Tania Porcaro*
El turismo se expande continuamente por diversos lugares del mundo e incorpora nuevos sitios a esta forma particular de consumo, transformando los usos y prácticas existentes. En particular, la inserción de lógicas turísticas en espacios fronterizos ha recibido una cierta atención en los últimos años, particularmente en el contexto de intensificación de la globalización y de conformación de bloques regionales de integración, tanto en Europa como en América.
Gran parte de las reflexiones sobre la relación entre turismo y fronteras nacionales han sido elaboradas desde la geografía política clásica, la cual se ha constituido como un abordaje tradicional sobre la materia. Sin embargo, esas miradas comienzan a ser cuestionadas, a partir de nuevas formas de ver, pensar y construir las fronteras en su relación con el turismo.
El vínculo entre las fronteras y el turismo es frecuentemente pensado a través de dos ejes. Por un lado, es concebido como promotor del desarrollo económico en las regiones fronterizas, generalmente constituidas como áreas marginales respecto de los centros de poder de cada país. Por otro lado, el turismo es analizado como una actividad relevante para la integración y la cooperación a través del límite internacional.
Los abordajes tradicionales plantean un conjunto de dificultades en torno a la comprensión de la relación entre turismo y fronteras. Por un lado, suponen que tanto el turismo como las relaciones transfronterizas son fenómenos siempre deseables y beneficiosos y, por los tanto, se postulan como la solución para los problemas que atraviesan estas áreas. La idea de que el turismo produce impactos positivos en las regiones fronterizas requiere ser matizada y complejizada. El objetivo no es pasar a señalar sus impactos negativos, sino evitar una mirada simplificada, unilineal, que ignora las múltiples relaciones y dimensiones implícitas en estos procesos sociales.
Por otro lado, frecuentemente se conciben a las fronteras como objetos estáticos y como datos de la realidad. Por el contrario, las nuevas geopolíticas entienden a las fronteras como procesos sociales, esto es, como construcciones históricas y en permanente mutación. Si bien su concepción es inseparable de la formación territorial de los Estados modernos, tanto éstos como otros múltiples sujetos inciden en la permanente reconstrucción material y simbólica de las fronteras. En tanto proceso social, las fronteras no son universales y eternas, sino que asumen formas particulares en el espacio y en el tiempo, a partir de los entramados sociales que les dan forma.
En tercer lugar, se postula que la atractividad turística en la frontera está predeterminada por un conjunto de formas o actividades típicas de estos sitios. Ello se basa en la idea de que los lugares tienen una vocación turística inherente, como si el turismo fuese esencial, natural o inmanente. Además, suponen que los atractivos son tales por sus características intrínsecas y, por lo tanto, universales y eternos. Por el contrario, los nuevos estudios sobre turismo revelan que los lugares turísticos se crean a través de diferentes procesos sociales de valorización positiva de ciertos rasgos de un lugar. La atractividad, entonces, no se ubica en las cosas, sino que se construye a partir de la interrelación entre las sociedades de origen de los visitantes y los lugares de destino.
A partir de estas formas alternativas de pensar las fronteras y el turismo, han surgido nuevos enfoques para comprender sus cruces. Las nuevas geopolíticas del turismo se interesan en el rol que éste ha tenido en los procesos de construcción territorial y de fronterización, en los diferentes contextos históricos. Así, se analizan los significados cambiantes que ha tenido el turismo, desde su rol en la consolidación de la soberanía nacional y control de ciertas áreas limítrofes, hasta convertirse en paradigma de las relaciones paradiplomáticas y los proyectos de cooperación entre municipios o regiones de diferentes países.
Paralelamente, se complejiza la mirada sobre los procesos de construcción de atractividad en las fronteras. Los entramados socio-históricos de cada sitio dialogan con las formas de valorización de las sociedades que viajan, para dar origen a formas concretas de atractividad en cada lugar y en cada tiempo. En muchos casos, estos procesos se vinculan con diferentes lógicas de patrimonialización que, intencionadamente o no, favorecen el consumo turístico.
El turismo propone ciertas formas de ver, transitar, fotografiar disfrutar o experimentar las fronteras. No sólo transforma los usos dominantes y acondiciona materialmente los lugares, sino que además construyen imaginarios que circulan y producen efectos. Ello revela las relaciones de poder implícitas en los procesos de valorización turística, las lógicas de apropiación y desposesión, los vínculos conflictivos y las tensiones entre diferentes construcciones socio-espaciales, entre múltiples territorios y fronteras en pugna.
La reflexión sobre la relación entre turismo y fronteras revela un conjunto de temáticas y enfoques tradicionales que hoy día son cuestionados y reelaborados, aún en forma incipiente, por abordajes alternativos. Las nuevas geopolíticas proponen diferentes perspectivas para comprender las formas en que las fronteras son reconstruidas permanentemente a través de múltiples sujetos y prácticas, entre ellas el turismo. Nos encontramos frente al desafío de complejizar las miradas y evitar esencialismos, para contribuir a una mejor comprensión de los cruces que se producen en la actualidad, entre el turismo y las fronteras nacionales.
Para mayor información:
PORCARO, Tania. Turismo y fronteras: revisión de la producción académica y los aportes conceptuales desde la geografía. Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía. 2017, vol. 26, núm. 2, p. 13-29. doi: 10.154467rcdg.v26n2.59234.
* Tania Porcaro es investigadora del Grupo de Estudios sobre Fronteras y Regiones de la Universidad de Buenos Aires.