NECESIDAD DE RIGOR

(La imprescindible vuelta a los “manuales” universitarios)

La sociedad actual genera mitos y sofismas, supuestamente académicos, a una velocidad inabarcable para su comprobación. Esto es especialmente notable en cuestiones de tiempo y clima, en estrecha relación con la hipótesis actual de cambio climático por efecto invernadero de causa antrópica. Los medios de comunicación han encontrado en las noticias atmosféricas un filón que explotan hasta la saciedad apostando, generalmente, por el mensaje alarmista y la imagen llamativa. En la actualidad, no hay episodio extremo que no sea presentado como el más importante jamás ocurrido en un territorio y como un efecto ya patente del cambio climático. En jornadas de calor se suceden en los informativos imágenes de termómetros callejeros expuestos al sol y fabricados con plástico y metal, que marcan máximas muy elevadas totalmente inexactas, pero que avalan bien este mensaje de alarma que ha ido calando en la sociedad contemporánea. Se han incorporado, asimismo, expresiones “alarmistas” al lenguaje cotidiano que proceden de procesos atmosféricos muy complejos, de difícil entendimiento por el gran público, pero sencillas de transmitir y de gran impacto: “ciclogénesis explosiva”, “vientos huracanados”. Y, por último, en situaciones de tiempo atmosférico adverso, se “busca” el dato record como muestra evidente del cataclismo climático en que vivimos, sin esperar su confirmación por parte de las autoridades competentes en esta materia (OMM, agencias meteorológicas estatales o regionales). El tiempo y clima como espectáculo.

La información del tiempo y clima como espectáculo en los medios de comunicación.

Termómetros callejeros que no cumplen ningún estándar científico.

Frente a esto, las disciplinas ambientales que estudian las manifestaciones espaciales del clima en la superficie terrestre, debe imponer rigor. Nos lo exige nuestra ética profesional y se lo debemos a la sociedad en la búsqueda de la verdad. De ahí la necesidad del trabajo científico en climatología y meteorología que ponga de manifiesto ese “ambiente permanente” que resulta esencial para la vida de los seres en un territorio y que confiere carácter geográfico. Frente al mensaje extremo del tiempo y clima, el sosiego del estudio comparado de los elementos climáticos en una región o lugar que permite desprenderse de lo aparentemente excepcional de un dato puntual y situar un registro meteorológico en un contexto territorial más amplio y en un proceso constante de cambios que son condignos al clima terrestre. Frente a los errores en el uso de expresiones del tiempo y clima –“hoy tenemos una climatología adversa”-, la recuperación de conceptos geográfico-climáticos, del rico acervo castellano, que nunca debimos perder: temperie y templanza. Frente a la exaltación de que todo lo que ocurre en tiempo y clima en la actualidad es “insólito”, la necesidad del estudio histórico del clima, del conocimiento de la diacronía en la explicación del funcionamiento de la circulación atmosférica general y de los procesos meteorológicos. Sin obviar que se descubren mecanismos nuevos, gracias al empleo de nuevas herramientas en la observación atmosférica, en el tratamiento de datos y en la modelización de procesos.

Pero es necesario que las disciplinas científicas que trabajan en estas cuestiones apuesten por el rigor a la hora de trabajar y explicar este elemento fundamental del medio físico. Como con todos. Pero seguramente el clima es el que más se presta recientemente a una divulgación imprecisa que termina en una vulgarización de “lugares comunes”; de mitos y sofimas, como señalábamos. Ni todo es excepcional ni todo es consecuencia del cambio climático. Pero para ello es necesario que la geografía sepa explicar, desde el rigor pero de forma amena, el complejo sistema que mueve el aire que nos envuelve y sus relaciones con el resto de elementos del medio ambiente. Y que lo haga para la sociedad en general, pero en primer lugar a los futuros profesionales que estamos formando en las universidades.

Las “tres zonas” del mundo habitable. Ilustración procedente de la Cosmographia de Petrus Apianus (1575).
Las “tres zonas” del mundo habitable. Ilustración procedente de la Cosmographia de Petrus Apianus (1575).

De ahí, la imperiosa necesidad de la vuelta a los manuales básicos en las materias fundamentales que constituyen nuestra disciplina de conocimiento. En Europa, el plan Bolonia ha supuesto burocratización e “idiotización” de la enseñanza. Los “materiales” del profesorado se cuelgan “en la nube”. Y ojo del docente que no lo haga. Será mal tratado en las encuestas del alumnado. Todo “a la carta”. Y nadie compra un libro, por mucho que se recomiende en los listados bibliográficos de las asignaturas. Esta universidad yo no la quiero. Conforme pasan los años desde que comenzó a aplicarse el Plan Bolonia en España uno se da cuenta de las graves carencias de formación que conlleva. Y que todos terminamos asumiendo como algo normal. Cada vez son más numerosos los comentarios que se escuchan en reuniones con colegas sobre la falta de preparación del alumnado, una vez finaliza su formación de grado. Pero nadie hacemos nada para solucionarlo. En este panorama, creo que como primer paso deberíamos fomentar la lectura en el alumnado. Y la consulta obligatoria de libros, de los manuales básicos en cada disciplina científica. Siempre recordaré cuando en primero de carrera, los profesores nos recomendaban aquellos manuales en los que podíamos encontrar contenidos que nos ayudaban a completar los apuntes de clase y nos permitían entender aspectos que no habían quedado claros en el aula. Estos libros ayudaban a formarnos y a definir o consolidar vocaciones. La consulta de manuales durante los años de formación resultaron aire limpio y nuevo que mostraba otras maneras de hacer, que ayudaba a fijar conceptos, que abría, en suma, horizontes para las inquietudes de posibles investigaciones futuras.

La climatología es, en mi modesta opinión, una materia de conocimiento compleja pero al tiempo sencilla de explicar. Todo es un juego de balances en una superficie terrestre que recibe diferentes dosis de radiación solar según la latitud. Ya nos lo explicaron los griegos y hoy su sencillo esquema de las “tres zonas” es la base de lo que llamamos el Balance Energético de la Tierra. La atmósfera que nos envuelve es, junto a las formas de relieve, las dos piezas fundamentales de un territorio. Entendiendo sus elementos y procesos es posible explicar el resto de componentes del medio ambiente y las diferentes formas en la que el ser humano habita en la superficie terrestre. Pero ello se debe hacer desde el rigor. Y eso se consigue, básicamente, leyendo.

Para mayor información:

GIL OLCINA, Antonio; OLCINA CANTOS, Jorge, Tratado de Climatología. Alicante, Publicaciones de la Universidad de Alicante. 2017, 975 p.

BURRIEL DE ORUETA, Eugenio L.; OLCINA CANTOS, Jorge. Un período fundamental para la climatología española: el “descubrimiento” de la circulación atmosférica en altitud, 1950-1980.Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de octubre de 2016, vol. XX, nº 545. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-545.pdf>.ISSN: 1138-9788.

Jorge Olcina Cantos, Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante