En las últimas elecciones europeas han saltado las alarmas cuando los resultados de los comicios han arrojado unos datos que confirman aquello que se venían anunciando desde diferentes ámbitos, el desencanto con la Unión Europea es cada vez mayor. Así se pone de manifiesto, por una parte, atendiendo al grado de participación en las mismas (pasando de un 62% en 1979 a un 43% en 2009 y 2014). Por otra parte, también se aprecia con el ascenso que han experimentado los partidos euroescepticos como el caso del Frente Nacional, partido más votado en Francia, que es uno de los Estados más relevantes dentro de la Unión Europea. Su discurso político se construye relacionando inmigración, identidad y gestión pública, en clave estatal, con lo que la Unión Europea impide el buen desarrollo de cada uno de los pueblos. A partir del análisis de estos resultados, parece evidente pensar que esta Europa está tambaleándose y que los puntos sobre los que se construye el discurso identitario europeo deben replantearse para que la sociedad se sienta más identificada con esta realidad.
Existe una estrecha vinculación entre identidad, ciencias sociales y educación. En los conflictos entre las personas y los Estados el factor identitario ha estado presente históricamente, como una de las causas principales a la hora de interpretarlos y ser explicados. Esto se puede apreciar en conflictos aún latentes en el mundo contemporáneo (la situación entre Israel y Palestina sería un buen ejemplo). Y también es observable en la realidad que percibimos en el día a día. El hecho de ser más afín a algunas personas nos hace relacionarnos con ellas con más frecuencia, o por el contrario recelamos tener contacto con aquellos individuos contrapuestos a nosotros. Por tanto el concepto identidad nos sirve tanto para explicar, en parte, la actuación y el comportamiento de la persona en singular como del colectivo de personas en plural, como seres sociales que somos. La identidad es en conclusión un factor de cohesión o de desunión social en tanto en cuanto marca pautas de comportamiento que los individuos adquirimos. La identidad la construimos constantemente, a partir de las relaciones sociales que establecemos pero también con nuestro aprendizaje. El saber no es sólo un recurso que utilizamos en un momento determinado, más bien, constituye el prisma con el que percibimos e interpretamos la realidad. En este sentido, la educación y también las ciencias sociales, han sido un campo de batalla política, por la posibilidad que brinda para reforzar aspectos concretos que construyen nuestra versión personal de la identidad nacional en la etapa de alumnos de gran influencia en el desarrollo posterior. Si se observan las distintas leyes educativas parece evidente que el factor que ha estructurado el currículo ha sido la realidad territorial estatal (historia de España, la España de los Austria, etc). No obstante, en la actualidad hay una realidad territorial superior que se ha introducido en el currículo y sobre la que existe la posibilidad de desarrollar una nueva identidad colectiva.
La forma de presentar el contenido sobre la UE puede influir claramente en la concepción del alumnado sobre Europa y su participación ciudadana.
La Unión Europea es una realidad territorial sobre la que construir un discurso que supere barreras mentales (las fronteras desaparecieron hace tiempo en este espacio), y lastres culturales que ofrecen cohesión nacional pero dificultan en muchos casos la interpretación heterogénea de lo que significa pertenecer a esta. Es decir, a las personas se nos califica como españoles, polacos o senegaleses porque pertenecemos a un país y compartimos una identidad nacional que nos define y diferencia del resto. Esto significa que debido a la casualidad de haber nacido en un Estado y no en otro, se me presuponen unas características que comparto con la población de mi mismo país, estamos modelados, pues, por un mismo patrón. Pasando a ser secundario el hecho de compartir ideas, inquietudes o sentimientos, por ejemplo con alguien que sea de un Estado diferente. Evidentemente este ejemplo es una exageración, pero nos sirve para entender que el discurso nacional que en la actualidad aún difundimos en las aulas, está vinculado a la realidad social que las élites burguesas quieren consolidar en el Estado-Nación decimonónico.
La globalización rompe las fronteras de la homogeneidad territorial
No obstante, la realidad social que percibimos y que perciben los alumnos de secundaria actualmente es muy distinta. La globalización conlleva un contacto permanente entre culturas que se refuerza por el fenómeno de la inmigración, rompiendo los esquemas encorsetados que definen a españoles, polacos y senegaleses. El territorio supranacional que conforma la Unión Europea es una gran oportunidad para construir un nuevo tipo de discurso atendiendo a esta realidad. Un discurso cohesionador de la sociedad, que tenga en cuenta que no somos (sólo) españoles, polacos o senegaleses sino que somos, sobre todo, humanos y ciudadanos del mundo, y que existen problemas y valores compartidos que nos unen por encima de las barreras mentales.
Es el caso por ejemplo de la contaminación de un río por los vertidos en un punto concreto de su cauce. Las consecuencias del vertido se apreciaran hasta la desembocadura del mismo; no importan pues las fronteras que los humanos establezcamos. En situaciones como ésta, las barreras que nos separan no funcionan para aislar o frenar este problema en concreto. Sirva también como ejemplo la extrema pobreza, que empuja a las personas a sobrevivir intentando saltar el muro. Puede ser real (como en Ceuta y Melilla) o metafóricamente (las diferentes situaciones de indigencia).
Así pues, la Unión Europea abre la puerta a crear un discurso diferente, encaminado a la participación ciudadana activa en la construcción y evolución del proyecto a partir de la identificación y no de la imposición. Esto sólo se puede conseguir a partir de la creación de diferentes cauces de participación y así lo interpretamos también en el ámbito educativo. El alumnado ha de ser partícipe de la construcción del conocimiento que le proporciona las ciencias sociales y a partir del cual incorpora elementos a su identidad individual.
La identidad europea que fomentamos en la ESO en la Comunidad Valenciana deriva en un academicismo sin ciudadanía activa.
Partiendo de las ideas que posee el alumnado de Secundaria sobre el fenómeno europeo que desde el ámbito académico se proporcionan, se concluye la falta de motivación e interés que sobre este tema tienen los y las jóvenes en España. Todo puede ser justificado en base a la holgazanería de los alumnos o intentar buscar otras respuestas, que expliquen en profundidad esta cuestión. El problema educativo que se observa es la falta de identificación de los jóvenes con la Unión Europea, y así la pérdida de oportunidad a la hora de crear una identidad intercultural de la sociedad que esto supone.
En la mayor parte de manuales que hemos consultado en nuestro estudio, encontraríamos una definición canónica -más o menos explícita- que explica, como si de una operación matemática se tratara, la Unión Europea y la repercusión para España una vez incluida en el proceso. Son el elemento central a partir del cual se estructura una sesión de ciencias sociales, pues se tratan de recursos muy elaborados que en numerosos casos modelan la programación del aula.
La Unión Europea es sinónimo de economía competitiva
En cualquier caso, la definición podría ser la siguiente: la Unión Europea se constituye con la finalidad de crear una realidad territorial capaz de hacer frente común a las potencias económicas, a partir de la creación de un gran mercado interior por la suma de todos los países que la forman y la especialización regional de cada uno de ellos. Así pues, la Unión Europea es sinónimo de economía. Pero no explicada según la economía real, es una cuestión meramente ligada al mundo de los negocios, las empresas, el crecimiento y la modernización de los Estados; pero ¿y eso de qué manera es percibido por el alumno? Como el conocimiento se plantea desde esta óptica, el alumnado de secundaria (futuros cargos públicos, barrenderos, tenderos o hombres/mujeres de negocios) no se identifican con algo que es tan lejano a sus intereses.
La lejanía con la que se percibe se hace mayor por el planteamiento pedagógico que se favorece desde los manuales. En el momento en el que una actividad que se concibe como un reto intelectual para el alumno, ya que se trata de la aplicación del mismo, pero se plasma como una repetición textual, sólo se favorece la memorización del mismo. En la memoria almacenamos aquellos aspectos que nos pueden ser útiles en periodo a corto plazo, la aplicación práctica de este conocimiento amplía la duración de este conocimiento en la memoria. Con esto, se pretende evidenciar que sin ser un contenido ligado al interés del alumnado, al cual además no se le hace partícipe de este aprendizaje, poco estamos ofreciendo para la identificación con la Europa intercultural del alumnado. El ejemplo claro es que si se explica un discurso y la actividad de final de página pide la repetición de aquello que aparece al principio de la misma, repetimos la información, la memorizamos y rápidamente la sustituimos por aquella que consideramos nos será más útil para la vida.
La lógica del estado nación y los deseos interculturales
En este sentido el vocabulario, las imágenes y los documentos responden aún a la lógica del Estado-Nación; y así se observa en conceptos como inmigración o en los mapas donde las fronteras persisten, creando una imagen de suma de Estados. Estos elementos se presentan también con el fin de crear una imagen positiva de la Unión Europea, como si de un producto fantástico se tratase que nadie puede rechazar comprar. Así el alumnado, como cliente, elegirá si comprar o no ese discurso precocinado y que muchas veces dependerá del contexto histórico que condicione las informaciones que inundan la sociedad ya sea a través de los medios de comunicación tradicionales como de Internet. No es tan fácil comprar la “Europa de la troika” como lo era comprar la “Europa del principio del euro”, ahora, como se ha puesto de manifiesto en las elecciones: no todos quieren ser europeos, una oportunidad que se va perdiendo. Las migraciones posteriores a la definición de las fronteras étnicas de la Segunda Guerra Mundial han dado lugar a un mosaico intercultural en los diferentes Estados que conforman la Unión Europea. Este palimpsesto cultural sólo se puede desarrollar con una política social que permita la cohesión y la convivencia de las diferencias. En esto nos jugamos el futuro democrático de Europa.
Para mayor información:
GALÁN OLCINA, Odiel. Ja som Europeus? La creació i difusió de la identitat europea als manuals escolars. Trabajo Fin de Máster de investigación en didácticas específicas, presentado en la Facultat de Magisteri de la Universitat de València, en 2013, y dirigido por Xosé Manuel Souto González.
Odiel Galán Olcina es Investigador del grup GEA-CLIO.