo vamos a tratar de mostrar como un cuadro nunca se agota con la escena que representa, sino que muchas veces va mas allá, escondiendo una historia prodigiosa. Sin duda, un instrumento de primer orden para detectar este tipo de historias es la fotografía, la cual permite descubrir y narrar fenómenos muy curiosos. En el Arxiu Fotogràfic de Barcelona se conserva una destacada colección de fotografías de obras de arte del siglo XX que fueron retratadas por el fotógrafo barcelonés Francesc Serra (1877-1967). Algunas de estas pinturas se extraviaron o fueron destruidas, lo que hace de dicha colección fotográfica una fuente irrepetible para documentar nuestra historia del arte. He aquí donde da comienzo nuestro relato. El fondo Serra cobija un notable conjunto de fotografías de dibujos y cuadros del pintor Dionís Baixeras procedente de las muchas exposiciones que el artista catalán celebró a lo largo de su vida. Entre esas fotografías hallamos la de un cuadro de tema religioso dedicado a un episodio de la vida pública de Cristo: el milagro de la multiplicación de los panes y los peces (Mt 14: 13-21; Mc 6: 30-44; Lc 9: 10-17; Jn 6: 1-15). Junto a la imagen del cuadro encontramos también las fotografías de dos bocetos, realizados a carboncillo y fechados los días 19 de mayo y 1 de junio, ambos de 1923. El cuadro al óleo, que aparece en una fotografía en blanco y negro, nos muestra una composición horizontal repleta de personajes a orillas del lago Tiberíades, atentos a las palabras de Jesús, sentado en una roca tras haber obrado el milagro.
Gracias a la fotografía comprobamos que el cuadro está firmado con la rúbrica « D. BAIXERAS V. » en el ángulo inferior izquierdo. Sabemos así que fue ejecutado poco después de la realización de los bocetos. Cuál fue nuestra sorpresa cuando en diciembre de 2010 descubrimos un cuadro al óleo idéntico en su composición al de la imagen del archivo fotográfico, a punto de ser subastado en una conocida casa de Barcelona. Este nuevo lienzo es de grandes dimensiones (131 x 253 cm.), trazado con pincelada larga y resuelta, de colores claros y bañado en una luz casi harinosa. Lo rodea además un opulento marco tallado a mano en madera de caoba y con incrustaciones doradas. Sin duda, la obra de un diestro ebanista.
Felices por tal hallazgo, nos hicimos con una copia de la fotografía del fondo Serra y la cotejamos con el cuadro que esperaba ser subastado. Entonces se planteo una incógnita aún mayor al comprobar que la firma de ambos cuadros estaba ubicada en lugares distintos. La firma del cuadro en venta se encontraba en el ángulo inferior derecho y corresponde a la de Dionís Baixeras. Mientras que en la fotografía de archivo observamos que la misma firma aparecía, sin embargo, en el ángulo inferior izquierdo. Sin caer en el clásico juego de las siete diferencias, nos tomamos en serio la comparativa, llegando a la conclusión de que se trataba de dos cuadros distintos. En la pieza que obraba en poder de la casa de subastas, el pintor había desplazado la línea del horizonte para ampliar el cielo y había perfilado unas nubes lechosas en lo alto. Esos nimbos no aparecen en el cuadro fotografiado por Francesc Serra. Al mismo tiempo, Baixeras había modificado el emplazamiento y la postura de algunos personajes, aunque mantuvo los mismos ejes principales que había empleado para el cuadro de 1923.
A la vista de estos resultados, cabe preguntarse por qué hay dos cuadros casi idénticos. ¿Dónde está el lienzo que Dionís Baixeras pintó en la década de los años ’20? Necesitábamos tener más información sobre esta gran pieza. Es por ello que indagamos en diversos archivos de Barcelona. Localizamos una carta que el pintor había escrito a su amigo Joaquim Renart (1879-1961), dibujante, decorador y coleccionista también nacido en Barcelona. El 8 de agosto de 1939, Dionís Baixeras le escribió una carta desde el pequeño municipio de Taradell, en la comarca catalana de Osona, donde probablemente se había instalado para veranear y captar la hermosura natural del paraje. La carta nos indica que Baixeras era uno de los artistas invitados a participar en la exposición organizada en Taradell con motivo de la fiesta mayor de la villa, prevista para finales de aquel agosto. Ahora bien, a pesar de que el pintor se hallaba en un paisaje geórgico muy adecuado para sus cuadros, se lamentaba de no poder dedicarse plenamente a dibujar dicho entorno: « Teniendo actualmente yo todo el tiempo ocupado en la ejecución de un cuadro grande que tengo encargado, repetición de otro que quemaron los rojos á una familia de Vich, no puedo ejecutar ahora expresamente ninguno de los innumerables temas de esta bellísima comarca para figurar en dicha exposición ».
Estas líneas esclarecen el destino infausto de aquel encargo. Había sido destruido por las milicias del bando republicano durante la Guerra Civil española (1936-1939). No parece aventurado suponer que la pieza a la que se refiere Baixeras en su carta debía ser un cuadro de temática religiosa, víctima, como tantas otras pinturas y esculturas, de los numerosos actos vandálicos anticlericales acaecidos durante el conflicto bélico. Pero, ¿se refería Baixeras realmente a La multiplicación milagrosa de los panes y los peces? Por ello, buscamos esclarecer la identidad de este lienzo. Por fortuna, las memorias autobiográficas, todavía inéditas, que Dionís Baixeras escribió en 1942 pudieron despejar el último resquicio de dudas. La página 124 del manuscrito desvela que realizó « Toda clase de modelos para el cuadro de grandes dimensiones “La multiplicación de los panes y los peces” ejecutando entre peñas y robles, en un bosque de las cercanías, encargo de la familia Arumí de Vich. Cuadro que quemaron también los rojos, pero que repetí después en Taradell, por nuevo encargo directo de dichos señores »
En definitiva, gracias a la fotografía localizada en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona y al lienzo encontrado en el circuito del mercado artístico barcelonés, hemos podido certificar la existencia de dos cuadros distintos: uno de los cuales pereció durante la guerra. También sabemos que el cuadro original debió impresionar a sus propietarios lo suficiente como para encargar a Baixeras una réplica que llevó a cabo dieciséis años después de la primera versión. Bien es verdad que el nuevo cuadro adolecía de una factura más ruda, tal vez apresurada o por obra de una mano más cansada, pero siempre embebida en la atmósfera mística de la que participaba el propio autor. No podemos apreciar los colores de la primera Multiplicación, tampoco sus contrastes y la vibración de la pincelada… Sin embargo, en nada se presagian los estragos bélicos del pasado al contemplar en la nueva versión la placidez de los cielos sobre el Mar de Galilea, de los rayos dorados sobre las vestiduras blancas de los discípulos y la nítida certidumbre que se desprende del cuerpo del Mesías. Por último, la gran similitud que existe entre las dos versiones de esta escena pone de manifiesto la importancia que tuvieron los numerosos apuntes, bocetos y estudios para el artista, un material a veces denostado sin el cual no hubiéramos podido desvelar, aunque de forma breve, la verdad de esta fascinante historia
Para mayor información: ALSINA, Esther. La pintura mural de Dionís Baixeras (1862-1943), GOYA. Revista de Arte, Julio-septiembre de 2014, nº 348, p. 242-253.
*Esther Alsina Galofré es Investigadora y Profesora en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona.