A lo largo de la cordillera andina meso y sudamericana capitales mineros transnacionales desde mediados de la década del noventa (siglo XX) tienen una importante presencia en la región mediante el desarrollo de la minería a gran escala o mega-minería, impactando en múltiples dimensiones de la realidad.
En este artículo describiremos esa apropiación de metales preciosos en Latinoamérica que se remonta al siglo XVI y siempre estuvo vinculada a diversos modelos económicos. Lo novedoso del presente es que el actual modelo capitalista ha exacerbado la destrucción de los recursos mineros con la inclusión de nuevas tecnologías, a la vez que ha disminuido la violencia y flagelación de la mano de obra. El mito prístino sobre la protección que realizaban del ambiente las civilizaciones precolombinas, para quienes la naturaleza era sagrada y se santificaba, ha sido desestimado. El mercurio debió ser para los habitantes de Perú y México coloniales lo que hoy son los desechos radioactivos.
Cinco siglos después la situación parece continuar. Este es el denominado extractivismo, y en su forma actual neoextractivismo. Por encontrarse los minerales diseminados en partículas ínfimas que hace imposible el empleo de tecnologías y métodos de la minería tradicional requiriendo de un método extractivo caracterizado por la voladura de extraordinarias cantidades de suelo, aplicación de sustancias químicas, empleo de gigantescas cantidades de agua y energía, recibe este nombre.
Se trata de un modelo basado en la explotación de recursos naturales no renovables necesarios para alimentar el nivel de consumo sostenido y modelo de acumulación vigente.
El actual período histórico se caracteriza como una etapa donde los gobiernos latinoamericanos introdujeron reformas “liberales” que comenzaron en la década del ochenta con la destrucción medioambiental, constituyendo el saqueo de los recursos naturales el mecanismo de devolución de la deuda externa. En consecuencia, la crisis de la deuda y el establecimiento de una política de corte neo-liberal ocasionaron una rápida desindustrialización de América Latina acelerando la desnacionalización de la minería.
La expansión de este modelo no sólo se orientó hacia los servicios públicos sino también alcanzó a los hidrocarburos y recursos naturales, donde grandes áreas de un determinado país comenzaron a quedar bajo dominio de estos capitales transnacionales. Así se propagaron por la América andina territorios con soberanía propia, cuyo caso testigo está representado en la provincia de San Juan (Argentina), donde el proyecto minero binacional Pascua Lama a cargo de la empresa Barrick Gold se configura como un territorio con soberanía propia que no se reconoce ni chileno ni argentino. Se crea así una suerte de territorio con soberanía propia, quedando estos espacios como apartados o separados de sus jurisdicciones nacionales, rigiendo en ellos las normas de las empresas.
En estos espacios una nueva lógica y organización territorial aparece y está estrechamente vinculada a cambios tecnológicos que derivan en la incorporación de áreas con distintos grados de artificialidad al paisaje. La tecnología es el elemento ordenador, es el elemento de definición entre progreso y atraso, poder y no poder. La tecnología operó acondicionando el territorio para la llegada y desarrollo de la mega-minería, y conjuntamente, para la inhibición del estado nacional en estas áreas. A su vez, se generan nuevas experiencias en los lugares, demostrando los paisajes un alto grado de dinamismo.
Podemos mencionar cómo la puesta en marcha del primer mega-proyecto minero denominado Bajo de la Alumbrera en el año 1997 en la provincia de Catamarca (Argentina), ha activado entre los habitantes de las localidades más cercanas al citado emprendimiento diversos mecanismos de interacción y protesta. A través de ellos han puesto de manifiesto nuevas conflictividades, destacando como principales la fragmentación social, la falta de honestidad, la corrupción, y reiteradamente la preocupación por el tema del agua.
Se trata de un nuevo período histórico donde los habitantes de estos lugares (desde caseríos, parajes, puestos, pueblos hasta ciudades que no superan los veinte mil habitantes) demostraron capacidad para cuestionar y/o criticar relaciones económicas y de poder asociadas a la mega-minería. Ante este escenario, el reclamo de los pueblos se sintetiza en la idea “sin oro se vive, sin agua se muere”, como lo ilustra esta fotografía tomada por mí en la Avenida 6 de Diciembre de la ciudad de Quito (Ecuador), en julio de 2012.
Para mayor información:
VALIENTE, Silvia. La Minería Transnacional y Territorios Posnacionales. Un Nuevo Sentido Histórico Para Santa Maria, Catamarca. Boletín de Estudios Geográficos. Mendoza; Universidad Nacional de Cuyo. Abril de 2015, Nº 103. EN PRENSA